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Me levanto levemente mi polla

~~Llevaba varios días con un leve pero incómodo dolor en el tobillo izquierdo ocasionado por un golpe que recibí en un partido de futbito con los compañeros de la empresa. Me resistía a ir al médico, ya que nunca me han gustado ni los hospitales ni los médicos, y un amigo me recomendó que probara con la fisioterapia.
 Cogí las páginas amarillas y busque la consulta más cercana. Encontré una que estaba a tres manzanas de mi casa. Victoria Sanz, Fisioterapia y masajes especializados Toque al dictáfono, me abrieron y subí al tercer piso. Nada más llegar me abrió la puerta una chica joven con una bata blanca que me preguntó si tenía cita. Le respondí que no y me dijo que había tenido suerte porque a esa hora no había nadie. Me indicó el camino y pasé a una sala que había al fondo del pasillo. Me dijo que me sentará en la camilla y que venía enseguida. Volvió en cinco minutos, parece ser que estaba hablando por teléfono. Era una mujer de unos 25 años, morena y delgada de estatura media. Sus ojos y su melena eran negros como el azabache, su mirada era insinuante y poseía una bella sonrisa. Portaba un top rojo que realzaba sus firmes pechos, el top estaba cubierto a medias con un delantal blanco totalmente desabotonado. También vestía unos ajustados pantalones vaqueros que realzaban sus sugerentes curvas.
 Cuando me preguntó cual era el problema, le señale mi tobillo y le conté lo sucedido. Me levantó levemente el camal del pantalón, me quitó el zapato y el calcetín y observo que estaba algo hinchado. Tras analizarlo me dijo que eso no era nada grave y que después de la sesión me sentiría muy aliviado. Nuevamente me señaló la camilla, me dijo que me quitará el pantalón junto con los zapatos y me tumbará.
 Me tomó el pie, lo untó con unos aceites especiales y empezó a masajearlo y acariciarlo hacia distintos lados, primero en círculos y luego subiendo y bajando. Poco a poco lo iba haciendo con mayor fuerza, me producía un ligero dolor pero al tiempo una sensación de alivio. Pero los movimientos no sólo se limitaban al tobillo sino que por momentos y para descanso de mi tobillo ella continuaba masajeando mi pierna izquierda desde el pie hasta el muslo. Cuando noté por primera vez que sus manos subían no pude evitar excitarme, veía como su espectacular top rojo se movía arriba y abajo al son de sus movimientos curativos mientras ella de vez en cuando me obsequiaba con una pícara sonrisa. Cuando de nuevo volvió al tobillo lo hizo de espaldas a mí y sentándose sobre mis piernas creo que fue entonces cuando se dio cuenta de mi espontánea excitación. Fue entonces cuando dio por finalizados los curativos movimientos. Me incorporé y puse mis manos sobre mi ropa interior para intentar disimular mi endurecimiento sobrevenido, momento en el cual ella me preguntó si tenía algún dolor más que requiriera de sus servicios. Yo le respondí que también me dolía un poco el cuello así que me pidió que me quitara la camisa.
 Esa fue la chispa que encendió la llama, a continuación comenzó a besar mi cuello mientras su mano derecha se fue directa hacía mi ropa interior. Allí se encontró con todo mi gran erección que fue premiada con continuos y animados tocamientos. Yo decidí dejarme llevar y volví a tumbarme en la camilla boca arriba. Ella paró un segundo y se quitó rápidamente toda la ropa excepto la bata blanca. Se situó de pie junto a la camilla. Estaba totalmente desnuda bajo aquella fina bata blanca.
 En aquel preciso momento reanudo sus caricias. Yo la miraba entusiasmado mientras mis manos exploraban su aterciopelada piel blanquecina. Sus besos cubrieron todo mi cuerpo empezaron en mi cuello y siguieron bajando lentamente hacia mi sexo en donde se encontró con su habilidosa mano. Fue entonces cuando decidió comprobar el gusto de mi apreciado manjar. Una y otra vez lo saboreo, con insistencia y dedicación. La pólvora estaba encendida, más bien ardiendo y mi cañón no tardaría en disparar.
 Ella se dio cuenta de ello, quiso contener mi eyaculación y paró de repente. Decidió cambiar de posición, se situó sobre mí y continuó besándome. Yo empecé a acariciar todo su cuerpo y fue entonces cuando sentí su húmedo y prieto interior. Estaba dentro de ella, sintiendo cada milímetro de su parte más íntima, de repente ella empezó a cabalgar cual amazona salvaje. Subía y bajaba, iba y venía. Mientras tanto con una de mis manos la agarraba de su fina cintura acompañándole en su insistente movimiento al tiempo que con la otra acariciaba sus firmes y duros pechos que no paraban de estremecerse con aquel movimiento infernal.
 Los dos jadeábamos a la par en aquél momento de pasión desenfrenada, mi éxtasis estaba a punto de llegar, poco tiempo más podría contenerlo, hasta que mi cañón se disparó en su interior. Aquella explosión de placer me dejó exhausto. Ella se detuvo muy lentamente y me dio un beso. Se levantó de la camilla se vistió rápidamente y me preguntó irónicamente, ¿Qué tal tu tobillo?, ¿Algún dolor más?.

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