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Compañeras de trabajo

Desde hace mas o menos seis meses que me he cambiado el formato de mi contrato. Me han pasado de ser de una empresa de servicios a pertenecer a la empresa sin intermediarios. La verdad, es una y la más importante, la mejora del salario pero lo más difícil. Era admitir que ese año me quedaba sin las merecidas vacaciones por que la empresa de servicios me las pago muy bien y el dinero nunca viene mal. Y, para la empresa, que las tenía que producir y aquel año solo me daban unos dos o tres días ese año. Aquello a simple vista no me afecto hasta que llego el periodo de vacaciones. Mi departamento casi al completo disfrutaba las vacaciones todo agosto. Menos dos compañeras y yo. Ellas, al contrario que yo, las habían disfrutado en julio. Ya que las expectativas de su trabajo preveían un aumento de volumen en agosto y las consabidas prisas. Por eso, optaron por disfrutarlas antes.



Como fue previsible, el primero de agosto el departamento estaba vacío excepto por nosotros tres. Mi jefe había previsto que entre los tres diéramos buena cuenta del trabajo. Ya que el resto de la empresa estaba desierta nos podíamos dedicar única y exclusivamente al trabajo. La primera quincena fue muy tranquila y casi acabamos el trabajo. Y, sin nos descuidamos, nos quedamos sin nada. Por eso, a partir de la virgen de agosto empezamos a hacer tertulias tanto por la mañana, como por la tarde y también mientras trabajábamos. Es decir que el trabajo lo teníamos medio acabado y nos dedicábamos a relacionarnos entre nosotros. Y no se muy bien el por que pero ese primer día de la semana de aquella quincena cambio toda nuestra perspectiva por completo.



Aquel lunes llegue el primero como era costumbre y a los pocos minutos entro Mar. La más jovencita de la dos, una madura de unos cincuenta años, rubia, de ojos castaños y una cara angelical para su edad. Traía puesto un vestido azulon sin mangas, escotado y ceñido. Me dio los buenos días y nada mas llegar a mi altura se coloco los elásticos de las bragas sin ningún tipo de complejo. La mire de arriba para abajo, recreando me en la figura tan bonita que le hacia aquel vestido. Que le estilizaba el cuerpo y le realzaba el busto. Al gustarme tanto lo que había visto con mucho descaro la comente.



-Muy buenas cuerpo. Anoche descansaste bien pero esta mañana te veo un poco más liada de lo normal con el elástico de tus braguitas. Si quieres y no te sirve de molestia. Me ofrezco desinteresadamente para aliviarte el problema quitándote las dichosas braguitas.



Mar me sonrió y con una carita de niña buena me contesto mientras se levantaba la falda del vestido y me enseñaba sus prominentes muslos.



-No solo quiero, si no que me sentiría muy halagada si tuvieras la amabilidad de quitármelas. Apuesto caballero.



Me arrodille, la bese los pies y con una sonrisa que irradiaba felicidad la dije mirándola a los ojos.



-Miladi, sus palabras son ordenes para mi y este fiel caballero. Acometerá la empresa con el mayor rigor y discreción posibles.



Mar me sonrió y con dulzura añadió.



-Lo sé mi fiel caballero. Por eso, pongo ante usted mi más preciado tesoro. Como es mi honra.



Apoye mis manos sobre sus rodillas y nada mas notar el contacto de mis manos Mar dio un respingo. Alce la mirada y ella me dijo que tenía cosquillas y que fuera con cuidado. Asentí con un leve movimiento de cabeza mientras ascendía por esas piernas tan suaves que tiene. Al introducir la mano entre la falda y la piel. Pude notar la piel tan suave que tiene, al tener el contra punto con la tela del vestido. Cogí las braguitas del elástico y sin prisa se las fui quitando. Note mayor resistencia en un principio, al tener las piernas cerradas. Pero, una vez, que las abrió un poco fue coser y cantar. Descendieron con total facilidad. Las acompañe en su descenso hasta las rodillas desde ahí retire mis manos y pude comprobar como la fuerza de la gravedad hacia su trabajo. Llevándolas sin ningún tipo de reparo y resistencia hasta que descansaron sobre sus tobillos. Fue tan turbador e hipnotizante el verlas caer que para mi el mundo desapareció hasta que una voz me saco del ensoñamiento.



-Muy buenas, chicos. ¡Se puede saber que hacéis!



Nada mas escuchar esto, me di la vuelta y me encontré con Esther. Que nos miraba extrañada ante aquella situación. De verme a mi arrodillado delante de Mar y esta con sus bragas en los tobillos. Se acerco hacia nosotros, se apoyo en una de las mesas y con cierto asombro nos dijo.



-Andresito, ya que estás ahí. Recoge esas bragas como es debido y después de que os adecentéis un poco. ¿Seríais tan amables de explicarme lo que estabais haciendo?



La quite las bragas de sus tobillos con la colaboración de Mar, me levante mas colorado que un tomate y mas callado que nada. No sabía donde meterme ni como actuar. Menos mal que Mar, con la experiencia que tiene, el saber estar y con mucha mano izquierda le dijo a Esther mientras se acomodaba el vestido.



-Venga, Esther. Déjate de monsergas y vamonos a tomar el café como todas las mañanas. No ves que esta cortado y no reacciona. Déjale descansar y dentro de un rato cuando tenga ganas ya te lo contaremos.



De mala gana Esther accedió a las pretensiones de Mar y salieron a tomar el café que tomaban todas las mañanas dejándome allí solo. Pensando que era lo mas frustrante y patético. Por que aun no sabía porque había actuado así. Cuando Mar no me atraía físicamente. Solo, de vez en cuando, cuando me sentía algo alicaído y con pocas ganas de trabajar. Me solía refugiar en sus abrazos, en sus caricias y en sus besos. Y, solo en un par de ocasiones, la había cogido por la cintura o había apoyado mi mano sobre sus riñones.



Sin embargo, Esther era distinto. Aunque fuera mucho mayor que ella. Congeniábamos mejor y me sentía muchísimo mejor que con Mar. Además de poseer un cuerpo que te quitaba el sentido, de llevar unos escotes que te cortan la respiración, de llevar unos cinturones que te quitan el hipo y de tener una mirada y una dulzura que te cautivan. Por eso, como me iba a sentir atraído por Mar, era por Esther por la que bebía los vientos y nunca había sido capaz ni de insinuarme. Solo había sido capaz, muy de vez en cuando, de acariciarla el pelo, posar mis manos sobre sus hombros o cogerla de la mano.



Sin embargo, ella no la ha importado lo mas mínimo que la vieran dándome un cachete en el culo cuando pasaba a mi lado, el como me tocaba el pecho cuando se ponía detrás mía para empezar cualquier conversión o, con lo que si ha sido mas cuidadosa, ha sido cuando me ha sobado la polla. Siempre ha tenido la precaución de hacerlo en la hora de la comida cuando nos quedábamos solos o nos quedábamos a echar horas. Ahí se recreaba poniéndomela dura y dejándome con todo el calor. Y cuando la reclamabas en algo, siempre te contestaba lo mismo. Que ella hacia esto mismo con la gente que quería y que se sentía muy a gusto con ella. Que para ella la palabra amigo era más amplia que para el resto de la gente. Claro esta, siempre desde el respeto, la confianza y la honestidad. Sin dar lugar a malos entendidos y ni mucho menos malos rollos. Si tratabas por alguna casualidad mientras hablabas intentabas tocarla. Te daba un manotazo y te decía que ella no lo hacia para follar o para conseguir cosas deshonestas. Solo lo hacia por pasarlo bien y para que la persona de enfrente se sintiera cómodo. Que era del todo mentira.



Por eso, desde el momento que nos pillo fue como un jarro de agua fría para mí y el mundo se me vino encina. No sabía donde meterme y mucho menos como actuar. Así que, cuando volvieron me vieron trabajando y me pase toda la mañana enfrascada en el trabajo hasta que una mano se poso en mi hombre y la dulce voz de Esther me pregunto.



-¿Vas a seguir así todo el día sin dirigirnos la palabra y sin decirnos cosas bonitas?



Negué con un leve movimiento de cabeza y sin levantar la vista.



-Creía que ibas a ser más hombre y me lo ibas a contar lo que ha pasado. Pero, por lo que veo, no te atreves o te doy miedo. Si quieres saber la verdad me da lo mismo lo que haya pasado. Lo único que quiero que levantes la vista del trabajo, me mires y me digas si vas a venir a desayunar con nosotras, nada más. El resto no importa.



Me di la vuelta, con la vista agachada y mirando hacia el suelo. Mirándola a los zapatos que traía puestos y sin mirarla a la cara la conteste.



-Sé de sobra que a ti no te importa pero a mí sí y no sé si voy a ser capaz de volverte a mirar a la cara.



Esther se acerco y levantadote la cara para que la mirara a esos dos ojos azules como el cielo que tenía me contesto.



-Andresito, no tienes que dar me ninguna explicación. Por que no soy tu madre aunque yo te considere como mi hijo. Un buen hijo que nos consuela cuando estamos deprimidas, que nos quiere cuando somos joviales y que nos consiente cuando estamos alegres. Andrés, por favor, no tengas en cuenta mis palabras que no era para regañarte.



La mire un poco cabizbajo y la dije con un hilo de voz.



-No te lo tendré en cuenta, jovencita. Pero, te puedo hacer una pregunta.



-Sí, si no es muy difícil.



-¿Tuviste celos al encontrarnos de esa guisa?



Esther se retiro para que me pudiera deleitar con el cuerpo tan bonito que tiene y lo bien que le queda ese vestidito verde que traía puesto. Es tan ligero, tan corto y tan escotado que no deja nada a la imaginación. Tanto que mis ojos la devoraban con el solo sentirla respirar y se abrieron sobre manera al ver como sus manos iban deshaciendo poco a poco el nudo que traía en uno de sus costados mientras ella me contesta.



-¿Celosa, yo? ¡De Mar!, que cosas tienes. Por que haya sido ella la primera a la que has metido mano por debajo de la falda. ¡Que va!, andresito. Solo un poco contrariada, si se puede decir así.



La mire mientras Esther colocaba sus manos en jarra sobre sus caderas. Desplazando el vestido hacia ambas lados y dejando al descubierto esos buenos atributos que tiene y que solo van resguardados de miradas indiscretas mediante sus prendas intimas. Sin levantarme, me acerque hacia ella y besándola la tripa la conteste.



-¿Contrariada? No sé porque. Si siempre te he tratado como una reina y te he dejado hacer todo lo que quisieras conmigo. –Hice una pausa esperando una respuesta que no llego. Instintivamente la bese en el ombligo y juguete con mi lengua dentro de él. Mientras notaba como su cuerpo se estremecían ante mis caricias. La bese, por última vez, alce la cabeza esperando una contestación. Que fue inminente con un leve movimiento de cabeza y proseguí con mi explicación. –Creo que contrariada no es la palabra exacta. Más bien, creo que es envidia.



-¡Envidia, de que!, si se puede saber! –me corto de malos modales.



-Envidia de que mis manos tocasen a Mar antes que a ti, envidia de que mis besos fuesen a parar a sus labios y envidia de que mis caricias, mis mimos y mis deseos fuesen suyos.



Esther poseída por una fuerza mayor, me cogió del pelo y dando un tirón fuerte hizo que me levantara de la silla de sopetón. Clavo sus uñas en mi garganta y me dijo enfadadísima.



-¡Que te crees, niñato! ¡El ombligo del mundo! ¡Y una mierda!



Me soltó tirándome para atrás y trato de marcharse. Pero, fui mas rápido sujetándola por la cintura, la puse frente a mí empujándola contra la mesa que tenia delante y de esa manera no se podía escapar mientras la decía.



-El ombligo del mundo no. Pero, si el niñato al que mas veces has metido mano en los últimos seis meses. Creo que tengo el derecho de disfrutar un poco también.



Esther me miro con cara de pocos amigos y a voz en grito me contesto.



-¡No serás capaz!



-Apuesta y veras.



La di la vuelta mientras la contestaba. Trato de huir pero la retuve empujándola con mi cuerpo contra la mesa y sujetándola con una mano apoyada en su nuca. Esther al ver que no podía escapar e impotente ante la situación. Comenzó a llorar, a dar golpes con sus manos sobre la mesa y a pedir auxilio. Lo mas cachondo era que ella misma sabía de ante mano que nadie la podía echar una mano. Ya que estábamos solos en la nave y la única persona la podía ayudar era Mar. Que se encontraba en la otra punta de la empresa entregando un trabajo y tardaría bastante en volver y cuando llegara la faena ya estaría echa. Me desabroche los pantalones con algo de incomodidad y le restregué el nabo con bóxer y todo sobre sus glúteos. Esther, al notar el contacto, entre sollozos me suplico que parara y que no la follara así. Que había otras maneras mejores de disfrutar. Al escuchar sus palabras me pusieron más cachondo aun si cabe. Apreté con fuerza mi mano sobre su nuca para que no se moviera, le retire el hilo del tanga de su ano y de su raja y libere mi pene de su prisión dejándolo a las puertas de su coño. Ella me suplico que no lo hiciera, que sería mía cuando yo quisiera. Pero no la deje acabar porque se la clave hasta el fondo y sin contemplaciones. Ella grito sobre manera al notarlo dentro de si. Estuve quieto hasta que volvieron sus suplicas que fueron el momento en el que comencé a bombear como un loco. En un principio, Esther estaba poco receptiva y no se dejaba hacer. A no ser que la tuvieses contra la mesa. Y, muy de vez en cuando se le escapa algún que otro grito. Pero, al poco rato, la cosa cambio de tal manera que su coño era un volcán en erupción y chorreaba pasión. Su respiración se fue haciendo cada vez mas fuerte y sus leves quejidos se fueron transformando en gemidos y de vez en cuando en sonoros gritos. Al notar el cambio tan brusco, la enganche del pelo y fui tirando de ella hacia arriba hasta que se quedo de pie como yo. Era tanto el ardor que desprendíamos que casi sin darme cuenta me corro en su interior. Pero, al notar el primer síntoma, se la saque, la hice que se arrodillara y como una fuente de cualquier parque. Solté un chorro de mil demonios de leche caliente que la embadurno tanto el pecho como la cara. Fue tan excitante que Esther no me dejo que terminara de descargar por completo. Cuando se metió la polla en la boca y la fue limpiando poco a poco.



-¡Bravo! ¡Así me gustan a mí los desayunos mañaneros!



Mire hacia un lado y cual fue mi sorpresa que allí delante de nosotros, sentada estaba Mar. Contemplando la situación. Habíamos estado tan absortos en nuestras artes amatorias que no nos habíamos percatado que había vuelto. No sabía el tiempo que llevaba viéndonos pero me daba igual y como vi. Que Esther seguía a lo suyo. Lo único que hice fue mirar a Mar. Esta no me quitaba el ojo de encima mientras Esther se dedicaba a sacar brillo a mi pajarillo. Mar debía de estar tan caliente y de tener tantas ganas de guerra que se levanto de la silla y empezó a moverse de forma provocativa. En un principio, solo era un lento contoneo y un leve manoseo por encima del vestido. En el que de vez en cuando introducía sus manos dentro del escote, se levantaba la falda para darse placer o se chupaba los dedos simulando que paladeaba lentamente mi polla. Era tal la lascivia y la sexualidad que desprendía Mar que mi cuerpo reacciono de inmediato ante aquella locura. Mis sentidos afloraron dejando en un segundo plano la razón y dejando el control a la lujuria que tenía guardada. Que mi verga se puso más tiesa que el palo de una bandera. No solo porque Mar estaba deseosa de mi cuerpo si no porque Esther seguía ocupada dándome placer. Un placer constante que fue aun mayor cuando noto como mi miembro recuperaba esa fuerza y fogosidad que le había enseñado cuando la había poseído anteriormente. Fue tan excitante y, a la vez tan placentero, para Esther que se dejo llevar sin ningún tipo de contemplación hacia donde yo dirigiera el barco. Se transformo casi por completo en un objeto cuando pose mis manos sobre su cabeza y mirando a Mar le clave la polla hasta la garganta. La mantuve unos instantes y la saque con rapidez para que Esther respirara. Esperaba que Mar reaccionara y me diera pie para que me acercara y me la follase. Pero, en lugar de eso, se mantuvo al margen dejando que las cosas siguieran su cauce y que Esther se lanzase sobre mi polla. Se la introdujera otra vez hasta a bola y con parsimonia comenzara un lento mete saca. Mire a Mar y la invite a que se sumara a la fiesta. Y, ella, en lugar de acercarse. Se limito a quedarse observando como Esther tomaba el control de la situación. Yo, al ver su poca voluntad y las ansias que mostraba Esther. Me deje llevar por su locura y sus ganas de hacer, y comencé a follarme la como si la vida me fuera en ello. El ritmo era tan frenético que lo único que sentía era el intenso calor que tenía, como su saliva resbalaba por mis huevos y la virulencia con la que mis huevos chocaban contra su barbilla. Estuve tan enfrascado en la realización del acto que ni cuenta me di cuando Mar cambio de postura y había comenzado a suministrarse placer. Aquella fue la mejor estampa de todo el día el ver a Mar. Totalmente desnuda, dándonos la espalda y sin ningún tipo de pudor maltratando sus dos agujeros sin contemplaciones. Podía ver con claridad como sus dedos se hundía en su ano y en su coño con suma facilidad y a una velocidad endiablada. Me quede tan impactado e hipnotizado que no sé como me zafe de Esther. Lo único que si puedo deciros que me encontré delante de Mar viendo como se penetraba y sin que ella se diera cuenta. Ya que estaba tan sumida en su propio placer que no era consciente que yo estaba detrás suya. Y, mucho antes de que se pudiera percatar de mi presencia, le retire la mano de su ano y ví lo más maravilloso que había visto hasta ahora. Como su ano iba volviendo a su forma natural después de haber conseguido una máxima dilatación. Fue tan impactante que no sabía como reaccionar hasta que alce mi cabeza y me encontré con su mirada que tenía un brillo especial. Acerque mi glande hasta que roce su ano y muy lentamente fui haciendo fuerza para ir introduciendo mi polla en su interior. En un principio me costo vencer la resistencia de su esfínter, pero una vez que entro la punta de mi glande y ella se relajo un poco. Fue como coser y cantar el introducirla hasta dentro. Lo mejor del caso no era la estrechez de su ano, ni el calor que desprendía todo él y ni mucho menos la facilidad con que era penetrado. Lo mejor del caso fue la sumisión con que se dejo sodomizar, la completa transformación que sufrió su cuerpo al notarme en su interior. Como destilaba placer por sus cuatro costados y como gemía de placer según la iba penetrando. Todo era tan absorbente y tan fuera de lo común que no me percataba de que había un mundo exterior. Mi único pensamiento era el seguir penetrándola como si fuera un animal y no hubiese un mañana. Hasta que note como algo húmedo jugueteaba con mi ano. No sabía que era lo único que me daba cuenta de que me excitaba sobre manera y casi sin darme cuenta me corrí dentro del culo de Mar. Fue tan grande la explosión que casi sin terminar me deje vence sobre su cuerpo y cuando recobre un poco la compostura. Retire mi polla aun palpitante del culo de Mar, me senté a su lado y pude comprobar como su ano chorreaba todo el semen que había en su interior, anegando su coño y deslizándose por sus piernas. Respire hondo, me mese el cabello y al levantar la vista me encontré con Esther que me miraba con deseo y la dije casi sin resuello.



-¡Increíble!



Esther me sonrió, se acaricio lo pechos por encima del sujetador, el vientre e introduciéndose dos dedos en su coño me contesto mientras se los chupaba.



-Gracias.



Me iba a levantar para abrazarla y besarla cuando Mar se dio la vuelta, se incorporo a mi lado y apoyando su cabeza en mi hombro me dijo mientras me besaba e cuello.



-Ha sido genial. Quiero más.



La mire a Mar con incredulidad ante sus palabras, creyendo que no iba en serio. Pero, todo cambio cuando note como su mano me acariciaba el miembro y sus labios no paraban de juguetear con mi cuello y mi oreja. Mire a Esther para que detuviera aquello y la dijera que por hoy ya era bastante y que no me encontraba en condiciones. Pero, en lugar de eso, Esther me sonrió y me dijo mientras se desnudaba.



-Tiene razón porque yo al igual que ella no me he sentido del todo satisfecha. Así que hombretón ensáñanos todo lo que vales.


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