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La hoguera

Tenía consulta con el médico a las 2 de la tarde, el tiempo estaba gris, amenazando lluvia, pero de todos modos su humor era estupendo.

Se tomó un ómnibus para ir al médico, y durante el trayecto iba mirando a los transeúntes, todos les parecían como contagiados por las inclemencias del tiempo, grises, sin vida.

Llegó una hora antes y decidió entrar a un restaurante a almorzar; mientras espera que la sirvan observa a los parroquianos del lugar, sentado en la barra había un joven de unos 23 o 24 años, bebiéndose un whisky, lo cual le llamó la atención dado la hora del día y supuestamente estaba en horario de trabajo.

El joven era alto, rubio de ojos claros, cabello largo, ondulado, tenía un cuerpo atlético y parecía muy simpático.

Se sintió identificada con él, ya que ambos parecían ser los únicos que estaban de buen humor, disfrutando de la vida.

Se cruzaron sus miradas varias veces, hasta tímidas sonrisas.

En un momento cuando ella levanta la vista, él ya no se encontraba más sentado en la barra; una sensación de desconsuelo la embargó, pidió la cuenta y decidió retirarse del restaurante, a pesar que aún faltaba tiempo para ir al médico.

Cuando estaba saliendo del local, el joven vuelve a entrar, cruzaron una vez más sus miradas y ella se fue.

En la esquina mira hacia atrás y lo ve a él que la seguía; decide entrar en una galería a mirar vidrieras y puede comprobar como el joven la acechaba.

La situación la divertía, a propósito se paraba delante de las vitrinas simulando observar lo que ellas exponían, pero su objetivo era ver lo que el joven hacia.

En un momento siente que le susurran al oído - que bonita eres - ella se da vuelta y se encuentra con la sonrisa de el una vez más, lo mira, se sonríe y continúa caminando.

El a su lado, empieza a hablarle, le pregunta como se llama y si tiene tiempo para ir a beber un café y así poder conversar un rato.

Ella le explica que tiene hora en el médico y le es imposible, pero si quiere le da su número telefónico para que él la llame y concretan una cita.

Quedan en encontrarse esa misma noche para cenar.

A las 9 en punto de la noche suena el timbre, ella lucía un vestido negro minifalda, ajustado al cuerpo, medias negras con portaligas y tacos altos; su maquillaje era discreto, pero resaltaban sus ojos y sus labios.

Atendió el porteroeléctrico y le dijo que enseguida salía.

El vestía un jean, una camisa azul oscura y una campera, se veía más atractivo que al mediodía.

Decidieron ir a cenar a un restaurante pequeño y muy bien ambientado por la zona.

Mantuvieron una charla amena, intercambiando vivencias, bebieron vino y se rieron muchísimo comentando sobre la manera como se habían conocido.

Luego del postre, él le propuso ir a beber un café a su casa, ella dudó al principio, pero luego aceptó.

El vivía en una casa a las afueras de la ciudad, cerca de la playa; era una casa no muy grande de dos pisos, en la sala había una gran chimenea que estaba encendida, las luces eran tenues y la música que sonaba era suave, propia para la atmósfera que se estaba gestando.

Se sentaron en la alfombra a beber más vino, pero la charle le cedió el lugar a las caricias y a los besos, el lentamente acariciaba su cuerpo, como queriendo descubrir que había debajo de ese ceñido vestido.

Ella se entregó a esas caricias, el vino estaba surgiendo efecto y una sensación sumamente placentera la embargaba.

Los roces fueron siendo cada vez mayor, hasta convertirse en un mutuo manoseo, ella pudo observar como el bulto de él se traslucía debajo del pantalón, ella se sentía húmeda, sus pezones estaban erectos.

Lentamente él fue bajando el cierre de su vestido hasta quitárselo, el conjunto negro de encaje que llevaba puesto traslucía su bello púbico y sus pezones, lo cual sumado al portaligas la hacía lucir aún más sexy y seductora.

El le pidió que desfilara por la sala para deleitarse con su belleza, a lo cual ella accedió gustosamente, pues la excitaba aún más.

Ella se puso a bailar sugestivamente delante de él, exhibiendo su cuerpo, el cual él accedía tan solo al extender sus manos.

Espaciosamente ella se fue quitando la ropa, primero el sostén dejando sus pechos, no muy grandes, pero si firmes al descubierto, inmediatamente el rozo sus labios en sus aureolas provocándole a ella una sensación exquisita.

El le quito el minúsculo bikini que cubría su pubis, a la vez que acariciaba sus labios vaginales, pudiendo así comprobar la humedad que emanaba de ellos.

Sin previo aviso, introdujo su lengua dentro de esa cavidad mojada, estremeciendo su cuerpo, ella abrió aun más las piernas para permitirle una mejor penetración.

El le pidió que se dejara puesto el portaligas, pues lo excitaba aún más.

Ella le fue quitando la ropa lentamente, primero la camisa, dejando su torso desnudo, luego el pantalón, pudiendo ver como la cabeza de su pene asomaba erguida, como queriendo entrar en acción de inmediato.

Sin quitarle el boxer, ella paso sus labios por su pene, acariciándole a la vez sus nalgas firmes, apetitosas.

Dejándolo desnudo, comenzó a recorrer ese cuerpo atlético con su lengua, sin dejar un rincón del mismo sin besar.

Ella se acostó en la alfombra y el se tiró arriba de ella, apuntando su vagina con su verga erecta, penetrándola de una sola embestida.

La excitación era suprema, la música, el ruido de las olas, la luz tenue y esos dos cuerpos ardientes, deseosos de sexo.

Luego la dio vuelta, quedando ella sobre el, con su culo firme expuesto y su coño totalmente tapado por esa verga tiesa que la penetraba, con un dedo él fue dilatando su ano hasta dejarlo a punto para ser invadido.

De pronto ella siente que algo más duro y grande que un dedo la penetra, se da vuelta y asombrada ve como otro joven la esta calando hondo, al principio se asustó, pero era tal el placer que le provocaba sentir esas dos vergas dentro suyo, que continúo en la faena, solo dejándose llevar por una infinidad de orgasmos que se continuaban unos a los otros, haciéndola estremecer de pies a cabeza.

Quedo tendida a un lado en la alfombra, exhausta de tanto placer, abre los ojos y ve como esas dos pijas enormes la apuntan, mientras ellos se masturban uno al otro, instintivamente se pone de rodillas y comienza a mamarlas con frenesí, como queriendo devorárselas, ellos la toman de la nuca empujando cada vez más fuerte, haciéndola sentir sus vergas tocando su garganta.

Al tiempo que le gritaban, mamá puta divina, chupa que tenemos leche para darte y mucha.

Ella no dejaba de mamar, deseaba comérselas, las mordisqueaba, chupaba, le pasaba la lengua por todo su largo y ancho, succionaba sus huevos, nunca antes había sentido tanta excitación, su concha hinchada volvía a mojarse, dejando escurrir sus jugos por su entrepierna.

Les pide a ellos que se coloquen de espaldas en cuatro y mientras le dilata a uno su ano con su lengua, al otro lo hace con sus dedos, al tiempo que ellos se masturban.

Cuando presiente que están por correrse, le pide a uno de ellos que penetre al otro, al principio ellos se niegan, pero ella le abre el ano para que quede bien expuesto y apetitoso, el joven sin pensarlo, embiste al amigo sin piedad, exhalando el otro un grito mezcla de dolor y placer.

Ella se para delante de su amigo, invitándolo a que la penetre por detrás.

Así, formando un trencito de placer, goce, sexo, se acabaron en un orgasmo majestuoso, quedando tendidos exhaustos a los pies de la hoguera.
Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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