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Categoría: Confesiones

El cumpleaños de mi esposa

"El gozo de mi esposa era indescriptible, solo quería que fuera un día inolvidable"

 

Mi esposa y yo siempre hemos tenido una muy buena relación, nos hemos complacido en casi todo. Se acercaba su cumpleaños y me pidió que le diera una sola cosa, la opción de darse ella misma su regalo, me sorprendió la idea. Me insistió tanto que decidí complacerla, además me pidió que no hiciera preguntas y que no me enojará con ella. Me asusté un poco pero bueno era su cumpleaños.

Y al fin llegó el día esperado, me indicó que debía llegara las 8 pm a nuestra casa y no olvidar lo que le había prometido. La verdad estaba un poco excitado mi esposa jamás me ha defraudado. Al llegar no vi nada extraordinario en nuestra casa, hasta llegar al comedor ella estaba sentada, vestida con un vestido largo y negro, la verdad se le veía muy bien, sobretodo su gran culo. Me hizo sentar sin saber que comenzaría una de las noches más locas que he tenido.

Le felicité por su cumpleaños y ella me lo agradeció con un beso. En ese momento entró una chica alta y de rasgos delicados, arreglada como una mesera, nada de fetiche su uniforme era normal. Me sorprendí se suponía que era nuestra noche especial. Quise decir algo pero con una mirada me hizo recordar lo que le había prometido.

La comida fue ligera, salimos a nuestro estudio, ahí me dijo que iba a abrir su regalo, yo no sabía que hacia la mesera aún en la casa. Entramos me senté y ella se me sirvió una copa y entró tras nuestro la mesera con una caja. Mi esposa la tomó y la abrió, era un arnés, tenía dos juguetes uno para dar y otro para recibir. Me asusté y ella solo me sonrío.

La mesera se quedó muy tranquila y solamente cerró la puerta. Mi esposa se paró e hizo que yo le colocará el arnés , era extraña esa situación, se alejó y se sentó en la otra silla, la mesera automáticamente se arrodilló y comenzó a chupar la verga de plástico de mi mujer. Yo no sabía que decir, simplemente me serví otra copa y volví a sentarme.

La mesera se paró y se empezó a desnudar mi esposa hizo lo mismo. La mesera no estaba nada mal, tenía una figura nada despreciable, su pubis estaba totalmente depilada, su pezones estaban parados y se nota que sabía lo que hacía, mi esposa tenía su pubis arreglada para la ocasión. La mesera tragaba la verga con desespero, mi mujer gozaba de que lo hiciera, me sonreía, y en cuestión de segundos empezaron a acariciarse, mi esposa acariciaba las nalgas blancas hermosas de la mesera y esa conchita depilada. Mi esposa se sentó y la mesera solamente se sentó en su verga. La perra brincaba mientrás mi esposa la ensartaba con furia. Mi verga estaba por reventar, soló la saqué y me empecé a masturbar.

La mesera se corrió en la verga de mi mujer. Ella se dio cuenta y la hizo levantar, la puso en cuatro, y empezó una faena con el culo de la mesera. Mi esposa disfrutaba de doblegar a esa mujer, la sodomizaba mientras yo la miraba, ella me regalaba una sonrisa cómplice. No pasó mucho hasta cuando ambas empezaron a gemir, se corrieron juntas y envueltas en un aroma a sexo delicioso.

Mi esposa se puso de pie y se acercó a mi, abrió sus nalgas y se sentó sobre mi verga. Ese culo lo había tenido muchas veces pero esta vez lo disfrutaba más, empezó a subir y bajar, haciéndome saborear su piel sudada y deliciosa. La mesera se acercó a nosotros y comenzó a chupar nuevamente el juguete, mi esposa comenzó a darme el mejor orgasmo que he tenido, le llené el culo como no lo había hecho antes, ella me miró, sonrió y solo me dijo si había aprendido a culiar como yo. La besé y le dije que era una alumna magnífica.

Se puso de pie, me besó. Mi semen comenzó a salirse de su ojete recién abierto, pero para eso estaba la mesera ella no dejó caer nada.

Mi esposa se sentó en mis piernas, mientras la mesera se vestía. Terminó y se despidieron con un: nos vemos en la oficina.

Me quedé atónito. Mi esposa me miró y me dijo: jamás te sería infiel, ella es una nueva chica de la oficina, la verdad tenía esta fantasía y una cosa llevó a la otra, es la primera vez que estoy con ella, no me preguntes como la convencí.

Yo, tenía una lucha interna, pero un beso me tranquilizó: ella puede volver siempre y cuando tu lo aceptes, pero con una condición, ella hará únicamente lo que yo le pida, estamos de acuerdo. El morbo me hizo imaginar muchas cosas, por lo que acepté.

Luego la tomé en mis brazos y fuimos a nuestro cuarto a terminar de festejar el cumpleaños de mi esposa...

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