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Emilio (Una noche en Jaén)

Sin saber porqué, el recuerdo de sus abuelos estaba muy presente últimamente. En especial, el de su abuelo Marcos.

Ahora vivía en un pueblo de Madrid con su madre. Pero eso era algo que no le importaba en absoluto.

Ni le daba... ni le quitaba.

Fue a ver a Agustín, que nunca le negaba nada y le pidió dinero para ir a San José. Y, sin decirle nada a Lola, preparó su mochila y salió a la carretera.

Enseguida le paró un camión que iba a Motril; a Tobías no se le escapaba un joven como Emilio, ni en broma.

- ¿A dónde vas?

- A Almería

- Yo bajo hasta Motril, pero... te puedo dejar a la entrada de Granada, ¿si te viene bien?...

- ¡Gracias!… me viene fenomenal.

Subió a la cabina y miró a Tobías detenidamente...

Luego, se puso a mirar por la ventanilla. Estaba empezando a llover.

El camionero arrancó y continuó a lo suyo…

Durante un buen rato, no se dijeron nada. Llovía con bastante fuerza y Tobias no podía quitarle ojo a la carretera. Pero en cuanto pasaron Despeñaperros, atacó.

- ¡Bueno! ¿Y tú?… ¿como es que haces autoestop para bajar a Almeria?

- Quiero ver a mi abuelo, que está muy mayor. Y no quiero que se me muera sin verlo.

- ¿Tu abuelo?…

… ya, pero ¿no te da un poco de reparo? Últimamente no se puede uno fiar de nadie.

- De ti si me fío, dijo Emilio; y volvió a mirarle fijamente

- A Tobías le sorprendió esa mirada que tanta seguridad reflejaba y tan bien rematada estaba con esa sonrisa. Ahora se sentía cómplice de no sabía qué…

- ¿Como te llamas?

- Emilio

- ¡Encantadado, Emilio!… ¡es un placer!

- ¡El placer es mío!… ¿y tu?

- Tobías

Y así, fue surgiendo una conversación que resultó muy amena, hasta llegar a Jaén

- La verdad, es que estoy bastante cansado. No me atrevo a continuar hasta Granada sin parar unas horas. ¿Te importa si paro aquí, dos o tres horas, y nos damos una vuelta por la ciudad?

- ¡No, no!... ¡para nada!… yo también tengo ganas de estirar las piernas.

Como eran las 20:40, Emilio le dijo a Tobías, que porqué no buscaban un sitio para pasar la noche.

- ¿O, tienes que seguir luego?... Si quieres me quedo contigo hasta mañana.

Tobías hizo como que lo pensaba y volvieron al camión para ir a una pensión que el conocía.

Un señor que parecía extranjero les atendió.

- ¿Necesitamos una habitación para dos personas?

- Si es para una noche, nos queda una, con una cama grande. ¿Si les vale?

- Nos vale, dijo Tobías

- Son 60€, por adelantado

Tobías le pagó y se quedó con el número de la habitación. Luego llegó el chico que les llevaría el equipaje...

- ¿No traen equipaje?

- Si, una mochila.

Les enseñó la habitación y les gustó bastante. La cama era grande y muy cómoda.

Salieron a dar una vuelta y...

- Te voy a llevar a un sitio que conozco, que te va a gustar.

La cerveza es buenísima, ¡ya verás!… y siempre va con su tapa. Y así, cenamos de una vez ¿no?, dijo Tobías

- ¡Perfecto!, dijo Emilio.

El chiringuito parecía una taberna de pueblo, pero era muy acogedor.

- ¿Has visto que ambiente?... ¡está a tope!

Se pusieron a la izquierda, de pie, en la barra. En un rincón en el que había; una mesa, ocupada por cinco varones de cierta edad que charlaban animadamente mientras jugaban una partida de dominó y bebían; el espacio reservado para el camarero; y, un cuadro, de tema taurino, que colgaba de la pared junto a la puerta del servicio. Además de seis o siete personas, también de pie, a su derecha, que ocupaban el espacio hasta llegar a la esquina, en la que doblaba la barra.

- Un par de cervezas ¡por favor!

- ¿Y de tapa, que va a ser?

Miró a Emilio y...

- ¿Unas alioli?…

- ¡Vale!… unas alioli

- ¡Ya lo ha oído! ¡Unas patatas con alioli!

Era evidente que habían congeniado bastante durante el trayecto. Tobías le gustaba. Le caía bien…

La charla avanzaba y sus sonrisas eran cada vez mas frecuentes. Y esas miradas, que le recordaban a sus viejitos cuando querían guerra.

Aprovechaba cualquier oportunidad para tocarle. Le pasaba la mano por la espalda sin venir a cuento, o, le tocaba en el muslo y se arrancaba a reír, como si hubiera escuchado algo gracioso…

… y, cada vez, se iba pegando más a él.

Prácticamente sentía su cuerpo pegado al suyo, cuando apoyado en la barra, empezó a pasarle la mano, disimuladamente, por el culo.

- ¡Aquí están las patatas!, dijo el camarero, dejándolas junto a las cervezas.

- ¡Que buena pinta tienen!, dijo Emilio

Y cogió un palillo, para pinchar una y llevársela a la boca.

- ¡Mmmmm!... ¡están riquísimas!... y miró a Tobías; dejándole claro que aceptaba su manos en el culo.

Ahora, Tobías sabía que podía lanzarse en picado. Y empezó a tocarle sin miedo, aprovechando que el local estaba bastante lleno y la gente estaba a lo suyo.

El, Emilio, empezó a sentir esa sensación que tanto le gustaba; y dejo que se le pegara como una lapa.

Se acercó al oído y en voz baja le dijo:

- Eres un guarrete ¡eh!

- ¡Si! Es que, estás muy bueno, tío…

Se puso frente a él y le sacó la camisa vaquera que llevaba remetida, le desabrochó el botón del vaquero que dejaba la cremallera de la bragueta preparada para el asalto y dejó caer su mano para metérsela dentro y agarrarle el rabo.

Ahora fue Tobías quien se acercó a decirle al oído:

- ¡Uff! ¡que buena zambomba tienes, cabrón!

- ¿Te gusta?

- ¡Claro!… pero, lo que mas me gusta es este culazo. ¡Precioso!. Y le agarró el culo.

Entraron en una burbuja calentorra y hermética que no les dejaba darse cuenta de casi nada. Pero en la mesa de al lado había alguien que observaba, atentamente al chico; y, claro, se percató de las sutiles maniobras.

Este individuo, lo debió de comentar entre sus amigos; y dos de ellos, se levantaron y dejaron la partida para acercarse a ellos. De pie. Junto a ellos. Detrás de ellos.

La pareja seguía enfrascada en su juego, que ya había pasado de erótico a pornográfico y estos señores, se quedaron mirándoles, sin mas, y bien pegaditos. Pero ellos continuaban absortos en su juego y no se daban cuenta que ahora había dos personas nuevas introduciéndose en el, poco a poco, y sin darles la posibilidad de que pudieran rechazarles.

Si, Emilio había sentido una mano que sabía como tocar un buen culo. Y sabía que no podía ser la de Tobías. Porque esa la estaba viendo. Estaba ocupada, masturbándole suavemente. Pero, no le importaba de quién pudiera ser, porque el juego le gustaba...

De repente, Tobías levantó la mirada y se dio cuenta de la situación; y acercándose a Emilio le dijo al oído:

- Hay dos tipos que quieren jugar con nosotros ¿les dejamos?, o ¿no?

- Si tu quieres… por mi no hay problema. Saben lo que se hacen.

Tobías se apartó un poquito y levantó la camisa de Emilio, que le cubría el culo...

- ¡Si gustan!… y le tocó un ratito, relamiéndose, mientras les miraba a la cara

El mas atrevido, metió su mano y lo rodeó, para tocarle el vientre y sentir esos pelillos tan suaves que bordeaban su ombligo. Y mientras, le arrimaba la cebolleta.

Emilio no opuso la más mínima resistencia, todo lo contrario, sacó el culo para sentir bien ese buen rabo.

Luego subió con su mano hasta llegar a uno de los pezones; y empezó a jugar con el, pellizcándole, mientras miraba al otro diciéndole

- ¡Está que cruje!

Y aunque el establecimiento estaba bastante lleno, necesitaban organizarse. No podían desperdiciar esta oportunidad.

Con el camarero, alertaron a los demás para que, de alguna manera impidieran que la gente del local pudiera darse cuenta de lo que tenían a su disposición.

Al camarero el chico le gustó, nada mas verlo, y se había dado cuenta de lo que pasaba. Lo tenía claro. El no iba a ser menos.

Poco a poco, fueron dejando la partida; y levantándose para colocarse estratégicamente. Logrando ocultar a la vista de cualquier curioso, lo que allí pasaba.

Discretamente, Tobías, se había agachado para chuparle la polla a Emilio; mientras el tipo mas atrevido se la restregaba por el culo, sin ningún pudor

El no perdía la compostura y, aparentemente, estaba tomando cerveza mientras comía patatas al alioli. La gente no podía darse cuenta del jaleillo que había en ese rincón. Porque era la zona mas densa del local y solo se podían ver las cabezas.

De modo que, los protas, seguían tranquilos... y a su rollo.

El camarero, que había salido de la barra, llamó al chico de la cocina para que atendiera él, se introdujo en el grupo que rodeaba a Emilio y le dijo al tipo que se la estaba restregando, que le bajara los pantalones un poquito, para poder verlo...

Y así lo hizo…

Y, como todos querían tocárselo se armó cierto revuelo. Esto, no le gustó nada a Emilio, que se recompuso y se metió en el servicio.

Detrás de el, entró Tobías y después el tipo ese, el más atrevido.

El camarero, se quedó pendiente de la puerta, cuidando que nadie más entrara.

Y en ese rincón todo volvió a ser calma y tranquilidad, como antes. Al menos, en apariencia. Nadie en el local se había dado cuenta de nada de lo que estaba ocurriendo. Pero Emilio estaba siendo objeto del disfrute de dos machos, que en ese momento lo tenían para ellos.

- ¡Que culo tienes, niño!... te lo voy a reventar, le dijo el tipo ese, dándole lengua sin tregua entre las nalgas.

Sin embargo, Tobías estaba mas interesado en sus orejas en ese momento.

- ¡Me vuelves loco, nene! Te voy a comer enterito, ¡cabrón!… ¿de donde sales tu?

Emilio, solo se dejaba llevar por esa sensación, que tanto le gustaba; saberse deseado y entregarse.

¡Que disfruten!, se decía a si mismo, mientras se lo trajinaban.

De repente, sintió un buen rabo entrando con chulería en sus entrañas; y no pudo evitar gemir de puro placer…

- ¡Ahyyy!, ¡que gusto!… ¡sigue, coño!...¡dale!…

El tipo le agarró por las ingles, se lo arrimó y empezó a pegarle fuerte. Y al ver que Emilio se inclinaba hacia delante pidiendo más, empezó a pegarle zambombazos sin ningún miramiento... pero, eso sí, con mucha sabiduría.

Tobías, por su parte, había conseguido ponerle a tope, dándole lengua en las orejas.

Y volvió a bajar para comerle la polla, mientras se lo follaba, el maestro.

A los pocos minutos...

- ¡Ahhh!… ¡que a gusto me quedo, niño! ¡Que polvo mas rico!

Estaba corriéndose. Se la machacaba para exprimirla bien. Había tenido la delicadeza de sacarla fuera, antes de hacerlo; y eso le gustó a Tobías, que también quería follárselo.

Por eso, sacó un preservativo de su chaquetilla, se lo colocó y enseguida se situó detrás para enchufársela...

- ¡Mmmmmmm!, que culo mas rico tienes, nene. Y que calentito. ¡Como me gustas, cabrón!

El maestro, salió del servicio con cara de satisfacción...

Aunque, le dijo al camarero, que el sitio era muy pequeño y resultaba un poco incómodo.

- ¿No tienes un sitio mas apropiado donde podamos darle lo que se merece, niño?

- ¡Claro, quillo!... ¡por supuesto!

Entró en el servicio... y tuvo que hacer un pequeño esfuerzo, para no hincarle el diente a Emilio.

- ¡Quillos!... que tengo un sitio que os va a gustar mas que este... ¡venid conmigo!

Salieron los tres, con absoluta naturalidad y totalmente recompuestos; y pasando a la barra, entraron en la cocina.

- Vámonos al fondo, dijo Josele

Y entraron en la sala en la que se preparaba todo lo que hacía falta para atender a la clientela.

Había; dos armarios grandes, llenos de todo tipo de utensilios para la cocina; un par de sillas; y, una mesa grande para poder trabajar a gusto.

- Aquí podemos estar mucho mejor ¿no les parece?

- Miraron a su alrededor; y enseguida siguieron por donde se habían quedado. A lo suyo.

Fuera, hubo gente que sintió curiosidad por saber quienes eran esos que acababan de pasar a la cocina con Josele, el dueño. Pero, este, que era muy despierto, supo salir del paso diciendo que el chico se sentía mal y le estaba preparando un remedio.

- ¡Necesita tranquilidad!, les dijo.

Miró al rincón y se acercó a informar de lo que pudiera pasar. De momento, les dijo:

- Iros organizando, a ver quién es el próximo.

Luego volvió a la cocina y se acercó a Emilio, que se había colocado encima de la mesa. Y con las piernas arriba, sentía la polla de Tobías, entrando y saliendo de su culo, vertiginosamente.

- ¡Que caña!, dijo…

Cuando vio el entusiasmo de Tobías dándole rabo a Emilio.

Los miró detenidamente; y decidió probar la polla de Emilio, que estaba absolutamente flácida, pero preciosa.

Poco a poco, fue creciendo en su boca; y estuvo mamando como un bebé hasta que Tobías se retiró bruscamente de la mesa, se quitó el preservativo que llevaba y empezó a sacudírsela violentamente, para que saliera la leche.

- ¡Espera, espera!…

Josele se colocó debajo y espero a que saliera ese liquido tan apreciado por su refinado paladar. Necesitaba probarlo.

Pero Tobías no iba a ser el único.

Volvió con Emilio y se la comió hasta que consiguió que se le llenara la boca con su leche.

Se sentó un rato para mirarle; y viendo que el muchacho ya estaba cansado. Les indicó por donde podían salir sin ser vistos. Se despidió de ellos y les hizo prometer que volverían a su chiringuito en algún momento. Antes de que llegara el invierno.

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