Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Parejas

Noche Erótica

Estoy despierto, muy avanzada está la noche; estoy intranquilo, no puedo dormir, me desborda y domina el deseo. Estás a mi lado, pero dormida. Por mi mente danzan escenas que salpican de fantasías a mi ya acalorada piel. Evoco recuerdos de momentos nuestros anteriores y aquellas imágenes vívidas en mi mente me traen tu sabor, tu olor y tu calor.

Comienzo a manosear mis frutas tropicales; la mas larga se enhiesta casi de inmediato. En lo profundo de mi mente y fantasías te observo ensimismado, como si fuera un voyerista. El imaginarte frotando tu clítoris llena de deseos y para provocarme me exalta los sentidos; más aún, al imaginarte obsequiándome imágenes en que llenas de saliva tus dedos, los llevas a ese pequeño órgano del placer femenino, y luego vuelves los dedos a tu lengua me excita en extremo. No resisto más y el deseo me lleva a despertarte de a poco, acariciarte y hacer realidad, aunque sea en parte, aquellos pasajes de la imaginación.

Bajo a mirar de cerca y a respirar e impregnarme de ese olor. ¡Qué maravillosa cavidad, rodeada de tantas trenzas negras sin peinar!. Respiro profundo el olor de tu entrepierna y no contengo las ganas de deleitarme con tu sabor. No resisto mis impulsos, me abalanzo sobre tu vulva, te separo aún más las piernas y me sumerjo en tu sabor. Disfruto con tus zumos, los rememoro y recuerdo que los he saboreado muchas veces, y cada vez me gusta como la primera vez.

Te siento gemir, te siento gritar, me haces el alma alborotar. Mientras paseo mi lengua en tu bajo vientre jugoso y movedizo, recorro labios mayores y menores, me extasío succionando tu clítoris, miro hacia arriba y observo tu cara, desencajada de placer y suplicando suavemente que siga, siga y siga. Continúo aceleradamente, para conseguir pronto que los manjares de tu éxtasis se derramen en mi boca. Tu calentura me estimula aún más y lo mío está ya tan duro que quiere estallar; me salgo de tu vagina, subo y paseo mi miembro viril por tu boca anhelante. Veo el regocijo en tu cara y siento tu placer expresado en tu jadeo. Poco a poco lo absorbes cada vez más, demostrando tu habilidad en humedecer, recorrer y lamer hasta hacerme palidecer. Tu mano me frota el falo hacia adelante y hacia atrás y un dedo tuyo me cosquillea aquel lugar recóndito donde he recibido tus caricias más atrevidas.

Gozas con mis sabores, te deleitas y te sientes triunfadora al escuchar mis gemidos. Parezco un toro enardecido que solo quiere encajar su cuerno en las carnes de quien lo desafía. Sigo moviéndome en tu boca y me exalto al mirar y sentir esos jugosos labios ardientes, que con tu movimiento succionatorio y cadencioso sólo me hacen sentir gozo. Tu lengua cálida, húmeda y juguetona me recorre una y otra vez, mientras pones cara de gozosa y picarona; te miro tanto en esa pose, que hasta mi alma se pone saltona. Me llevas cercano al éxtasis una y otra vez, hasta hacerme temblar y el cuerpo entero estremecer. Las vibraciones recorren palmo a palmo mi piel y ya por abajo te quiero penetrar. Saco mis dedos que estaban sumidos en esa fuente de placer, regocijándose de tu interna suavidad, calidez y viscosidad. Te separo bien las piernas y te penetro repetidas veces y por largo rato hasta sentirte desfallecer. Gritas, gimes y deliras, pidiendo más y más embates de punta a rabo y de esquina a esquina, hasta encabritar tu vagina. Nos movemos cadenciosos, nos agitamos con pasión. Los sentidos están alertas al máximo, hasta el último empujón.

Penetro, penetro y penetro hasta sentir tu orgasmo llegar. Qué cambio de sabores en tu saliva, la que a cada segundo me parece más lasciva. Disfruto de cómo retuerces tu cuerpo, cruzas y levantas las piernas, vibras, te evades de este mundo y me llena de orgullo cómo me demuestras lo feliz que estás del placer que te estoy dando. Te levanto las piernas, miro tu concha de oro, barnizada en rojo y negro, y de nuevo lo pongo en su lugar, para satisfacer los deseos más íntimos de ese tesoro terrenal, que está bajo tu vientre. Luego te beso y recorro tu boca con mi lengua, para sentir tu deseo, tu calentura y tu sabor lascivo que no mengua.

Cuando el orgasmo ya viene para mi, lo saco de tu concha gozosa y llevo esa carne recta a tu boca temblorosa, mezclando sabores y emociones. Lo tomas con tu mano, lo miras de cerca, lo frotas un poco y luego lo envuelves nuevamente con los labios hasta hacerme gemir. Tantas veces entra, tantas veces sale, que como un cántaro que va muchas veces al agua, al final se rompe. Se derrama la blanca leche sobre tus pechos y algunas gotas albas brillan como si tuvieras un collar de perlas blancas. Observo tu cara, ya coronada en reina del placer; esa visión me fascina y te imagino de nuevo tentándome con tu vagina.

Miro nuevamente tus profundidades rojas, rodeadas de fibras negras, admiro tus nalgas, sinuosas y armoniosas. Siempre las deseé y me ha gustado acariciarlas, desde que comenzaste a entregarte a mi como mujer. Cuando te conocí soñaba con tocarlas, besarlas y manosearlas a mi antojo, hacer con ellas lo que yo quisiera. Todo fue aún más allá que en mis osados sueños; tu me enseñaste a recorrerlas y a besarlas, a lamerlas y succionarlas. Me aceptaste poco a poco experimentar, llegando incluso con la lengua a recorrerte, donde obtuve y te di un placer crepuscular. Después de un rato volví a la Tierra desde mis pensamientos, succioné y besé tus pechos bien formados y de tamaño adecuado. Me sentí feliz, me sentí alborotado y luego de sentir tu pasión y calentura, al poco rato estaba de nuevo bien montado.

Me sugieres un descanso, de solo el silencio escuchar y el cuerpo contemplar y acariciar. Acepto gustoso, sabiendo que el futuro vendrá jugoso. Pasan sólo unos minutos y me vuelves a emocionar, al abrir descuidada y ampliamente tus piernas, ocasión que yo aprovecho para mirar tranquilo y con lascividad las profundidades rojas y anhelantes de tu cavidad. Frecuentemente, aquí en la cama, así como en los viajes e incluso en el trabajo, vienen a mi mente imágenes de esos labios y vulva rosada, de profusa cabellera enmarañada. ¡Qué belleza!!! ¡Qué delicia!!!. Vuelvo a la realidad, veo que te tengo y en ese momento me hiciste sentir el rey de la impudicia.

Te miré desnuda nuevamente e imaginarme frotándote el clítoris fue un placer superior. Me imaginaba tus gemidos y que estás a punto de dar un alarido, dando con ese espectáculo rienda suelta a mis sentidos. Te imaginé maravillado, haciendo demostraciones expertas de un arte que pocas mujeres saben y disfrutan de hacer. En mi fantasía te masturbabas y gemías mientras yo te lamía. Volví a la realidad mientras no despegaba mi lengua del labio mayor ni el menor, y recorrí entero el perineo, mientras mi dedo tu clítoris frotaba. ¡Qué placer mas exquisito!!! Aún más me exaltaba al mirar que, además, mis dedos succionabas y con tu propio sabor te deleitabas. Con mi lengua recorrí el monte de Venus y el par de montañas lujuriosas de tus nalgas. Te penetré, recorrí, succioné y humedecí hasta lo más profundo, y en todos esos maravillosos instantes me hiciste sentir el rey de este mundo.

Te tomé con fuerza y te puse en posición 69. Ahora, después de tanto tiempo, me es imposible describir en su integridad el infinito placer del querer y tener. Fue un verdadero espectáculo el mirar, oler y succionar tus partes más ocultas y proclives a la pasión. Sentir luego como tus dedos y tu lengua se apoderaron y recorrieron mi cuerpo, hasta hacerme proferir gemidos y algunos pequeños y musitados alaridos. Con mi lengua tu cuerpo entero recorrí. No dejé lugar sin visitar, fui a los lóbulos de tus orejas, a los muslos, a la parte trasera de tus rodillas, a tu ombligo, a la punta de tus pies, a tu cuello, a tus pechos, a tu nuca, a tu espalda, y a tus pestañas, en todas me moví como una araña. Te lamí y te saboreé hasta que tu cuerpo se puso hipersensible y cualquier caricia te daba escalofríos que no resistías.

Placeres lujuriosos, pecaminosos y grandiosos. Todo ello gracias a ti conseguí. Hice esfuerzos para gozarte, mimarte, consentirte y adorarte, para que significaran lo mismo para ti. Seguí suavemente recordando un rato, hasta que finalmente, feliz, satisfecho y sin darme cuenta me dormí.
Datos del Relato
  • Autor: Maulino
  • Código: 9927
  • Fecha: 12-07-2004
  • Categoría: Parejas
  • Media: 5.88
  • Votos: 78
  • Envios: 13
  • Lecturas: 1590
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 18.189.180.76

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.862
»Autores Activos: 2.203
»Total Comentarios: 11.829
»Total Votos: 511.816
»Total Envios 21.937
»Total Lecturas 93.983.358