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Me despertó la risa de mi prima y los gritos de su amiga. Pensando que María estaba nuevamente torturando a mi otra amante, decidí salir a ver qué ocurría. La escena que vi me hizo caer de rodillas y soltar una carcajada. .El puto mono había vuelto y aprovechando que las dos mujeres estaban atadas, se había abalanzado sobre Rocío y estaba mamando de sus pechos. La cara de asco de la muchacha chocaba con la satisfacción del primate mientras trataba de obtener el fruto de esos senos hinchados. Creyendo que al igual que las hembras de su especie, si las tetas de la morena estaban abultadas era señal de que tenían leche, el jodido animal quería robar ese néctar que suponía que el azar había puesto a su disposición.
―¡Quítamelo!― gritó la morena al verme salir.
Sin darse cuenta, había dicho las mismas palabras que su amiga ante el ataque del simio. Descojonado por la situación, espanté al intruso y desatando a las dos, me reí de la morena:
―La culpa es tuya. El pobrecillo solo ha seguido a su instinto. Yo personalmente lo comprendo: ¡Tienes unos pechos que son una tentación!― le solté acariciándolos.
Indignada por mi tomadura de pelo, se levantó y dándose la vuelta se zambulló en el mar a tratar de limpiarse las babas de sus pezones:
―¡Qué asco!― escuché que decía mientras se lavaba― ¡Como le coja, lo mato!
El calor del día anterior, nos había dejado sudado por lo que acercándome a la playa, decidimos tanto María como yo unirnos a ella:
―Vamos a tener que poner nombre a mi competidor― exclamé mientras salpicaba a mi prima: ―Ese bicho tiene predilección por mis hembras.
Muerta de risa, María contestó:
―Deberíamos llamarlo “Pollatiesa”, ¡siempre está cachondo!
―Si es por eso, deberíamos ponerle Mario― contesté cogiéndola de las caderas y presionando mi pene contra su culo.
Mi querida pariente restregó su trasero encantada de sentir cómo mi miembro se iba despertando y cuando lo tuvo inhiesto, se dio la vuelta y pasando sus piernas por mis caderas, se ensartó pegando un gemido de satisfacción, tras lo cual y dirigiéndose a la morena, le gritó:
―Mientras mi primo me folla, puedes llamar a Mario para que te consuele.
La aludida ni se dignó a responderla y hecha una furia, volvió a la choza. Reconozco que debía de haber ido a consolarla pero en ese momento era más prioritario para mí, el terminar de tirarme a la rubia. Jamás había follado dentro del agua y por eso me sorprendió la facilidad con la que aun estando de pie aguanté su peso mientras la penetraba. También para la zorra de mi prima debía ser novedad porque comportándose como una loca, metía y sacaba mi pene de su interior con una ferocidad brutal:
―¡Me encanta!― gritó entusiasmada.
Su entrega me llevó a meditar sobre cómo había cambiado su actitud en esos cuatro días y agarrando sus nalgas con mis manos, pregunté:
―¿Te has dado cuenta de lo que te perdiste durante tanto tiempo?
―Sí, ¡Cabrón!― chilló― De haberlo sabido, me hubiese acostado contigo desde hace años.
Satisfecho por su respuesta, seguí machacando su sexo con violencia hasta que la oí gritar de placer y entonces cortando su pasión me separé de ella.
―¡Vamos a la orilla!― ordené y llamando a su amiga, me dirigí hacia la playa.
Mi pene inhiesto marcaba el camino. Al llegar a la arena, me tumbé al sol y viendo que ya tenía a las dos muchachas a mi lado, cerré los ojos y les dije:
―Quiero que aprendáis a compartir.
Ninguna de las dos entendió mis palabras y por eso tuve que aclarárselo diciendo:
―Empezad a comer.
Mi gesto señalando el miembro erecto que tenía entre las piernas, les terminó de sacar de dudas y agachándose ante mí, las dos comenzaron a darme una mamada a dúo. No supe de quien era la boca que me chupaba la polla ni cuál era la que se había metido mis huevos en su interior y además me daba igual, lo único que deseaba era demostrarles quien mandaba. Alternándose en las caricias, María y Rocío consiguieron elevar mi excitación a niveles increíbles y profundizando en mi dominio, les exigí me dejaran y que se tocaran entre ellas. Debido a que mi prima estaba previamente excitada, la morena se encontró con un coño encharcado que tras un par de toqueteos, empezó a berrear de gozo pero en cambio María tuvo que emplearse a fondo por que Rocío seguía cabreada. Disfrutando de mi poder, les fui ordenando diversos cambios de posturas mientras las miraba decidiendo en cual de esos dos chochos iba a vaciar mi simiente.
Completamente embadurnadas de arena, mis dos hembras fueron variando sus funciones y unas veces era la rubia la que se comía el sexo de la morena y otras, era la morena la que hacía lo propio con el de la rubia. De tal manera que fui testigo de sus orgasmos y cuando ya estaban ambas lo suficientemente estimuladas, pregunté:
―¿Quién quiere disfrutar de mi pene?
Las dos al unísono respondieron que ellas y soltando una carcajada, les solté mientras me dirigía hacia la choza:
―Solo puede ser una. Decididlo entre vosotras y cuando lo hayáis zanjado, espero a la afortunada en la cama.
Descojonado las escuché discutir y tal como había previsto, se enzarzaron en una pelea que si bien empezó a gritos terminó a golpes. Cada una deseaba para sí el privilegio de ser tomada por mí ya que interiormente suponían que sería la favorita durante nuestra estancia en ese puñetero islote. Durante varios minutos oí la pelotera y después silencio. Creyendo que había ganado una, esperé con impaciencia descubrir cual había resultado ganadora pero curiosamente las vi llegar a las dos arañadas y con un ojo morado.
―¿Qué ha pasado?― pregunté muerto de risa.
Mi prima tomó la palabra:
―Hemos decidido que no sea una sino las dos las que estén contigo. Vamos a pasar mucho tiempo juntos y creemos que como has dicho, debemos aprender a compartir.
Me resultó extraño que hubiesen llegado tan pronto a esa decisión y como era exactamente lo que buscaba, las llamé a mi lado. Pegando un grito de alegría se acercaron hasta el camastro y sin esperar a que les diera permiso, se abalanzaron sobre mí. La primera en hacerse con mi pene fue Rocío que poniéndose a horcajadas sobre mis piernas se lo fue introduciendo en su interior mientras su amiga ponía su sexo en mi boca. La tentación de tener ese chocho a escasos centímetros me obligó a recorrer con mi lengua los pliegues de su vulva antes de concentrarme en su botón.
―¡Dios! ¡Qué gusto!― bramó María al sentir mis dientes mordisqueando su botón.
La humedad de su entrepierna me reveló hasta qué grado mi querida prima estaba cachonda y por eso metiendo un par de dedos, decidí forzar su calentura. Al experimentar mis yemas recorriendo su interior, la muchacha pegó un gemido y al oírlo su amiga, le cerró la boca con un beso mientras cogía sus pechos entre sus manos. Poseída por las sensaciones que se acumulaban en su entrepierna, no pudo evitar correrse en mi boca.
―Yo también quiero― señaló su amiga y cambiando de posición, puso su vulva en mi cara mientras mi prima se ensartaba con mi polla.
Amo absoluto de la situación, mi sexo fue alternando de un coño a otro mientras sus dueñas se besaban y acariciaban con pasión. Desgraciadamente mi sobre excitación hizo que me corriera en seguida pero entonces, observé que las dos crías completamente insatisfechas se lanzaron de lleno al placer lésbico mientras me recuperaba. Sus lenguas, sus pechos y sus coños fueron instrumentos que les fueron acercando al placer sin control. Ni siquiera me dieron ocasión de ayudarlas y al cabo de pocos minutos, las vi convulsionar víctimas de un gigantesco orgasmo mutuo.
Agotadas, se dejaron caer sobre el catre sin percatarse que ese placer solidariamente regalado les había unido más que los años de amistad en el exterior de la isla. Las dejé descansar y solo cuando comprendí que se habían recuperado, les recordé que teníamos cosas que hacer y les pedí que se levantaran. Entonces María, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me soltó:
―Primo, ¿no recuerdas que todavía hoy Rocío es nuestra esclava? ¡Vuelve a la cama! Le toca a esta zorra servirnos.
Muerto de risa, observé que la aludida se levantaba y ya en la puerta de la choza se dio la vuelta y le respondió:
―Tienes razón, hoy soy yo vuestra criada pero recuerda que mañana y pasado mañana, serás tú. ¡Te aviso que pienso ser un ama exigente!
Capítulo 5
La mañana del quinto día me desperté al sentir que una mano me iba acariciando por mi cuerpo. Al abrir los ojos, vi a Rocío completamente desnuda bajando con su boca por mi pecho mientras su mano recorría mi entrepierna. Satisfecho por esa forma de amanecer, me la quedé mirando a los ojos y me puse a disfrutar de sus caricias. La morena se percató que estaba despierto y poniendo tono de puta, susurró en voz baja:
―Necesito tu polla.
Tras lo cual se agachó y comenzó a besarme el capullo. Cerrando sus labios recorrió todo mi pene colmándolo de besos mientras con una mano lo agarraba fuertemente y con la otra me acariciaba los testículos. Habiendo conseguido su objetivo que no era otro más que consiguiera alcanzar su tamaño máximo, empezó a lamérmelo de arriba abajo sin dejar de masturbarme lentamente.
Como comprenderéis después de unos minutos, estaba loco de excitación e impaciencia:
―Chúpamela, joder.
―No seas ansioso― respondió con una sonrisa dando otro lametón. Desde mi posición, observe a la morena, bajando por mi pecho y abriendo su boca, comenzar a meterse alternativamente mis cojones, chupándolos fuerte mientras no paraba de masturbarme. Cuando consiguió dejarlos completamente empapados con su saliva, hizo algo que desde entonces es de lo que más me gusta: cogiendo mi pene como un bate de beisbol, se dio golpes por toda la cara mientras gemía profundamente.
Mi excitación era total, deseaba que esa puta se introdujera mi pene hasta sus amígdalas pero haciendo caso omiso a mis deseos, Rocío siguió jugando con mi miembro cada vez más contenta. Sin previo aviso, abrió sus labios y se la metió en la boca. El ritmo de su mamada era lento pero constante. Buscando volverme loco, de vez en cuando paraba y me miraba para que yo fuera quien le rogara que siguiera y en cambio otras, dejaba que de su boca saliera el sobrante de saliva dejándolo caer sobre mi glande, con la clara intención de provocarme.
―Eres una guarra― le solté a la par que presioné su cabeza contra mi pene.
No le molestó que toda mi extensión se encajara en su boca ni que su garganta tuviese que absorberlo por entero y dando por sentado que eso era lo que o quería, se empezó a sacar y a meter mi verga sin quejarse. Al sentir el calor y humedad de su boca acogiéndola con mimo en su interior, creí que me iba a correr y por eso tuve que realizar un sobre esfuerzo para no derramar mi simiente en ese momento. Mi amiga cada vez más cómoda, incrementó la velocidad con la que me estaba realizando la mamada y llevando una de sus manos a su vulva, se empezó a masturbar.
―¿Te gusta cómo te la mamo?― preguntó con voz excitada.
―Sí, putita mía. ¡Me vuelve loco!
La confirmación de mi lujuria lejos de satisfacerla la llevó a dar un paso más y con los ojos inyectados de deseo, me soltó:
―Creo que esto te va a gustar todavía más― tras lo cual, izando su cuerpo puso mi polla entre sus tetas y las apretó con las manos, creando un conducto estrecho alrededor de mi miembro. Una vez ya la tenía donde ella quería comenzó a hacerme una cubana, subiendo y bajando su cuerpo –o ¿no te gusta que te folle con mis pechos?
No había comprendido hasta entonces porque se había ocupado de embadurnarme por completo mi sexo con su saliva. Anticipando lo que me iba a brindar, la había dejado llena de babas, de forma que al ponérsela en el canalillo estuviera lo suficientemente lubricada para resbalar con facilidad entre sus pechos. Con su pecho convertido en un sexo tibio y húmedo, Rocío me fue follando cada vez más rápido.
―¿Te gustan mis tetas? ¿Te gustaría correrte en ellas?― preguntó con voz sensual mientras se mordía los labios con el afán de provocarme.
Aprovechando mi más que patente calentura, la muchacha apretó con sus manos aún más sus senos y riéndose de la cara de deseo que descubrió en mí, preguntó:
―¿O acaso prefieres que vuelva a comérmela?― y sin dejar de menear mi pene, me soltó – A esta puta le apetece sentir tu semen en su cara. Me encantaría que te corrieras sobre mí.
Demasiado caliente para decidir donde explotar, me quedé callado al estar totalmente concentrado en la cubana. Rocío al verificar mi ausencia de respuesta, insistió:
―¡Me tienes brutísima!. Estoy sedienta y deseosa de tu leche. Quiero que desparrames tu semen por mi piel y me embadurnes con él, mientras me follas.
Sus palabras me hicieron enloquecer y reprimiendo mi impulso inicial que no era otro que ponerla contra la mesa y follármela en plan perrito, decidí que tendría todo la vida para hacerlo y que en ese momento, me apetecía que siguiera con su mamada. Al oír en voz alta mis deseos, la morena sonrió y agachando su cabeza, abrió su boca y sensualmente se la metió hasta el fondo. Sus labios, al introducírsela, fueron apretando mi extensión y llegando hasta la base de mi pene, la besaron dando inicio nuevamente a una espectacular felación.
Con una velocidad de vértigo, profundizó en mi placer a base de profundos lametazos sobre mi polla mientras con la mano me empezaba a pajear. La excitación acumulada y su maestría al hacérmela produjeron que naciendo de mis entrañas, el placer se fuera acumulando en mis huevos y sabiendo que no iba a tardar en explotar, se lo avisé. Rocío haciendo oídos sordos a mi advertencia, siguió dotando a sus maniobras de un frenético ritmo hasta que ya no pude contenerme más y estallé dando gritos.
La primera oleadas de places cayeron dentro de su boca pero entonces la muchacha se la sacó y pegando mi glande a su cara, fue repartiendo mi semen por su rostro como si estuviera esparciéndose una crema revitalizante. Alucinado al terminar de eyacular, observé sus ojos impregnados de deseo mientras su dueña escupía el semen que tenía acumulado en su boca en su mano y con una cara de zorra increíble, se empezaba a embadurnar sus pechos.
Nunca había visto hacer eso.
Descojonada, al ver mi cara de sorpresa, Roció soltó una carcajada antes de correrse ella misma al sentir mi simiente en su cuerpo. Ni que decir tiene que esa erótica visión volvió a reanimar mi alicaído miembro y queriendo reiniciar hostilidades, le di la vuelta.
―¡Espera!― protestó riéndose de mi cachondez ―¡Tienes que ver algo!
No comprendía que se refería hasta que al salir de la choza tras ella vi a mi pobre prima atada entre dos postes. Me quedé de piedra al comprobar que mientras estaba dormido, la morena se las había ingeniado para inmovilizar a María. Con los brazos y las piernas sujetas con cuerdas, la rubia estaba de pie indefensa. Ella al verme se intentó zafar de su castigo pero no pudo quejarse porque tenía a modo de bozal un trapo en la boca.
―¿Qué te parece?― preguntó Rocío mientras le daba un doloroso pellizco en un pezón – ¡La muy tonta se ha dejado atar pensando que era un juego!
Muerto de risa, di una vuelta a su alrededor, verificando que estaba firmemente sujeta, tras lo cual, le di un azote mientras preguntaba a su captora que pensaba hacer con su víctima.
―Siempre he deseado tener una esclava que azotar y quien mejor que esta niña pija― contestó mientras cogía un trozo de cuero: ― ¿Me dejas probar?
Hasta entonces no había asimilado que lo que estaba haciendo era pedirme permiso. Convencida de que nuestra estancia en esa isla iba a ser larga, la muchacha no quería hacer algo que luego repercutirá en nuestra relación. Me consideraba el jefe del clan formado por los tres y por eso antes de cometer un fallo, me preguntaba.
―Toda tuya. Lo único, no dejes marcas― respondí dejándolas a solas.
Mientras me alejaba a darme un baño, escuché que la morena le decía que le iba a quitar la mordaza, tras lo cual, llegaron a mí tanto el sonido de la cuerda golpeando contra las nalgas de mi prima como los gritos de dolor de ella. Durante largo rato, Rocío torturó a su amiga con autentico sadismo y solo cuando comprobó que si seguía maltratándola iba a dejar señales permanente en su piel, la dejó en paz y se acercó a donde yo estaba tomando el sol.
―Vengo cachonda― me informó y sin esperar mi respuesta, se sentó a horcajadas sobre mí y rozando su pubis contra mi sexo, me pidió que la tomara.
La perpetua calentura de la morena era algo que me hubiese preocupado si fuera mi novia pero en las circunstancias en la que nos hallábamos era cojonudo. Si quería liberar sus ansias no tenía a nadie más con quien satisfacerlas y por eso, cuando mi pene ya había alcanzado un tamaño suficiente, le solté:
―Quiero ver cómo te come el coño.
Mis palabras cayeron como una bomba. Deseaba y necesitaba ser follada por una polla y no lamida. Por eso, intentó convencerme de que primero la hiciese el amor y que luego fuera mi prima quien le lamiera los resto de semen de su chocho. Al comprobar mi negativa, se levantó y yendo a por la rubia, la desató y la trajo hasta mí:
―¿Dónde quieres que esta zorra me lo chupe?― preguntó aun enfadada.
―Aquí mismo― respondí poniéndome de pie.
María que comprendía que durante dos días no tenía voz ni voto, esperó a que la morena se tumbara en la arena antes de agacharse. Su actitud me dio la oportunidad de comprobar el resultado de los azotes. Las nalgas de mi querida prima tenían sobre su piel el rastro de las caricias de la cuerda. Con el culo colorado y marcado, se arrodilló entre las piernas de su amiga y directamente se apoderó de su coño con los dientes. El modo tan brutal con el que mordió el botón de Rocío hizo que esta pegase un alarido de dolor y cabreada le soltase un bofetón:
―Zorra, ¡Me has hecho daño!
Interviniendo, le prohibí volver a golpearla y con una sonrisa en mis labios, le dije:
―Te aguantas― y dirigiéndome a María, le autoricé a comerse ese sexo como le viniera en gana.
―¿Puedo hacerlo a lo salvaje?― preguntó sin dejar de mirar con odio a su amiga.
―Puedes― contesté.
Mi permiso le dio alas y volviendo a introducir su cara entre las piernas de la ahora asustada amiga, le introdujo dos dedos en el coño mientras retorcía con su otra mano el clítoris que tenía a disposición. Los chillidos de la morena no se hicieron esperar y pidiendo perdón, intentó reducir ese castigo bien merecido. Desgraciadamente para ella, la rubia no se apiadó de sus lloros y con mayor énfasis siguió torturando a Rocío. Ninguna parte de su cuerpo se libró de su sadismo, sus pezones fueron pellizcados cruelmente, su esfínter fue violado por sus dedos…
Poco a poco, me volví a calentar y ya con mi pene tieso, dudé cuál de las dos mujeres usar para saciar mi hambre. Decidí que fuera mi prima al verla con el culo en pompa y sin mediar conversación alguna, separé sus nalgas con mis manos y escupiendo en su ojete, metí una de mis yemas para relajarlo.
―Estoy deseándolo― contestó mi prima cuando le pregunté si le apetecía sentirme en su entrada trasera.
Su entrega me permitió coger mi pene entre las manos y posando mi glande en su hoyo, tanteé su relajación. Al haber comprobado la misma, de un solo golpe lo introduje por entero con una brutalidad tal que de los ojos de María las lágrimas afloraron en señal de dolor. La forma en la que invadí sus intestinos le hizo gritar pero no intentó zafarse sino que profundizando su sufrimiento empezó a sacar y a meter mi pene con rápidos movimientos de su cadera.
―¡Sigue por favor!― berreó dejándose caer sobre el sexo de su amiga y cogiendo entre sus dientes los labios inferiores de la morena, los mordió para no gritar.
La que si gritó fue su antigua torturadora porque cada vez que mi pene se solazaba en el culo de María, está respondió apretando sus mandíbulas. No os podéis imaginar el volumen de los chillidos de la morena al sentir los mordiscos de su amiga. Altos y claros eran demostración palpable del daño que estaba experimentando en su cuerpo.
Al cabo de unos minutos y ya con su esfínter relajado, la rubia fue siendo menos dura y más cariñosa en sus arrebatos, de manera, que su víctima empezó a experimentar placer cada vez que ella respondía a mis penetraciones.
―¡Dios!― aulló al sentir los primeros síntomas del orgasmo y reptando sobre la arena, buscó el placer presionando la cabeza de María contra su entrepierna.
Curiosamente, fue mi propia prima la que al sentir que se aproximaba el clímax de su amiga, la que se corrió pegando gritos y con su cuerpo convulsionando brutalmente mientras mi polla seguía retozando en el interior de su culo, dejó de torturarla y ya claramente buscó compartir con ella el placer que estaba asolando su anatomía. El segundo en correrse fui yo, derramando mi semen en su trasero, mi polla se convirtió en un geiser que rellenó de lefa los intestinos de mi rubita. Esta al sentir su conducto bañado con mi esperma, volvió a experimentar un nuevo orgasmo y cayendo sobre Rocío, se derrumbó exhausta.
Al percatarse de ello, la morena me pidió insatisfecha que la tomara pero riéndome de ella, le respondí entre carcajadas:
―Por ahora no te toca. Te voy a mantener caliente durante todo el día y dependiendo de cómo te portes, decidiré esta noche si follarte.
―Por favor, necesito que lo hagas ahora― contestó intentando reanimar mi pene con su boca.
―Te he dicho que no― dije separándola de mí e imprimiendo un tono duro a mi voz, las ordené prepararme el desayuno.
Radiante al comprobar la calentura de su amiga, mi prima se levantó a cumplir mis deseos mientras Rocío murmurando entre dientes la acompañó muy enfadada.
Durante toda la jornada, aproveché cualquier momento para seguir excitando a la morena. Daba igual que estuviera haciendo o donde nos halláramos, cada vez que podía la acariciaba los pechos o jugueteaba con su coño con el único propósito de calentarla. Rocío calmó su mala leche con María pero no pudo aminorar un ápice el calor que se iba acumulando inmisericorde en su interior, de manera que a la hora de acostarnos, todo su cuerpo imploraba sentir placer viniera de donde viniera.
Sin saber si le iba a hacer caso, llegó gateando hasta mi cama. Con el deseo nublando su juicio, ronroneó mientras se acercaba a mí.
―¿Estás bruta?― pregunté aun sabiendo su respuesta de antemano.
―Sí― contestó nerviosa y con el sudor recorriendo sus pechos.
Disfrutando de su angustia la miré y con toda mi mala baba, le ordené:
―Mastúrbate para nosotros.
Mientras María se sentaba a mi lado, la morena intentó protestar pero al chocar contra mi total intransigencia, decidió cumplir mis órdenes. Desde el catre, vi como su respiración se agitaba y sus pezones se erizaban aun antes de empezarse a tocar. Su mente y su cuerpo entablaron una lucha entre la humillación que sentía y la calentura que llevaba horas dominando su cuerpo. No tuve que ser ningún genio para comprender y saber quién iba a ganar.
Al principio y aunque intentó cerrando sus piernas, sentirse excitada, la realidad es que al chocar sus muslos entre sí, empezó a frotarlos unos contra el otro. Dicho roce incrementó su excitación, azuzándola a dar rienda suelta a sus necesidades. Sonreí al verla apretar sus puños mientras dudaba entre acariciarse o desafiarme porque tenía claro cuál iba a ser el resultado.
El brillo de su coño desnudo me anticipó que estaba cada vez más alterada y por eso decidí ayudarla diciendo:
―Ábrete de piernas y enséñanos tu chocho.
Rocío no fue capaz de negarse y separando sus rodillas, mostró avergonzada su sexo encharcado a su amiga y a mí. Sabiendo que estaba a punto de claudicar, acaricié su vulva con la mirada mientras mi prima se relamía los labios al saber que no tardaría en disfrutar de esa belleza en su boca.
―Acaríciate los pechos―ordené.
Esa orden emitida solo para la morena produjo un fenómeno curioso puesto que fueron ambas las que obedecieron. Mi prima sin que se lo hubiese mandado, imitó a su amiga y cogiendo su pezón derecho entre los dedos, empezó a acariciarlo. Lo creáis o no, las dos mujeres se fueron retroalimentando entre ellas. Rocío al ver el resultado que sus toqueteos produjeron en María, pegó un gemido y ya incapaz de retenerse, dejó que su mano se apoderara de su sexo.
Entusiasmado por el modo en que se iban desarrollando las cosas, me concentré en ellas sin darme cuenta de que a mí también me estaba afectando. Observar a mi prima separando los pliegues de su sexo antes de incrustarse dos dedos en su interior mientras la morena un poco más adelantada los sacaba y metía con fruición, hizo que mi pene saliese de su letargo y se alzase con una dolorosa erección. Ya totalmente verraca, Rocío se tiró al suelo y rodó por el suelo mientras sus dedos seguían torturando su ansioso sexo. Os juro que fue alucinante verlo retorcerse de deseo implorando que la tomara allí mismo.
―¡Fóllame!― aulló mientras sus dedos recogían la humedad que brotaba de su vulva. ―¡Necesito que me folles!― chilló angustiada mientras su interior explotaba.
Contra todo pronóstico, la gota que derramó el vaso y que me obligó a tomarla en ese instante fue mi propia prima, que mientras se corría a mi lado me rogó que liberara a su amiga de tamaño sufrimiento. Compadecida quizás o temiendo que repitiera el mismo trato con ella, María soltó:
―No va a aguantar mucho sin que la penetres― y dulcemente susurró a mi oído mientras con su mano me acariciaba el pene: ―¡Hazlo por mí!
Sus palabras fueron el acicate que necesitaba y acercándome a la morena, introduje de un solo empujón mi sexo en su coño. Rocío, agradecida al sentir mi polla retozando en su interior, gimió de placer mientras no dejaba de mover sus caderas. La sobre excitación que asolaba su cuerpo la llevó de un orgasmo a otro mientras yo seguía machacando su chocho con mi instrumento.
―¡Te amo!― gritó sorprendida por la fuerza de las sensaciones pero más aún por la profundidad de sus sentimientos.
Sin saber todavía lo que se avecinaba, le contesté que yo también sin dejar de penetrarla. Lo que no me esperaba fue que mi prima se abrazara a mí y llorando me preguntó si también la quería a ella. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que estaba prendado de las dos y cogiendo a Maria, la besé como respuesta.
Mi eyaculación fue total y vaciando mi semen en el coño de Rocío, asolé con ello también la última de sus defensas. Al caer agotada sobre el suelo, se puso a llorar por lo que significaba tamaña confesión. María al verla la acogió entre sus brazos y llevándola hasta la cama, me miró con cariño y me dijo:
―No sé si sabes lo que has hecho pero aunque algún día nos rescaten, ten por seguro que ni Rocío ni yo te vamos a dejar escapar.
CONTINUARÁ
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