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El esposo de una compañera que bebe demasiado...

El esposo de una compañera que bebe demasiado y un final que jamás me imaginé



Como cada año, la empresa para la que trabajaba organizaba un evento para sus trabajadores. Yo era la primera vez que iba a asistir ya que sólo hacía diez meses que me habían trasladado allí desde otra sucursal, lo que no quitaba que me muriera de ganas de ir. Ese año la empresa había alquilado un local de fiestas cerca del paseo marítimo: barra libre, pista de baile y montones de canapés para ir matando el hambre. Y claro, montones de chicas guapas y en su mayoría bebidas. ¿Se podía pedir más?



Y no es que tuviera problemas para ligar, todo lo contrario. En el tiempo que llevaba allí ya habían caído en mis redes unas cuantas compañeras de trabajo, tanto solteras como casadas, pero en una celebración así siempre surgían posibilidades que había que aprovechar y estaba seguro que, por parte de ellas, más de una pensaba igual y venía con la idea de echarme el guante al menos por esa noche.



Tampoco las podía culpar. A mis 28 años, de rostro atractivo, un cuerpo cuidado a base de gimnasio, buena labia y, sobretodo, arte a la hora de follar, me habían labrado una reputación entre las féminas de la que me sentía orgulloso. Y es que el boca a boca entre ellas era primordial ya que, una vez probadas las mieles del sexo conmigo, no tardaban mucho en ir contando a una amiga o compañera lo bien que lo habían pasado, facilitándome la labor para la siguiente.



Aunque últimamente mi reputación había sufrido un duro revés y esa no era otra que Ester, una compañera de trabajo en la que me había fijado desde el primer día que llegué y que, hasta la fecha, se me había resistido. Y lo que es peor, había cometido un error garrafal que iba a hacer imposible cualquier futuro acercamiento.



Ester era una mujer casada de 34 años y con un cuerpo de infarto: alta como yo, un cuerpo esbelto fruto de su afición al running, pechos medianos y apetecibles, unas piernas sin fin y, lo mejor de todo, aquel culo firme y generoso que me estaba volviendo loco desde el primer día que lo vi y que a ella le gustaba lucir con mallas o tejanos ajustados.



Ella desde el primer día había marcado distancias conmigo, manteniendo conmigo solo una relación profesional a pesar de mis intenciones por acercarme a ella e ignorando descaradamente mis intentos de coqueteo hacía ella. Y a medida que los rumores sobre mis conquistas y mis habilidades amatorias corrían entre el círculo de mujeres, su distancia hacia mí fue en aumento, tratándome casi con desdén. Lo que hacía que mi interés hacia ella aumentara aún más, siempre me han gustado los retos.



Y así llegamos al día en que la jodí, unas semanas atrás. Ella estaba hablando con otra chica a la que ni recuerdo, en medio del pasillo, dejando el espacio justo para el paso de otra persona. Y esa otra persona, claro está, era yo. A medida que me acercaba a ellas no podía apartar la mirada de aquel culo maravilloso que lucía de miedo bajo aquellos tejanos ajustados que llevaba aquella mañana. Se me hacía la boca agua solo de mirarlo.



Cuando pasé junto a ellas, me pegué todo lo que pude a Ester que me daba la espalda y, por primera vez en mucho tiempo, perdí el control. Mi cabeza iba por un lado, diciéndome que no era el lugar ni el momento adecuado y mi mano fue por el suyo recorriendo todo su culo a medida que iba pasando. ¡Menuda sensación!



Lástima que duró poco, el tiempo que tardó Ester en girarse y plantarme un bofetón en toda la cara que me dejó aturdido en medio del pasillo, sin saber muy bien que había pasado, con la mejilla roja, el oído pitándome y viendo como, furiosa, se daba media vuelta largándose de allí mientras la gente me miraba.



Salí de allí pitando y me fui al baño, donde me remojé la cara mientras me preguntaba qué coño me había pasado y cómo había podido perder los papeles de aquella manera. A partir de ese día la relación con Ester pasó de fría a inexistente, a pesar de que incluso le pedí disculpas por lo sucedido intentando ganarme su perdón pero ni por esas.



Y allí estaba ahora, con mis mejores galas entrando en el local que había dispuesto para nosotros la empresa, buscando pasar un buen rato y olvidar de una vez por todas mi sonoro traspiés. Pero claro, las cosas no siempre salen como uno quiere y nada más entrar, al fondo del local, divisé a Ester acompañada de un hombre que supuse debía ser su marido. Y para empeorar las cosas, espectacular como nunca con un vestido negro ceñido que marcaba todas y cada una de sus generosas curvas.



Me maldije de nuevo por haberla jodido de aquella manera, haciéndome perder cualquier opción de disfrutar de aquel pedazo de mujer. Pero no iba a venirme abajo, la noche era larga y aquello estaba lleno de mujeres guapas, algunas a las que estaba deseando hacer disfrutar y qué mejor que aquella noche para hacerlo realidad.



Así que, con paso decidido, me dirigí a la barra para pedirme algo fuerte para acabar de levantarme el ánimo y emprender mi tarea de conquista. Y allí estaba, disfrutando de mi whiskey mientras oteaba el panorama, cuando sentí colocarse alguien a mi lado y llamar al camarero.



-Ponme lo mismo que al caballero dijo una voz de hombre.



Cuando me giré a mirar quien era me sorprendí al encontrarme al marido de Ester. Él me miró sonriente y alzó su copa que acababa de entregarle el camarero haciendo un brindis imaginario. Yo correspondí su gesto no sabiendo muy bien cómo comportarme, no tenía ni idea de si su mujer le había explicado lo que había pasado entre nosotros y estaba un poco a la expectativa.



-Menudo fiestón han montado este año dijo intentando entablar conversación.



-Supongo, la verdad es que es la primera vez que vengo le confesé.



-¿En serio? Ya decía que no me sonaba tu cara pero claro, como sois tantos y luego las respectivas parejas, es difícil acordarse de todos.



-Ya ves, yo aún soy incapaz de acordarme de algunos de mis compañeros. Cosa que era cierta, con más de cien trabajadores que había allí como para conocerlos a todos.



-Jajaja te entiendo. Aunque no podrás negar que tienes mucha suerte de trabajar ahí me preguntó mientras su mirada recorría la sala.



-¿Por? Le pregunté no sabiendo muy bien a qué se refería.



-¿Por qué va a ser? Por las mujeres. No me podrás negar que trabajar rodeado de tanta mujer guapa te hace la jornada más llevadera. Te lo digo yo que me paso el día rodeado de tíos barrigudos jajaja.



Guardé silencio, no sabía muy bien que contestar a aquello. ¿Me estaba poniendo a prueba? ¿Intentando tirarme de la lengua para sonsacarme algo de lo sucedido? ¿O solo era gilipollas?



-¿No dices nada? A que la he cagado otra vez y eres gay…si eso me pasa por bocazas dijo lamentándose por su torpeza.



Definitivamente era gilipollas e intuyendo que no sabía nada decidí seguirle la corriente, al menos iba a pasar un buen rato a su costa.



-No, qué va jajaja. Todo lo contrario, créeme le contesté provocando su cara de alivio.



-Menos mal, pensaba que había metido la pata de nuevo. Es que mi mujer siempre me dice que soy un bocazas y que siempre la voy cagando por no saber tener la boca cerrada. ¡Menudo alivio! dijo pidiendo al camarero que rellenara de nuevo su copa.



La apuró en un par de tragos mientras seguía oteando el devenir de la gente fijándose especialmente en el género femenino que estaba al alcance de su vista. ¿De verdad Ester estaba casada con semejante elemento?



-Joder tío, es que menudas tías trabajan en vuestra empresa. Me das una envidia…



A todo esto, divisé a unos metros de nosotros a Ester hablando con otra compañera nuestra, Nuria. En cuanto nos vio juntos y conversando, su rostro se arrugó y no dejaba de mirarnos sin disimulo, preguntándose de qué estaríamos hablando los dos. Ver cómo le desagradaba el que estuviéramos allí hablando y compartiendo una copa como viejos amigos hizo que tuviera más ganas aún de seguir tirando de la lengua de aquel bocazas.



-Oye y ¿tú estás casado? Me preguntó de sopetón.



-Qué va, ni ganas. Estoy mejor así. ¿Tú sí? Le pregunté sabiendo la respuesta.



-Sí, con Ester. ¿La conoces? Es esa de ahí dijo señalándomela.



-De vista. Es la que está al lado de Nuria ¿no? A esa sí la conozco bien. Pues tampoco puedes quejarte mucho, no te ofendas pero está bien buena le dije observando si le molestaba mi comentario.



-No me ofendes dijo apurando su bebida y pidiendo otra. Joder cómo bebía el tío. ¿Aquella era la tercera o la cuarta ya? Tampoco es que me importase, total, eso hacía que cada vez tuviera la lengua más larga y eso me venía bien.



Mientras le rellenaban la bebida volví a buscar a Ester que, preocupada viendo que nuestra conversación se alargaba y habiéndonos pillado mirándola, se alejaba de Nuria y se acercaba a nuestra posición con la intención de poner fin a aquello.



-¿Y eso de que conoces bien a Nuria quiere decir lo que pienso? Me preguntó de nuevo haciéndome volver a la conversación.



-¿Me preguntas si me he acostado con ella?



-Sí, bueno es que lo has dicho de una manera que me ha dado a entender que te la habías tirado…no sé, es que está tan buena la tía que me ha picado la curiosidad…



A su espalda había aparecido Ester, oyendo esto último y quedándose paralizada al sentir hablar así a su marido de otra mujer. Yo la tenía de frente, viendo su cara de estupor y seguí metiendo el dedo en la llaga abierta por su marido.



-Pues sí, me he acostado con Nuria y, ya que tanto te interesa, te diré que fue una experiencia inolvidable. Menuda fiera en la cama.



-Menudo cabrón estás hecho jajaja. Si es que lo sabía. Cada vez que ha venido a casa con su marido sabía que era demasiada mujer para tan poco hombre. Y ahora me confirmas que es una guarra de cuidado jajaja. Si tú supieras la de pajas que me hecho en su honor…



Ahora la cara de Ester era todo un poema. Primero descubre que yo me había follado a su mejor amiga, cosa que ella no le había contado por la cara que puso, después descubre que a su marido le gusta ella y que, para más inri, se masturbaba pensando en ella.



-Pues desnuda aún gana más enteros, te lo puedo asegurar.



-Joder…lo que daría por poder verla así dijo cada vez más locuaz gracias a la bebida. Si supiera que su mujer estaba justo detrás…



-Pues ya sabes, tírale la caña y a ver si pica. A lo mejor cuela y te lo puedes montar con ella pero, sinceramente, entre ella y tu mujer me quedo con Ester le dije buscando picarle y mirando a Ester que, furiosa por lo que estaba oyendo de boca de su marido, se contenía a duras penas queriendo saber hasta dónde llegaba la locuacidad de su marido.



-Bufff…lo que me gustaría montármelo con ella y sí, Ester está más buena que ella…lástima que sea tan mojigata…dijo apurando su enésima copa.



-¿Ester? ¿Mojigata? Ahora vas a tener que explicarme eso amigo dijo dándole un toque al camarero para que le llenara de nuevo la copa. Ni de broma iba a dejar pasar una oportunidad así.



-Pues que está muy buena pero en la cama…pues que deja mucho que desear, qué quieres que te diga me dijo con resignación.



La cara de estupefacción de Ester no tenía precio y yo estaba disfrutando lo que no estaba escrito.



-Como no me des más detalles le dije animándole a seguir hablando y él, claro, mordió el anzuelo.



-Es muy clásica, siempre las mismas posturas, siempre en la cama…todo muy rutinario. Y después de diez años de relación pues como que cansa.



-A lo mejor me meto donde no me llaman pero en una relación larga, siempre hay un desgaste. Y para superarlo nada mejor que probar cosas nuevas, alterar la rutina para darle un poco de chispa a la cosa ¿no crees?



-Si creo que tienes razón y lo he intentado, pero ella ni caso. ¿Sabes que una vez, estando en plena faena, le propuse de hacer un trío? Y con dos hombres eh…para que viera que no era egoísta aunque lo que de verdad me gustaría es hacerlo con dos tías bien buenas jajaja…pues se pilló un rebote de cuidado y me tocó dormir en el sofá. ¿Te lo puedes creer?



-Pues vaya le dije aunque en realidad podía entender la reacción de Ester.



-Si es que ya ni me la chupa siguió hablando él, ya no necesitaba ni que le animara a hablar. Claro que yo tampoco se lo como, dice que soy un bruto y le hago daño aunque no me lo acabo de creer, creo que es una excusa para no chupármela. Aún recuerdo cuando de novios me dejaba correrme en sus tetas…dijo con nostalgia.



-¿Nunca se lo ha tragado? Le pregunté curioso ante la mirada de Ester que no daba crédito a las intimidades que estaba largando su marido ante un desconocido como yo.



-Qué va, eso nunca. Eso y su culo, terreno prohibido. Otra copa más para el gaznate y ahora sí, notaba que empezaba a costarle seguir el hilo y articular las palabras. Estaba a punto de caer redondo como siguiera bebiendo así.



-Pues que desperdicio…con lo buena que está… ¿y no puede ser que tenga un lío por ahí, a tus espaldas?



-¿Ester? Qué va, ésta es fiel como un perro. Lo único que le pasa es que es una estrecha, una reprimida. ¿Sabes lo que le pasó hace unas semanas? Me preguntó. Claro que lo sabía pero le negué con la cabeza dándole pie a continuar.



-Resulta que hay un tío en su empresa que se ve que está bueno que te cagas, palabras textuales que les oí un día a ella y a Nuria. Vaya, aquello mejoraba por momentos. Pues se ve que un día el tío, pasó de sus habituales coqueteos y flirteos y le tocó el culo sin miramientos delante de todo el mundo.



-No jodas le contesté haciéndome el sueco.



-Ya te digo pero lo mejor es que creo que a ella le gustó.



-¿De verdad? Le contesté mirando alternativamente a la pareja, él afirmando muy seguro de sus palabras y ella apartando la mirada avergonzada.



-Seguro. Aquel día estaba muy cabreada porque le hubiera tocado el culo pero es que los días siguientes aún lo estaba más. ¿Y sabes por qué? Porque ahora pasaba de ella. Ester le soltó un guantazo delante de todo el mundo y él, claro, no quiso saber nada más de ella. Pues ella va y se cabrea porque pasa de ella y encima, sigue como siempre coqueteando con las demás como si ella no existiera.



No dije nada, esperé pacientemente a que continuara su monólogo mientras no perdía detalle del rostro de Ester que no sabía ya a donde mirar, cabreada con su marido y avergonzada ante mí.



-Una de esas noches intenté aprovecharme de ello, ¿sabes? Cuando estábamos en la cama follando le dije que se imaginara que no era yo el que lo hacía, sino el compañero que le había tocado el culo…menudo pollo que me montó, ni te imaginas. Otra vez al sofá pero a mí no me engaña. ¿Te puedes creer que desde allí pude oír cómo se masturbaba como una loca? Y no creo que se corriera pensando en mí precisamente jajaja dijo ya arrastrando completamente las palabras.



Aquello ya fue más de lo que podía aguantar y Ester intervino apareciendo por la espalda de su marido que, al sentir su voz, casi tira su copa al suelo del susto que se llevó. Yo solo la saludé alzando mi copa mientras le sonreía pícaramente.



-Creo que ya has bebido bastante ¿no crees? Le espetó furiosa.



-Estoy bien dijo él intentando levantarse pero, al hacerlo, perdió el equilibrio y a punto estuvo de caer desplomado. Por suerte, conseguí atraparle y evitar que se cayera.



-Ya te vale, Luis. Siempre igual. Tú me dijo me vas a tener que ayudar a llevar a éste al coche.



-Claro, ningún problema. Encantado de ayudar le dije sin perder mi sonrisa.



-A que es majo mi nuevo amigo dijo ya totalmente borracho apoyándose sobre mi cuerpo, que lo sostuvo mientras emprendíamos el camino hacia su coche.



Cuando llegamos al parking ya casi arrastraba el cuerpo de Luis y estaba claro que, en aquellas condiciones, Ester no iba a ser capaz de manejar a su marido para subirlo a su casa. Por un momento me sentí mal por ella y olvidando nuestras rencillas me ofrecí a ayudarla.



-Ester, tú no vas a poder con él. Míralo, está casi inconsciente. Déjame que te acompañe y te ayudo a subirlo.



-De acuerdo dijo de buenas a primeras, sin negarse, lo que me sorprendió.



Lo metí en el coche como pude, ella se puso delante para conducir el coche y yo me subí detrás para vigilar a su marido. El trayecto hasta su casa lo hicimos en silencio, sólo roto por los ronquidos y balbuceos de Luis que dormitaba tirado en el asiento.



Cuando llegamos a su casa, un chalet en una urbanización a las afueras de la ciudad, ella aparcó el coche en el garaje y entramos en su casa, Ester delante marcándome el camino y yo arrastrando a Luis que apenas se sostenía. Lo tumbé en el sofá y nos quedamos los dos mirando la piltrafa en que se había convertido su marido.



Y entonces, como si fuera consciente de nuestras miradas, pareció recobrarse de su borrachera y se levantó del sofá con paso indeciso.



-¿Cuándo hemos llegado a casa? ¿Y qué hace éste aquí? Preguntó a su mujer.



Ella me miró y luego a su marido, el cabreo por lo que había escuchado había vuelto y se notaba en su mirada y en cada palabra que salía de su boca.



-¿Ya no te acuerdas, cariño? Dijo yendo hasta el mueble bar donde sirvió una nueva copa que le dio a su marido. ¿No eras tú el que quería que nos montáramos un trío? Pero si has sido tú el que le ha propuesto a Álvaro participar…por eso está aquí dijo sugerentemente.



-¿De verdad? Preguntó él incrédulo apurando la copa servida por su mujer.



¿De verdad? Pensé yo. ¿Acababa de oír bien? ¿Acababa de decir Ester que íbamos a follar esa noche ella y yo?



-Que pasa, ¿ahora te echas atrás? Le preguntó con sorna. A ver si el estrecho y reprimido vas a ser tú…le soltó con un deje de rabia en su voz.



Estaba claro que Ester pensaba hacerle pagar por todo lo que había dicho de ella y yo, claro, encantado. Y Luis sin enterarse de nada, cosa normal con la borrachera que llevaba encima. Lo que no entendía es como todavía se aguantaba en pie.



Ester, viendo que su marido seguía sin reaccionar, llevó sus manos a su espalda y deslizó la cremallera de su vestido. Éste, poco a poco y con su ayuda, fue bajando por su cuerpo descubriendo su apetecible cuerpo casi desnudo ya que, una vez despojado de él, quedó solo cubierta por una braguita negra de encaje.



Si hace unos días me llegan a decir que iba a estar en su casa, viéndola casi desnuda no me lo hubiera creído pero así era y no pensaba desaprovechar la ocasión. Ester, consciente sobretodo de mi mirada ya que la de su marido estaba medio perdida, giró sobre sí misma dándome una visión de su excelso cuerpo, mucho mejor de lo que me pudiera haber imaginado.



Cuando acabó de mostrarse, empezó a andar camino a las escaleras que llevaban al piso superior donde suponía que estarían los dormitorios. Luis empezó a andar tras ella, dando traspiés mientras intentaba quitarse la camisa, tarea harto difícil con la cogorza que llevaba encima. Al llegar al pie de la escalera comprendió que no lo conseguiría y de un tirón abrió la camisa haciendo saltar los botones.



Aun así, al intentar seguir a su mujer escaleras arriba, fue inevitable que tropezara varias veces y acabara subiéndolas casi a gatas. Por mi parte, me desentendí completamente de él. Toda mi atención estaba en aquel cuerpo semidesnudo que subía las escaleras, el leve balanceo de sus pechos, la cadenciosa oscilación de sus caderas que estaba seguro que ella acentuaba para excitarme aún más y sobretodo su culo, ese culo del que me había enamorado desde el primer día que lo vi y que ahora lo tenía delante de mí, casi a mi alcance, solo separados por una fina tela que no iba a tardar mucho en desaparecer.



Ester recorrió el pasillo hasta adentrarse en la habitación que había al fondo, su dormitorio imaginé, y hasta allí fui seguido de un Luis que avanzaba apoyándose en las paredes, incapaz de mantenerse por su propio pie. Allí dentro nos esperaba Ester y, en cuanto entró su marido, le ayudó a despojarse de lo que quedaba de camisa y le hizo sentarse en una butaca.



-Hoy es tu día de suerte Luis dijo mientras se arrodillaba ante él que la observaba con su mirada vidriosa. ¿No te quejabas de que ya no te la chupaba? Le dijo mientras sus manos desabrochaban su cinturón y bajaban su pantalón y bóxer quedando completamente desnudo.



Su mano empezó a recorrer aquel trozo de carne muerta, intentando devolverla a la vida y, no consiguiéndolo, pasó a alternar su mano con su boca buscando lo imposible. Yo, mientras tanto, me fui despojando de la americana y la camisa quedando desnudo de cintura para arriba a la vez que no dejaba de mirar como exponía su retaguardia ante mí, provocándome.



Me situé tras ella mientras se afanaba en la quimera de empalmar a su marido y llevé mi mano a su entrepierna. Cuando sintió mis dedos recorrer su rajita sobre la braguita desde atrás dio un respingo, creí que de sorpresa pero cuando mi siguiente caricia fue directamente sobre su sensible piel me di cuenta que no era por eso.



Estaba completamente seca. Recordé las palabras de Luis diciéndome que la hacía daño cuando la tocaba y que por eso no le gustaba que la masturbara y empecé a atar cabos. Ester debía ser de esas mujeres que le costaba lubricar y necesitaba más preliminares para ponerse en marcha y un bruto como su marido había sido incapaz de darse cuenta de las necesidades de su mujer.



Bueno, me dije, si necesita humedad pues habrá que dársela. Me tumbé en el suelo con mi cabeza entre sus piernas y, ante su mirada extrañada por mi repentina aparición y sin darle tiempo a reaccionar, con un dedo aparté la braguita y con mi lengua recorrí su rajita en toda su longitud. Volvió a agitarse pero no me pareció que ahora le hubiera molestado lo que le había hecho, más bien lo contrario.



Un segundo, un tercer y un cuarto lengüetazo recorrieron sus labios ante su nula oposición. Definitivamente le gustaba. Sus ojos entrecerrados, sus muslos que se abrían instintivamente a cada lamida mía, su respiración agitada y sus manos, que habían abandonado la paja que intentaba hacerle a su marido, se aferraban ahora a sus piernas para darse algo de apoyo.



Seguí lamiendo su sexo, notando como poco a poco la humedad en la zona iba en aumento, sus labios completamente abiertos seguían recibiendo mis atenciones y su clítoris, duro e inflamado, estaba listo para mi ataque. Con el primer roce de mi lengua su cuerpo se arqueó, abriendo aún más sus piernas y bajando más su cuerpo, facilitándome así la labor y dejándome a mi merced su botón del placer.



Lo ataqué sin piedad, besando, lamiendo, chupando mientras Ester no podía dejar de gemir saboreando aquel placer tanto tiempo negado.



-Joder, sí…qué gusto, dios mío…mira Luis, qué bien le come el coño Álvaro a tu mujercita…como tú nunca has sabido hacer…sí, sigue así, no pares…dios, vas a hacer que me corra….



Y con un largo gemido alcanzó su orgasmo, notando como su cuerpo se convulsionaba y su coño se derretía en mi boca mientras yo no cejaba en mi empeño y disfrutaba del dulce sabor de sus fluidos. Tardó un buen rato en recobrarse y cuando lo hizo, se alzó apoyándose en las piernas de su desvanecido marido.



Yo me levanté también y me senté en el borde de la cama observándola, esperando ver su reacción.



-Mira Luis dijo mostrándole sus dedos impregnados con sus jugos que acababa de sacar del interior de su coño. Me he corrido con la lengua de otro hombre, ha sido maravilloso…creo que debería darle las gracias por lo bien que se ha portado conmigo ¿no crees? ¿Verdad que no te importa? Evidentemente no hubo respuesta. Ya sabía que no ibas a negarte le dijo dándole un beso en la mejilla, dándose la vuelta y caminando en mi dirección que la esperaba con ansia.



Se arrodilló ante mí y, con una mirada lasciva que nunca hubiera imaginado en sus ojos, procedió a deshacerse de mis pantalones y bóxer dejándome completamente desnudo. Sus ojos refulgieron de placer cuando mi polla quedó al descubierto, nada que ver con el colgajo inerte que su marido tenía entre sus piernas. Más larga, más gruesa y sobretodo, completamente tiesa y lista para la acción.



Su mano la rodeó suavemente y la recorrió en toda su largura disfrutando del tacto de su piel, de su dureza, del calor que emanaba, de las pulsiones de las venas a su paso. Poco a poco el movimiento de su mano se fue haciendo más ágil, más fluido, convirtiendo la caricia inicial en una paja en toda regla.



Mientras lo hacía, su cabeza se acercaba peligrosamente a mi polla encandilada con su visión, disfrutando de su olor y reticente aún a saborearla. Posé mi mano sobre su cabeza y de forma suave acorté la escasa distancia que los separaba. No se negó y cuando sus labios rozaron mi glande se apresuró en sacar su lengua para lamerlo con fruición. Ya no tuve que hacer nada más.



Por voluntad propia bajó lamiendo todo el tronco hasta alcanzar mis testículos para volver otra vez a mi glande que esta vez, después de lamerlo de nuevo, se metió en su boca con gula. ¡Menuda sensación! Tener a aquella preciosidad tanto tiempo negada, a la que creía imposible de conseguir, arrodillada ante mí engullendo mi polla, sabiendo que era una cosa que casi nunca hacía a su marido y a mí me lo hacía sin rechistar…



El vaivén de su garganta se intensificó y yo disfrutaba viendo cómo se tragaba algo más de la mitad de mi polla, acariciando con su mano el trozo que era incapaz de engullir. Y su mirada…sus ojos no dejaban de mirarme, ojos que eran puro fuego, lujuria y desenfreno. Supe en ese instante que Ester no iba a negarme nada, que estaba totalmente entregada y que haría con ella lo que quisiera.



Y lo primero que iba a hacer era correrme en su boca, cosa que sabía que nunca le había concedido a su marido.



-Ufff…menuda mamada que me está haciendo tu mujercita, Luis…la chupa de miedo…supongo que como agradecimiento no te importará que me corra en su boca ¿verdad? ¿No dices nada? Entenderé que es un sí…



A cada palabra mía, más parecía encenderse Ester y más próximo estaba yo de correrme y, cuando ya llegaba a un punto sin retorno, me aferré con mis manos a su cabeza evitando que pudiera retirarse cosa que ella no tuvo intención de hacer en ningún momento, recibiendo casi al instante los trallazos de mi esperma llenando su boca que ella tragaba sin descanso.



Fue una corrida bestial, no tanto por sus habilidades que se notaba que estaban algo oxidadas, sino por lo excitante de la situación. Y más que se puso cuando Ester, después de recibir mi última descarga de semen en su boca, se levantó y fue en busca de su marido al que besó en la boca, haciéndole probar el semen del hombre que acababa de llenar la boca de su mujer.



-¿Has visto Luís lo que es capaz de hacer la estrecha de tu mujer? ¿Aún crees que soy una mojigata? Le dijo casi con desprecio.



Yo me levanté, la abracé por detrás y colé una mano dentro de sus braguitas comprobando que seguía húmeda y con ganas de más, recorriendo sus labios y acercando peligrosamente mis dedos juguetones a la entrada de su vagina.



-¿Ves Luis? Álvaro sí que sabe tratar a una mujer y no como tú. Y estoy deseando que siga haciéndolo…así que mientras tú sigues aquí sentadito durmiendo la borrachera yo voy a follarme a este semental le dijo mientras agarraba los bordes de su braguita y se la quitaba, dejándola sobre la polla flácida de su marido.



Cuando se dio la vuelta le eché una mirada rápida a su, ahora sí, cuerpo completamente desnudo gustándome y mucho lo que veía. Acerqué mis labios y nos fundimos en un apasionado beso mientras sus manos buscaban con ansia mi hombría y las mías, aferradas a sus nalgas estrujándolas a placer, la dirigían de forma lenta pero inexorable hasta la cama donde la dejé caer.



Mis labios besaron los suyos, su cuello, su torso, sus pechos y pezones, su vientre plano, su pubis, bajando hasta alcanzar de nuevo su coño que lamí con fruición buscando prepararlo para lo que venía a continuación. No tardó ella en gemir de puro gusto, rogándome que la follara, suplicándome que se la metiera.



Volví a besarla, subiendo ahora por todo su cuerpo que se agitaba a mi paso, mientras mi miembro rozaba sus labios buscando la entrada de su gruta pero aún no era el momento. Me situé completamente sobre ella, entre sus piernas completamente abiertas, con mi cara a escasos centímetros de la suya no queriendo perder detalle de aquel momento.



-¿La quieres? Le pregunté.



-La quiero, por favor métemela ya, necesito sentirla dentro me suplicó.



Era lo que quería oír. Poco a poco, milímetro a milímetro, mi polla se fue internando en su estrecha vagina, abriéndola como nunca había estado mientras no dejaba de observar el rictus de placer que congestionaba su cara a medida que la penetraba. Cuando por fin la enterré por completo, notó mis huevos rozando su periné y su coño completamente abierto y lleno se corrió como creo que nunca había hecho, reflejando su rostro un estado de felicidad y plenitud que nunca había visto en el rostro de ninguna mujer.



Poco a poco empecé a moverme, entrando y saliendo de ella con pausa, dándole tiempo a amoldarse a algo tan distinto a lo que estaba habituada. Cuando empezó a gemir sin pausa, sus piernas se cerraron tras de mí y sus brazos se aferraron a mi cuello supe que estaba lista para dar un paso más.



Los movimientos de mi pelvis se fueron acelerando hasta alcanzar un ritmo frenético, un mete saca brutal que tantas veces había practicado y que nunca las dejaba indiferentes y que a Ester, con una vida sexual más bien escasa, la estaba haciendo enloquecer. Cuando ya la tenía al borde del éxtasis aligeré mi bombeo, pasando a follarla de forma lenta y cadenciosa, casi como si le hiciera el amor.



Nada más lejos de mi intención, sólo quería alargar al máximo la llegada de su orgasmo para que cuando lo alcanzara no lo olvidara nunca. Cuando vi que su cuerpo, aunque excitado se alejaba del clímax, volví a embestirla con todo lo que tenía haciéndola ver las estrellas de nuevo.



Ester no paró de gemir y disfrutar del polvo que estábamos echando durante la casi media hora que estuve taladrando su coño, alternando entre los dos ritmos que la mantenían siempre al borde del orgasmo pero nunca sin alcanzarlo. Y doy fe que se moría de ganas de sentirlo, la pobre me suplicaba entre gemidos que la dejara correrse y al final, viéndola exhausta y desesperada por alcanzarlo, decidí concederle su deseo.



Emprendí la galopada final, el último sprint antes de alcanzar la tan deseada meta que no era otra que el orgasmo que ambos anhelábamos. Penetraciones rápidas, furiosas y profundas aderezadas por los gemidos y gritos ya continuos de una desatada Ester que estaba disfrutando como nunca.



Pocos instantes después, con un último gemido largo y sostenido, ella explotó alcanzando un orgasmo apoteósico arqueando su cuerpo, convulsionándose de placer y comprimiendo mi polla con las contracciones de su vagina, haciendo que inevitablemente alcanzara mi orgasmo, empezando a derramarme en su interior, llenando su coño con mi leche.



Estuve un rato aún dentro de ella observando su cuerpo completamente exhausto disfrutando del placer recibido, con sus ojos cerrados, su boca medio abierta respirando de forma entrecortada, su piel sudorosa y una sonrisa de completa felicidad. Me salí de ella viendo como nuestros jugos entremezclados sobresalían de su vagina y se derramaban por sus muslos y sábanas sin que a Ester le importara lo más mínimo.



Me tumbé a su lado esperando su reacción a lo sucedido mientras volvía a fijar mi atención en el marido del que me había olvidado disfrutando del cuerpo de su mujer. Estaba caído medio de lado en la butaca y completamente dormido. Mentalmente le di las gracias ya que, a causa de su forma de ser, me había puesto en bandeja de plata a su mujer.



Ester empezó a removerse a mi lado, despertando de su letargo. Si tenía alguna duda sobre si iba a arrepentirse me la disipó enseguida, girándose hacía mí y besándome con pasión, tanta que mi polla no tardó nada en volver a reaccionar y poniéndose dura de nuevo. Cuando se separó de mis labios y vio el efecto que había provocado en mí, sonrió satisfecha y se levantó de la cama.



-Menuda follada me han pegado, cariño dijo ya delante de su adormecido marido. Hasta se ha corrido dentro de mí…no te quejarás ahora que tu mujer no está hecha una buena zorra eh…dijo mientras metía sus dedos en su encharcado coño y con ellos embadurnaba el miembro flácido de su esposo.



Volvió a la cama moviendo sus curvas de forma seductora, se colocó encima de mí a horcajadas pero en sentido inverso, poniéndome a mi entera disposición su coñito rezumante de jugos mientras ella empezaba a acariciar mi verga dura de nuevo.



-Mañana, cuando se despierte y no se acuerde de nada, no me costará justificar por qué están tan abiertos mis dos agujeritos…porque tú, Álvaro, ahora me vas a desvirgar mi culito. Voy a demostrarte como de puta puedo llegar a ser dijo mientras me guiñaba un ojo y luego se giró para empezar a engullir mi polla de nuevo.



No necesité más. Ver su culito, el que me había prometido que podía desflorar y del que llevaba tanto tiempo enamorado a escasos centímetros de mi cara, fue estímulo suficiente y enterré mi boca entre sus nalgas, chupando y lamiendo alternativamente su coño y su ano mientras disfrutaba de la mamada que me estaba haciendo.



Con mis dedos lubricados en el interior de su vagina fui abriendo su estrecho esfínter, profanando su interior primero con un dedo, luego con dos y cuando un tercero se coló en su culo virgen supe que era el momento de acabar con aquella virginidad.



Cuando la hice apartarse de mi miembro ella entendió que era el momento y se colocó a cuatro patas, con su cara hundida contra la almohada para ahogar sus gritos en caso de que le doliera, ofreciéndome su grupa para que la poseyera como me había pedido y deseaba que hiciera.



La visión de su culo ofreciéndoseme, sabiendo que era terreno inmaculado y teniendo a su marido a escasos metros de nosotros le daba un morbo especial a la situación. Acaricié sus nalgas, palpando su tersa piel y abriéndolas, mostrándome su ano ya abierto por mis dedos y esperando que algo mayor entrara por allí.



Ester se removía algo inquieta en la cama, deseaba que lo hiciera pero a la vez lo temía, supongo que miedosa a que aquello le doliera influenciada por lo que alguien le hubiera contado. Nada más lejos de mis intenciones y, para su sorpresa, le clavé la polla en su ya abierto coño empezando a follarla de forma lenta mientras mi mano buscaba su clítoris para acariciarlo dándole de nuevo un placer inmenso.



Ella empezó a gemir de nuevo disfrutando, olvidando sus temores y entregándose por completo, momento que aproveché para, sin dejar de atacar su clítoris, sacar mi polla de su coño completamente lubricada y encararla a su ano. Gracias a la lubricación y al trabajo previo de mis dedos con un leve empujón mi glande se coló en su estrecho culo.



Ester ni se inmutó, disfrutando de la estimulación que le estaba dando a su clítoris, no pudiendo parar de gemir. Sin prisa pero sin pausa fui adentrándome en su estrecho agujero, profanando aquellas paredes por primera vez sin recibir ninguna queja ni muestra de dolor por su parte. Cuando quise darme cuenta mis huevos hicieron tope, tenía mi polla enterrada por completo en sus entrañas.



Fue en ese momento cuando dejé de martillear su clítoris con mis dedos y cuando ella se percató que mi polla estaba encastada en su culo en su totalidad y sin apenas haber sentido dolor, solo una leve quemazón compensada por el placer que irradiaba su clítoris. Ella misma movió su pelvis, sintiendo la polla que la llenaba y gozando por primera vez de aquella extraña sensación.



Con mis dos manos ahora en sus caderas, me dispuse a disfrutar de aquello que tanto había deseado y empecé a moverme de forma cadenciosa, sintiendo como su estrecho culo rozaba cada milímetro de mi polla enardecida. ¡Aquello era la gloria!



Me dejé de contemplaciones y, viendo su entrega, empecé a bombear cada vez más rápido, metiendo y sacando mi polla con frenesí de aquel anhelado culo que por fin era mío y que estaba seguro que volvería a probar. Pronto la cama se agitaba fruto de nuestros movimientos salvajes sobre ella, yo penetrando con saña y ella gritando como una posesa, ambos gozando del inmenso placer que nos estábamos dando el uno al otro.



No tardamos ambos en alcanzar un soberbio orgasmo, ella gritando agonizante y yo llenando con mi semen sus entrañas. Caímos los dos rendidos sobre la cama tal como estábamos, exhaustos pero felices. Tan exhaustos que Ester, tras reposar su cabeza sobre mi hombro, cayó profundamente dormida.



La noche había llegado a su fin y era hora de volver a casa, así que me levanté con cuidado de no despertarla, fui al baño a asearme un poco y me vestí. Antes de salir de allí eché un último vistazo a la habitación, recreándome de nuevo en el cuerpo desnudo de Ester con sus agujeros bien abiertos y echándole un rápido vistazo al marido totalmente inconsciente.



No podía dejarle allí, más que nada por si era el primero en despertarse y se encontraba a su mujer desnuda en la cama, recién follada y él en la otra punta de la habitación. Lo levanté como pude y lo tumbé en la cama junto a ella, así no levantaría tantas sospechas.



Me fui a mi casa donde dormí hasta pasado el mediodía, la noche había sido intensa y necesitaba un buen descanso. Cuando salí de la ducha y comí algo para saciar el hambre canina que tenía me di cuenta que tenía varios mensajes de un número desconocido.



-Buenos días Álvaro, soy Ester. He conseguido tu número a través de Nuria, después de lo de anoche le he aplicado un tercer grado y no ha tenido otra que confesarme la verdad. Que sepas que yo también le he explicado lo nuestro, quedas avisado.



-Gracias por la espléndida noche que me hiciste pasar. Hacía mucho, por no decir nunca, que no disfrutaba tanto del sexo. Ningún problema con Luis, por cierto buen detalle el tuyo de meterlo en la cama. No se acordaba de nada y se ha tragado por completo que anoche follamos como animales y que incluso le dejé estrenarme el culito. ¡Está el pobre más orgulloso! Aunque ambos sabemos la verdad….emoticono de guiño.



-Por cierto, Luis y el marido de Nuria han quedado esta noche para ver el futbol e ir a tomar algo después y nosotras, bueno, habíamos pensado en salir un rato a divertirnos algo…



Una sonrisa pícara se dibujó en mi cara, había despertado a la bestia que Ester llevaba dentro y bien que iba a disfrutar de ello. Y encima, con Nuria. Aquello prometía y mucho.



-A las ocho en mi casa.



No hacían falta más palabras, ambos sabíamos lo que queríamos y ella, con un escueto “allí nos vemos” confirmó la cita, su total entrega y un futuro prometedor por delante que pensaba disfrutar al máximo.



Fin.


Datos del Relato
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