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Categoría: Masturbación

Con una sombrilla en el ano

Era la quinta vez que me masturbaba en el día, la primera fue con una intención exhibicionista al salir de bañarme, y es que estaban construyendo un edificio a lado de mi casa. Cuando llegó el arquitecto no aguanté más las ganas de enseñarle mis tetas, así que aún con el cabello mojado, unos shorts y un top blanco semi-transparente me apresuré para ir a tender la ropa a la azotea, fingía que se me caían los ganchos para colgar las prendas mientras me agachaba y les mostraba mis nalgas a los arquitectos e ingenieros, quienes me miraban fijamente mientras veía como su bulto crecía rápidamente.



 



Aún con la mirada encima de aquellos hombres calientes que comenzaban a tocársela, me dirigí al cuarto de lavado mientras contoneaba mis caderas suavemente para antojarlos, así que entré al cuarto, encendí la lavadora, me senté sobre ella, abrí los labios de mi conchita que ya chorreaba de jugosa y me metí el dedo por la vagina lo más adentro que pude mientras sentía la vibración de la máquina que sacudía mis nalgas, pronto comencé a gemir mientras imaginaba la cara de los arquitectos y sus miradas perversas, subí el tono de voz hasta que mis gemidos pasaron a gritos de placer.



 



Cuando salí del cuarto de lavado, aún con los pezones erectos y la tanga mal puesta, pude ver los ojos de lujuria con la que me miraban: eres una perrita gritó uno, mientras otro dijo: quiero ese culo para mi verga.



 



Después de esa escena me dirigí a mi habitación con la satisfacción de que me vieran como una puta caliente, pero aún tenía ganas de que me la tocaran, no uno, sino muchos a la vez, así que al entrar a mi cuarto, abrí la ventana, tomé el primer frasco de mi tocador que semejara un pito y me lo metí una vez más con mucha fuerza por mi vagina que ya empezaba a sentir dolor; no tenía ganas de venirme todavía pues sabía que si tenía un orgasmo, las ganas iban a desaparecer y no iba a permanecer tan caliente el resto del día.



 



Dejé de manosearme, me puse una blusa sin brassiere, de esta forma como mis senos son grandes y redondos puedo sentir al caminar como se balancean de un lado a otro, incluso puedo agacharme hasta que el propio peso los libere de la ropa y después disculparme por el "descuido" de que se me saliera alguna teta.



 



También me puse unos jeans ajustados y una tanga la cual prácticamente sentía que me violaba pues entraba hasta mis labios vaginales quedando de esta forma empapada, ¡cómo me gusta usar estos calzoncillos!, pues en todo momento siento que me masturbo, cuando camino, cuando me siento o hago cualquier movimiento por pequeño que sea.



 



Como estaba bien caliente, después de vestirme me dirigí a la escuela con el pretexto de tomar clase, aunque lo que en realidad quería era estar de puta con mis compañeros.



 



Así que a mitad de clase, después de moverme repetidas veces en la silla y ya no aguantar más le mandé un recadito a un amigo que siempre quiere coger conmigo a todas horas y que no está de mal ver, le escribí: te veo en el salón C17 del cuarto piso pues la tengo húmeda y no sé si me puedas ayudar….



 



No tardó ni un minuto en salir y yo sólo esperé un par de minutos para que no se viera tan obvia nuestra salida, cuando llegué al otro salón, mi amigo ya tenía su verga de fuera, así que yo me quité los jeans me bajé la tanga me hinqué delante de él y comencé a chupársela al mismo tiempo que me metía por la vagina un lápiz y él me metía 2 de sus dedos por el ano, eso me excitó mucho: Sigue así!!!!, ahhhhh!!!!! ahhhh!!!! qué rico!!!!! qué vergota!!!!!, le decía mientras él me apretaba las tetas y me pellizcaba los pezones.



 



Se corrió sobre mi boca que dejé abierta para que escurriera su semen por mi cara, me limpié, me medio acomodé la ropa y regresamos al salón para seguir tomando apuntes.



 



Después de clases regresé a mi casa y seguía muy excitada pensando en lo maravilloso que es el sexo, de ser por mí me la pasaría cogiendo todo el rato, así que me senté a comer y de postre tomé un mango y me dirigí hacia mi habitación que seguía con la ventana abierta, pero a diferencia de la mañana mi vecino ya había llegado, así que vi cómo me observaba por la ventana mientras me quitaba la ropa y comía mi postre dejando que se escurriera el jugo por mis senos.



 



Muy quitada de la pena me acerqué a la ventana y le grité a mi vecino: ¿No quieres mango? Mientras embarraba la fruta por mi piel especialmente en las nalgas, las tetas y la entrepierna, él me dijo: ¿te limpio? mientras bajaba sus pantalones y dejaba ver su pene.



 



A una distancia corta pero de ventana a ventana, le dí la espalda a mi vecino, me agaché para que se abrieran mis nalgas y dejaralo ver lo jugosa de mi vagina y la dilatación de mi ano, cuando me sentí más caliente, me comenzó a decir: ¡Te quiero para mi puta perra!, así que no aguanté más y me introduje el hueso del mango por la vagina, al terminar de masturbarme no hizo otra cosa más que salir de su casa para pedirme el mango y lamerlo enfrente de mí mientras yo le hacía un oral para probar esta vez un semen mucho más espeso que el de la mañana.



 



Mi vecino se fue antes de que llegara mi tío de trabajar. En la tarde yo salí al cine con un amigo que no dejó de meterme mano durante toda la película, en la sala, nos sentamos en la orilla y hasta atrás, lo típico en cualquier pareja caliente que quiere fajarse, así que por dos horas no dejó de besarme, introducir su lengua hasta mi garganta, agarrarme los senos y meter su dedo en mi concha que otra vez ya estaba húmeda, hueles a mango, me dijo, y yo le respondí, imagínate qué hice hace rato….



 



Terminó la película y antes de llegar a mi casa detuvo su carro frente a un parque, ya estaba oscuro pues pasaba de las 10 de la noche, él metió mano por todos lados: me gustas por caliente, me gustaría que fueras mi novia para coger todo el rato, yo también quiero coger mucho le decía con la voz entrecortada de lo caliente que estaba, no hables más y sigue cogiendo perro, yo quería más pero la hora no me lo permitió y me tuve que despedir.



 



Así que al llegar a mi casa y esperar a que todos se durmieran y que quedara la parte de abajo oscura y en silencio, subí a mi cuarto, me cambié de ropa, me puse un vestido negro chiquito y muy ajustado, ya no aguantaba más de lo caliente que estaba o que me había quedado de todo el día en especial de lo último así que busqué por todas partes un instrumento o "algo" lo que sea para metérmelo por donde me cupiera.



 



 



Así que pronto fijé mi atención en una sombrilla muy grande y gruesa, me dirigí a la sala me senté sobre el sillón, abrí mis piernas y comencé a frotarme las tetas, escupí sobre mi panocha jugosa y revolví los jugos, me metí 3 dedos en la vagina lo más que pude mientras intentaba no gemir mucho para no hacer ruido aunque fue casi imposible.



 



No aguanté más así que me bajé del sillón, me puse en el piso en posición de perra, me acerqué a un muro y recargué la sombrilla sobre él mientras el otro extremo lo introduje por mi ano, me dolió mucho, pero también me gustó, comencé a menearme para sentir esa cosota dentro de mí mientras que con la otra mano frotaba y pellizcaba mi clítoris y mis tetas con los pezones erectos que se movían de un lado a otro.



 



Traté de meterme la sombrilla hasta el fondo, comencé a gemir de placer y de dolor, seguía frotando con fuerza mis labios vaginales y mi clítoris estaba a punto de estallar, sentí como la sombrilla me desgarraba por dentro hasta el punto de no poderme controlar y me oriné sobre el piso.



 



Me retorcí de placer, lamí mis dedos húmedos, me moví como una perra en celo y después tuve un orgasmo como nunca, después de esa sensación sentí por fin mi día completo, así que me dispuse a dormir con un dolor en todo el cuerpo, pensando en que mañana amaneceré con más ganas…


Datos del Relato
  • Categoría: Masturbación
  • Media: 9
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