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Categoría: Maduras

Abuela insatisfecha busca

Soy Paca, tengo 63 años y sexualmente hablando estoy insatisfecha y no resignada, de modo que me he puesto a buscar.



 



A la mayoría de nuestras abuelas todo este nuevo mundo de Internet las ha cogido demasiado a desmano, pero no todas se resignaron a no participar en el festín de las nuevas tecnologías. Las que no lo han hecho se están incorporando a este nuevo mundo de oportunidades a velocidades de vértigo, sabiendo lo que buscan y decididas a no perder el tiempo en prolegómenos. Lógico, ellas tienen experiencia, tienen ilusión, tienen tiempo y sobre todo, aún mantienen un cuerpo digno de ser glorificado para mayor gloria de quien lo sepa apreciar. Soy Pancho Alabardero, tengo casi cuarenta años, vivo en Madrid y estoy creando el "Circulo del Sexo con Imaginación" es decir aquellos que idolatramos al Dios Caballo, montar o ser montada a caballo, sobre una Yegua Alazana o por un vigoroso Garañón Mustang Cimarrón



 



Aquí les ofrezco el relato de una encantadora abuela que se acaba de incorporar a este selecto grupo y que, a buen seguro, nos va a deparar muchos y muy sabrosos relatos para disfrutar del apasionante mundo del erotismo. Que lo disfruten.



 



Hola soy Paca, vivo en Barcelona capital, tengo 63 años y estoy insatisfecha, muy insatisfecha. Verán ustedes, yo me he casado a los veintidós años, después de cinco años de noviazgo con mi marido cinco años mayor que yo, y como correspondía a los usos y costumbres de aquella época, llegué virgen al matrimonio, aunque eso sí, llegué muy bien magreada, porque mi novio antes de entregarme a casa, como a eso de las diez o diez y media de la noche, me metía un buen repaso que no quedaba ni un centímetro de mi cuerpo que no fuese debidamente sobado.



 



Llevo casada más de cuarenta años y nunca, absolutamente nunca, he mantenido una relación sexual fuera del matrimonio, a pesar de que no me han faltado propuestas y ocasiones para hacerlo, pero siempre he dejado pasar las oportunidades y cada vez me doy cuenta que con el paso del tiempo escasean las propuestas y disminuyen los candidatos, pero las ganas no, esas me acompañan desde los primeros años del matrimonio. Siempre albergué la esperanza de mantener experiencias con otros hombres y nunca me he resignado a morirme sin haber experimentado en carnes propias el dulce encanto de la infidelidad y la pasión de follar a escondidas.



 



Tengo ya algún nieto y mi marido cada vez anda más achacoso. Nada que no se corresponda con la edad que tenemos, el problema es que mi marido ha llegado a la madurez satisfecho de la vida que ha vivido y yo no. Mi marido se jubiló de una compañía de comunicaciones y por su trabajo, tenia que viajar muy frecuentemente pasándose a veces hasta semanas fuera de casa. Eso claro le proporcionaba ocasiones de tener aventuras ya fueran pagadas o consentidas, pero en mi caso, me quedaba al cargo de la casa y de los hijos, y a pesar de que las oportunidades y las ocasiones nunca le faltan a ninguna mujer, el caso es que nunca las aproveché y el tiempo se me echó encima, y hoy en día miro hacia atrás y me siento muy poco realizada como mujer y poco reconocida como madre y esposa fiel.



 



El caso es que desde el año pasado me he apuntado en la junta de distrito del Ayuntamiento a cursos de Internet para mayores. Este año ya es el segundo año y como pueden entender, ya manejo lo suficiente como para sentirme por primera vez en mi vida independiente y con iniciativa propia para relacionarme con propios y con extraños, inclusive a veces mis propias hijas me piden asesoramiento. ¿Quién me lo iba a decir?, a mis años y ya manejo esto como las cacerolas en la cocina. Pero no crean que es lo único que estoy aprendiendo a manejar. Hace unos meses me han regalado un teléfono móvil y su manejo ya no guarda secretos para mí. Sólo me faltan dos cosas: montar en avión y echarme un polvo fuera de casa y ambas cosas estoy tratando de conseguirlas en estos días.



 



Verán ustedes, con esto de la Internete una no para de recibir propuestas de todo tipo. Algunas inocentes, otras interesadas y otras sencillamente indecentes; a estas últimas me voy a referir.



 



No sé si sabrán ustedes que ser abuela en la red liga más que una pija veinteañera vestida de Armani. A mi buzón llegan propuestas que una se queda "pasma", pero para pasmo, el que se llevan los que creen que no les voy a contestar a sus guarradas. Yo contesto a todos, aunque eso sí, lo hago con educación. Sí uno me dice que quiere bailar conmigo el último tango, le contesto que encantada, pero que se lo tome con paciencia porque no pienso bailar mi último tango hasta dentro de muchos, muchos años, y les digo que mientras espera que se vaya haciendo unas pajas a mi salud.



 



Los hay imaginativos y me proponen echarme un polvo vestida de colegiala para recordar mis años mozos, otros me piden fotos y me las devuelven "trajinadas" y hay que ver la imaginación y la especialización que tienen algunos chicos con esas cosas, especialmente uno que se define en la red con el nick Comecoños que el muy jodido, con una simple foto que le envié en bikini me ha hecho un auténtico book erótico en el que me la mete de todas las maneras imaginables, y oigan, una no es de piedra y me ha entrado una cierta curiosidad por vivirlo.



 



Este chico es de una población cercana a Madrid y le acabo de enviar un mail diciéndole que el próximo fin de semana estaré en Madrid y que estaría encantada de que me coma el coño y de que me la meta en vivo, así, sin cloroformo y sin preámbulos, quiero follar y el próximo fin de semana vamos a Madrid a visitar un museo en un viaje subvencionado por la Junta de Distrito y voy a citarle para pasar la noche follando.



 



El chaval me contestó casi de inmediato y naturalmente quería comerme el coño, de modo que le cité en una cafetería próxima al hotel donde me iba a alojar para verme antes con él y conocerle personalmente, y después, si la cosa funcionaba, pues nada, al catre con él. Bueno debo explicarles que el viaje era en plan barato y nos alojaban en una habitación doble y a mi me habían asignado para compartir habitación a una jodida vieja como yo, pero achacosa y criticona, pero ya había hablado con el Comander de un grupo de erotismo al que me acabo de incorporar, para que me reservara habitación en otro hotel y que me buscara lugares para contactar con mi joven amante, o mejor dicho, con mi presunta victima.



 



En el viaje de avión hacía Madrid, fui a decirle a mi compañera de habitación que me iban a venir a buscar unas primas que tenía en Madrid y que iba a dormir con ellas esa noche, de modo que le dejaba la habitación libre. Yo creí que se iba a disgustar porque la jodia de la vieja se iba a quedar sola, pero me lleve una gran sorpresa, la muy zorra se fue corriendo a decírselo a otro viejo que venia con el grupo y me dio toda la impresión que iba a compartir la habitación con él. Era de las más criticonas del grupo y en cuanto se le presenta la ocasión la aprovecha. La muy puta, siempre criticando a las demás y siempre quejándose de achaques, pero en cuanto hay algo que repartir se apunta a una ronda de aspirinas.



 



Bueno, el viaje en avión fue frustrante, yo esperaba experimentar sensaciones nuevas, pero el vuelo fue tan tranquilo que hasta me dormí. Menuda decepción, como esto del follar fuese igual me iba a llevar el disgusto del año. Tanto tiempo esperando a volar en avión y tanto tiempo esperando que me la metan para no sentir ni fu ni fa. Bueno lo del follar aún estaba por ver, lo que sí vimos y sí me gustó fue el museo. Llegamos a Madrid a primera hora, nos recogieron en un autobús y al museo, luego una visita rápida a Madrid también en autobús, comida en un restaurante de medio pelo, y al hotel y la tarde-noche libre. Ahí es cuando me separé del grupo y en taxi me dirigí al hotel que el Comander me había reservado.



 



Eso era otra cosa, menudo lujo y menuda habitación. Allí me encontré una carpeta con todos los datos que necesitaba. La dirección de la cafetería donde me tenía que encontrar con el Comecoños, bueno y las otras dos direcciones, porque no sé por qué, pero había citado al Comecoños a las cinco de la tarde, a otro chico con el que chateaba a las seis de la tarde y con otro a las siete de la tarde. No sé por qué lo hice, pero quería tener la posibilidad de conocer otros chicos por si la cosa no funcionaba bien, tener un plan B y un C como dicen los americanos en las películas.



 



El tiempo apremiaba y no pude perder mucho tiempo disfrutando y trasteando en la habitación, eran casi las cinco de la tarde y me fui derecha a mi primera cita. El lugar era el correcto, la dirección la acordada, pero el Comecoños no aparecía. Aguarde nerviosa hasta las cinco y veinte, y a esa hora me dije que una señora no podía permitir semejante afrenta y falta de puntualidad, de modo que pagué la consumición y salí disparada del lugar. Salí abochornada, no volví la cabeza ni para ver si llegaba, porque estoy segura que si hubiese tenido la intención de venir, estaría en la cafetería donde hacia días le había citado por lo menos una hora antes.



 



La cosa no podía ir peor, el avión un chasco, el Comecoños un fiasco, bueno había un plan B y la hora se acercaba. La otra cita era en otro establecimiento muy cerca del anterior, aunque ganas me dieron de no acudir, pero el gasto ya estaba hecho, entraría y ya vería. Aún no eran las seis cuando me disponía a entrar, pero corriendo me sale al encuentro Andrés, un joven chico con el que chateaba desde hacia tiempo. Nos sentamos en una mesa y enseguida nos envolvimos en una charla tan amena que casi se me pasa la hora de la siguiente cita. Con Andrés la cosa había funcionado bien de principio, de modo que le dije que tenía que atender una visita familiar y quedé con él a las nueve en el hall del hotel.



 



No me dejó pagar y salí corriendo a mi siguiente cita, aunque al estar en la calle me dije si merecía la pena, Andrés era un chico joven, alto, delgado y lanzadísimo. Yo creo que con este chico cortaba oreja y rabo, aunque bueno, ya casi eran las siete de la tarde y ya estaba al lado del establecimiento donde había citado a Julián, un ínternauta que se mostraba aparentemente muy apasionado, entraría y ya vería como iba la cosa. Y la cosa vaya, no fue mal, Julián era chiquito de estatura, muy cortado, muy nervioso, pero se le veía excitadísimo.



 



Hasta ahora no les comenté que yo soy de complexión fuerte y alta, mido casi 1,80 y peso alrededor de los 100 kilos, además calzo una 110 de sujetador y Julián no pasaría del 1,65 y tampoco de los 60 kilos. Yo, como les dije al principio, tengo ya los 63 años cumplidos y seguramente que Julián no pasaría ni de lejos de los 20 o 22 años. Tanto me mosqueó que incluso se lo pregunté no fuera que aún fuese menor, pero no, me sacó muy cortado su DNI y me lo enseñó, tenía ya los 23.



 



Apenas teníamos conversación porque ya les dije que Julián estaba muy cortado, no sabía qué hacer, si despedirlo o subírmelo a la habitación. Decidí despedirlo porque me estaba contagiando su nerviosismo, pero cuando iba a decirle que tenía que dejarlo, en lugar de eso, le dije otra cosa. No fui yo, fue mi subconsciente porque no era eso lo que quería decirle, o mejor dicho, eso es lo que quería decirle, aunque me había propuesto decirle otra cosa. El caso es que le hice una proposición indecente al estilo Señora Robinsón.



 



-¿Quieres subir un momento a mi habitación?-



 



-Si señora, lo que usted diga- me contestó si cabe aún más excitado.



 



-Bueno, vamos, pero trátame de tu, porque sino va a ser muy embarazoso-



 



-Si señora, lo que usted diga, ¡huy!, lo que tu digas-



 



Y subimos a la habitación, eran las siete y algo y aún faltaban dos horas para acudir a la cita con Andrés, pero créanme que a punto estuve de perder esa cita, porque nada más entrar en el ascensor el bueno de Julián me mete directamente la mano a la entrepierna y no sé cómo pero consiguió introducirme un dedo en mi chocho y acariciármelo muy suavemente.



 



Al entrar a la habitación, aún casi sin cerrar la puerta ya me estaba quitando la blusa y el sujetador. A duras penas conseguimos llegar a la cama, pero yo ya iba en bragas. No sé si sería la primera vez que Julián se iba a echar un polvo con una tía, pero desde luego si no era la primera, seguro que era la segunda. Como pueden suponer, dado la manifiesta diferencia de volumen corporal existente entre los dos, yo me eché en la cama y él se me montó encima. Cuando me bajó las bragas y se encontró de repente con un abundantisimo chocho repleto de vello y asomando las carnosidades por todas partes el chico alucinaba. Le ayudé a desnudarse, cosa que no fue nada difícil porque era un tirillas, y allí lo tenía, con su pollita enarbolada y los ojos saliéndosele de las orbitas.



 



Me metió mano por todas mis curvas, se me perdió entre mis nalgas, se sumergió entre mis tetas, me hizo una cubana, babeó en mis pezones, clavó su lengua en mi generoso clítoris, iba y venia de un lado a otro de mi cuerpo, hasta que atrapé su pequeña pero durísima pollita entre mis manos y la conduje hasta los labios superiores de mi excitadísimo chocho.



 



Allí empezó una lenta e interminable cabalgada. El jodio era pequeñito pero matón, porque al cabo del rato me estaba corriendo en medio de un marasmo de espasmos coitales, vamos una corrida de no te menees. El chico cuando se percibió que había conseguido sacarme un polvo apoteósico, se relajó y continuó metiéndomela, ya casi sólo para él, no quería dejar de disfrutar de aquel cuerpo glorioso. Noté como se me corría entre mis piernas y los esfuerzos que hacia para clavármela lo más dentro posible, aunque no era fácil, su pollita no debía de medir más allá de 14 o 15 centímetros y mi generoso chumino superaba de largo los 20, además claro de unos muslos que aprisionaban mi chocho y se lo ponían difícil.



 



Me quedé tan satisfecha que me dormí. Cuando me desperté me encontraba en la cama boca arriba, abierta de piernas y tenía a Julián encima de mí, metiéndomela otra vez, con su cabeza enterrada entre mis tetas. Miré de reojo la hora y vi que eran las 10 y cuarto de la noche.



 



¡Joder!, había quedado con Andrés a las 9 de la noche y aún estaba follando con Julián. Me dieron ganas de darle un manotazo y quitármelo de en medio, pero me la estaba metiendo con tanta pasión que lo deje seguir, aunque eso sí, utilice mis músculos vaginales para atraparle su pollita y en un santiamén lo volví a ordeñar.



 



Nada más correrse lo saqué de encima y lo espabilé para que saliera de la habitación. No le di tiempo ni para ducharse. Nada más salir cogí el teléfono y llamé a Andrés. El chico aún seguía en el hall del hotel esperándome a mí o esperando una llamada. Le di una disculpa y le dije que subiera directamente a la habitación. Apenas terminaba de ducharme cuando ya tenía a Andrés llamando a mi habitación.



 



Lo recibí enfundada en un albornoz. Andrés era un poco más alto que yo, delgado pero musculoso, tenía unos treinta años y desde luego desenvuelto aparentemente en estas lides, porque enseguida se abrazó a mí y como en una especie de baile, me estuvo sobando cuerpo arriba y cuerpo abajo. La verdad es que la corrida que me había echado con Julián eran de esas de una y no más en el día, pero este chaval me trajinaba tan bien que empecé a ponerme cachonda, claro que no duró mucho, porque al cabo de un buen rato repasando mi cuerpo, me tumbó en la cama, se agarró su bien dotada polla y, con soltura y desparpajo, se enfundó un preservativo para metérmela.



 



Me dieron ganas de despacharlo con cajas destempladas, pero no me atreví, de repente le cogí miedo y preferí dejar que me follara y que se marchara, lo que no tardó. Se corrió y no hizo ni falta que lo echara a patadas de la habitación. Me dio un beso de despedida, me pidió una nueva cita, a la que desde luego no pensaba acudir y me quedé sola y desconcertada en mi habitación por todo lo sucedido. Eran apenas algo más de las once de la noche. Hice unas llamadas, a casa para decir que todo iba muy bien, y miré el teléfono, lo estuve pensando y casi mecánicamente marqué el número de Julián.



 



-¿Por donde andas?- le pregunté con voz calida y sugerente.



 



-Aquí estoy, abajo, en la cafetería del hotel- me contesta con voz aparentemente temblorosa y anhelante.



 



-¿Y qué haces ahí?- le vuelvo a preguntar perpleja de que estuviera aún en el hotel.



 



-Pues nada, estaba esperando por si te volvía a ver-



 



-¿Quieres que baje?- le pregunté a sabiendas de la respuesta.



 



-Si, si que quiero volver a verte- y bajé y juntos nos tomamos unos platos combinados en la cafetería y nada más acabar, pues de vuelta a la habitación. Pasamos la noche enardecidos, Julián abrazado a mí y su pollita dentro de mi chochazo, yo me quedaba dormida y siempre terminaba despertándome por las acometidas de Julián, el chico era un volcán, había idealizado tanto este momento que se negaba a que acabase, pero finalmente las luces del día acababan con aquel delirio.



 



Hice las maletas y me acompañó hasta el hotel del grupo. Lo tuve que presentar como el hijo de mi prima que me acompañaba a despedirme, pero no había manera de despedirlo, se vino con nosotros hasta el aeropuerto. Ya cuando era inminente dejarlo por el embarque me dijo que el lunes se marchaba a Barcelona, que se iba allí a buscar trabajo y a estar cerca de mí.



 



-¿Cómo que te vas a Barcelona a trabajar?, ¿pero tú no tienes trabajo y familia en Madrid?



 



-Trabajo sí, familia no, ellos viven en Extremadura y a mí me da lo mismo trabajar en un sitio o en otro. Así podré seguir viéndote en Barcelona-



 



-Pero allí no vas a encontrar trabajo, además no hablas Catalán y te va a ser más difícil trabajar- La verdad es que todo eso lo decía sin nada de convicción, porque me apetecía muchísimo volver a verlo, además me sentía muy satisfecha por sus halagos.



 



Bueno, el caso es que ese lunes no, pero el martes de la semana siguiente me llamó y me dijo que ya estaba en Barcelona, que ya tenía trabajo y que ya había conseguido un apartamento en alquiler. Yo me quedé sorprendidísima y claro, salí disparada para verle su nueva casa. Hice novillos en las clases de la Junta de Distrito y en un santiamén estaba picando el timbre de una lujosa casa en un lujoso barrio de la ciudad.



 



Julián me recibió muy contento, pero en un tono diferente al de Madrid, como muy responsable, como con seriedad, se veía que quería que le viese como un adulto serio y responsable. Me dijo que trabajaba como maquetista de Comics o algo así, vamos que pintaba historietas para tebeos, entendí yo, el caso es que al cabo del rato me sentó en un sillón presidencial que tenía delante de una mesa llena de papeles, él se sentó encima de mi, y comenzó a pintarrajear unas cuartillas en blanco. Enseguida había conseguido pintar una historieta en la que los protagonistas éramos él y yo y claro, terminaba la historieta con los dos en la cama follando vestidos de guerreros.



 



Y eso es lo que hicimos, desnudarnos, tumbarnos en la cama y follar como si el mundo se fuera acabar. Era una abuela insatisfecha, sigo siendo una abuela pero ahora satisfecha y repleta de felicidad. A Julián no sé cuanto le durará este encoñamiento que tiene conmigo, pero como decía al principio, a mi edad no se puede estar tonteando y perdiendo oportunidades, hay que tomar la vida como te viene, y a mi me estaba viniendo al pelo.


Datos del Relato
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2 comentarios. Página 1 de 1
LocoXmaduras
LocoXmaduras 08-01-2018 01:33:04

Excelente relato. Bien llevado y excitante

chanchi
invitado-chanchi 23-07-2017 23:58:37

buen relato

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