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En previas narraciones les hice saber que mi esposa Y había establecido una relación amorosa con su jefe laboral R y que gracias a que él era el asesor de tesis para graduación universitaria de ella, era habitual que nos visitara en nuestro departamento.
Fueron varias las veces en las que después de trabajar en la tesis, mi esposa y su novio terminaban la jornada uniendo sus cuerpos en expresión amorosa y de compenetración sexual cada vez más intensa, lo cual era muy apreciado por mi rasgo vouyerista ya que me permitía observar en nuestra propia morada como mi joven esposa, de 27 años en aquel tiempo, se transformaba en una complaciente hembra para su macho.
Aquel sábado R llegó a casa alrededor de las 11 AM y trabajaron en la tesis aproximadamente una hora. Yo como de costumbre me ubicaba en la sala de TV fingiendo ser un adicto a la misma. A diferencia de las primeras veces en las que mi esposa me avisaba, sin que R se diera cuenta, de que la función iba a comenzar, con el pasar del tiempo yo tenía que estar al pendiente para no perderme el espectáculo visual del ayuntamiento carnal de mi esposa con su adorado jefe ya que eso podía suceder en cualquier momento, dependiendo de qué tan intensa estuviera la libido de ella, que por lo general era muy alta. Como les he dicho, R no terminaba por convencerse de que no había problema de mi parte por el hecho de que se anduviera cogiendo a mi esposa y aun cuando R terminaba cediendo al deseo de coger con mi mujer, lo hacía con reservas, aunque cada vez con un poco más de confianza, en gran medida gracias a la labor de ella que era más atrevida cada día y era quien determinaba cuando se realizaba la copulación entre ellos.
Aproximadamente al medio día me acerqué furtivamente a la habitación donde estaban teóricamente trabajando en la tesis, a medida que me aproximaba a la puerta podía escuchar el ruido de las caricias corporales como preludio del acto copulatorio en el que siempre terminaban. Como les he comentado, la puerta tenía averiada la chapa por lo que no podía quedar asegurada, y obviamente yo no tenía el más mínimo interés en repararla pues era el umbral que me transportaba al paraíso al permitirme contemplar la magia del remolino sexual en el que se transformaba mi preciosa esposa en unión carnal con R. Además, como se suponía que estarían trabajando, no la cerraban para no “levantar sospechas” de mi parte, aunque claramente mi esposa y yo estábamos de acuerdo en que podía fornicar con R cuando quisieran y lo único que limitaba la abierta acción era el carácter recatado y moralino de R que no daba el paso para dejar claro a los tres que aunque Y fuera mi esposa, R era su MACHO por derecho propio, el que la enloquecía, el que la hacía enjugar su vulva y su vagina cuando ella lo veía y estaban cerca uno del otro, el que cada día la enamoraba más y hacía que su Pucha fuera cada vez más dependiente de su gran desempeño sexual, de su poderoso falo y de sus enormes testículos. R era el que la satisfacía, el que la llenaba, el que de facto tenía el derecho de depositar su semen en la panocha ardiente de mi dama para disfrute de los tres.
Por fortuna, nuestro hijo era aun pequeño y tomaba siestas durante el día, lo cual permitía que su mamá atendiera bien a su novio y en todo caso si nuestro hijo requería atención, yo como buen cornudo estaba a cargo para permitir que Y se entregara sin reservas a su hombre.
Como comentario al margen, mi linda esposa me había platicado que durante las primeras fornicaciones, en las ocasiones en las que cogían en el departamento de R, antes de que se estableciera la dinámica de las visitas en nuestro departamento, la lujuria se apoderaba de ella y después de recoger al niño de la guardería, R la llevaba a su departamento junto con el niño y ahí se la cogía muy rico haciendo que mi mujer se transformara literalmente en su Puta pues acababa perdiendo la cordura al explayarse sin reservas, enseñándole a R lo que era una ardiente mujer casada y aunque tenían cama para coger a gusto (la cama de R y su esposa que ellos solo usaban para dormir porque por limitaciones psico-fisiológicas de ella no habían realizado el coito), varias veces terminaban en el piso dada la intensa y fragorosa batalla corporal, lo cual a mi me calentaba en extremo al imaginarme las putescas escenas de mi gentil esposa.
Regresando a la narración, cuando llegué a la puerta pude ver que estaban recostados en la alfombra. Como les he comentado, esa habitación no tenía cama, al menos no al principio de las faenas cornudas, ya que más adelante la equiparon con una cama para hacer más cómoda la práctica sexual. El estaba boca arriba y ella estaba encima de su amante, ya despojada de la sexy blusa color verde olivo con gran escote que la hacía lucir muy coqueta dejando ver gran parte de sus preciosas e inflamadas tetotas y que levantaba ardientes piropos y miradas lascivas en la calle (por lo cual R le había recomendado a su caliente novia –mi esposa– que no la usara en el trabajo para que no fueran a pensar “mal de ella” nuestros demás compañeros ya que como les he dicho los tres trabajábamos en el mismo lugar; yo en cambio, como su esposo que era, la animaba a que la usara y que se vistiera muy sensual para calentar a los otros machos). En ese momento tampoco estaba colocado el sujetador de nuestra hembra por lo cual sus turgentes senos estaban a plena disposición de las manos y de la boca de R, ella colaboraba inclinándose hacia él para facilitarle las mamadas de tetas que tanto apreciaba ella y que la calentaban enormemente haciendo que su panocha rebosara de deliciosos fluidos.
En ese momento estaba ella aun con los entallados jeans puestos. La escena era sensacional con jadeos entrecortados de Y agradeciendo la estimulación bucal de su jefe sobre sus senos. Estaban al lado del closet y el acariciaba sus nalgas con una mano y con la otra le sobaba la zona púbica denotando que podía tocarla a su antojo. A continuación, R liberó el cinturón, el botón y el cierre de los jeans despojándola de ellos así como de sus enjugadas bragas para desnudarla por completo y tener a su disposición el peludo chocho de mi esposa (su mono como él le decía) –rebosante de fluidos vaginales producto del faje que le estaba dando– para el solo para recorrerlo con ávidos dedos sobre los labios de la ardiente vulva de su hembra constatando su voluntad para ser suya nuevamente. Ella hacía lo propio con su amancebado, despojándolo de toda prenda que impidiera el contacto directo de sus cuerpos. A mi esposa le fascinaba sentir la velluda piel de su supervisor laboral, así se lo hacía saber cuándo lo tenía desnudo ante ella y se agasajaba recorriendo con sus manos, su boca, su vulva la abundante pelambre de R quien a su vez seguía estimulando la humectada cuca de mi amada esposa que ya ardía en deseos de sentir el inflamado falo en su entraña vaginal.
Los jadeos de ella aumentaban, era claro que no les importaba que la vecina del piso de abajo los escuchara confesarse su lujurioso y apasionado deseo, su objetivo era unir sus órganos genitales, sentir la poderosa estaca de su amado desgarrando sus tejidos vaginales.
Con intensa calentura se desplazaron entre besos rodando sin separar sus cuerpos hacia la ventana para tener más espacio para la sesión amatoria. Ella lo montó con maestría, el Pitote de R se abrió camino entre los labios mayores, luego entre los menores de la verija de SU HEMBRA abriendo el canal vaginal para estar nuevamente dentro de su caliente Putota que gemía cual perra en brama. Y movía su cadera circularmente para provocar más placer en R, y su pucha se abría y se cerraba en enloquecedor éxtasis. Noté que no usaban condón como en otras ocasiones si lo hacían, la escena era delirante con la Vergota de R entrando y saliendo del Chocho de mi cónyuge, R apretujaba las tetas de mi mujer que YA ERA SUYA OTRA VEZ, el vaivén del mete y saca no tenía tregua y pronto Y estaba alcanzando su orgasmo, en descontrolados movimientos se azotaba las rodillas sobre la alfombra, el dolor que podía estar experimentando era ahogado por el incesante placer de semejante cogida, pero ella era una experimentada mujer casada así que lo sorprendió con el movimiento que hizo: desplazó su mano izquierda sobre los velludos huevotes de R y los acariciaba junto con el falo que se descubría al subir Y su cadera en el movimiento de sube y baja que acompañaba a todo su cuerpo, expresándole que era su consagrada mujer y que buscaba complacerlo al máximo en su amancebamiento. Poco después R descargó con descomunales contracciones de su pelvis sus mecos en la vagina hirviente de nuestra compartida mujer. Así se quedaron unidos con el intercambio de sus fluidos en el candente coito y se besaban con pasión al recostarse ella sobre su macho.
¡Qué exquisito placer era para mí verlos coger con tal pasión e intensidad, constatando que R era el MACHO ALFA con derecho a vaciarse dentro de mi esposa con riesgo de preñarla!
Enseguida me alejé para darles espacio y permitir que se arreglaran y regresé a la sala de TV.
En historias subsecuentes les contaré de otros encuentros de mi bella Y con su novio, amante y jefe R.
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