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Categoría: Varios

Dile que la quieres

Era la tía más gorda que había visto en mi vida. No solo eso: también era fea. Dos o tres papadas y unas gafas robadas, con un solo cristal. Además era lesbiana, o al menos eso decía. En realidad no era lesbiana, pero había decidido serlo porque los hombres eran malos con ella. No la miraban. No le decían cosas bonitas al pasar. Pues bien, yo estaba allí, sentado frente a ella, con mi lata de cerveza, y eran las cinco de la mañana y llevaba toda la noche dándole a la coca y ya no sabía ni dónde estaba, ni quién era, ni me importaba. Ni siquiera estaba cachondo, pero ella estaba allí, sentada frente a mí, hablando por teléfono, con su novia (dijo que era su novia, así la llamó) y yo me puse tontorrón. Empecé con las miradas sugerentes, la miraba mucho a los ojos y ella me miraba a mí. Entonces, sin dejar de hablar, estiró un pie, que trepó hasta mi entrepierna y ahí se quedó. No sé de qué hablaban, ella y su novia, a las cinco de la mañana pero, en un momento dado, yo me levanté y me fui para ella y la besé. Ella fingió estar sorprendida, pero maldito si lo estaba. -Dile que la quieres -dije yo, pegando mi boca a su oreja (incluso su oreja era descomunal) y ella me apartó, me miró a los ojos y luego me besó. Seguimos así un buen rato, mientras ella hablaba con su novia, pero al cabo de un tiempo me aburrí y volví a sentarme y encendí un cigarrillo y le di un trago a la lata y pensé: "Ahora me vendría bien un tirito". Entonces ella colgó. Se vino para mí. Intentó besarme. Yo pensé: "Bueno, ya está bien". Entonces ella dijo: -Vamos a hacerlo. -No es el momento ni el lugar -dije yo. -Yo creo que es el momento perfecto y el lugar idóneo -dijo ella. Me arrastró hasta la habitación. "En buena te has metido, chaval" pensé yo. Entonces se me ocurrió, pura inspiración. -¡Já! ¡No tengo condón! -dije aliviado, pensando que ahí acababa todo. Ella me miró, confusa, durante un instante. -Espera aquí -dijo, y salió de la habitación. "Joder" pensé. "De esta no te escapas". En fin, sí había que hacerlo, mejor que fuera rápido, cuanto antes. Así que me desnudé, me quedé en pelota picada, y me preparé una ralla sobre la mesita de noche. Ella volvió con el condón, que había conseguido de un alma caritativa que merece un círculo en el infierno. -¿Qué estás haciendo? -dijo cuando me vio. -Necesitó un tiro, para ponerme en marcha. -Ah. Prepárame otro a mí, ¿quieres? Así que se lo preparé. A partir de entonces fue todo muy rápido. Ella me cogió por las pelotas, pillándome desprevenido, y me tiró sobre el colchón. Luego se lanzó sobre mí, aquella mole avasalladora, robándome el aire, y yo pensé: "Ya está, esto es el fin". Y comenzó el viejo juego de la carne. Sus labios se pegaron a mis labios, como si quisiera succionarme, sin anestesia, toda mi alma de poeta, mi alma sensible como el cristal de bohemia. Se frotaba contra mí y yo podía sentir toda aquella grasa resbaladiza cubriéndome como una sábana de carne caliente. Seguimos así un buen rato, hasta que ella bajó una mano hasta mi entrepierna y vio que no había nada ahí, al menos, nada para ella. Así que se levantó y empezó a vestirse. Empezó a llorar. -Eh, vamos, no es por ti -dije yo. -Sí es por mí -decía. Lo repetía una y otra vez-. Sí es por mí. Sí es por mí. Le solté lo primero que se me ocurrió: -No es por ti. Lo que pasa es que soy un puto bujarrón. Me molan las pollas de veinte centímetros. Ella empezó a llorar aun más fuerte. Al final le hice un dedo y eso la calmó. Aproveché para salir de la habitación. No sabía donde estaba, así que seguí el pasillo hasta lo que resultó ser el salón. Había más gente allí; fumados, colocados, volados. Buena gente. Un tipo me miró, con unos ojos que parecían lagunas tristes, y me dijo: -¿Cómo ha ido? -Acabo de tener el mejor gatillazo de mi vida -dije yo. El tipo siguió mirándome, con los ojos muy abiertos. -Tío, eres mi héroe. -Ya lo sé -contesté yo. La mesa estaba llena de latas de cerveza y ceniceros a rebosar. Cogí una cerveza para el camino. Luego salí a la calle. Afuera estaba amaneciendo. Era una bonita mañana y yo estaba contento de volver a casa.

Datos del Relato
  • Autor: Osobucco
  • Código: 22152
  • Fecha: 18-01-2010
  • Categoría: Varios
  • Media: 4.09
  • Votos: 32
  • Envios: 1
  • Lecturas: 2080
  • Valoración:
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