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Categoría: Confesiones

MARISA

Marisa era una rubia de pelo más bien corto que llevaba gafas y no era muy guapa, pero si muy sexy. Tenía 40 años y yo 44. Era mi supervisora en el trabajo. Me decía un amigo que me fijase en los pantalones ajustados vaqueros que llevaba y es verdad que me volvía loco. Ella me repetía mucho que yo era mayor que ella.
Había un compañero llamado Carlos de unos 21 años muy delgado, atractivo y con muy mala leche. Carlos y Marisa se pasaban la tarde hablando. Un día Carlos para joderme me contó que Marisa y él eran amantes. Que a ella le gustaban los jovencitos. Como tenía pinta de muy joven le recordaba a ella a una chica, porque Marisa era bisexual y también le encantaba que Carlos la chuleaba. Por lo visto a ella le gustaba hacer sobre todo sexo oral. Le chupaba el pene y él el coño. Luego se la follaba encima de ella, pero a Marisa aquello no le gustaba tanto. Era tan sólo un chico pero las lamidas la encantaban.
Marisa vivía en Guadalajara e iba todos los días en su coche. Una tarde le propuse acompañarla hasta su coche y ella me rechazo. Se lo contó a otras personas superiores que me montaron un pollo al día siguiente.
Aquello no me gustó nada y decidí caer muy bajo, imitando a Calos. Fui y la chantajeé.
- Si no me dejas que te acompañe al coche se lo contare a todos lo que sé sobre Carlos y tú.
Ella dudo un momento.
- Vale- me dijo.
- Fuera hacía calor. Fuimos a su coche. Antes de entrar la abracé y apreté mi entrepierna en sus pantalones, que tanto deseaba. Y nos besamos. Ella aceptó los besos. No decía nada. Sólo me dejaba hacer.
Entramos dentro, en los asientos de atrás. Allí no nos vería nadie.
Llevaba una camiseta. Le hice bajarse los pantalones. Así me la follé. Sentada hacía mí. Nuestras bocas y lenguas se juntaban babeando. Ella subía y bajaba. No decía nada. Notaba que estaba muy húmeda. De manera que no quería hacerlo conmigo, pero le gustaba. Yo atraigo mucho a las mujeres. Yo follando era mejor que Carlos y a ella le gustaba. Subía y bajaba y yo apretaba su culo con fuerza. Ella terminó gritando y yo estaba enloquecido. Olía un poco a perfume y a sudor.
Fue un inmenso polvazo. Me corrí todo dentro.
-Ha sido maravilloso- decía yo.
Ella ni contestó. Salí del coche y con ganas de lavarme la polla.

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