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Categoría: Confesiones

Después de una semana complicada es momento de relajarse

Ya habíamos preparado todo para la gran tarde. Pasé por algo de dinero al cajero, llegué a casa ansioso por disfrutar de aquel acontecimiento, comencé por echar a la mochila lo que ella quería, un par de zapatillas negras de tacón alto que recién había comprado, un dildo rosa de unos 25cm, otro más de menor tamaño, pero de vibración, algunos condones y unas tangas que ella había olvidado hace ya tiempo.

Pasé por ella en el carro dispuestos a ir a toda prisa a un motel que nos brindara la tranquilidad que desde hacia tiempo estábamos buscando. Ella es de una estatura promedio, de un pecho lo suficientemente grande como para no ser abarcado por una mano, un trasero de proporciones decentes, cabello negro semiondulado.

Después de pasar por ella, íbamos platicando sobre lo que haríamos llegando, comiendo ansias sobre lo que nos esperaba. Al llegar nos recibió una chica de unos 30 años, con una cara muy pasible, casi sin expresión, pero bueno, nosotros no íbamos a ver caras, íbamos a coger. Después de pagar la habitación con jacuzzi, subimos a explorarla, sacamos las cosas de cada mochila y ella había llevado algo más para verse como mi puta.

La habitación realmente no estaba mal, el techo podía iluminarse de rojo, había un potro a juego, dos sillas de piel junto con una mesa y una gran cama que no hacía ruido por si algo se ponía más intenso de lo normal. Después de unos minutos de haber entrando en el baño, ella salía vestida con una falda a cuadros, medias de red por debajo, una tanga de hilo negra y un sostén de encaje junto con las zapatillas altas.

Luego de tomar su cintura comenzamos a besarnos de forma agresiva mordiendo los labios a punto de arrancarlos, ella solo mencionó.

-Bájate el bóxer- Procedió a agarrarme la verga fuertemente para luego comenzar a lamer de arriba abajo sacando la lengua lo más que podía para poder chupar cada centímetro de aquel trozo de carne, algunas veces se lo metía hasta el fondo de su garganta aguantando hasta no poder más. Luego de un rato de estar chupando, se acomodó en la orilla de la cama con la cabeza en la esquina para que yo pudiera seguir metiendo mi verga hasta el fondo de su garganta. La sensación de calor y humedad, mezclada con sus gritos de placer al estar estimulando su clítoris, hacía que la situación se tornase más excitante.

Después era mi turno de comer, comencé a mover ese delgado hilo de sus glúteos para probar su zona anal, mientras con mi mano estimulaba el clítoris de un lado a otro, hacia delante y atrás, arriba y abajo, metiendo mi dedo a modo de que ella gozará de todas las formas posibles el placer de ser estimulada de ambos lados. Su boca solo exhalaba gritos de placer y luego de un tiempo de estar chupando me dijo:

-Métela

– ¿Por dónde? – Pregunté yo-.

-Por el culo- terminó diciendo-.

Acto seguido, le pedí que humectara nuevamente mi pene para que pudiera entrar con facilidad, y vaya que lo conseguí, bastó con un rato de jugueteo entre meter y sacar la punta para que se acostumbrara a la sensación ella se penetrara, duro y de golpe. Cada sentada era un éxtasis de placer. Lo apretado de esa zona permitía sentir algo indescriptible pero muy placentero. Era mi turno de seguir con la acción, poniéndola de pie y haciendo sus brazos para atrás, pues quería tener el control total. La espalda arqueada permitía que su trasero sobre saliera más de lo habitual y la forma de agarrar sus brazos me daba a mí el poder de darle duro una y otra vez.

Cansados de la posición y con el afán de probar algo nuevo, ella comenzó a preparar el juguete rosa más grande, con su hábil lengua dio diversas chupadas a ese juguete que más bien parecía paleta y lo insertó de lleno en su vagina. Me encantaba ver cómo gozaba, la deje un rato jugar a solas mientras escuchaba la vibración y sus pujidos.

No pude aguantar más, me paré detrás de ella y con el pene dirigido a su ano comencé nuevamente a penetrarla mientras el juguete estaba enfrente. Su cara fue de total placer, al inicio dolió un poco porque no estaba acostumbrada a tener dos penes en su cuerpo al mismo tiempo. El calor aumentaba y las vibraciones del juguete nos hacía gritar de la emoción, su tanga estaba totalmente húmeda y las contracciones en su cuerpo eran tan notorias y constantes que no podía mantener la posición del perrito dejando caer su cara completamente a la cama, exponiendo todo su sexo a mi entera disposición.

El tiempo pasaba y las vibraciones estaban a punto de hacerme venir, ella gritando por más y yo teniendo tremenda vista, procedía a golpear sus nalgas hasta dejar mi marca. La excitación terminaba con nosotros y finalice el acto sacando mi verga de su cuerpo y llevándola a su boca para que ella disfrutará del postre de su trabajo.

Mientras me venía me miraba con la intensión de hacerme sentir que ella quería tener esa leche en su boca, viniéndome de inmediato y a grandes flujos, lo comió sin pensar, esbozando una sonrisa al terminar.

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