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La loca MARITZA

La loca
MARITZA

Relato No. 6
Julio César Bete

Amables lectores, nuevamente les reitero que todo lo que escribo fue exactamente como sucedieron los hechos. Nada es fruto de la imaginación. Algunas cosas dan vergüenza relatarlas pero fueron circunstancias que se presentaron en mi vida y en ningún momento trataré de justificarlas. Han pasado muchos años (25) de lo que hace que conocí a Maritza y jamás diré “no lo volveré a hacer” porque uno actúa o reacciona según las circunstancias.

Un ejemplo a lo anteriormente mencionado. Hace algunos años, una tarde después de salir de la oficina, mi Jefe inmediato, me pide que por favor lo acompañe porque va a salir con una muchacha y que posiblemente lleve a una hermana; en todo caso quería que yo manejara el carro para tener él las manos libres. Así fue; la muchacha llegó con la hermana (Ambas Maestras de pueblo) y nos fuimos a otro pueblo cercano. Cenamos en un restaurante en donde había pista de baile. Después de tomarme un par de cervezas, me levanté de la mesa y fui al urinario. Cuando abrí la puerta para salir Irma (nombre real) se tiró en mis brazos besándome y ella cerró con pasador la puerta. Lo que tenía que pasar pasó y cuando regresamos a la mesa, Ondina, la hermana (nombre verdadero) y mi jefe notaron la sonrisa que yo traía de oreja a oreja.

En aquél tiempo yo era un hombre casado (mi esposa vivía en la capital) y no le iba a decir a Irma ¡¡Huy usted!! ¡¡Suélteme!! ¡¡Yo soy casado!! Amables lectores de lo que pueden estar seguros es que ni talle de maricón tengo. Las circunstancias se dieron y respondí como todo un hombre a los requerimientos de una hembra.

En todo caso que sea el colocho, que me juzgue. Yo creo que mis cincuenta cargas de leña para mi hoguera ya me las gané.

Estuve trabajando en la ciudad puerto que me vio nacer y personalmente el Presidente propietario de la empresa llegó a ordenarme que me trasladara a la ciudad, en donde estaban las oficinas principales; para que trabajara en otro proyecto. Efectivamente, la siguiente semana estaba supervisando la construcción de varios edificios de una escuela, canchas deportivas, biblioteca, centros de recreación, teatro, piscinas etc. etc.

Enfrente del predio en donde construiríamos el conjunto de edificios (al cruzar la calle) estaba una pulpería en donde vendían refrescos, cervezas y todo tipo de golosinas. La propietaria era una señora mayor que tenía una hija que estudiaba en la Universidad Ingeniería Industrial, cuando la conocí; ella noto que yo tenía problemas para caminar y me preguntó que me pasaba y le dije que tenía una uña encarnada y que me dolía mucho. La muchacha (no recuerdo el nombre) se ofreció a cortarla y a curarme. En esa labor estaba cuando llegó a la pulpería Maritza, (nombre verdadero) una mujer que desde que la vi me gustó. El flechazo fue recíproco porque se quedo viéndome, como queriéndome comer.
A la muchacha que me estaba cortando la uña del pié y a Maritza las invité a un refresco y comenzamos a conversar. Maritza me preguntó que donde vivía y le dije que al final de la cuadra, en la única casa que estaba en la loma, al otro lado del río. Le aclaré que era por unos pocos días mientras acondicionaban la oficina y que al lado me iban a construir mi dormitorio.

Me dijo que tenía suerte que estábamos en verano, porque cuando lloviera me iba a quedar aislado. El río se cruzaba saltando por unas piedras que sobresalían de la superficie. Estuvimos conversando largo rato y como me estaba pasando bastante corriente, la empecé a enamorar y a piropear. Cuando se despidió me dijo al oído que iba a llegar a mi vivienda a las siete de la noche.

Cuando Maritza se fue a su casa; la dueña de la pulpería me dijo que esa muchacha con la que yo estaba conversando, hacía como nueve años había llegado del interior del país a visitar a la hermana y que precisamente esa noche había caído una fuerte tormenta y que a media noche habían escuchado un disparo que se confundió con los truenos de la tormenta y que al día siguiente, pasó ella, el cuñado (ahora esposo) y dos personas mas cargando un ataúd bajo un fuerte aguacero, llevando a sepultar a la hermana.

La explicación que dio ella es que la hermana se había complicado después del parto y que de eso había muerto. Lo raro, comentó la señora es de que la niña ya tenia más de tres meses de haber nacido. Ella se quedo viviendo allí en la casa con el cuñado porque según ella tenía que ayudarle a cuidar a la tierna. A los pocos meses salió embarazada del cuñado y se casaron.

Efectivamente, a las siete en punto Maritza entró a mi apartamento y me ayudó a terminar de desempacar mi ropa y guindarla en el armario. Mientras estábamos acomodando la ropa me comentó que el esposo desde la seis de la tarde se sentaba a ver la televisión hasta las ocho y media de la noche. Acercándome la tomé de la cintura y comencé a besarla, diciéndole al oído “pues aprovechemos antes de que se haga tarde”; ella me contestó “ya se hizo tarde, mejor vengo mañana mas temprano”

Lectores; un consejo.”Nunca dejen para mañana, lo que puedan hacer hoy” Y en cuestión de mujeres mucho menos. A estas alturas yo estaba bien excitado, porque Maritza era una mujer muy, pero muy hermosa. Aproximadamente de 30 años de edad, no muy alta, 1.65 metros de estatura, de cabello castaño claro, casi rubio que le caía debajo de los hombros; de piel blanca, nalgas paraditas, sus tetas de tamaño mediano y firmes. Un cuerpo muy bien conservado. Realmente era un portento de mujer.

Después del atracón que nos dimos; abrazándonos, acariciándonos, besándonos, apretándonos, ella también estaba a mil y casi en un susurro me dijo “Hagámoslo rapidito porque ya son las siete y media de la noche”. Yo soy un militar obedeciendo órdenes y esa clase de órdenes las cumplo de inmediato; en un decir “Amén” ya estaba desnudo; y ella también se desnudó en segundos.

Después de las respectivas y recíprocas mamadas, ella se montó sobre mí, pero le dije que así yo no iba a terminar nunca. Por lo tanto, me coloqué arriba y realmente lo hicimos rapidito como ella lo pidió. Mientras me fumaba un cigarrillo y nos vestíamos me contó que el primer hombre que ella había tenido era un militar que había sido novio de una tía y que desde los ocho años se enamoró locamente de él.

¿Cómo fue eso, le pregunté? Mientras la acompañaba a la orilla del río. Ella me contó que a la tía no la dejaban salir sola, y que si quería salir con el novio tenía que ir ella, acompañándola. A la abuela, la tía le decía que iban a pasear al parque ¡¡Y que diablos!! Se iban a meter a un hotel. A ella le compraban juguetes y la sentaban en un sofá enfrente de un ventanal de vidrio del tercer piso del hotel y le decían que allí se estuviera jugando viendo hacia afuera y que no viera para atrás. Pero que ella miraba todito lo que hacía la tía con el novio en la cama. Me contó que con el tiempo a medida que fue creciendo le empezaron a dar ganas, especialmente después de que le vino la primera menstruación. No había día que no se masturbara. Se ponía peluches, cojines o cualquier cosa en la entrepierna y se acostaba boca abajo restregándose. Se restregaba en el borde de la cama o del sofá. No podía dormir y cuándo lograba quedarse dormida soñaba con la verga del militar, que después de mamársela se la metía. La verga de aquél hombre era una obsesión para mí, un día yo no aguanté me dijo. Ya había cumplido los trece años, fui al batallón a buscarlo y no me anduve por las ramas. Le dije lo que quería y ese día me desvirgó.

¡¡Dios mío, es demasiado tarde!! Se quitó los zapatos y salió corriendo y comenzó a saltar sobre las piedras para cruzar el río, con tan mala suerte que se deslizó, se golpeó muy fuerte la pierna y un glúteo que le quedaron morados.

Al día siguiente me comentó que llegó golpeada y totalmente mojada a la casa. Felizmente el esposo estaba distraído viendo un partido de foot ball en la televisión y no se fijó cuando ella se metió al baño. Me dijo que no iba volver a mi apartamento porque cruzar el río de noche era peligroso, que ella tuvo suerte que no la arrastró la corriente. Mi esposo, muy temprano en la mañana se pone a envasar juguitos (bebida envasada en bolsa de plástico) y que exactamente a las once salía a venderlos y que regresaba a las dos y media de la tarde. Con una sonrisa pícara me dijo al oído “entre las doce y la una y media podemos comernos”

Ese viernes precisamente vi al muchacho que exactamente salió a las once de la mañana, en una bicicleta de carga y llevaba adelante un canasto bastante grande y en la parrilla un par de alforjas; canasta y alforjas llenos del producto que comercializaba. Exactamente a las dos con veinte minutos lo vi regresar y traía en la parrilla de la bicicleta, un saco de azúcar.

El sábado, exactamente a la misma hora lo vi salir y diez minutos después salio Maritza con un gran bulto de ropa en la cabeza; y con dos niñas, en dirección al río. A las doce del mediodía que salí del trabajo; encontré a Maritza en el paso del río lavando ropa precisamente sobre la piedra en la que se había resbalado y golpeado.

Vestía una mini camiseta blanca bastante holgada, una mini falda del mismo color y abajo lo único que andaba era una tanga minúscula de color rosado. Como toda la ropa estaba mojada, prácticamente estaba desnuda porque el bello púbico se le miraba aún a través de la ropa, los pezones sobresalían de la camiseta de duros y paraditos que estaban. Miré a las niñas totalmente desnudas que estaban jugando en el agua. Eran el vivo retrato de Maritza (Igualitas, la mayor era sobrina y la menor hija, pero las dos le decían mamá).

¿Y estás niñas? Le pregunte. Son mis hijas respondió. La mayor se llama Erika y la menor Maritza. ¡¡Hola!! Me dijeron las niñas en coro. ¿Qué edad tienen? La mayor tiene nueve años cumplidos y la menor va a cumplir ocho. Esta plática la tuvimos, estando yo parado sobre una piedra, casi a mitad del río. Por favor déjeme pasar, voy a terminar de cruzar el río. Ella se hizo a un lado, diciéndome, tenga cuidado mire como estoy de golpeada. Se levanto la falda y haciendo a un lado la tanguita me enseñó el glúteo y también la pierna morada. En el momento que se agachó le miré las tetas en toda su magnitud. Todo aquello me puso a mil, pero por respeto a las niñas crucé el río sin darle importancia a nada.

Ella me siguió y ya para entrar a mi vivienda, pude observar que había colocado un montón de lazos para guindar las sábanas que estaba lavando. De hecho, había colocado tres que ya había lavado. Le comenté que esos lazos estaban muy bajos y que de noche yo podía ahorcarme en ellos. Me contestó que cuando la ropa se secara ella los iba a quitar y que los había colocado allí para que no la vieran entrar a mi vivienda, porque tenía toda la tarde para comerme enterito. Esa fue música para mis oídos, porque según me explicó, el esposo había ido al pueblo cercano a visitar a un familiar y a comprar un repuesto para la máquina envasadora de juguitos y que iba a regresar tarde.

Cuando entré a la vivienda me pidió que abriera las ventanas y que dejara la puerta abierta, por si algún vecino estaba observando, no sospechara nada. Lo que ella me pidió, me pareció correcto. Rápido estuvimos desnudos.

En el centro de mi dormitorio, al lado de la cama, en el piso, yo había colocado una colchoneta y allí nos acostamos. Estábamos disfrutando de un sesenta y nueve, cuando levanté la mirada lo que vi, me dejó helado. Las dos niñas totalmente desnudas estaban en la puerta a menos de tres metros, viendo todo lo que estábamos haciendo. Yo no podía ni moverme, impactado. Pero la mamá como si nada, las llamó. Vengan, vengan las dos, vengan a probar que esto es rico. Yo me puse boca abajo y le dije a Maritza; no, definitivamente no. No, no, y no, Maritza son unas niñas. Maritza, por favor, son sus hijas.

Como de que no. Precisamente, que ya vayan aprendiendo. Que ya vayan disfrutando y que no pasen y sufran lo que yo sufrí. Que esto sea lo mas natural del mundo para ellas. Yo sufrí mucho y pasaba las noches enteras sin dormir. Usted no tiene idea del infierno en que viví. El tiempo ha pasado y las costumbres van cambiando. Colocó mi mano en mi cadera y de un tirón me dio vuelta poniéndome boca arriba. Mi pene ella lo tenía en la mano y en ningún momento lo había soltado.

Maritza, le dijo a la menor. Vaya y cierre la puerta, póngale el pasador. Erika, fíjate bien como le agarro el pene, como muevo la mano y se la chupo, es como si estuvieras chupando un juguito de los que hacemos en la casa. Después de un rato, va a salirle una leche muy sabrosa que te la vas a beber toda. Las dos niñas miraban como lo estaba haciendo la mamá. Comience a hacerlo Erika dijo la mamá; y en eso empezó a llorar Maritza (la pequeña). Mamá, mamá, yo quiero primero, empujando y pellizcando a la hermana. ¡¡Niñas!! ¡¡Niñas!! ¡¡Dejen de pelear!! Después vas a hacerlo Maritza, primero que lo haga Erika. Mientras tanto Maritza haga esto así. La mamá me pegó un lenguetazo que comenzó en mi ano y terminó chupándome los testículos. Vaya Maritza hágalo así muy suavemente.

Yo no podía creer lo que estaba pasando, las dos niñas me estaban mamando, una los testículos y otra el pene; bajo la supervisión y dirección de la mamá. Cuando no lo hacían bien, la mamá les decía como debían hacerlo. Yo estaba en el cielo porque no es lo mismo que lo mame a uno una mujer, a que lo haga una niñita de siete y nueve años, respectivamente. Es una sensación totalmente distinta.

Bueno, bueno. Ahora cambien de lugar. Lo hicieron; y después de un rato. Bueno, ahora voy yo, miren bien como lo hago. Me pegó dos lenguetazos y me dijo que era justo que ahora yo la mamara. Empecé a hacerlo y Maritza estaba mojadita y tenía el clítoris bien erecto. Las niñas estaban bien atentas observando todo. Erika le dijo. Mami yo también quiero, tocándose el pancito le decía a Maritza, siento una cosa aquí como cosquillas. La mamá la quedó viendo y dijo: Si. Es justo que también él las mame. A estas alturas las barreras morales mías estaban en el suelo y cuando Erika abrió las piernas y me puso el pancito en mi boca pude comprobar que la niña estaba bien mojadita y que tenia la cresta del gallito bien durito. Volvió a llorar la pequeña, porque ella quería primero. La mamá la consoló diciéndole que después seguía ella. A medida que yo estaba lamiendo el pancito de Erika abría más las piernas, le chupaba el botoncito que lo tenía duro y por momentos le metía la punta de la lengua lo más que podía. Llegó un momento que Erika respiró profundo, se arqueó, poniéndose bien tensa y luego se aflojó todita que yo creí que se había desmayado. Oí una exclamación que salio de lo más profundo de aquella niña. Después lo hice con la pequeña.

Hasta las cinco y media de la tarde estuvimos en aquel juego. Cogiendo como locos con Maritza. Mientras yo me volaba a la mamá, las niñas me acariciaban, eyaculaba y se peleaban por tomarse el semen, tanto la mamá como las hijas.

Maritza recogió la ropa que estaba tendida en el patio y quitó los lazos. Mandó las niñas adelante para que se vistieran a la orilla del río. Antes de irse me preguntó que iba a hacer al día siguiente (Domingo) y le contesté que posiblemente dormir hasta tarde. El domingo mi esposo no sale a ningún lado, así que yo no voy a poder venir. Le voy a mandar un termo de café con pan de yema que me mandaron de mi pueblo. Va a venir Erika para que no esté solito y continúe alisándola. Cuando usted crea que ya está lista, métasela despacito para que no le duela. Yo quedé viendo a Maritza y le dije; Usted está loca. Como va a creer que voy a hacer eso. Si penetro a esa niña, la voy a matar, la voy a desgarrar toda.

Muy seria me dijo que por favor nunca más le volviera a decir que ella estaba loca. Todo mundo me dice que yo estoy loca. De loca no tengo nada. Soy realista y eso es otra cosa. Lo que Dios nos ha dado disfrutémoslo; vaya a ser el diablo que mañana no podamos hacerlo. Yo me crié en un ambiente tan puritano, que no quiero recordarlo. Sufrí mucho y no quiero que mis hijas pasen lo mismo. Que gocen y entre mas temprano mejor. Usted oyó a Erika cuando dijo que sentía un cosquilleo en el pancito, eso quiere decir que ya le dan ganas. Cuando usted la mamaba ella acababa. Si usted no la desvirga; más tarde o más temprano, alguien lo va a hacer. Yo prefiero que sea usted.

El domingo me levanté como a las ocho de la mañana. Me disponía a bañarme cuando oí que tocaron la puerta. Abrí y Erika traía una mochila con las cosas que me mandaba la mamá. Un termo de café y seis panes de yema. En una bolsa bien envuelta venían dos toallas sanitarias y una nota: Ingeniero: Si la niña sangra mucho, póngale una toalla sanitaria, enséñele como se colocan.

“Loca y de remate” Pensé.

Ya me había afeitado. Le dije a la niña. Erika, voy a bañarme. Yo también, me dijo. Rápido se desnudó y se metió al baño. Me bañé, sin darle mucha importancia y cuando me disponía a salir me agarró del pene y me dijo que la mamá le había dicho que hiciera todo lo que yo le pidiera. Y empezó a mamarme. Obviamente, que en la boca solo le cabía el glande, pero lo hacía en una forma magistral, alternando; chupándome el pene, los testículos y el ano. Maritza era una excelente maestra; y la hija (Sobrina) una alumna sobresaliente. Con sus dos pequeñas manos me agarraba el pene y con su boquita lo besaba y chupaba. Es muy difícil describir las sensaciones que me hacía experimentar aquella niña, pero cuando eyaculé lo hice en una gran cantidad y aquella niña no dejó escapar ni una gota. Se tomó todo el semen. Se lamió un dedo en donde habían quedado unas gotas.

Salí del baño, me sequé, le di otra toalla a Erika y me acosté en la colchoneta que estaba en el piso. Después de secarse Erika me dijo que sentía cosquillas en el pancito y me pidió que se lo mamara. Yo lo hice, le chupaba el botoncito y le metía la punta de la lengua hasta donde podía; nuevamente volvió a pasar lo del día anterior; primero se puso tensa y después se aflojó todita y quedó como desmayada; después de un profundo suspiro.

Yo me puse boca abajo y fingí estar dormido. No habían pasado ni tres minutos, cuándo Erika empezó a llorar. Le tapé la boca y mas fuerte lloraba ¿Qué te pasa? Le dije al oído. La gente que está bañando en el río te va a oír.
Es que usted es malo. Yo quiero que me meta su cosa, como lo hace con mi mamá.

Okay, okay, okay. Me senté y le dije: Tu mamá ya es una mujer grande y todavía vos sos una niña Erika. La cosa de tu mamá es más grande y la tuya es muy pequeña. En ese momento Erika se sentó, abrió bien las piernas y se metió dos dedos de la mano derecha y dos dedos de la mano izquierda y se abrió la rajita, estirándosela tanto que yo creí que se iba a desgarrar ella sola.

Vamos a hacer un trato Erika, vamos a probar hasta donde entra y cada día vamos ir probando, entrando un poquito cada vez. Yo creo que ya el otro domingo se va a poder, sino el siguiente domingo. Yo no quiero que te duela nada. Quiero que te fijes en un detalle, en tu boca solo la punta te cabe, y a tu mamá le cabe toda en la boca. Otra cosa, ponte boca arriba y mira. Puse mi pene en su entre pierna y la punta de mi pene quedó un poquito mas arriba del ombligo. ¿Verdad que te puedo hacer daño? ¿Hacemos el trato? ¿Probamos cada vez un poquito? Si. Me contestó.

La niña estaba con las piernas bien abiertas y tenía el pancito bien rosadito y empecé a mamárselo. A los dos minutos sentí una gota en mi pierna y miré que mi pene parecía que iba a estallar y tenía otra gota en la puntita. Cuándo coloqué mi pene en la entrada de su tierna vagina, tuve el cuidado que solo fuera la puntita nada más y le dije a ella que agarrara mi pene y se lo metiera. En realidad, ella estaba como ordeñándome, masturbándome, porque en un momento que ella se pegó a mi, yo me retiré de tal modo que solo la puntita estaba en su rajita. Aquella niña tenía hasta iluminada la cara del placer que sentía teniendo mi pene en la entrada de su rajita. Llegó un momento que ya no aguanté y me agarré el pene y yo empecé a masturbarme, pero siempre con la punta apoyada en la rajita de la niña. Mis movimientos con el pene bien erecto eran firmes y hasta violentos; hacia arriba, abajo y hacia los lados ensanchando la pequeña vagina de la niña. Eyaculé una barbaridad de semen, que gran parte se salió de la pequeña vagina, pero que lubricó sus paredes y mi glande también, permitiendo que éste se deslizara un poquito más adentro, pero que yo inmediatamente retiré. Creo que introduje solamente la mitad del glande. Me acosté de espaldas al lado de la niña que inmediatamente se puso encima de mí y me besó en la boca. Ese beso todavía lo recuerdo como si fue ayer. No sabría decir si fue de pasión o de agradecimiento.

Inmediatamente, después de besarme, se puso a mamarme y lamió todo el semen que tenía en mi glande y todavía me sacó un poquito más.

Vistámonos que te voy a ir a encaminar hasta el otro lado del río. Así lo hice.
Le dije a Erika que le dijera a la mamá que al día siguiente le iba a llevar el termo. Del otro lado del río, crucé la calle paralela al río y fui al comedor de la señora que era la propietaria de la casa donde yo vivía. Antes de almorzar, me tomé dos cervezas y regresé nuevamente a la vivienda.

Me puse una calzoneta bastante corta que me quedaba bien ancha de las piernas y me acosté a dormir la siesta en la colchoneta, Estaba profundamente dormido cuando un fuerte ruido, como latigazos; en el techo de la casa (era de láminas de zinc) me despertó. Había comenzado a llover y el agua azotaba fuerte. Me levanté a cerrar una ventana que estaba abierta, cuando oí la voz de una muchacha que me decía que por favor la dejara entrar a pasar la tormenta que se avecinaba.

Le grité, da la vuelta que voy abrir la puerta de enfrente. Entró la muchacha pero ya se había mojado un poco. Le di una toalla para que se secara y me senté en la colchoneta y apoyé la espalda en la pared y la muchacha se sentó en la cama.

Le pregunté que para adonde iba y me contestó que para la casa, que estaba al otro lado del cerro. Este es el camino para ir a mi aldea: son como seis casas nada más. Por aquí paso todos los días para ir a la escuela. Este es un atajo para ir al centro de la ciudad, pero cuando crece el río, salimos a la carretera principal. Me dijo que se llamaba Sonia. ¿Tienes novio? Tenía pero mi primo me encontró besándome con él, precisamente allá adelante en este camino y lo golpeó y no lo he vuelto a ver. Si mi novio no sale corriendo lo mata. Mi primo estaba como loco, yo creo que andaba drogado, me golpeó y me violó en el monte. ¿Cuándo fue eso? Hace como dos meses. Pero ahora no me molesta porque lo he amenazado con denunciarlo a la policía.

La tormenta arreció, el techo sonaba bastante fuerte. Oiga como llueve me dijo la muchacha. Por la posición en que yo estaba le miraba las piernas a Sonia y me di cuenta que la muchacha estaba muy bonita. Los pechos no eran muy grandes, tal vez del tamaño de un limón, pero que se marcaban bien en su camiseta. ¿Cuántos años tenés? La semana pasada cumplí catorce años y mi primo cumplió quince. Cumplimos años el mismo día. En un movimiento que hice, un testículo se me salió de la calzoneta e inmediatamente tuve una erección bárbara. Ella me señaló con el índice diciéndome “se le salió un huevo” y precisamente en ese momento se salió el pene pero bien erecto. Yo no hice absolutamente nada por cubrirme, al contrario. Me quité la calzoneta, quedando completamente desnudo y le dije: ¿Querés ser mía?

No. Me contestó

¿Por qué? Porque su verga es muy grande. Es el doble que la de mi primo en largo y en grueso. La pija de mi primo es más pequeña. Recuerde que nosotros somos muy jóvenes y usted es un hombre completo y la tiene más grande. Sin moverme de donde estaba le dije. Vení probemos. Si sentís mucho dolor me dices y no voy a seguir. No es muy grande, creo que mide como cinco pulgadas de largo y como dos de grueso, talvez menos. Venga Sonia. Probemos. Yo sé que le va a gustar. Se puso de pié y se acercó a mi. Desnúdese le dije. Así lo hizo. Noté que ya tenía las formas de una mujer hecha y derecha. Ya tenía algo de vello en su pancito. Ella estaba de pié y yo sentado en la colchoneta. Su pelvis la tenía yo a la altura de mi boca, con mis dedos le abrí la rajita y empecé a mamarla. Con las dos manos me agarró la cabeza y no habían pasado dos minutos, cuando abrió más las piernas y empezó a culiar desenfrenadamente. Me soltó la cabeza y me agarró el pene y empezó a chuparlo como loca, luego se calmó y empezó a hacerlo mas tranquila. Casi en un susurro me dijo: por favor métala que ya no aguanto. Con la mano acomodé el glande en la entrada de la vagina y despacito fui introduciendo mi pene. Las paredes de la vagina estaban bastante húmedas que facilitaron la penetración, pero su vagina era bastante estrecha a tal grado que en un momento dado me arañó las espaldas y dio un gemido, estremeciéndose, cuando mi pene llegó al fondo. Me quedé allí un ratito sin moverme y muy lentamente saqué un poquito el pene y luego volví a meterlo despacito. Estuve haciéndolo así como cinco minutos. Llegó un momento que no me pude aguantar y empecé a entrar y a salir rápido y con vigor. Sonia suspiraba profundamente y solo decía ¡¡Papaíto que rico!! ¡¡Papaíto que rico!! ¡¡Papaíto que rico!! ¡¡Papaíto que rico!! Todo el cuerpo de Sonia temblaba, luego se puso tensa, dura sin moverse y luego se desmadejó. Saqué mi pene de su vagina y eyaculé sobre su vientre. Casi sin aliento me besó en la boca y en un susurro me dijo: Gracias papaíto, muchas gracias papaíto. Me ha hecho mujer y me ha hecho sentirme verdaderamente mujer.

Cuándo me estaba limpiando; el pene estaba bien caliente, (posiblemente por la fricción) lo caliente de mi pene se sentía aún sobre una camiseta, que utilizaba para limpiarme. Noté semen con gotas de sangre. Ella también lo notó y me dijo; verdad que se lo dije, realmente quién me desvirgó fue usted y no mi primo.

La tormenta continuaba y como estábamos desnudos, sentí frío. Destapé el termo de café y comimos pan de yema. Después me puse a fumar un cigarrillo y mientras lo hacia. Miré que estaba sonriente y pregunté ¿de qué se ríe?
Voy a decirle la verdad. Después de que salgo de la escuela; yo paso todos los días por aquí, exactamente a las cuatro y media de la tarde. El viernes que pasé, usted estaba profundamente dormido, tenía puesta la calzoneta pero se le miraba todo. Estuve un buen rato viéndolo por la ventana y la verdad es que me dieron ganas. Anoche soñé que usted me estaba cogiendo y hoy mi sueño se hizo realidad. Terminé el cigarrillo y noté que se estaba enderezando mi cinco de caña, y cuando quise besarla, ella no quiso. Me señaló el pene (tenía la costumbre de señalar) mire como se está calentando y si me besa va a ser peor. Empezó a vestirse y me dijo; mejor lo hacemos mañana, porque hoy me arde mi cosita. Recuerde que prácticamente usted me desvirgó.

Media hora después la tormenta cesó y Sonia se fue. Todas las tardes de lunes a viernes exactamente a las cuatro y media de la tarde Sonia recibía su cuota de placer. Compré una docena de cajas de preservativos, solo para ella.

Al mediodía de Lunes a Viernes; de doce a una de la tarde, Maritza con sus hijas eran atendidas en su casa. El domingo en la mañana en mi vivienda atendía solamente a Erika. La mamá me la mandaba expresamente para que la alisara; esta niña cada día era más exigente. Debo aclarar que algunos días solamente las niñas me atendían, especialmente cuando la mamá estaba con la menstruación. Las mamadas que las niñas me daban eran fenomenales y ellas también me exigían que yo les diera una buena mamada, tanto Erika como su hermana menor. No había diferencia.

La casa donde vivía Maritza quedaba a la orilla de la calle, a los lados como en la parte de atrás había un patio grande con árboles frutales. La casa era como de cuatro metros por ocho de largo. Al frente de la calle solamente había una ventana al centro y por la parte de atrás tenía dos puertas y una ventana al centro. En el interior de la casa no había divisiones. En el centro cercano a las ventanas estaban las camas (dormitorio), al fondo estaba una gran mesa con forro de lámina metálica lisa (la fábrica de juguitos) en el extremo opuesto la cocina-comedor. Afuera en el patio, como a seis metros estaba el baño y los sanitarios.

Un sábado, en el proyecto no se trabajó. Yo estaba en la pulpería tomándome unas cervezas, miré pasar al esposo de Maritza, en mi reloj eran las once con treinta minutos. Ya me había tomada como ocho o diez cervezas y decidí ir a la casa de Maritza. Esa mañana desde que me levanté me sentía mal, estaba muy deprimido y esa fue una de las razones que desde temprano empecé a tomar cerveza. No se que me pasaba tenía un mal presentimiento.

Cuando llegué a la casa de Maritza, las niñas desde que me vieron empezaron a desnudarse y la mamá riéndose se levantó la ancha falda diciéndome ¡¡Yo estoy lista!! Abajo no andaba absolutamente nada y noté que se había afeitado la pelvis. No les paré bola y me dirigí a la ventana que daba a la calle y la abrí, después quité el pasador de la otra puerta (cosa que nunca había hecho) y estuve ensayando abriéndola y cerrándola, hasta que noté que no hacía ruido; luego la cerré pero la dejé sin pasador.

¿Qué le pasa? Preguntó Maritza. No sé tengo un mal presentimiento. Su marido puede regresar antes y si me encuentra aquí puede matarme.

A usted no va a pasarle nada; y es que esa papada que anda en la cintura la anda de lujo (Yo portaba una Smith & Wesson 9 Mm.). Le mete un par de tiros y se acabó. La quedé viendo y en ese momento decidí que nunca más iba a volver allí. Me estaba diciendo que llegado el caso matara al esposo, el papá de sus hijas. En ese momento me convencí, que esa mujer no era completa y definitivamente, para mis adentros juré no volver a su casa nunca más.

Maritza se sentó a la orilla de la cama, se levantó el vestido y se acostó de espaldas abriendo las piernas. Las niñas ya estaban desnudas y cada una me tenía agarrado de una pierna. Erika me bajó el zipper y me sacó el pene, yo les dije que solo me mamaran, porque no me sentía bien. Maritza se sentó para empezar a mamarme, cuando volví a ver por la ventana. Miré al esposo de Maritza que venía a gran velocidad en aquella bicicleta. Solo dije a Maritza ¡¡Viene su esposo!! Y aquella mujer se puso pálida. Me acomodé el pene y subí el zipper. Sin moverme de mi sitio, seguí con la mirada el movimiento de Carlos (nombre verdadero). Entró por el amplio portón y yo me coloqué en la puerta que había dejado sin pasador observando todos los movimientos de Carlos, por una rendija. Arrimó la bicicleta a un árbol de mango y quito de la parrilla una alforja, dirigiéndose a la única puerta abierta. En el preciso momento que Carlos entró, yo salí por la otra puerta cerrándola suavemente. No volví a ver atrás y decidí no salir por el portón porque así como yo lo vi, él también podía verme y decidí saltar el cerco de alambre de púas; con tan mala suerte que me enredé en el alambre y dejé un buen trozo de tela del pantalón y poco faltó para que dejara también los testículos, porque cuando llegué a mi vivienda, iba sangrando de una herida en la pierna. El calzoncillo totalmente desgarrado por el bendito alambre de púas de aquél cerco. La herida sangraba y me ardía mucho; otra razón más que suficiente, para no volver a la casa de Maritza.

Me quedé profundamente dormido. Dormí toda la tarde de ese sábado. A las siete de la noche, un muchacho tocó mi puerta. Cuando abrí me preguntó si yo era Julio César. Si, le contesté. Señor, al otro lado del río lo está esperando su Jefe. Me dijo que usted debía viajar de inmediato a la ciudad capital porque su papá acaba de morir.

Yo estaba grandecito tenía cuarenta y seis años, pero el impacto de esa noticia fue grande. Eso aconteció un sábado 11 de Octubre de 1986.

Cuándo regresé de la capital y me presenté a la oficina, me ordenaron trasladarme a supervisar otro proyecto, siempre en la misma ciudad, pero en el centro. A Maritza nunca más la volví a ver. Una tarde fui a esperar a Sonia que saliera de la escuela; y la llevé a que conociera mi nuevo apartamento, (muy bonito, por cierto) pero eso será otro relato.

Espérenlo
Datos del Relato
  • Categoría: Juegos
  • Media: 7.23
  • Votos: 111
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