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Categoría: Varios

Camino hacia el ocaso

Cuando el sol desparrama su color de grana en el horizonte, las montañas, como inmensos y mansos dinosaurios se acuestan oteando el aire frío, bebiendo suavemente el agua rojiza del lago y sus lomos plagados de picos se aquietan esperando la noche.
La calma y el silencio invaden mi alma. Veo el fulgor de la primera estrella, allá a lo lejos, donde los ángeles comienzan a desplegar sus tenues alas y deslizarse como nubes de plata sobre la ciudad oscura.
Mi alma escapa por mis pupilas y navego en la plenitud del ocaso, buscando la luz celeste de alguna nube remolona que aún guarda los reflejos del día.
Desde allá arriba, me veo sentada cerca de la ventana, la cara triste y pálida, la mano temblorosa hilvanando palabras, el corazón latiendo lento, apagándose la vida como se apaga la luz que antes el paisaje iluminaba.
Las crestas de los dinosaurios se hacen nítidas, cortando el cielo. Inmóviles y serenos reposan esperando el sol de la mañana. Las estrellas les harán cosquillas, la luna vigilará su sueño eterno.
Revolotea mi alma, vuelo con las gaviotas que buscan amparo sobre las rocas húmedas y heladas. Me apuro y corro con el viento, sacudo los ñires para que pronto las hojas caigan. Me envuelvo en un remolino de hojas rojas, y algunas amarillas me acarician, me deslizan por la tierra blanda y ella quiere atraparme y hundirme en la nada.
Vuelvo mis ojos hacia la tenue luz de mi ventana. Veo dos seres silenciosos perdidos en una tristeza gris. Parecen unidos, entrecruzados por infinitos lazos anudados, sosteniéndose uno al otro, tal como las ramas secas de un árbol que ha perdido su savia. Sus corazones latiendo lento... sus rostros apagados... ni una sonrisa dibujada...
¿Dónde se fueron sus besos apasionados? ¿Adónde fueron sus ímpetus alocados? ¿Qué les pasó a sus manos que antes vivían acariciándose entrelazadas? ¿Qué apagó el brillo alegre de sus ojos?¿Dónde quedó el amor que sus vidas iluminaban?
Siento frío... la bruma me envuelve y marea...
Los ángeles de plata se esfuman, no hay estrellas, y la luna desaparece en un cielo oscuro, infinito. Me siento sola, tan etérea como si fuera a desaparecer flotando en el aire.
Deseaba escapar y ahora extraño el lazo tibio y fuerte que a la vida me ata.
Regreso a mis pupilas, mi corazón salta. Beso a este hombre que tanto he amado y me digo internamente: es el ocaso de la vida, es la paz que a la vejez nos llama.
Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.04
  • Votos: 115
  • Envios: 5
  • Lecturas: 2376
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Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
Diana
invitado-Diana 06-09-2007 00:00:00

Enconté su relato por casualidad y realmente me sorprendió tanta belleza en sus palabras cálidas y suaves, casi como una caricia hacia el ser amado. Entre tanta palabrería obsena que pude leer en otros cuentos, este es un regocijo para el alma.

Julia
invitado-Julia 27-05-2007 00:00:00

Qué bellas palabras para describir sentimientos de amor que perduran en la madurez de la vida. Un placer leerte.

Mercedes
invitado-Mercedes 01-08-2005 00:00:00

Me gustó mucho tu relato. A veces, cuando ya somos de cierta edad, la pasión va hacia el ocaso, como dices tu. Cuánta verdad y qué triste...

Fernando
invitado-Fernando 28-07-2005 00:00:00

Jamás pensé encontrar aquí un poema tan bello. ¿Es tuyo?- Me fascinó, me transportó, en verdad me emocionó. ¡¡¡Gracias!!!. Regreso a seguir leyéndolo. Gracias.

Fernando
invitado-Fernando 28-07-2005 00:00:00

Jamás pensé encontrar aquí un poema tan bello. ¿es tuyo?. Me fascinó, me transportó, me emocionó. ¡¡¡gracias!!! Regreso a seguir leyéndolo. Gracias.

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