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Categoría: Infidelidad

Una cita de mantenimiento cuando mi pareja no está en casa

Gabriel se había ido otra vez en un viaje de negocios. Quería llevarme con él y pasar uno días juntos después de que terminaran sus reuniones, pero nuestra pequeña Jessica todavía se estaba recuperando de un terrible resfriado. Así que después de casi dos semanas de él haberse marchado, me encontraba sola en casa, con todos mis quehaceres hechos, la casa como siempre impecable, pero, por supuesto, siempre se rompe algo cuando estás sola y tú pareja está lejos. La unidad de aire acondicionado del segundo piso dejó de funcionar, y en el calor de la Florida, tener aire fresco es una cuestión de vida o muerte, especialmente en el verano. Hice una cita con una compañía local de mantenimiento enseguida y me dijeron que iban a mandar un técnico al día siguiente.

Sabía que había hecho una cita con el técnico para venir a arreglar nuestro aire acondicionado y el venía a las 8 am, pero con mi nieta enferma, me pasaba trasnochada asegurándome de que ella estuviera bien, así que todavía estaba durmiendo cuando escuche el timbre de la puerta abajo. Di un salto de la cama, usualmente duermo desnuda, pero como estaba chequeando a la niña frecuentemente todavía llevaba mi blusa de dormir y unos pantaloncillos pequeños, arrebatando mi bata de baño de seda negra para tapar un poco lo ligero de mi vestimenta corrí hacia la puerta. Muchos técnicos solo tocan el timbre una sola vez y si no le abren la puerta ellos se van, con estos calores no quería pasar un día más sin aire acondicionado en la casa. No estaba despierta completamente por el cansancio del trasnoche, pero como pude me quite el pelo revuelto de la cara cuando abrí la puerta.

Me aclare la garganta y sonreí tímidamente cuando abrí la puerta, tirando de la sedosa tela de mi bata de baño sobre mis pechos. Me saludo un joven; probablemente de unos 21 o 22 años de edad, con cabello rubio, algo rizado y algunos rayitos más claros que le daban el aspecto de un surfista. Tenía una barba corta, también rubia, que enmarcaba su cara robusta pero juvenil, complementando un conjunto de hermosos dientes que brillaban cuando me sonreía. Se quitó las gafas cuando abrí la puerta, y me sorprendió lo inusualmente atractivo que era para un chico de su edad, o cualquier otro, para el caso. Era un hombre joven, de piel bronceada, bien parecido, alto, su estatura era imponente en comparación a mí que soy bajita. Se notaba que iba al gimnasio frecuentemente, tenía brazos musculosos y manos grandes, sus ojos verdes eran bellísimos.

“Oh, lo siento”, dijo, con un poco de vergüenza”. “¿La he despertado? Tenemos una cita a las 8am y estoy aquí para ver cuál es el problema con su unidad de aire acondicionado señora”

No tenía ninguna duda de que me veía como una loca, y podía sentir mis mejillas ardiendo de lo avergonzada que estaba.

“No, no, por favor, no se disculpe joven. Sabía que vendría, ¡debería haber estado despierta!” Me reí con nerviosismo y removí una vez más mi pelo que caía sobre mi cara, cambiando rápidamente mi mano para evitar que mi bata se abra. Hubo una pausa extraña cuando note que sus ojos seguían mi mano.

“¿Puedo pasar?” Él pregunto, algo dudoso.

“Oh, Dios mío, lo siento mucho joven”, me maldije internamente. Estaba tan avergonzada por la situación. Di un paso atrás y abrí la puerta, sus botas de trabajo se asentaban pesadamente en las baldosas del piso de la sala de espera cuando él entro. Cerré la puerta detrás de él y puse el cerrojo de seguridad, luego me aleje y observe su espalda mientras levanta unas cuantas hojas de papel en su portafolio y las miraba. Era alto y bien formado; prácticamente podía ver los músculos de su espalda a través de su camisa blanca. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi a un hombre que se viera tan bien. Era una combinación surrealista de estar prácticamente dormida y que un chico tan sexy esté en mi casa, me estaba dando un efecto extraño. Se dio la vuelta y me miró fijamente, luego a la puerta.

Con una sonrisa me dijo “voy a estar entrando y saliendo a menudo señora”, el miro de nuevo dentro de su portafolio. Curiosamente, sentí lo rápido que mi corazón latía y comenzaba a acelerarse cuando dijo aquello, y en realidad sentí un poco de cosquilleo en la parte inferior de mi abdomen. “Oh Dios mío” me dije a mi misma, me estoy poniendo caliente.

El me devolvió la mirada con una expresión confusa en la cara como cuando alguien mira a una idiota.

“Es posible que pueda dejar la puerta abierta, señora. Tendré que salir a mi camión en unos cinco minutos”. Él me regalo una sonrisa, posiblemente dándose cuenta de lo incómoda que estaba. Abrí la puerta y me disculpe.

Después de unos momentos de silencio, él cambiaba su mirada de sus papeles al termostato en la sala de espera; yo parada en silencio en el pasillo que va a la sala familiar, tirando de mi bata y ahora tratando de ocultar lo duro que estaban mis pezones desde que este jovencito llego a mi casa.

“Necesitaré subir al ático”, finalmente rompió el silencio, “Si me muestra dónde está, usted puede volver a dormirse. Se ve muy cansada señora. También necesito ver el termostato del segundo piso, si me lo pudiera mostrar por favor, le aseguro que estaré lo más callado posible para no molestarle”.

“Bueno, si gracias”, sonreí lo mejor que pude, dada mi falta de maquillaje y peinado. Él me regreso la sonrisa mientras me seguía hacia el segundo piso. No tengo idea de por qué se estaba riendo, pero también lo hice, encontrando que había superado mi incomodidad y el shock inicial de haber sido despertada tan repentinamente.

Subí la escalera al segundo piso y el me seguía de cerca, y juro que podía sentir sus ojos fijados en mis grandes nalgas y en la parte posterior de mis piernas. Me pregunte por un momento si le era posible ver más allá de lo que mi corta bata podía tapar. Me asombre a mí misma al desear que mi bata no esté cumpliendo su trabajo previsto.

Llegamos al pasillo del segundo piso y me detuve debajo de la escotilla del ático.

“Um, tendrá que jalar la cuerda para bajar la escalera usted por favor”, le dije, sonriendo tan inocentemente como podía. Él me sonrío, mirándome un poco despistado. Agarro la cuerda y me dio su portafolio.

“¿Por qué, es pesada o está trabada señora?”

“Mi… um … yo …” Mi mirada se movió sutilmente hacia mi bata. Él se detuvo y vi que sus bellos ojos verdes se abrían grandes mientras miraban hacia donde mis manos descansaban sobre mis senos, tratando de cubrir mis duros pezones.

“¡Oh! Por supuesto”, sus ojos dejaron de mirarme y el continúo bajando la escalera de acceso al ático.

“Y el termostato está justo al final del pasillo”, señale mientras le hablaba.

“Ya lo vi, gracias”, dijo, mirando hacia el ático. “Bueno, señora, puede volver a descansar ahora. Cuando termine dejaré la factura en la mesa del comedor abajo y me iré”.

Sonreí, un poco desilusionada de que no parezca tan interesado en mí como yo en él. Lo vi subir al ático en ese calor sofocante y me sentí bastante avergonzada cuando me di cuenta de lo innegablemente mojada que estaba al verlo subir al ático.

Me metí en el baño, me cepille los dientes y mi cabello, y hasta me puse un poco de maquillaje. Luego me dirigí a mi habitación y me metí una vez más en mi cama, cerrando la puerta detrás de mí. Podía escucharlo moviendo cajas en el ático mientras yo yacía allí, despierta y en silencio. Un pensamiento terriblemente travieso comenzó a bailar en mi cabeza.

Acostada sobre las cobijas en mi cama, me quite la bata y deslice mi mano bajo mis diminutas bragas y empecé a tocarme, pensando en nada más que en el magnífico hombre que sudaba irresistiblemente a unos pocos metros por encima de mí. Estaba tan caliente, que me corrí casi al instante. Sentí un clamor repentinamente, la falta de aire acondicionado hacia que la transpiración sea inmediata después de mi explosivo orgasmo. Arquee la espalda y gemí fuertemente, levantando y subiendo mi blusa de dormir para que mis duros pezones puedan sentir el aire de mi habitación cuando respiraba profundamente. Pellizque mi pezón izquierdo con mi mano libre y empecé a pensar en él.

Quería que me folle desesperadamente. Pensaba, “apuesto a que folla duro; se ve tan fuerte, como si pudiera penetrarme durante horas sin siquiera sudar.”

Él era todo en lo que podía pensar mientras yo movía las yemas de mis dedos arriba y abajo de mi raja, ondulándolos hacia arriba sobre mi clítoris hinchado repetidamente, deseando que él estuviera haciéndome esto a mí. Me pregunte cómo se vería debajo de esa ropa sudada; si es rubio en otros lugares también… ¡qué enorme debe ser ese pene misterioso! Un jovencito que se vea tan bien a esa edad es una de las cosas más agradables y embriagadoramente eróticas que puedo imaginar.

Ahora, aquí está lo bueno del plano de mi casa: para plegar la escalera del ático, uno debe abrir la puerta de mi habitación para no rasgar la pintura de la puerta o la pared que está encima. El tendrá que abrir mi puerta y me va a encontrar en esta posición tan precaria.

“Oh Dios, quiero que me encuentres así papito, desnuda y lista para que te folles a esta puta madura, ojala le gusten las mujeres maduritas a este niño”; gemí al escuchar la presión de sus botas contra los escalones de la escalera. ¡Está bajando! Hubo una pausa en sus pasos, tal vez esté contemplando si abrir o no la puerta; preocupado por despertarme otra vez, preocupado por asustarme por su intrusión.

Golpeo dos veces, con uno de sus nudillos; podía disentir por el sonido, jadee cuando vi que el pomo dorado de la puerta de mi habitación se retorcía y la luz del pasillo se filtraba rápidamente hacia mi cama cuando la puerta se abría.

Quizás pensando que al estar dormida no oiría su entrada, pero yo gemí ruidosamente y lancé mi cabeza hacia atrás cuando escuche que la puerta se habría. No podía verlo, pero sé que me está mirando. Estaba cubierta de sudor, mi cuerpo desnudo brillando a la luz tenue de una mañana nublada que emanaba de mi ventana y la luz del pasillo. Mis piernas abiertas, mis caderas inclinadas hacia arriba, mis tetas agitadas, mis pezones erectos, oscuros por la excitación, con una capa de gotitas de sudor salado y yo gimiendo y chillando como una puta caliente en la gloria de mi situación; Estoy segura de que le estaba dando un gran espectáculo mientras gozaba de mi segundo orgasmo justo cuando el entraba en mi habitación.

Suspire con fuerza mientras me calme un poco, dejando caer mis rodillas y quedándome un poco más quieta, con los ojos todavía cerrados. Estire todo mi cuerpo como una gata y seguí respirando pesadamente.

Mis párpados se agitaban momentáneamente antes de abrir mis ojos y mirar hacia arriba para ver a este bello niño parado a los pies de mi cama. Me puse a reír. ¡Qué sorprendido debía estar!

Sin embargo, no pareció asustado en lo absoluto. Su barbilla está hundida en su cuello y sus divinos ojos verdes estaban observando mi cuerpo desnudo su cara juvenil llena de sudor. Había un destello de algo que puedo reconocer solo como una poderosa lujuria, y su pecho está subiendo y bajando dramáticamente. Me di cuenta de que estaba jadeando, y dejó escapar una risita traviesa mientras yo le sonreía lujuriosamente.

“Lo siento mucho, jovencito”, ronroneé, dándome la vuelta sobre mi estómago y arrastrándome hacia el pie de mi cama. Él murmuro algo entre dientes, lo único que pude entender fue “que culo tan rico tiene esta mujer”, su sonrisa crecía mientras me sentaba en la cama y removía mis bragas. Ahora yo estaba completamente desnuda ante él. Sus ojos recorrían mi cuerpo, desde mis senos hasta mi vagina depilada.

“Se me fue el sueño después de haberlo visto,” dije seductivamente. “Se veía tan bien cuando llego esta mañana; no pude evitarlo. Espero que pueda perdonarme por mi indecencia, que pensara usted de mi”.

“Claro que la perdono señora,” finalmente habló, con una sonrisa cínica formándose en sus tentadores labios.

“¿Qué pasa? ¿Por qué me mira así?” Sonreí tímidamente y me incline hacia atrás, relajándome en la cama una vez más y en forma tentadora, exponiéndole mi cuerpo desnudo en toda su gloria a este lindo muchachito.

Él dijo sin quitarme los ojos de encima, “Debería tener más cuidado. Soy un extraño para usted señora. No sabe nada acerca de mí; podría haber venido aquí y aprovecharme de usted”.

“Sabe muy bien que podría hacerlo,” escuchaba sus palabras y mis piernas temblaban mientras me hablaba. Su voz era profunda y llena de poder. Rezaba tener la razón al suponer que follaba como sonaba su voz.

Con una sonrisa de buena puta que soy le dije, “¿Pero joven, usted hubiera querido lastimar a una mujer de mi edad?” Comencé a sentarme para caminar hacia él, pero él voló hacia mí rápidamente, casi como si estuviera en llamas. Se quitó la ropa, se arrancó sus prendas sudadas tan eficientemente como solo un hombre con experiencia puede, y estaba encima de mí en un instante.

“Usted es una mujer cachonda, ¿verdad señora?” Él gruño mientras separaba mis rodillas para ver mi coño mojado. Me estremecía mientras hablaba; juro que estaba a punto de correrme otra vez solo en la anticipación de que él me penetre.

“Dejándome encontrarla así… ¿Estaba pensando en follar conmigo, verdad señora?

Gemí en una mezcla de placer y conmoción cuando sentí como me metía dos dedos profundamente en mi vagina, usando su pulgar para presionar firmemente contra mi clítoris, sentí la piel áspera de sus dedos frotando en un movimiento rápido y circular. Asintiendo con la cabeza en respuesta a su pregunta.

“Sí, eso estaba pensando. Podía oler ese aroma de sexo cuando estaba bajando la escalera, dama cachonda. Lo sabía, lo sabía”. Agarro uno de mis duros pezones con su mano izquierda, y luego presiono hacia abajo con la palma de su mano, apretando toda mi teta con gran fuerza. Grite del placer y envolví mis manos alrededor de su muñeca. Mis manos se veían tan pequeñas en comparación con las suyas.

“¡Mierda señora, está tan mojada!” gimió, sacando sus dedos y usándolos para frotar los labios hinchados de mi vagina mientras se subía sobre mí y bajaba su cara hacia la mía. Tratando de sentarme lo suficiente para besarlo, pero él me agarraba del hombro y me empujaba hacia atrás. Mis ojos se abrían en sorpresa y sonreía con entusiasmo. Que fuerte y decisivo era conmigo.

“Bésame mi niño” Susurre, sonriéndole esperanzadamente.

“¿Besarte? ¿Besarte? ¿Es eso lo que quieres?” Presiono su pulgar izquierdo contra mis labios y lo recibí suavemente con mi lengua, curvando mis labios alrededor de su dedo y chupando sugestivamente. Él exhalaba con fuerza mientras le hacía esto, yo lo miraba dulcemente mientras mis manos acariciaban sus fuertes músculos pectorales y abdominales.

Poniéndose de rodillas una vez más, me agarro la cabeza y me puso en una posición sentada, usando sus dos manos para hundir su polla palpitante profundamente en mi boca. Su tamaño era como lo había esperado y querido, deslizando ese falo tan rico perfectamente dentro y fuera de mi boca mientras agarra mi cabello y gemía en voz alta.

Después de solo unos momentos de esto, me jalo hacia atrás y empujo mis hombros profundamente sobre el colchón, besándome con fuerza. Nuestras lenguas se encontraron felizmente, y envolví mis piernas alrededor de su cintura, tratando de atraerlo hacia mí. Gemía desesperada como una niña antes de perder su virginidad y levantaba mis caderas hacia las suyas, las cuales se cernían sobre las mías, mirándolo suplicante. Él sonreía malvadamente.

“¿Qué? Dime lo que quieres”. Me decía y me miraba con eso bellos ojos verdes.

“Quiero que me folles bien duro jovencito bello”, respirando fuerte, alcanzando su polla con mis manos e inclinándome para besarlo de nuevo. Era un sueño para besar; Sus labios suaves y su barba áspera me encantaban. Que rico era sentir esa verga gruesa latir en mi mano.

“Eres unas de esas maduritas pretenciosas que aman follar hombres jóvenes ¿verdad? Di por favor cabrona”, ordenaba, devorando mi cuello a besos y lamidos.

“Por favor,” dije juguetonamente.

“Di por favor, señor”.

Me queje y trate de bajar sus caderas con mis piernas, el muy cabrón solo se río.

“Dilo putita”

“Por favor señor” Yo dije a regañadientes.

“Ahora di: ‘Gracias por arreglar mi aire acondicionado'”. Ambos nos reímos.

Comencé, “Gracias por…” Apenas tuve la oportunidad de decir dos palabras cuando sentí su dura polla metida profundamente dentro de mí, abriendo mi vagina en un instante. Deje escapar un grito de placer, pero fui incapaz de recuperar el aliento antes de que él me esté follando furiosamente.

Por lo general trato de evitar ser escandalosa durante el sexo para que Jessica no se percate de lo puta que su abuela es, pero con la mala noche y los medicamentos que le había dado no iba a escuchar nada; me parecía inútil intentar siquiera silenciarme. Éste jovencito me estaba follando tan duro y tan profundo como físicamente posible. Lo miraba impotente, jadeando y gimiendo; y él solo sonreía, observando mi cara contorsionándose de placer y mis tetas bailando al vaivén de sus embestidas mientras molía sus caderas contra las mías.

Me besaba apasionadamente, moviendo sus labios sobre mi cuello y bajando a mis tetas, lamiendo y chupando mis duros pezones. Su aliento era cálido y rítmico, coincidiendo con sus estocadas. Me moría de placer, su enorme verga me estaba matando de gusto. Cuando de repente se abre camino hasta mi cuello y me susurra al oído.

“¿Es esto lo que querías, mamacita? ¿Es esto lo que pensaste que sería estar conmigo?”

Gabriel ya había estado fuera de casa más de una semana y yo me encontraba con unas ganas increíbles de tener sexo, este niño me había caído del cielo. “¡Sí!” Gemí, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y abrazándolo fuertemente, “¡Es exactamente lo que quería mi niño lindo! ¡Es perfecto!”

“Entonces córrete para mí, mamita. Sé que te encanta esta verga joven. Sé que estás a punto de hacerlo; puedo sentir que te aprietas”, Él paso su mano derecha por mi costado y por el borde externo de mi muslo. Tenía razón: estaba al borde de mi tercera explosión; él era demasiado caliente, su polla era demasiado gruesa, sus habilidades eran demasiado buenas para que dure un minuto más.

“¡Vamos, mama, vamos!” Me indicaba, cuando siento que la electricidad de un orgasmo que se aproxima se acumula en mis rodillas y en lo más profundo de mí ser. Sus palabras me volvían loca, gritaba como una puta en celo, este chiquillo era increíble, como quisiera adoptarlo para que me coja así cada vez que Gabriel esté ausente de la casa.

Se recuesta sobre sus rodillas, subiendo mis caderas hacia arriba y mirándome mientras me empalaba con toda la longitud de su erección; viéndome arquear y retorcerme mientras sostenía mis nalgas fuertemente con sus fuertes manos. Mis tetas saltando por la salvaje embestida. Su empuje se detuvo por un momento y me di cuenta de que él sabía que él también se iba a venir.

Lo escuche gruñir mientras comenzaba a follarme más fuerte que nunca, forzándose al borde de una liberación suprema.

“¡Vente mami!” Él ladraba, pero apenas podía oírlo por encima de mis propios gritos y gemidos cuando caí víctima del más extraordinario vértice de placer sexual que he experimentado en mis cuarenta y nueve años de vida.

La vista de mi erupción fue obviamente demasiado exquisita para él. Me asegure de verlo mientras echaba la cabeza hacia atrás y gemía brutalmente mientras se las arreglaba para darme el gusto de sus últimos empujes antes de que salga de mí. Él libero mis caderas con el tiempo suficiente para que me ponga de rodillas e inhale su verga pulsante antes de que sus deliciosos fluidos salgan a mi boca expectante. Use ambas manos para ordeñar hasta la última gota de su hermosa verga antes de separarse de mí.

Por unos buenos cinco minutos nos recostamos desnudos en mi cama, tratando de recuperar el aliento. Él me besa esporádicamente, agarrando mi cara y acariciando mi cuerpo cada vez, gimiendo ocasionalmente y riendo para sí mismo.

“Eres una mujer increíblemente sensual, me fascinan las mujeres maduras tu follas muy rico y tienes un culazo espectacular”

Le di la cara y mirando esos ojos verdes le dije, “Gracias mi amor, me encanta como eres”

“Menos mal que pude hacer que ese aire acondicionado trabaje”, se reía mientras se levantaba y se ponía los pantalones. “Nos estamos quemando aquí”.

Lo acompañe a la puerta, desnuda; coloque la factura en la mesa y el me agarro, abrazándome a él para un último beso. Ninguno de los dos hablo de intentar recrear la increíble escena en el futuro. Lo vi alejarse y suspire por la maravillosa mañana que tuve.

Esto fue ya un par de meses atrás. La mala noticia es que, sinceramente, lo he echado de menos y desearía haber sugerido que nos volviéramos a ver. La buena noticia es: nuestro aire acondicionado de la planta baja no está trabajando bien y Gabriel va estar de viaje en un par de semanas.

Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 9
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