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Categoría: Incestos

LOLITA - La sobrina de Andrea -FINAL-

- ¿Quién es la señorita Marta? -le pregunté intrigado.
- Ahora mismo te lo cuento -me contestó- Verás...
- Sí, cuéntamelo, pero antes espera que estoy a punto de acabar -le dije con la pija a punto de explotar- Acerca la boca y chúpamela como si fueran los pezones de la tía.
Clara se inclinó y nada más entrar en contacto con mi pija, eyaculé con fuerza en el interior de su boca. A la chica le cogió un poco por sorpresa, pero pronto empezó a chupar, extrayendo hasta la última gota de semen de mis huevos.
- Eso es, cariño, trágate toda la leche -le decía, presa de la excitación hasta que acabó con todo- Y ahora dame un beso como el que le diste a tu amiga.
- ¿Te gusta que te bese? -me dijo y me dio un beso en la boca en el que todavía se podía sentir el sabor de mi semen.
- Sí, cariño, me encanta -le contesté temblando de placer.
- La tía tiene razón -me dijo una vez separó sus labios de los míos- Tu leche está muy caliente y muy buena.
- Tu tía siempre tiene razón, Clara -le respondí sonriendo- Y ahora dime, ¿quién era la señorita Marta?
- Es verdad, ya no me acordaba -dijo Clara y limpiándose los restos de mi semen de los labios con el dorso de la mano siguió hablando
"La señorita Marta era mi profesora particular, era muy cariñosa conmigo, me abrazaba todo el tiempo y me llenaba de besos. A mí me encantaba que hiciese eso y la quería mucho. Ella me gustaba, pero todavía me gustaba más mirar las cosas que mi madre me prohibía mirar. La señorita Marta estaba embarazada por aquel entonces y un día se puso un vestido demasiado corto para la tripa que llevaba, así que al sentarse tenía que abrir bastante las piernas, lo que dejaba a la vista todas sus bragas. Se dio cuenta de que me había pasado toda la clase mirando por debajo de su falda y a partir de ese día empezó a ponerse siempre vestidos cortos.
Empecé a darme cuenta de que no solo a mí me gustaba mirarla sino que a ella le gustaba que yo la mirase, ya que siempre se colocaba de forma que yo diese rienda suelta a mi debilidad por sus prendas íntimas. Tanto la miraba que empecé a distraerme al hacer los deberes y todo lo hacía mal.
- Clara, no te concentras y lo haces todo mal. Si no prestas más atención a lo que haces tendré que decírselo a tu madre. ¿No te das cuenta de que si no mejoras en el colegio tu madre no te dejará venir más a mis clases y no entenderás tan bien lo que te enseñan en el colegio? ¿Quieres que pase eso?
- No, yo la quiero mucho señorita Marta y no quiero dejar de venir a sus clases.
- Pues prométeme que a partir de ahora vas a prestar más atención a mis explicaciones.
- Se lo prometo...
- Dime si me equivoco, pero... yo creo que te distraes porque te gusta verme las braguitas que llevo.
No podía creer que me hubiese descubierto. Bajé la vista y no dije nada porque sentía mucha vergüenza.
- Clara, ¿te gusta verme las bragas?
- Sí, son muy bonitas...
- Bueno, pues vamos a hacer una cosa. Si me prometes que vas a sacar buenas notas en el colegio y si tanto te gusta, yo dejaré que me veas las bragas siempre que vengas a mis clases. Pero no tienes que decírselo a nadie, ¿eh?
- No se lo diré a nadie...
- Muy bien, pues para que veas que no te miento, vamos al sillón. Si me prometes que no se lo vas a contar a nadie y que vas hacer los deberes en tu casa, te las enseñaré ahora mismo. ¿Me lo prometes?
- Sí, señorita.
- Vale, pues acércate. Mira, esta falda me viene pequeña por culpa de la barriga. ¿Has visto desnuda alguna vez a una chica embarazada?
Yo negué con la cabeza mientras ella se levantaba el vestido por encima de la tripa. Tenía unas bragas muy bonitas, pero eran un poco raras, me imagino que porque eran de embarazada. Su barriga estaba muy gorda, parecía a punto de reventar.
- Tócame la barriga si quieres. Puedes pasar la mano por donde quieras, este será nuestro pequeño secreto.
Le toqué la tripa con cuidado, porque tenía miedo de hacerle daño. Luego empecé a bajar y toqué la delicada tela de sus bragas.
La señorita Marta se las apartó un poco y me enseñó su concha que era peluda como el de la tía Maria. Yo lo toqué, me gustaba el suave tacto de sus pelos y noté que empezaba a mojarse. Me explicó que ese era el lugar por donde salían los bebes y luego ella también me tocó a mí. Me gustaba tocar su concha porque era muy suave.
Al poco tiempo tuvo el bebé y mi madre me llevó a verla al hospital. Vi cómo amamantaba a su hijo y me quedé como hipnotizada, cosa de la que ella también se dio cuenta. Al cabo del rato le pidió a mi madre que bajase al bar a comprarle una gaseosa, pero quería que yo me quedase para hacerle compañía, así que mi madre se fue sola.
- ¿Has visto cómo toma el bebé la leche de mis pechos? ¿Te gusta?
- Sí... ¿Tienes leche en los dos?
- Sí, cariño, en los dos. Ven, acércate antes de que venga alguien.
Me acerqué a ella y vi cómo tomaba su otra teta con una mano y se apretaba los pezones con los dedos, lo que hizo que saliese un hilo de leche. Unas blancas gotas cayeron por sus pechos que ahora parecían más grandes que antes.
- Son más grandes, ¿verdad? Eso es porque están cargados de leche. El médico me dijo que tengo demasiada leche, tanta que si quisiera podría dar de mamar a otro bebé. Así que, para que no te pongas celosa de la niña, a partir de ahora cuando vengas a casa dejaré que tú también mames la leche de mis pechos.
Mojó un dedo con unas cuantas gotas de leche y me dijo que se lo chupara para que me fuera acostumbrando al sabor. Era un poco diferente al de la leche normal, pero no estaba mala.
Cuando la señorita Marta salió del hospital, fui a su casa para ver cómo estaba. Llamé a la puerta y me abrió su marido que estaba a punto de salir.
- Marta, es Clara, la hija de Maria. Hasta luego.
- Adiós cariño. Pasa Clara, estoy en el cuarto. ¿Cómo estás?
- Bien. He venido para ver si ya está bien.
- Ya estoy mejor, gracias. Pero tú has venido a otra cosa, ¿verdad?
- Sí... El otro día me dijo que si venía a visitarla... me dejaría mamar de sus pechos como el bebé.
- Y no te mentí. Siéntate aquí que nadie nos va a molestar. Mira, primero me doy un masaje en los pechos, así... ¿Ves? Tócalos con las manos y apriétalos despacito, así se me va calentando la leche. Ahora pon la boquita en el pezón y comienza a chupar... Así, eso hará que me salga más leche.
Yo chupaba y notaba cómo la leche fluía de sus pechos y caía caliente por mi garganta. Era una sensación que, aunque debía haberla vivido con mi madre cuando era pequeña, ya no recordaba ni lo más mínimo, aunque me encantaba.
- Desde que tuve al bebé y tengo tanta leche soy la mujer más feliz del mundo. Ahora chúpame el otro, muy bien. ¿Has visto cuánta leche tengo? Sabes que hasta el médico del hospital me pidió un poco de leche. Una noche le había pedido gasas para limpiarme la leche que me estaba empapando la bata del hospital. El muy pícaro me dijo si me las podía chupar, yo le dije que sí y me chupó de las dos tetas, como tú ahora. Tanto chupó que me las vació y tuve que darle al bebé leche de un biberón. Yo también le chupé toda su leche al médico y me la tragué toda. Estaba tan excitada que hasta el día siguiente no me di cuenta de que le había sido infiel a mi marido por primera vez."
- Y esa fue la primera vez que probé la leche...

ACLARACION: Estos cuentos de Lolita no son fantasias me fueron contados por la principal protagonista.
Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 5.5
  • Votos: 134
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Viviana
invitado-Viviana 26-07-2003 00:00:00

Ojalá que tu relato siga, todavía falta saber lo que pasa con la tía de Clara....no crees?

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