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Categoría: Lésbicos

Adela (Parte II)

Cuando me desperté tras la increíble noche de sexo que tuve con Adela, estaba algo desconcertada. La puerta del baño se abrió y de pronto apareció ella, con una camiseta negra, le llega a medio muslo, creo que no lleva nada más debajo. Me mira, se muerde el labio inferior y pregunta.



—¿Todavía mi niña, no está satisfecha?



La miro y, al ver su mirada lasciva, respondo.



—No, y menos si te muerdes el labio así.



Se carcajea, e invitándola a que se tumbe a mi lado, me besa y me mira a los ojos es sexy, caliente y provocadora. Muy provocadora.



Cuando termina con un beso, estoy a punto de hacerla mía sin piedad, pero...



—Tenemos que hablar muy seriamente.



Me pasa un dedo por la cara y murmurando



—Enfadada estás muy guapa.



—Preferiría hablar después —ahora yo, excitada.



—Deberías asearte. Creo que… luego… —sonríe mientras entra de nuevo en el baño.



Entré desnuda, se había quitado la camiseta, contemplé su cuerpo.



—¿Te gusta lo que ves ? —dijo sin girarse.



—Mucho más que gustarme, mami —contesté ronroneando. Aspiré el perfume de su piel. Me encantaba. La necesitaba. Era la primera vez que de pie la veía totalmente desnuda. De espaldas la desnudez de Adela tan real, sus nalgas maduras, pero a la vez potentes. A través del espejo, sus pechos generosos, aún altivos, conservando su encanto, los pezones apuntando al cielo, el vientre terso, el montículo de su pubis limpio completamente desnudo. La abracé por la espalda, mis manos acariciaron sus pechos, los dedos pellizcaron los pezones, cada vez más oscuros por la presión. Adela se dio la vuelta, y me abrazó con fuerza, las dos bocas se buscaron, las manos palparon los sexos, los pechos se frotaban unos contra otros.



—Te gusto, soy mayor que tú.



—Eres una mujer hermosa, eso es lo que veo —No era la primera vez que tenía enfrente una mujer desnuda, me había despertado con ellas, pero nunca me había sentido aquella sensación tan extraña como en aquella mañana, quizás su carácter dominante, lo que me atrajo de Adela, empecé a besarla mientras ella permanecía de pie, descendiendo poco a poco, hasta que puesta de rodillas a punto de llegar a comerle el coño.



—Basta, no te he dado ningún permiso, para que hagas lo que estás haciendo.



—Me deje llevar. ¿Me perdonas, mami?



—No necesito tu perdón, quiero tu sumisión. Aún no te has dado cuenta ¿verdad?



—Seré tu sumisa. Eres tú quien decide lo que tengo que hacer.



—Dime por qué estás aquí, Nora.



—Te necesito... Adela.



Me miró de arriba abajo y asintió dándome la razón. Me seguía mirando sin disimulo, sus ojos resbalaban por mi cuerpo endureciéndome hasta los pezones ante la intensidad de su mirada. Su labios rozaron los míos, notaba su respiración, su olor invadía mis sentidos y me derretía ante esa mujer que en el fondo no conocía. Suspiré cuando sus dedos siguieron por mi barbilla, bajaron con lentitud por mi cuello…



—Tengo miedo.



—No te haré daño Nora, tienes que confiar en mi, te prometo proporcionarte todo el placer que seas capaz de sentir sin causarte más dolor del que seas capaz de soportar. ¿Quieres probar?



—Si.



—Te quiero desnuda del todo —Me ordenó colocarme sentada al borde de la bañera, las piernas dentro, bien abiertas, y enjabonándome el pubis empezó mi primera depilación total, terminó todo bien rasurado. Ella misma se aseguró de que mi montículo estuviera siempre bien rasurado. Seguidamente, lleno la bañera, durante un rato se sumergió en ella. Cogió el bote de gel e impregno sus tetas con el líquido. Para sacar la espuma, se las froto con las manos.



—Ahora quiero que me limpies —me ordenó, después ella de pie y yo de rodillas dentro.



—Ahora puedes —Señalándome con el dedo. Besé su sexo, dando pequeños mordisquitos por sus labios exteriores, le excitaba. De repente un gran lengüetazo en medio, la punta de mi lengua sobre su clítoris. Ella suspiraba y jadeaba… Me adentré en su vagina después con mi boca, estaba húmeda y me gustó ese sabor. El dedo corazón de mi mano derecha se adentró, palpó un punto y froté con suavidad… al poco tiempo ella explotó. El calor sofocante del interior de su cuerpo me inundó la boca y la nariz, uniéndose en cada golpe de respiración al otro calor que me devoraba también a mí. Sentía como se aproximaba mi orgasmo, presioné mi clítoris inflamado y el orgasmo estalló con fuerza, mientras me mordía los labios, estaba nerviosa para no delatarme ante ella. Estaba tan excitada mirando a hurtadillas, cuando de pronto sentí el calor de su orina, golpeándome en el rostro.



Yo de rodillas dentro de la bañera, no entendía nada. Mientras ella salía de la bañera y secándose desapareció del baño. Tarde unos minutos en darme una ducha y asimilar lo ocurrido, me vestí con la camiseta que ella había dejado y salí a buscarla. Llevaba puesto una especie de túnica, descalza, sentada en la isla de la cocina, dando buena cuenta de su desayuno, con un aspecto completamente relajado. Pasaron unos minutos en silencio.



—Estás muy seria. ¿No me das un beso?



—No, aún no. Quiero estar centrada en lo que quieres que hablemos.



Estás preciosa con esta camiseta, pareces una chica buena y me hace pensar mil maneras de corromperte



—¿Por qué piensa que haré lo que me pides? ¿qué reglas hay para ser tu sumisa?



Durante unos cinco minutos me expuso, digamos sus condiciones. A grandes rasgos, primera, me propuso ser su sirvienta doméstica. Respecto al tema sexual, por más que me deseara en ciertos momentos, no sería de la manera que quizás yo esperase, no quería hacerme el amor, quería poseer mi cuerpo a su manera, al igual que en ciertos momentos la manera y el lugar de llevarlo a cabo.



—Ahora que ya está todo claro y sabes de que va, creo que lo más inteligente es que desayunes.



—¿Eso tendría que decidir yo, si tengo hambre?



Mi corazón latía tan fuerte que pensé que tenía que ser capaz de oírlo. Quedarme frente a ella en su casa tenía un aire de irrealidad. Pero, al mismo tiempo, mis sentidos estaban a toda marcha, consciente de lo que me rodeaba, las sensaciones físicas me recorrían, y por supuesto, la mujer que estaba sentada frente a mí.



—Si te quedas y estas interesada en expandir tus límites. Vamos a pasarlo muy bien, tú y yo. Si decides marchar, eres libre de hacerlo, no puedo retenerte, pero.... —Me escurrí de aquella mano que iba a tocarme. Entonces Adela alargó el brazo y me asió por el codo. Con un fácil vaivén me hizo volverme hacia ella. La vi erguida, palpitante, incitante, excitada… Sí, yo también, sumamente excitada. No dije palabra alguna. Me acerqué a su cara y le buscé los labios con los míos. Deslicé la lengua por aquella abertura caliente. La besé como una salvaje. Ella pasó una mano alrededor del cuello, y la otra bajo la camiseta y me asió tirando de un pezón, de tal modo que me sujetaba por la cara y el pecho. Estaba atrapada bajo la opresión de sus manos.



Había decidido que ya era hora de expandir los horizontes de mi sumisión. Entramos en el dormitorio, me entregó de nuevo el collar. Caminó a mi alrededor, un círculo lento que hizo que mi corazón latiera con fuerza. Sus manos me rozaron, dejando la piel de gallina en su estela. Luego volvió a estar frente a mí.



—Manos —Temblé ligeramente, cuando con un foulard ató mis muñecas.



—Muy apretado.



—No mami.



—Muy bien. Ve y acuéstate de espaldas en la cama —Anduve hacia la cama y me tumbé como había pedido.



—Buena niña. Con las manos sobre la cabeza, las rodillas hacia arriba y flexionadas.



Habló en voz baja, sin ninguna fuerza, pero de una manera que dejó en claro que ella estaba a cargo y que se esperaba mi obediencia. Puso su mano plana entre mis senos, haciendo que mis ya duros pezones palpitaran, luego la recorrió por todo el torso, por la curva de mi vientre, hasta la unión de mis muslos donde ya estaba caliente, se quedó allí, frotándome ligeramente, era consciente de la humedad que ya se había acumulado entre mis piernas



—Te puedo oler, mi pequeña niña. Ya estás mojada para mí y apenas te he tocado.



Gruñí ante sus palabras, con una humillación ardiente fluyendo a través de mí, trayendo color a mis mejillas. Golpeó ligeramente mi coño, no lo suficiente como para doler, más como un recordatorio de que yo tenía que ver con lo que deseaba.



—¡Ah! Jadeé suavemente cuando su mano hizo contacto golpeando de nuevo.



—¿Porque estas ya mojada?



—Yo... Sí mami, ya estoy mojada.



—Mmhm. ¿Y por qué es eso?



—Sera porque estoy necesitada, mami.



—Me necesitas para qué, Nora?



—Necesito que seas dueña de mi cuerpo, por favor.



—¿Quieres decir abofetearlos así? —De nuevo golpeó un par de veces.



—Dios sí, más. Por favor.



—De quien son estos pechos, te gustó tanto la última vez que los estuve pellizcando, esto debería ser aún mejor. —Con ambas manos los golpeó rozando los pezones. Solté un ahogado gemido. No estaba dispuesta a ceder todavía pero era consciente de la línea fina en la que estaba caminando. Sus dedos alcanzaron y pellizcaron mi pezón, con fuerza, girándolo hasta querer gritar, incluso cuando el maltrato saltaba de mis pechos al coño. Me golpeaba otra vez, y las lágrimas se formaban en mis ojos, pero... Me encantaba todo lo que me hacía, su dominio, su control, incluso aquel punto de crueldad. Seguramente en respuesta a mis propios estados de ánimo oscuros.



—Por favor. Por favor, mami.



—No te preocupes, mi niña. Habrá mas, y no solo abofetear. Tengo la intención de verte tan desesperada por acabar, que harás lo que te pida. Y luego quiero empujarte aún más lejos. Cuando termine contigo, serás una niña muy sumisa.



—Cualquier cosa que pidas, si es tu deseo.



—Buena respuesta, Nora.



Pero luego su mano, torciendo los dedos para encontrar ese lugar secreto y mágico que me hizo apretar con fuerza, los músculos del coño se contraían violentamente contra ellos. No podía concentrarme ahora, no podía pensar más allá del placer de conducir y lo magistralmente que me estaba empujando a un orgasmo. No era nada más que querer y necesitar, me estaba encendiendo. Palabras saliendo de mi boca pero sin control. Suspiros jadeantes y sin aliento, cuando mi columna vertebral se curvó y mis caderas se inclinaron en su mano. Estaba tan cerca, tan jodidamente cerca. Mis ojos bien cerrados mientras mi cuerpo entero se tensaba hasta que prácticamente estaba vibrando de la cama. Y luego todo desapareció, mi codicioso y desesperado coño sufrió un espasmo doloroso. Grité cuando se registró la negación, abriendo los ojos justo cuando su mano golpeaba contra mi clítoris muy sensible e inflamado.



—Ahhh! Ah! —Tuve que tragar un par de veces antes de poder formar palabras coherentes.



Su mano tiró de un puñado de mi cabello, asegurándose de que tuviera toda mi atención, de que mi mirada se encontrara con la suya. Me hizo incorporarme de la cama, liberó mis manos.



—Gatear.



Mis palmas tocaron el suelo antes de que yo siquiera lo pensara, y luego me movía, haciendo mis movimientos lentos y sinuosos. Ella disfrutando del espectáculo, mis muslos se frotaban entre sí, el movimiento hizo que una creciente humedad entre ellos cada vez que deslizaba una pierna por el suelo. Era la primera vez que me encontraba de aquella manera, respiré hondo por la excitación, y apretando el vientre de una manera que me hacía apretar los muslos juntos, que a la vez ejercía presión sobre el clítoris. Me ordenó un par de rodeos a la cama. Me detuvo entre sus rodillas, con la cabeza apoyada en su muslo, la espalda arqueada, empujando el culo y las caderas. Cerré los ojos mientras ella pasaba una mano por mi cabello y ahuecaba mi mandíbula, inclinándome la cabeza hacia arriba para que pudiera ver sus ojos.



—Qué linda boca cariño, enséñame la lengua —Y empecé a chupar el pulgar que ella me deslizaba por los labios, gimiendo levemente mientras empujaba la parte posterior la lengua hacia abajo, haciendo que me atragantara un poco.



—Date la vuelta, muéstrame ese culo.



Tragué saliva, sus palabras eran una excitación en espiral a través de mí, incluso como parte de mi cerebro, una parte distante y observadora, se sorprendieron por su franqueza. Pero para esto continué allí, en aquella habitación. Así que me di la vuelta y ahora en exhibición ante ella. Salté cuando ella posó sus manos sobre mi piel, cuando me acarició las caderas, apretando la parte más carnosa, sus manos continuaron la suave caricia de mis muslos, ahora pasaba dos dedos deliberadamente sobre mi coño, a través de los hinchados labios y la humedad que se había acumulado allí. Jadeé y me moví, separando más mis piernas, una invitación a explorar, una solicitud de más, pero sus manos se apartaron, dejándome con ganas. Ella los arrastró por mis muslos, y luego su agarre en mi culo cambió, moviéndose más alto, su pulgar deslizándose en círculos sobre mi apretado ano. Jadeé y gemí, tensando mis piernas. Esto no era algo que hubiera hecho mucho y quizás nunca lo había disfrutado realmente. Pero ignoró mis reacciones, continuó frotando su pulgar en círculos, presionando, presionando en la abertura. Y su pulgar empujó y venció cualquier resistencia restante, alojándose en mi culo. Mis terminaciones nerviosas se dispararon rápidamente, enviando señales confusas a mi cerebro. Presión, placer... mi coño se contrajo mientras jugaba con mi culo, mi clítoris palpitaba, mi respiración se aceleraba cada vez más mientras mi cuerpo intentaba absorber toda la sensación.



—Ohh, mi niña esta hambrienta. Te gusta esto también. Será mejor que no te corras hasta que te diga que puedes. ¿Está claro? —Pero no pude negar mi reacción. No estaba segura de cómo quería moverme, pero estaba segura de que quería correrme



—Mami, por favor —Prácticamente grité las palabras mientras ella continuaba jugando con mi culo y mi coño.



—Oh Dios, por favor, mami, estoy cerca... por favor, ¿puedo correrme?



—No. Aún no te lo has ganado. Pero no te preocupes mi niña, lo harás —De pronto sus dedos se apartaron, y sus manos empezaron a golpear mis nalgas.



—Que bonitas son mis huellas en tus nalgas. No voy a hacerte daño... aún  —Me había hecho girar y colocarme entre sus piernas.



—Qué crees que quiero, ahora.



—Por favor, mami, por favor, puedo chuparle el coño. Por favor.



Asintió, luego echó la cabeza hacia atrás y mientras me aferraba con ferviente entusiasmo, tomándola tan profundamente como podía.



—Oh, jódeme, con tu lengua —gimió, su mano se deslizó por mi cabello y descansó en la parte posterior de mi cabeza. En respuesta, empecé mover la cabeza más rápido, lamiendo con la lengua su clítoris, rojo, excitado, en la parte superior de la ranura. Apoyé las manos en sus muslos. Todo lo anterior desapareció. Todo se desvaneció cuando me enfoqué en un objetivo. Agradar a Adela.



—Pon tu lengua en mi culo.



—Te quiero y quiero todo tu cuerpo, tu ojete está rico, es suave. Metí la lengua mientras mis manos abrazaban sólo parte de su culo. Mientras tanto pajeaba a conciencia su clítoris y metía dos dedos en su húmeda vagina. Estaba a punto de correrse, así que cambié la lengua por un dedo mojado en su coño, lo inserté en su culo, no protestó, y me deleité con la visión. Haciendo malabarismo me amorré a su coño y ya sin parones continué hasta su delirio. Me estaba agarrando la cabeza con ambas manos. Estaba jadeando, gimiendo y acercándose.



—Yesss —siseó, su cabeza cayendo hacia atrás.— Succióname. Tómalo, tómalo todo. Oh mi niña. Aquí viene.



Un sonido profundo hizo que su coño se apretara contra mi boca. Flujos calientes de un largo orgasmo, mojaron mi boca, mi lengua, mis labios. Mantuve la cabeza en su lugar mientras ella empujaba, asegurándose de que tragara todo lo que tenía para darme. Sin que me lo pidieran, lo lamí todo, limpiándolo, deseando mantener el sabor y la sensación de ella en mi boca todo el tiempo que pude.



Sin decir palabra, me levantó en su regazo y me abrazó mientras yo sollozaba en una liberación tan necesaria, dejando ir todas mis preocupaciones. Me frotó la espalda y murmuró palabras de alabanza y amor en mi oído. Me mordí el labio, sintiéndome de repente increíblemente tímida. No podía admitir en voz alta que me gustaba esto, aunque ante la evidencia.



—Siempre haré todo lo posible para darte lo que necesitas, mama.


Datos del Relato
  • Categoría: Lésbicos
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