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Categoría: Incestos

Un destino incierto que me calienta y motiva

Hace tanto rato que oscureció que me atrevo a decir que ya es media noche, estoy escondida desde temprano en un amplio jardín y tengo el cuerpo entumecido a causa de permanecer agachada entre los matorrales desde hace horas. Es la tercera vez que vengo aquí y al parecer mis sospechas son ciertas; los dueños de la casa llevan tiempo sin venir. Quizás están de viaje o algo así, lo cierto es que la construcción está sola y yo necesito en donde refugiarme.

Decido salir de mi escondite para mirar más de cerca, el frío es espantoso y tengo demasiada hambre. Miro a través del amplio ventanal y todo se ve oscuro y en silencio, avanzo con cuidado hasta la puerta trasera y la observo bien; creo que puedo romper un cristal pero eso implica hacer ruido y alertar en los alrededores.

Entonces encuentro una ventanilla para mascostas, la cual para mi sorpresa está abierta; hasta ahora no he sentido algún ruido que me indique la presencia de un animal, lo que no descarta la idea de que pueda existir ¿Un perro guardián tal vez? Decido meter las manos y lanzar una piedra contra las patas de metal de una silla cercana, espero por un momento y nada parece reaccionar ante el ruido; repito la operación un par de veces con el mismo resultado. Finalmente, me subo a una maceta alta y miro por la ventana, tratando de encontrar cualquier señal de que hay una mascota o alguien pero no encuentro nada, no hay un tazón de comida o agua, así que si hubo un animal aquí hace mucho se lo llevaron.

Me agacho nuevamente e intento pasar por la ventanilla, luego de un poco de esfuerzo lo logro. Camino a gatas por unos momentos, miro hacia el resto de la casa y todo parece estar desierto, lo que me convence de estar sola. Así que, enciendo la luz de la encimera y me lanzo a revisar la cocina.

Encuentro pan en la alacena, no está fresco pero tampoco dañado por lo tanto me servirá, reviso el refrigerador y veo salchichón sellado en su empaque, cerveza, un pedazo de queso madurado, mayonesa y mostaza. Me armo dos buenos sandwich con todo lo que encontré, envuelvo uno y lo guardo en mi vieja mochila junto con varios enlatados que pueden servirme para después, luego me siento y devoro el otro entre tragos de cerveza. Más tarde, acabo con todo un tarro de helado que había en el congelador y que me sabe a gloria, no me había sentido satisfecha desde hacía mucho.

Recojo todo para no dejar evidencias y decido buscar en dónde dormir, estoy muerta de cansancio. Al revisar la casa siento un poco de temor, no solo es inmensa sino que además hay mucho lujo, definitivamente la gente que vive acá no es cualquier cosa, estoy segura de que tienen poder suficiente como para meterme en la cárcel de por vida si me descubren. Me recuerdo a mi misma que el lugar ha estado solo y que posiblemente sus dueños estén muy lejos, lo que me ayuda a calmarme un poco.

Al fin, veo las habitaciones de servicio -que también están vacías- y decido que es el mejor lugar para dormir. Entonces me observo en un espejo y estoy mugrienta, así que decido darme una ducha antes de dormir. Casi ronroneo de gusto cuando el agua caliente cae sobre mi cuerpo, creo que después de la comida es la sensación más grata que he disfrutado en la vida, luego me visto con una pijama que encontré en la habitación, me va algo grande pero de momento sirven. Para entonces el cansancio ya me está pasando factura, así que coloco el seguro a la puerta y me voy a la cama, el delicioso calor de las mantas es el último pensamiento consciente que tengo antes de caer rendida.

—-

La mañana siguiente me despierto con el sol, siento que he dormido demasiado para mi seguridad pero no he podido evitarlo, una cama tibia y cómoda no es algo que disfrute muy a menudo. Me levanto con sigilo y pego la oreja de la puerta, al parecer todo sigue tan silencioso como ayer, por lo que decido buscar algo qué ponerme. En la habitación no hay mucho que usar, tomo una remera blanca de algodón y un chandal, al igual que el pijama me quedan algo grandes, pero es más cómodo que mis andrajos sucios.

Salgo con cuidado comprobando que en efecto la casa sigue sola; en la cocina hay copos de avena pero no me atrevo a encender la estufa. Finalmente opto por batir un poco de leche en polvo y tomarla con algo de cereal que encontré en la alacena; como el resto de la comida no es del todo fresco pero sigue estando rico. Me pregunto si debo buscar algo de valor que pueda llevar, podría venderlo y usar ese dinero para sobrevivir. Sin embargo, me asusta la idea de robar en esta casa; creo que tomar un poco de comida y ropa usada del cuarto de servicio es algo que quizás no se note, pero hacerme con un objeto valioso puede costarme caro.

Me pregunto si es buena idea quedarme un poco más, a decir verdad en la casa hay una buena cantidad de alimentos no perecederos que pueden ayudarme, además no tengo a dónde ir. Luego de pensarlo un rato, decido que puedo quedarme un poco más si compruebo que realmente la casa está sola. Con más tiempo, puedo revisar con calma, quizás encuentre efectivo suficiente como para poder tomar un autobús e irme lejos de aquí, quizás hasta hospedarme en alguna pensión y buscar trabajo en cualquier cosa que me de para comer.

Recorro toda la casa, a la luz del día puedo ver mucho más y es realmente preciosa, tiene una biblioteca inmensa, instrumentos musicales finos, una bodega de vinos y todo tipo de cosas. Me llama la atención no encontrar fotografías, la mayoría de la gente las tiene, y mucho más si hay tanto dinero para exhibir. También noto que no hay cosa alguna que indique la presencia de niños o de una mujer; toda la ropa que encuentro en la habitación principal es de hombre, camisas y trajes finos ordenados por color, corbatas de seda, zapatos de cuero, una hermosa colección de gafas y sombreros; definitivamente es el armario de un hombre elegante. Siento curiosidad de saber cómo es pero no hay mucho como para averiguarlo, por la talla de los trajes supongo que es delgado y más alto que yo, además huele rico -lo deduzco por el perfume que hay en el tocador- pero más allá de eso no puedo imaginar mucho.

Luego de un rato, decido regresar al área de servicio que me parece más discreta; veo la televisión por un rato, más tarde duermo un poco, estoy tan cansada que todavía me quedan muchas horas de sueño por recuperar. De pronto, la caricia de algo frío contra mi rostro me despierta con sobresalto; un hombre está agachado junto a mi y me apunta con un arma.

¿En que lío está metida la pobre chica? Ya lo veremos. Nos leemos el próximo lunes.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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