Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Maduras

La señora del planchado (1)

Mariela es una clienta habitual de mi negocio. La conocí un poco más, cuando un día me pidió si podía poner un aviso en que se ofrecía a realizar labores de planchado a domicilio, me llamó la atención el aviso, pues mi empleada no era muy buena en esto. Y yo soy bastante exigente con el planchado de mis pantalones y especialmente de mis camisas. Por lo que un par de veces le pasé mi ropa para que me la planchara. Mariela, es una mujer de aproximadamente 45 años, para su edad, se mantiene bastante bien, su cuerpo es esbelto, y se nota bien conservado. Ella es casada y tiene 5 hijos, cuatro hombres y una Lola de 20 años, el mayor es casado y los otros tres son lolos entre 15 y 18 años. A través del tiempo, con Mariela nos hemos hecho bien conocidos, y ella me cuenta mucho de sus salidas con su grupo de amigas, de las osas que pasan con sus hijos, y un poco de la relación que tiene con su marido; por lo que la conozco bastante bien.



Cuando llegue a abrir, Mariela estaba esperando que abriera, junto con el panadero, como era temprano y día domingo, abrí la puerta del costado del negocio para que entrara el panadero, dejo el pan y se fue, así que mientras ordenaba para abrir, le dije a la señora Mariela que pasara para atenderla antes de abrir.



La empece a atender y la note triste.



¿Qué le pasa a la Marielita que anda triste?



Nada, es que mi marido me retó.



¿Por qué la retaron ahora?



Es que anoche fui a la sede de la Junta de Vecinos y llegue después de las doce de la noche, y mi marido me trató hasta de puta.



Pero y usted no le dijo nada.



Si, le dije que en la casa me aburría, y que como con él pasaba muy poco, tenía que entretenerme con mis amigas.



Me da la impresión que usted no es muy feliz en su vida.



En realidad no he sido muy feliz. El ni siquiera sabe atenderme bien.



¡Ufff!, A una mujer como usted, yo la tendría en un altar.



Si pero mi marido casi nunca me toca, y cuando lo llega a hacer, solo se preocupa de él.



Mariela, tu alguna vez has sentido un orgasmo con él.



A esta altura la situación se estaba poniendo interesante, Mariela me estaba contando toda su vida sexual y estaba en una posición super débil.



Mira, la verdad es que yo no sé que es sentir un orgasmo. Mi marido ha sido el único hombre en mi vida, y el siempre dice que el no es muy bueno en el sexo.



¡Pero Mariela, jamás haz sentido un orgasmo! Eso no lo puedo creer.



Es la pura verdad, a pesar de la cantidad de hijos que tengo, y del mucho sexo que he tenido con él, jamas he sentido nada.



Pero Mariela, ni siquiera haz tenido un orgasmo masturbándote.



¡No! Yo jamás he hecho eso.



En vista que la situación se ponía media cálida, decidí jugármela de una vez. Aprovechando que andaba recién bañada, y que andaba con un vestido corto y por último que para su edad tenía un físico bastante deseable, salí de atrás del mostrador y la lleve cerca de la puerta principal que aún estaba cerrada. Le tome una mano dándole y suave beso y le dije:



Mariela, yo sería capaz de hacerte sentir aquí mismo un orgasmo, sin ni siquiera penetrarte.



Mariela se puso colorada, y trato de acercarse a la puerta chica, como para salir.



La tome por la cintura, suavemente le cerré los párpados y la bese suavemente en los labios, ella en ese momento se entregó, y empece mi tarea de complacerla.



¿De verdad puedes hacerme sentir un orgasmo sin penetrarme?



Te aseguro que puedo hacer que sientas como nunca haz sentido, tal como te dije antes.



La volví a besar pero esta vez le di un gran beso con lengua, luego le empece a besar el cuello y a pasarle la lengua por todo su cuello y los lóbulos de las orejas, mientras con la parte de afuera de una mano le tocaba suavemente uno de sus senos, y con la otra la tomaba no muy suavemente del pelo.



Mariela empezó a gemir suavemente, le tome sus manos y se las puse en la reja de protección para que se afirmara mientras yo hacia de las mías con mi boca y manos.



Lentamente, le desabroche el vestido con una mano, mientras con la otra le tomaba una pierna y empezaba a subir por dentro del vestido hacia sus caderas; mi primera sorpresa fue que no usaba sostén, la segunda y la más grata, fue que tampoco tenía calzones.



¡Que sorpresa! Mi temperatura subió y mi entrepierna también.



Así que aprovechando esas ventajas, mi tarea fue mucho más fácil, empece a besar sus senos, luego le chupaba los pezones que al primer contacto se pusieron muy duros, se los mordisqueaba y se los succionaba alternativamente.



Mientras Mariela lo único que hacia era jadear.



Empece con mis manos a recorrer sus piernas por debajo del vestido, hasta que llegue un poco más debajo de sus caderas, con mis pulgares le empece a tocar una abundante mata de vellos, que empece a seguir hacia el centro de su triángulo del placer.



¡Por favor para, para! Decía Mariela entre gemidos.



Mis pulgares llegaron suavemente al centro, encontrándose con unos labios gruesos y a esa altura, muy jugosos, empece a recorrer sus labios vaginales con mis pulgares de adelante hacia atrás y de vuelta, hasta que apareció su clítoris, que era como un cuesco de aceituna, luego lo comprobaría visual y lingualmente.



Levante su vestido, hasta la altura de su cintura y empece a bajar con mi lengua desde sus senos hacia su vagina, me detuve un poco en su ombligo, para pasar sobre su vestido directamente a sus piernas, llegue con mi lengua a sus muslos y empece a subir, dejando una huella con mi saliva, el olor de su sexo combinado con el olor a recién bañada, me volvía loco.



No aguante más y metí completamente mi lengua en su sexo, me agache un poco, y puse sus piernas sobre mis hombros, y me levante con ella sentada en mis hombros y todo su voluminoso sexo en mi cara.



Mariela, seguía afirmada de la reja, la posición en que estabamos era completamente erótica, como de película.



Mi lengua recorría completamente el canal de su vagina, mis labios, mordisqueaban los suyos.



¡¡Ahhhh! Que rico. Que rico, sigue, sigue, sigue.



¿Te gusta, te gusta?



¡¡Sííííiííííííííí!!! Por favor, no pares, me siento mujer.



¿Ves? Te dije que te podía hacer gozar sin meterlo.



¡¡¡¡Síííííí!!!!! Más, máááás.



Mi lengua entró en su vagina, mis labios soplaban y aspiraban hacia su interior, y Mariela se retorcía de placer sobre mis hombros, sus piernas apretaban mi cuello casi ahorcándome.



Con mis manos la levante de sus glúteos, dejando mis dedos medios en la entrada de su ano, estos recorrían toda la circunferencia de su ano. Mientras con mis labios, le atrapaba su clítoris, y le tiraba sus labios, Mariela empezó a morderse los labios de tanto placer que sentía; apretó mucho más fuerte sus piernas en mi cuello y dejo escapar un gran suspiro a la vez que soltaba sus brazos de la reja.



Había tenido un gran orgasmo.



La baje con mucho cuidado de mis hombros, se bajo el vestido, se seco la transpiración de su frente, me miró fijamente a los ojos y coquetamente me dijo:



¿Ahora me puede vender pan?



Compro lo que tenía que comprar, pago y se fue. Al llegar a la puerta se despidió con un guiño y comento:



Así me gusta que me atienda, parece que voy a tener que venir más seguido a comprar a primera hora. Nos vemos después.



Se dio media vuelta y se marcho.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1337
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 52.15.231.106

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.911
»Autores Activos: 2.207
»Total Comentarios: 11.830
»Total Votos: 511.742
»Total Envios 21.927
»Total Lecturas 99.251.902
Últimas Búsquedas