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Noche de jazmín

~Noche envejecida. Herida de muerte en su ocaso por el veneno letal que produce la explosión del alba tras la colina. Justo a los albores del bosque aun sombrío.

Tengo frio, pero no lo siento. Eter a los sentidos de la miel que en el corazón me quedó de la noche vivida.

¿Donde piso? No lo sé. Desnuda, camino hasta su cima.

No soy capaz de cuantificar lo magestuoso que se alza frente a mí el mar. Aquí de pie, frente a mi señor el rey sol me siento: acariciada, caliente y reconfortada en segundos.

A mis pies la ciudad. En su puerto, actividad, los camiones entran y salen, las gruas hacen erráticos movimientos.
zarpa el “Valiente” de mi amigo Miguel aprovechando la marea.

Mi moto está ahí. La ropa, lo cierto es que no lo sé.

De camino al puerto el viento me azota con latigos de frio. Pero no tengo más remedio que ir a pedir las llaves de casa a mi padre, que es estibador en el puerto.

Estaba entre siete sudorosos compañeros que fueron los que me vieron primero…

-¡¿De donde vienes desnuda?! - dijo al verme.
-Luego te lo cuento- dije queriendo ganar tiempo, pero notaba como su reprobación me desnudaba aun más.

Tomé las llaves de la mano de mi padre con un gesto ágil y sin darle tiempo a decir nada, puse un pie en el suelo y di la vuelta a la moto y aceleré a fondo.

Lo cierto es que vi por el retrovisor a mi padre me ofrecía su abrigo corriendo tras de mí, pero yo no quería volver a por él. Así que me hice la despistada y seguí adelante.

Me encanta esta hora, el aroma a “mañana temprana” es muy especial.

No puedo, no sé, explicar lo muy agusto que me sentía sobre mi moto pese a todo.

Decidí atravesar el centro. Sin duda ayudé a despertar a más de un somnoliento en su camino de rutina al trabajo.

Lo siguiente era forzosamente pasar por la avenida del puerto de camíno a mi casa. Allí me crucé con mi profesor de lengua y literatura que, con su coche, le dió un “toque” al de una señora que tenía enfrente.

Era como una diablilla. En mi cara se dibujó una sonrisa traviesa.

No sentía vergüenza, mi madre en especial me enseñó a no avergonzarme de mí nunca.

- ¡ Mi madre !

No. Digo que tropecé con mi madre en la croasantería de enfrente de mi casa. Salió a mi encuentro.

Mi madre a sus cuarenta años es muy hermosa, rubia, estilizada y con un pecho muy bonito. Realmente siempre se ha cuidado. Los hombres siempre le han mirado con deseoi ncluso más que a mí. Y aunque en casa han practicado siempre una relación muy liberal, por ejemplo relaciones sexuales con otras parejas, siempre a preferido a mi padre.

-Alba ¿Que haces así? - preguntó sorprendida.
-He perdido la ropa mama- Dije rauda. Hinche entonces los pulmones e hice una pausa para estudiar su rostro de poker a ver si dislumbraba algún rastro de reprovación, antes de proseguir

- Estaba con Javi, él se fue y cuando me di cienta la ropa me había desaparecido.
- ¿Donde estabais? - preguntó.
-Pasamos la noche en el bosque de los jazmines.
- ¿Quieres las llaves de casa?
-¡no, me las dió papa!

Los coches reducían la marcha al advertirme.

En ese momento llegó la señora María, vecina del dos, que en ese momento salía del portal.

- ¡Alba! - dijo la vecina en voz alta y en tono de reprimenda.

Al escuchar pronunciar mi nombre, salió a su balcón Sandra, mi mejor amiga, hija de la señora María.

-¡Alba que guay! - Dijo Sandra aun en pijama desde arriba.

Yo aun estaba sentada en la moto y necesité contornear el cuerpo para mirar a mi espalda y arriba.

-¿Con Javi en el bosque de Jazmín? - Pregunto gritando con una sonrisa, a la que yo asentí.

Sandra entonces, en un acto de locura, se quitó de un flash el pijama y lo tiró por el balcón. Bailando desnuda sobre él.

-¡Sandrá! - Le gritó su madre - ¡Desvergonzada! ¡Entra pa adentro! ¿Quieres que te vea toda la gente?

Sandra se quedó un poco cortada, pero entonces pasó algo inaudito. Mi madre dejó caer la falda y también se quito la ropa y se puso a bailar.

Marina, la croasantera, conocida naturista, viendo la escena, rápido escribió en una pizarra de la entrada de la tienda y se desnudó también.

En la pizarra ponía: “50% de descuento en croasanes de chocolate para quien venga buscarlo sin ropa”

El primero fue un señor que estaba ya en la croasantería. Casualmente el marido de la señora María. La gente se volvió loca.

Toda la calle desnuda, , nunca mejor dicho, bailando expontaniamente y comiendo croasanes de chocolarte.

Caminando apareció entonces por allí Javi, muy cortado al ver la calle y con mi ropa en la mano.

-¿Escondiste la ropa en los Jazm…- No le dejé acabar la frase al pobre, como rayo de aurora me bajé de la máquina y le di un profundo, humedo y muy mio beso para que no siguiera hablando.

Acto seguido… comencé por quitar su cazadora de piel.

Sandrá gritó, puso música pop fuerte y se retomó el baile, desnuda en el balcón.

Simplente quiero añadir que este relato lo he escrito…

¡ Bailando !

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