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Les contaré una historia que pasó en mis tempos de casada, hablo de hace unos 9 años, que fue cuando me divorcié por segunda vez. Cristian y yo ya estábamos en la recta final de nuestro matrimonio.
Y es que cuando las cosas no van bien, pues ya no van bien y se busca más el distanciamiento y forma de terminar con todo.
En esa época yo trabajaba de secretaria en la extinta empresa de Luz, mi marido me metió a trabajar ahí por sus palancas, obviamente yo que fui modelo, edecán y bailarina y más a mis 31 años tenía un físico que idiotizaba a todos en la oficina, eso le molestaba a mi marido, pero no podía hacer nada más que reprimir su coraje en apuestas, alcohol y fiestas, el verdadero motivo del cual nos divorciamos.
Era mediados de junio y teníamos trabajo a full, apenas si me daba tiempo de comer, las cuentas no salían y las personas de arriba estaban desesperadas, finalmente paso lo inevitable la empresa fue cerrada y la mayoría de las personas quedaron sin trabajo incluyéndome a mí y a mi marido, claro que hay quienes tienen negocios y eso no les afectaría, uno de ellos era Rogelio.
Él se convirtió en gerente de la nueva empresa emergente y llamo a mi marido a trabajar con él, pero una tarde recibí una llamada inesperada.
R: ¡Cindy! Me gustaría que habláramos de trabajo.
C: Señor Rogelio, pues dígame donde nos vemos.
R: Te mando la dirección de unas de mis oficinas.
Debo decir que el señor Rogelio para mi gusto no estaba mal, tenía unos cincuenta y tantos años, se notaba de buen físico, tenía una cara de morboso, pero de esas caras que te incitan a ser malvada.
Me puse mi minifalda entallada color negro, mi blusa morada y un saco, que acompañé con unos tacones negros.
Llegue a su oficina que era más un departamento que otra cosa, me recibió una mujer madura y me pido me sentara en un sofá que ahí esperara, yo cruzada de piernas esperaba a Rogelio que salió y no dudo en mirarme de pies a cabeza y que se detuvo en mis muslos que lucían lustrosos con esa minifalda.
R: Hola, ¡bueno pasa!
C: ¡Gracias!
Rogelio empezó a hablarme como el gran empresario que es, honestamente su propuesta de trabajo era buena, más porque estaba a punto de divorciarme y necesitaría ingresos para subsistir.
R: Bueno que te aparece la oferta.
C: Buena, ¡la acepto sin duda!
R: Que gusto, ¡esto merece un brindis! O disculpa olvido que eres casada jajá.
C: No se preocupe, una copa no hace daño.
Saco un brandi y empezamos a tomarlo en las rocas, la plática ya no era de trabajo se tornó algo más personal, hablábamos de nuestra vida, él vivía una etapa monótona en su matrimonio y yo pues le confesé que mi matrimonio terminaría, él no lo podía creer, pero mi declaración hizo que la cosa se tornara más subida de tono.
R: ¡No puedo creer que Cristian te esté dejando ir!
C: Pues así es la vida.
R: ¡Una preciosura como tu es para tenerla contenta y consentida!
C: Pero así son los hombres jajá, ¡no se dan cuenta de lo que tienen!
R: Pues yo estaría dichoso de tenerte como mujer, ¡jajá!
C: Que cosas dices, ¡mejor deme otra copa!
Continuamos bebiendo y coqueteándonos mutuamente, yo no sé si por el alcohol o por la situación que atravesaba, pero me sentía a gusto con el señor Rogelio.
Las horas pasaron y la cosa se tornó más explícita, él me contaba sus aventuras sexuales con algunas mujeres, yo también le conté sobre mi vida de modelo y al parecer eso lo puso caliente, fuimos interrumpidos por su secretaria que le dijo que ya se iba, él prácticamente la corrió y quedamos solos en ese lugar.
Él se puso de pie y me quito mi saco para comenzar a masajearme los hombros, o alcoholizada aceptaba sus caricias que me agradaban y empezaban a excitarme un poco, me sabía acariciar, sus manos grandes y gruesas empezaron a ponerme duros los pezones, me acaricié mis piernas y él notó eso y me susurró en el oído.
R: Como te deseo…
C: ¿Ah sí?
R: Si, desde que te conozco, no sabes la envidia que le tenía a tu marido.
C: ¡Uhm, que halagada me siento!
Sus manos bajaron de mis hombros a mis tatas, lance un suspiro al sentir como sus fuertes manos apretaban mis tetas, las acariciaba y buscaba apretar mi pezón, me puso de pie empujando la silla y abrazándome por atrás continuaba apretando mis lolas.
R: Que ricas teas, ¡siempre quise tocarlas!
C: ¡Oh! ¡Qué duro me aprietas!
Sus manos bajaron por mi abdomen hasta mis piernas, se perdía acariciando mis muslos y besándome mi cabello, el cual hizo a un lado para besarme el cuello mientras sus manos entraban por debajo de mi falda.
Sus dedos empezaron a jugar por encima de mi tanga, yo apoyada en su escritorio me hacía para delante y para atrás masajeándolo con mis nalgas, sentía un buen paquete, duro y con ganas de salir, giré mi cabeza y nos perdimos en un sensual beso de lengua, sus dedos ya dentro de mi tanga, palpaban mi vagina, sabia tocarla, me hacía sentir rico, me tenía en sus manos.
R: ¡Esta buenísima Cindy!
C: ¡Ah!! ¡Qué rico tocas!
R: ¡Ya no aguanto, necesito tenerte!
C: ¿Qué???
Me cargo en sus brazos y me llevo a su sofá de espera, me quito la blusa y me besaba con desenfreno todo mi cuerpo, mientras yo le quitaba su costoso traje Armani.
Me desnudo con desesperación, vi sus ojos perderse en mi vagina a la cual se lanzó como sanguijuela para devorarla de una manera fenomenal.
Su lengua lamia por afuera, la enrollaba y la metía abriendo mi vagina y moviéndola como serpiente, mi clítoris se endurecía al sentir como su lengua lo besaba lamia y como con su boca lo mordía, que rico oral me daba el jefe.
C: ¡Si, que rico, uhm!!
R: ¡Tienes un coño de ensueño!!
Rogelio me mamaba muy rico mi concha, yo estaba súper mojada y lo quería dentro de mí y como toda una puta empecé a rogarle que me penetrara.
C: ¡Ya métela papi!
R: ¡Ya la quieres nena!
C: ¡Si, cógeme, uhm!
R: ¡Dios, eres fantástica!
Se bajó su trusa y dios mío, una verga gruesa de unos 18 cm y bien firme estaba lista para entrar en mi muy húmedo orificio.
Se agacho acomodándose entre mis piernas y mientras me besaba las tetas empezó a meterme su grueso animal, sentía muy rico cuando empezaba a metérmelo, el me tomo de las nalgas para apoyarse y empujármela todita, era tan grueso que yo solo gemía al sentir como me penetraba.
C: ¡Que gruesa!
R: ¡Descuida, te acostumbraras!
Me embestía suave, pero con un buen ritmo, sentí su dureza entrar y salir, lo miraba y me ponía más perra al ver cómo me veía y como se movía, el jefe ahora me tenía en su sofá dándome muy rico.
Como lo dijo, ya me había acostumbrado al grosor de su verga y me movía rico cada que él me embestía, me puso de pie y levanto mi pierna para subirla en el sofá, una en el piso y la otra en el sofá, me tomo de las nalgas y me la metió con velocidad, nos besábamos mientras mi jefe me metía su grueso amigo de forma rápido y violenta, el ruido de nuestras pelvis chocando era fenomenal, el calor de nuestros cuerpos se mezclaba fantástico, me olvide de que aún era casada y de que el concia y era incluso amigo de mi marido.
R: ¡Que rica estas!!
C: ¡Uhm, ah!
R: Finalmente te estoy cogiendo, ¡no sabes cuánto lo soñé!
Sus palabras me aceleraban más, él era fuerte y más alto que me cargo y caminando dando vueltas en la oficina me metía su animal, yo me abrazaba su cuello y le daba mis tetas a comer.
Se acomodó en el sofá y me pido subiera a cabalgarlo, como buena empleada obedecí sus órdenes y apoyándome del brazo del sofá empecé a mover mis caderas y ensartarme solita a su grueso amigo.
Una vez que entro, el me tomo de la cintura y guiaba mis movimientos circulares, los cuales lo hacían retorcerse cada que me movía como desesperada y me daba de ligeros sentones, ¡que rica cogida!
R: ¡Que rico te mueves uhm!!
C: ¡Ah, si, uhm, que rico!!
R: Que pendejo es tu marido, ¡vaya que querer dejar esto!!
C: ¡No hables de él, solo cógeme!!
Me levanté y como perra me puse en cuatro para él, el gustoso se levantó y abriéndome las nalgas me ensarto de una forma deliciosa, yo movía mi cuerpo y el me embestía fuerte dándome de nalgadas y apretando mis tetas.
R: ¡Cariño!!! ¡Qué nalgas más ricas uf!!
C: Métela, si, que rico, ¡como necesitaba esto!
Y era cierto, hace meses que mi marido no me tocaba y ahora mi nuevo jefe me estaba llevando al mismo cielo con su verga gruesa y dura como fierro.
Continuábamos como perros, duro y rápido, su verga ya me había abierto mucho, sus dedos acariciaban mi ano, yo me acariciaba el clítoris, estábamos a punto de corrernos y en unos movimientos deliciosos, ambos llegamos juntos al orgasmo.
R: ¡Ah, Cindy!
C: ¡Sí! ¡Dame leche sí!
R: ¡Toma mi leche, toma mi lechita nena!!
C: ¡Sí que rico!!!
El quedo en el sofá aun con espasmos de la corrida, pero yo quería consentir a mi nuevo jefe así que bajé a su gruesa verga y comencé a chupársela, limpiándole los restos de nuestra batalla sexual.
R: Mami, que rico chupas, ¡uf!!
C: ¡Disfruta, uhm!!!
Llenaba mi boca con su amigo el cual apenas si me cabía, pero como nueva puta del jefe cumplía dándole una chupada para succionarle hasta su última gota de sabroso esperma
Una vez satisfechos, nos arreglamos y me dio un aventón a mi casa, cuando llegue mi marido estaba en su carro afuera de la casa dormido, nuevamente ebrio.
Unos días después me divorcie y me fui a casa de mis padres, mientras en el trabajo pase de asistente a ejecutiva durante dos años, los dos años que tenía sexo casual con Rogelio, hasta que tristemente dejo esta dimensión debido a un mal en su corazón.
No sé cómo lo tomen, pero se fue de forma que tal vez algunos quieren, teniendo sexo con la hija de su socio que lo doblego y la excitación y adrenalina le llegaron al corazón el cual se detuvo y hasta ahí quedo mi antiguo jefe.
Pero yo no olvido el día que me hizo su puta siendo esposa aun de Cristian y de lo rico que fue ser su amante.
Con cariño Cindy
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