- no por favor...! no! no!
Los gritos de aquella pobre mujer llenaban la habitación y yo no pude evitar que por un momento como para evadirme de aquella violencia mi imaginación me llevara al principio de aquella ordalía que había empezado dos días antes en un Mc Donalds del centro de Madrid.
Lo reconocí de inmediato según entró en el local era el único al que se le podía ocurrir ponerse gafas de sol en diciembre.
Venía a formalizar su encargo y nunca más nos volveríamos a ver si todo salía como se esperaba de un profesional. Dejo el sobre con el dinero encima de la mesa. Yo lo guardé rapidamente y después recibí un segundo sobre con los datos para el encargo.
- Sobre todo - me dijo - quiero que sufra tanto como he sufrido yo...
Me pareció que exageraba pero lo tranquilice.
- No se preocupe después de nuestro "tratamiento no le quedaran ganas de volver a hacer sufrir a nadie.
Cuando se fue abrí el sobre y observé las fotos de aquella pobre mujer. A saber que habría hecho para que aquel ejecutivo al que el dinero parecía sobrarle le hubiera designado semejante destino.
Era una mujer alta, proporcionada, parecía elegante y muy dueña de sí. En las distintas fotos aparecía sonriente, excepto en la última sacada con teleobjetivo cuando se asomaba a la ventana de su chalet en una discreta urbanización.
El ceño fruncido parecía indicar que adivinara que algo o alguien la espiaba, y para su desgracia no acertaba a adivinar el porque.