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Categoría: Masturbación

Camino a la perdición (1)

Sebastián es un hombre de 28 años aunque física y mentalmente aparenta unos 10 menos. Bajo de estatura, extremadamente blanco de piel, cabello castaño, ojos claros, rostro aniñado, descuidado en el vestir, no muy atractivo, algo cabezón y poco exitoso con las mujeres.



Lo conozco hace unos 8 años, era un compañero de la universidad como cualquier otro, con él nunca tuve mayor contacto que el del estudio y uno que otro intercambio de chismes en los pasillos del claustro estudiantil entre clase y clase. Realmente nunca me gustó mucho estar con el y menos a solas; tenía una manera rara de mirar, de actuar, una actitud algo morbosa, extraña y curiosa. Pensé que las cosas no iban más allá de ese extraño proceder. Lo pensaba hasta que me enteré de una serie de episodios de la vida de Sebastián, en el ejercicio de mi profesión periodística pues quiso el destino que yo tuviera que investigar el caso de Sebastián.



Te preguntarás ¿cuál caso? ¿hubo un caso? Si, el aparentemente inocente Sebastián tenía una vida sexual un poco deprimente y turbia de la cual me he ido enterando durante el transcurso de mi investigación. No ha sido fácil, amigos muy cercanos no tenía, amigas menos dada su extraña forma de ser y más aún con las mujeres; hijo único, vivía solo salvo por un perrito de raza poodle, color blanco con el "varonil" nombre de Coquito.



La mayor parte de esta historia real ha sido reconstruida gracias a entrevistas que sostuve con el propio Sebastián y con algunos de sus compañeros. Acompáñame en el recorrido, procuraré limitarme lo más que pueda a la realidad.



Corría el año 99 y Sebastián cursaba último semestre de periodismo en una prestigiosa universidad de Bogotá. Desde pequeño siempre lo tuvo todo y más dada su condición de hijo único; el mejor colegio en la capital, la carrera que quiso, su propio apartamento de soltero entre muchos otros pequeños lujos. No se le conoció nunca una novia oficial, ni siquiera una amiga íntima, mas bien entre los hombres tenía fama de acosador, de tener conceptos errados y tortuosos del sexo, de ser bisexual y hasta de mantener relaciones zoofílicas con su pequeño poodle. Algunos en broma decían que si hubiera tenido hermanas las pobres habrían tenido que padecer sus asedios, que a alguna habría intentado tirársela. Y no porque fuera malo o retorcido, el problema al parecer radicaba en que pasaba todo su tiempo libre mirando películas porno y revistas del mismo estilo. No hacía más, no salía, era inseguro en sus relaciones, la pornografía no solo le había sorbido el seso sino que lo habían hecho tener un concepto errado del acto sexual. Llegó al punto de creer todo lo que veía, de pensar en su loca cabecita que la mujer de la película era incansable, que solo se alimentaba de semen, que todos los hombres tenían vergas descomunales, que las mujeres siempre estaban dispuestas, que los hombres permanecían con erecciones constantes, etcétera, etcétera.



En conclusión vivía acomplejado por su supuesto pequeño pene, fantaseaba con miles de cosas, con ser alto y apuesto, con ser un seductor, con conquistar a la mujer que quisiera, ni siquiera pensaba en varias la mayoría del tiempo sino al menos en tener una novia, alguien que lo amara, con la cual disfrutar las delicias del sexo que tanto veía a diario en películas como "orgasmo sin fin", "orgía lésbica", "la verga de Rocco"….



Las películas eran su obsesión, tenía cuentas en varios video clubs, las compraba por internet y hasta en ventas de garaje. Asimismo su colección de revistas era respetable, la mayoría con las páginas tostadas por el continuo uso. Se masturbaba varias veces al día y donde fuera derramando el fruto de sus pajas casi siempre entre las páginas de una revista con su modelo favorita de turno pasando después muchos trabajos para despegar las hojas. Su cuarto era un templo a la pornografía: afiches, juguetes sexuales y un estante repleto de videos, libros y revistas. Sobre la colcha de la cama tenía una competencia de pajazos, para ver cual llegaba mas lejos, su record iba en 31 cm.



Otro de sus extraños rituales consistía en hacerse la paja con hígado fresco, ¡así como lo oyes!, que me caiga un rayo si estoy inventando o agregando algo que no sea cierto. Enrollaba la tajada de hígado cual si se tratara de un estrecho conducto vaginal e introducía su miembro viril en ella. Luego comenzaba a moverse adoptando posturas extrañas ¡follando con el hígado! hasta correrse a los pocos minutos extasiado con el hermoso contraste entre el blanco semen y el rojo hígado. Lo que hay que ver y oír en esta vida….



A veces tenía fijaciones con sus compañeras de estudio. Llegaba al punto de seguirlas, de buscar información de la incauta, enviarle mensajes anónimos, aunque de eso no pasaba (la mayoría de las veces). De esto puedo dar fe, yo misma lo padecí intensamente un par de meses.



Era un tipo introvertido, inseguro y vulnerable. Por tener una autoestima más bien pobre procuraba ocultarlo mostrando ante los demás un ego más inflado de lo normal, a veces pasaba por pedante. Solitario y fantasioso: las dos palabras que más lo describen.



Tiempo después, no sabiendo como descargar sus más oscuros deseos le dio por aficionarse a las películas de zoofilia, especialmente aquellas donde los protagonistas eran un hombre y un can para comenzar a entrenar a Coquito en el arte de proporcionarle placer. Estuvo varios meses con ese cuento, Coquito resultó ser un buen alumno, aprendió a mamarle la verga a Sebastián como un experto, con él tuvo sesiones largas e inolvidables algunas grabadas en video aunque por más que le pregunté detalles (más por el morbo que porque fuera indispensable para mi investigación) el nunca quiso decirme más. Fue una pena.



Su precaria vida sexual se limitaba a relacionarse con prostitutas. Al ser de una buena posición económica podía tener a la puta que quisiera y muchas veces las sometía a castigos físicos, las humillaba, escupía, las clavaba por el culo sin previo aviso y así. Todo esto a lo mejor con el ánimo de sentirse un poco superior, quién sabe…. Una vez llegó al punto de alquilar una puta por una semana, cual si se tratara de una "dama" de compañía. En la universidad la presentó como la "novia que acababa de llegar de Europa" y le creímos a medias el cuento porque el muy imbécil le compró ropa para la ocasión.



Por desgracia para Sebastián, los que se decían sus amigos lo buscaban para que los invitara a salir por lo general a beber. Sebastián siempre corría con todos los gastos. El que más abusaba de él era su "mejor amigo" Felipe. Este casi siempre lo llamaba los viernes o sábados, le decía que iba a salir con un par de amigas pero que no tenía dinero. Sebastián siempre decía que si. ¿Cómo iba a negarse? Esas salidas eran las oportunidades que siempre buscaba aunque sus citas a ciegas siempre terminaran en tragedia,… Sebastián solía irse solo a casa, con los bolsillos vacíos y una cachetada. En esta parte de la historia confieso que sentí verdadera lástima por Sebastián pero es que el mismo se buscaba las cosas con su actitud, no sabía tratar a una mujer, no era buen conversador. Felipe se aprovechaba de esto y en ocasiones se iba con su amiga de turno a pasar la noche en el apartamento de Sebastián para ahorrarse lo del hotel. Este apartamento era de una sola habitación pero la sala era amplia gobernada por un enorme y cómodo sofá.



Desde su habitación Sebastián escuchaba el concierto de gemidos de Felipe y su amiga. Al principio se tapaba la cabeza muerto de la rabia para no escuchar nada. Luego tomó el hábito de espiar y hasta alentaba a Felipe para que continuaran la fiesta en su casa. Al fin tenía una estrategia para disfrutar.



De las películas porno había pasado a ver a una pareja en vivo, haciendo cosas no estilo kamasutra como en sus videos pero si en vivo y en directo que era diez veces mejor. Siempre era lo mismo, iban hasta el apartamento de Sebastián, tomaban unas copas (los tres porque la pareja de Sebastián siempre ponía pies en polvorosa), unos minutos o a lo sumo una hora después Sebastián fingía sueño y se iba a "dormir" y solo era cuestión de esperar por la acción. Con Felipe y su amiga el trago y la líbido hacían el resto. Sebastián tomó por costumbre ocultar una filmadora en la sala para deleitarse con lo que allí ocurriera cuantas veces quisiera; así llegó a coleccionar videos con el título de "Felipe y la tetona", "Felipe y Mariana", "Sexo anal de Felipe"….



Creyendo a Sebastián dormido, Felipe y su pareja no se reprimían ni un poco, comenzaban a desnudarse rápidamente dejando la ropa esparcida en toda la sala. Se besaban ligeramente e iban al grano, la mayoría de las veces Felipe se sentaba cómodamente con la verga en su máxima expresión y dejaba que su compañera hiciera todo el trabajo "pesado" instalada con las piernas separadas sobre él. Felipe se limitaba a tomarla de las caderas y a marcarle el ritmo. En esta ocasión la mujer era una rubia de 1.65 de estatura, larga cabellera, prominentes pechos y nalgas redondas y apetecibles, el tipo de mujer que Sebastián quería tener con todo su corazón (y con toda su verga). Por eso ese día él estuvo más pendiente, apenas si pudo esperar para espiarlos a sus anchas, la deseaba demasiado, era una súper mujer en todos los sentidos. Felipe era un tipo con suerte para las mujeres, no solo era atractivo sino que sabía decirles justo lo que deseaban oír. Por eso cambiaba de novia como de ropa interior. El lado opuesto de la moneda con respecto a Sebastián.



Volviendo al momento del coito entre Felipe y la rubia, con Sebastián como testigo mudo, ella se movía como una licuadora apretando con su voluptuoso cuerpo la verga de Felipe. Este tenía la cabeza hacia atrás en el sofá, los ojos cerrados, dejándose hacer, apretándole las nalgas a la mujer, amasándola, sobándola. En un momento se incorporó un poco y se llevó a la boca uno de los pezones de la rubia, masajeó su clítoris, aunque como norma general se concentró mas en recibir que en dar. Igual ambos lo disfrutaron.



Sebastián desde su escondite iba para su tercera paja cuando ellos iban por su segundo orgasmo. Estaba desesperado, el espectáculo lo tenía a diez mil por hora, su ubicación era mas que estratégica para ver las caderas de la rubia de sus sueños subiendo y bajando, su bella espalda, la cascada de su cabello cayendo suavemente en ondas sobre sus hombros y lo que más lo excitaba: las manos de Felipe recorriendo ese cuerpo que el tanto deseaba tocar. Le daba envidia, sentía placer, morbo, deseo, rabia e impotencia y no pudo aguantar más. Salió de su escondite, completamente desnudo y con la verga en alto y sin ser visto se acercó a ellos por detrás. Ambos tenían los ojos cerrados y no lo vieron hasta que estuvo junto a ellos. Tomó a la rubia por los hombros y ella pegó un brinco. Sin mediar un segundo de diferencia le pegó su verga por detrás tanteando el estrecho canal de su culito de modo que ella se separó de Felipe y se hizo a un lado indignada, tapándose a medias con lo primero que encontró a mano.



Se puso a insultar a Sebastián llamándolo pervertido y abusivo. Sebastián atinó a decir que eso de los tríos hombre-mujer-hombre era de lo más común, que las mujeres disfrutaban mucho la doble penetración, que lo había visto en miles de películas, que no fuera tan escandalosa y se limitara a disfrutar. Felipe no sabía si enojarse por la interrupción o reírse de la ocurrencia de Sebastián. Estaba mudo, perplejo, mirando a la rubia por momentos y en otros a Sebastián mientras discutían. La rubia se vistió insultando ahora a Felipe, acusándolo de haberle tendido una trampa para gozarla junto con el desviado de su amigo. Felipe se vistió también y se fue con ella, insistió en acompañarla hasta su casa, fingiéndose enojado con Sebastián para tener la opción de otro polvo con ella.



A Sebastián la falta de estrategia le había salido cara, pero es que la calentura le nublaba el cerebro, cuando tenía una erección solo podía pensar en tirar, coger, follar y en todos sus demás sinónimos.



Sebastián quedó solo y acongojado, con una erección como nunca la había tenido y con la autoestima más baja aún por el brusco rechazo. Y es que lo del rechazo por parte de la rubia no era para menos, creo que a nadie le gusta participar en una pequeña orgía sin su consentimiento.



La noche de nuestro protagonista terminó con una paja en su cuarto, su verga lubricada con glicerina carbonatada y eyaculando encima de Coquito.


Datos del Relato
  • Categoría: Masturbación
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