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Categoría: Maduras

Una mujer mayor que yo me inició en el sexo (3)

Volví a ver a Paz unas pocas semanas después. Ya no había un pretexto para coincidir pues habían acabado las actividades del grupo parroquial.



Un día me atreví a llamarla y le dije que me gustaría volver a verla que en unos días me iría de vacaciones primero con mis amigos y luego con mi familia.



Le pareció muy bien pues su hijo estaba fuera con su padre y quedamos para el sábado siguiente. Cuando hablé con ella me dijo que quería que nos viéramos sin prisa, por lo que quedamos a comer,  y que tendría preparada una sorpresa.



Yo la verdad es que no había podido quitármela de la cabeza desde que nos vimos. Yo salía con mis amigos y alguna vez quedábamos con algunas chicas pero me parecían unas colegiales, infantiles y que cuando intentaba un acercamiento allá de un beso me miraba con sorpresa y acabábamos mal.



Cuando llego el sábado me acerque a su casa y allí me la encontré vestida con una blusa blanca, con los hombros al aire, y unos vaqueros. Me dio un beso y me invitó a pasar.



Tras hablar de cosas intranscendentes, de cómo estamos, de que planes tenía para las vacaciones, de cómo estaba su hijo, etc. me dijo que le apetecía comer fuera de casa y que me invitaba, así que salimos los dos juntos, dando un paseo hacia el restaurante que estando en el barrio, no estaba de cerca de su casa.



Al principio íbamos uno al lado del otro hablando, hasta que en un momento me cogió de la mano, primero, y luego del brazo y se pegó a mí. La verdad es que no me importaba, incluso me gustaba ir junto a una mujer mayor que yo. Luego me di cuenta que Paz también me estaba exhibiendo.



Durante la comida pasamos a hablar de nuestra última cita, de qué pensaría de ella, de si me había gustado. Yo no pude por menos que decirla que me había alucinado, que había disfrutado y que me estaba enamorando de ella.



-Javier, no digas tonterías. Tú no puedes enamorarte de mí, solo debemos pasarlo bien. Tu lo que necesitas es una chica de tu edad y no una vieja como yo.



Paz, no digas tonterías, de hecho he pensado en que quedáramos durante las vacaciones, yo me acercaría a donde estuvieras.



-Bueno ya hablaremos de eso, me dijo Paz.



De vuelta a su casa me volvió a coger del brazo y empezó a preguntarme que quería que hiciéramos. Yo no puede menos que decirle fuéramos a su casa, que en la calle había mucho calor, puse de pretexto.



Ella se echo a reír y me dio un beso y me dijo, no te preocupes, vamos a casa y allí tengo una sorpresa.



¿Cuál sería la sorpresa? No soltó prenda.



Cuando llego a casa me cogió de la mano y me llevó directamente a su habitación. Como siempre ella llevaba la iniciativa.



-Javier hoy te voy a enseñar cómo llenar de placer a una mujer, así que pon atención y aprende.



Nos empezamos a besar y a quitarnos la ropa, yo baje de inmediato su blusa y no puede dejar de morderle sus pezones a través del sujetador, ella entre tanto me restregaba su mano por encima de la polla a través del pantalón.



Nos seguimos besando y nos fuimos quitando lentamente la ropa. Yo la quite su sujetador, ella me quito mi camiseta. Yo le baje su pantalón, ella me bajó mi pantalón. Yo le saque de entre sus piernas el pantalón y sus bragas, ella me sacó mi pantalón y mis calzoncillos.



Y así, ya sobre la cama, nos empezamos a revolcar, besándonos, tocándonos cuando de repente ella para y me dice espera, siéntate allí enfrente y mira.



No entendía nada pero la hice caso y me senté frente a ella con la polla diciéndome ¡que pasa!.



-Javier, no te creas que solo sois los tíos los que os pajeais también lo hacemos las mujeres y quien lo niegue miente. Yo desde que me separé de mi marido no he dejado de pajearme, recordando los buenos momentos de sexo que tuve, imaginándome nuevas aventuras, pero también recordando la última vez que estuvimos junto.



Me decía todo esto mientras ella estaba semi tumbada, apoyada en el cabecero de la cama, mientras se acariciaba lentamente su coño. Al principio se acariciaba lentamente su clítoris que fue aumentando ligeramente su tamaño.



-Javier muchas veces las mujeres conseguimos el máximo de placer, nos corrernos cuando nos tocamos pues somos las que mejor nos conocemos. Sigue mirando atentamente.



Seguía tocándose y yo que no perdía ojo no dejaba de tocármela, arriba, abajo,de manera inconsciente siguiendo su ritmo.



-Cada una somos distintas a las otras. A una nos gusta más jugar con el clítoris, meternos el dedo, los dedos, a otras jugar con algún juguete. No nos trates a todas por igual, me decía cuando empezó a separar sus labios y a introducirse sus dedos en su coño bien abierto.



-Ves así lentamente, poco a poco, ahora más rápido, me decía mirándome, mientras se le entrecortaba la respiración y empezaba a jadear. Primero pequeños jadeos, luego más rápidos y más altos, aumentando el ritmo de la misma manera que yo me la meneaba, arriba, abajo, arriba, abajo, hasta que me corrí echando todo mi semana sobre mis piernas y el suelo. Era joven y me costaba controlar.



Paz no se dio cuenta pues seguía con sus juegos, acariciando su clítoris, metiéndose los dedos, uno, dos tres, para dentro, para fuera hasta que en un momento empezó a estremecerse y a tener pequeños espasmos bajando su ritmo, dejando de tocarse su coño y empezando a tocarse sus tetas.



Me miró se rió, al verme mi polla chorreando, y me dijo ven a mi lado. Nos acurrucamos uno junto al otro y así amodorrados, acariciándonos suavemente, pasamos una buena parte de la tarde.



Nos quedamos dormidos y yo me desperté antes. Me levante a la cocina a tomar algo. Me abrí un refresco y me puse a pensar en ella y en mí, en que era lo que estábamos haciendo. Era verdad me estaba enamorando de ella, pues no quería separarme de su lado.



Me puse a pasear por la casa que aunque conocía no había visto en detalle. Una casa no muy grande con dos habitaciones, la de Juan, su hijo que estaba todo recogida y el cuarto de baño con sus cremas, champús, colonias. Todo lo que ayudaba a una mujer a ser atractiva.



También me puse a curiosear en un paquete de compresas que tenía encima de una estantería. Yo no tenía hermanas y aunque sabía para que servían no pude dejar de curiosear atento a que no me pillara. Que tontería diréis pero eran unos años en el que el sexo y la educación sexual eran tabú.



De vuelta a su habitación, ella seguía en la cama adormecida, echada sobre un lado con su cabeza sobre una de sus manos, en ese momento me pareció la mujer más bella de la tierra.



Como no quería despertarla me puse a curiosear su habitación. Abrí cuidadosamente su armario y vi su ropa ordenada. Sus camisas, blusas, camisetas, faldas y me di cuenta que nunca la había visto con falda o minifalda. Empecé a abrir sus cajones y vi sus bragas y sujetadores doblados con cuidado. Empecé a acariciarlos y descubrí que más al fondo de ellos estaban unos modelos distintos, unas bragas más pequeñas, en aquellos días no existían los tangas, de color rojo, con encajes y comencé a imaginarme como estaría Paz con ellos.



-Pero que curioso eres ¿te gusta lo que estás viendo? Para ver los cajones de una mujer hay que pedir permiso, dijo levantándose y cerrando los cajones y el armario.



-Y ahora que hacemos, me dijo mirándome de arriba abajo.



Yo no supe que contestar aunque en mi cara y en mi polla se podía notar lo que quería.



-Pues ahora vamos a ver si has sido buen alumno y has aprovechado bien la lección, me decía mientras me cogía de la mano y nos tumbábamos en la cama.



Nos empezamos a besar y a tocar por todo el cuerpo. En esta ocasión me dejó tomar la iniciativa hasta que en un momento en que me aceleré e intente follar, me paró.



-No Javier, quiero ver si has sido un buen alumno me dijo.



Me apartó mientras ella se tumbaba en medio de la cama y se abrió de piernas enseñándome su coño, rodeado de su pelo moreno, que a mí por mi cortisima experiencia me seguía alucinando.



-Ahora quiero que me chupes el coño, como yo te he comido tu polla, me dijo ante la cara que puse.



-Túmbate y empieza a besarme todo el cuerpo, desde los labios hasta las ingles, hasta el coño. Y Así hice.



Primero la bese con pasión, metiéndole mi lengua en toda la boca, mordisqueándonos los labios. A continuación baje con mi lengua y fui a besarle los pechos y ella me paró.



-No te saltes el cuello, esa es una parte muy importante para las mujeres, nos pone muy cachondas.



Así que seguí sus instrucciones y empecé a besarla suavemente el cuello, primero un lado, apartando su pelo, luego el otro lado hasta que al cabo de unos minutos comencé a bajar hacia sus pechos, lamiéndolos, chupando y mordisqueando su pezones que empezaron aumentar de tamaño.



Luego seguí más abajo y me paré en el ombligo, metiendo mi lengua en el.



-Para que tengo cosquillas, lo haces muy bien, me dijo riéndose, pero te acercas a lo más importante, acompañándome con sus manos mi cara a su coño.



Yo seguía sus indicaciones aunque lleno de dudas pues, la verdad, es que no sabía si lo haría bien, ni tampoco sabía si a mí me gustaría pues no deja de ser una parte desconocida, ni sabía con que sabor me iba a encontrar.



-Antes de empezar, me dijo, bésame las ingles, el inicio de los muslos y así hice.



Besé el derecho, besé el izquierdo, pase mi lengua por la ingle derecha, pase mi lengua por la ingle izquierda, de manera reiterad, y me acerqué lentamente a su coño que empecé a lamer.



-Primero sobre la parte de arriba, sobre el clítoris, me indicó Paz, y luego mete la lengua en la vagina.



Y así empecé, con medio cuerpo fuera de la cama chupando su clítoris, separando sus labios, metiendo mi lengua entre ellos. De vez en cuando levantaba la vista y la veía con los ojos cerrados, acariciándose con una mano, pellizcándose los pezones de sus tetas con la otras.



Yo seguía, con la cara toda humedecida, pues ella no decía nada, hasta que note como empezaba a ponerse tensa, a estirarse, a retorcerse.



Paré un momento pues no estaba seguro de lo que debía hacer.



-No pares sigue así, me dijo. Joder que lengua tienes fue su siguiente comentario.



Su respiración se fue entrecortando y sus gemidos fueron en aumento. Sigue así, sigue así, como me estas poniendo, me decía de vez en cuando, hasta que en un momento determinado me apartó la cara de su coño y empezó a meterse los dedos de manera desenfrenada.



Yo no sabía qué hacer, ahí tumbado a su lado mirándola, con la polla toda tiesa hasta que se corrio, como luego me explico.



Tras quedarse un momento con los ojos cerrado, como ausente, me miró picaramente y me dijo: deja tu polla en paz, aguanta un poco más.



-Vas a ver algo que seguro no has visto, me dijo, mientras se giraba y abría el cajón de su mesilla y sacó un consolador, que efectivamente yo nunca había tenido en mis manos.



Según recuerdo era un consolador clásico, no una polla, un tubo cilíndrico de color carne acabado con una forma redondeada, eso si algo gordo me parecía.



-No pierdas la atención.



Me lo enseño y con su mano derecha se lo empezó a meter en su coño, mientras que con su izquierda se masajeaba sus tetas. Lentamente en un principio, más rápido a continuación. Con su izquierda luego paso a acariciarse su clítoris.



Y así siguió, yo como espectador privilegiado y alucinado con lo que veía.



Me dio la impresión que no era la primera vez que lo usaba, o que luego me confirmo luego cuando me confesó que era su fiel compañero desde hacía tiempo, desde que se lo compró en un viaje por el extranjero.



Se la veía excitada, que estaba disfrutando.



En un momento determinado para y me dice:



-Ven, fóllame, quiero tenerte dentro de mi.



Y yo me puse encima de ella y se la metí hasta el fondo, era mi segunda vez que follaba a una mujer, a Paz, e hice todo lo que puede que era disfrutar y retrasar hasta el máximo el correrme.



-Sigue así, que bien lo hace, me decía, aguanta, solo un poco más. Yo dale que te dale hasta que finalmente todo acabó con una



una esplendida corrida que me dejo extenuado encima de ella.



Finalmente nos besamos y nos abrazamos en silencio un rato.



-Te ha gustado mi sorpresa



Cual de ella, el comerte el coño o el consolador.



-No tonto el consolador. ¿Habías visto uno?



Si lo había visto en alguna revista, pero nunca lo había tocado, le comente mientras lo miraba y tocaba atentamente. Nunca pensaría que juguetes como ese se convertirían en compañeros sexuales de juego.



-Me la compré en París, tienes que ir, hay una calle, en la zona de Pigalle, que está llena de Sex Shops, en la que he visto cosas alucinantes. Revistas de todo tipo, chico con chica, chica con chica, chicos con chicos, incluso revistas de chicas con animales. Iba con una amiga y no sabes la vergüenza que pasamos dentro de la tienda pues no podíamos quitar la vista de las portadas y de las tremendas pollas que veíamos, sobre todo las de los negros.



-También había consoladores como este y otros con forma de polla, que no fui capaz de comprar por vergüenza. Esa noche lo estrené en la habitación del hotel y no sabes lo que disfrute.



Seguimos hablando y le propuse que nos viéramos donde ella se fuera de vacaciones. Me dijo que no, que no era posible pues se iba con su hermana, sus sobrinos y su hijo a una playa y que no podía estar conmigo.



¿Y luego?



-Ya veremos, el verano es largo y lo mismo puedes echarte una novia y no querer volver a verme.



No eso nunca le dije. Me hizo callar y me beso tiernamente.



Cuando nos dimos cuenta era de noche y nos dimos cuenta que habíamos estado toda la tarde en su casa follando o durmiendo.



Que tarde se ha hecho, tenemos que levantarnos pues he quedado a cenar con mi hermana y ya llego tarde.



De un brinco se levanto y se metió en ducha. Yo me acerque al cuarto de baño y no pude dejar de ver su cuerpo a través de la mampara. Aunque estaba agotado se me volvió a poner dura mientras la observaba.



Cuando salió de ella me vio y sonrió.



-Que te pasa, ¿eso es por mí?



Desde luego no veo aquí a otra y si la hubiera no la miraría, le dije en plan galante.



Se echo a reír y se acerco a mí, se arrodillo y sin decir una palabra me la empezó a chupar.



-Como se nota que eres joven, cabrón.



Y así siguió hasta que me corrí en su boca.



-No te acostumbres a esto y dúchate mientras me visto. Y así hice.



Cuando salí la vi ya toda arreglada así que me vestí y salimos juntos de su casa.



Al despedirnos le pregunte que cuando nos volveríamos a ver



-Después de las vacaciones, en septiembre nos vemos. Javier pasa un buenas vacaciones y me dio un beso.



Cogió un taxi y no volvimos a vernos hasta muchos años después.



Ella se equivoco, no me eche novia durante las vacaciones pues solo pensaba en ella y en lo bien que lo habíamos pasado, pero fue la última vez que nos vimos pues ella evitó dar respuesta a mis llamadas a la vuelta de vacaciones. Eso me desesperó pues no podía quitármela de la cabeza.



Sin embargo ella tenía razón en una cosa, me fui de mi ciudad, a Madrid, para estudiar en la universidad. Seguí pensando en ella durante mucho tiempo pero poco a poco empezó a ser más un agradable recuerdo que una realidad. La vida universitaria, las chicas, la libertad que se empezaba a vivir en el país hizo que conociera otras chicas y tuviera nuevas experiencias, que ya contaré, pero ella fue la primera y mi verdadera maestra.



Muchos años después nos volvimos a ver y me confesó que le había costado no contestar mis llamadas pero que creía que había sido lo mejor para los dos. Empezamos a recordar esa época y……… Bueno eso es otra historia.



Espero que os haya gustado y me gustaría que dejarais vuestros comentarios. Seguiré publicando otras experiencias.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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