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El Mandingo me castigo III.

El Mandingo me castigo I.

Aquel viernes el Mandingo me había llevado a un apartamento para follarme a su antojo, se la estaba pasando tan bien, que más tarde durante el segundo polvo, el decidió que me quedaría toda la noche. Exhausto, por tanta pinga que había llevado, decidí dormir un rato.

Estaba yo profundamente dormido, cuando entre sueños sentí me penetraban por el culo, yo estaba acostado de lado, lo que dejo mi culo expuesto. Unos segundos después, cuando terminé de despertar, ya estaba ensartado hasta las bolas.

Mi recto estaba lleno de jugos por la cogida más temprano, luego, sentía ganas de expulsar aquel líquido, pero aquella verga gruesa lo impedía, luego, es como si mi recto luchará por repeler aquel invasor, lo que me produjo una sensación de placer muy intensa.

Con sus brazos aprisionaba mi cuerpo, como si se tratara de una llave de luchador. Comenzó un mete y saca con energía, yo estaba muy bien lubricado y dispuesto, por lo que mi culo no opuso ninguna resistencia. Enseguida comencé a experimentar un orgasmo muy rico.

La habitación era bastante oscura, sólo se veía algo si se encendía alguna de las lámparas, tenía unas cortinas gruesas que incluso durante el día, al estar cerradas, la alcoba quedaba totalmente a oscuras. En fin, unos minutos de iniciada aquella faena, mis ojos comenzaron a “acostumbrarse a la oscuridad” me pareció entonces ver una silueta de hombre de pie mirándonos. Traté de agudizar la vista, mientras aquella pinga deliciosa hurgaba en mis profundidades. Finalmente pude distinguir y efectivamente nos miraban atentamente desde el fondo del cuarto.

En voz baja le dije Mandingo (desde luego esto es un seudónimo para el relato, no su nombre real) le dije, Mandingo, para, creo que tu amigo nos está mirando. El no dijo nada siguió, follándome sin alterarse. Yo volví, por favor, me da vergüenza. Traté de soltar sus brazos pero fue imposible. Entonces me dirigí a aquel hombre, dije, por favor, vete, déjanos a solas. Como no se iba, dije negro, detente, hasta que él no se vaya no seguimos, intente zafarme nuevamente sin éxito.

Entonces, tuve el susto de mi vida, escuché al Mandingo decir, tranquilo, déjate hacer. Y fue un susto, porque su voz vino del frente, era el Mandingo quien me miraba, era él quien estaba al fondo de la alcoba, pero siendo tan negro y estando tan oscuro yo no lo había distinguido. De inmediato pensé entonces quien me está cogiendo? Volteé la cara y aunque no pude mirar bien, me di cuenta que era el amigo del Mandingo, el dueño del apartamento quien me tenía ensartado.

Reaccioné de inmediato, dije, suéltame. Comencé decididamente a tratar de escapar. Entonces el Mandingo se acercó y dijo, tranquilo, tranquilo, que él sabe que te gusta. Yo respondí, no, así no. Entonces el Mandingo me agarró de las manos con fuerza y mirándome fijamente, dijo, ya te dije que tranquilo, que no pasa nada.

Mi excitación se había ido, aunque no sentía dolor, tampoco placer, me sentí muy mal. Me sentí prácticamente violado, abusado totalmente. No sólo no tuvieron la delicadeza de pedirme algo así (dar el culo a alguien que ni conocía), si no que a pesar de mi rechazo, aquella pinga seguía dentro de mí, el me encarcelaba con sus brazos sin ninguna intensión de dejarme libre. Para colmo de males, quien se suponía era mi amigo o al menos en alguien en quien confiar un poco, apoyaba aquella situación.

Entonces dije, Mandingo así no, esto es demasiado abuso. Me tomó de los dedos, con mis palmas hacía arriba, comenzó a presionar los dedos hacía atrás, lo cual resulta muy doloroso. Dijo, tranquilo, quédate quieto. Yo protesté entonces subió un poco mis manos produciendo más dolor. Yo dije, ya, está bien, está bien. El redujo la presión, repitió, tranquilo, ya te dije que te quedes quieto que no pasa nada. Siguió, quieres que te siga doblando las manos? Yo dije, no. Entonces el dijo, no te quiero lastimar, te vas a quedar quieto? Yo asentí.

Luego, cuando aquel hombre percibió que me quedé quieto, comenzó a follarme. El Mandingo permaneció sin soltar mis manos pero sin hacerme daño, al mismo tiempo que encendió una lámpara para mirar mejor aquella escena. El tipo entonces comenzó a moverse rítmicamente, confiado en que yo no lucharía más. Sentía su verga dura y gruesa en recto, que por suerte para mi estaba bastante lubricado y abierto por el par de cogidas anteriores que el Mandingo me había propinado. Luego, el Mandingo soltó mis manos, yo no intenté luchar más.

Mientras me penetraban, miré la verga del Mandingo, la tenía enorme e hinchada, era claro que le excitaba ver como su amigo me cogía. A pesar de la situación a la que fui sometido, ver aquella verga fabulosa a punto de estallar me hizo abstraerme de la situación. No sé explicarlo bien, pero de alguna manera, en mi mente, se elaboró una idea o imaginé que de alguna forma, aquella verga que tenía dentro era la del Mandingo que tanto me había hecho gozar. Es decir, es como cuando uno se masturba, si te masturbas analmente, la imaginación vuela y uno siente aquel consolador en el culo como si fuera la pinga de un macho quien sodomiza, uno imagina que te están cogiendo o recuerda como fue cogido antes.

Entonces comencé a relajarme y a experimentar placer, aquella pinga, de un macho de quien no recordaba bien su rostro y mucho menos su nombre, comenzaba a hacerme sentir mucho placer, lo sentía resoplar en mi nunca al mismo ritmo de la penetración. Emití un gemido muy suave, lo que junto con mi expresión le dejo ver al Mandingo que ya me había rendido.

Luego, acercó su pinga a mi boca, de inmediato la abrí y comencé a mamar. La sentía más rica que de costumbre, supongo que por estar recibiendo pipe al mismo tiempo. Comencé a lamer, chupar, etc. Recordé, como a penas hacía una semana, el Mandingo me había puesto a mamar pinga mientras me daba por el culo con un consolador de madera.

Aunque gocé bastante no pude llegar al orgasmo, sin embargo aquel tipo ya estaba cerca de eyacular, el Mandingo le dijo, si vas a acabar, échaselo en la cara o en la boca, no le acabes en el culo, que yo lo voy a coger y no quiero batir leche. Sin embargo el tipo no aguantó y acabo dentro de mí, sentí su leche tibia en mi culo. Un par de minutos después el Mandingo se venía en mi boca.

Luego, el tipo dijo, el muchacho tiene el culo sabroso, que suerte tienes, tan negro y tan feo y mira como tienes a este muchachito, dime cuál es tu secreto. El Mandingo contestó, es una historia larga y se echó a reír. Entonces el tipo dijo, me gustaría poder cogérmelo yo solo, tenerlo para mí un rato a solas. El Mandingo dijo, bueno, me voy a dormir al sofá y te lo dejo aquí. Eso si en la mañana me lo devuelves para echarle otro polvo.

Yo reaccioné, dije, bueno lo que pasó ya pasó, pero con esto no estoy de acuerdo. El Mandingo respondió, tranquilo, imagínate que soy yo y listo. Siguió, además le debemos a él, nos prestó el apartamento dos veces y nos tomamos una botella de ron. Dijo, Alfonzo (por fin supe el nombre de quien me había cogido), el te va a a pagar el alquiler y la botella. Me miró fijo y dijo, ya sabes, haces lo que él te pida sin protestar, sino te castigo; Alfonzo, si no te hace caso o hace las vainas mal me avisas.

Entonces quedé a merced de aquel hombre hasta que amaneciera. Luego, contaré lo que sucedió.
Datos del Relato
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