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Categoría: Confesiones

Una trampa con la vecina que termina de manera apasionada

A veces todos hemos oído cosas morbosas, pero creemos que de tan apetecibles que nos parecen creemos que son mentira. Esta vez no fue mentira. Una mujer en la madurez de su vida y un vecino al que sacaba más de diez.

Ella siempre en su vida sexual había sido una mujer tranquila y serena, pero últimamente sentía ciertas pulsiones y fantasías y decidida resolvió llevarlas a un plano real. Se había fijado en que el vecino del piso inferior a veces se fijaba en su ropa íntima o eso creía ella. Colgaba la ropa en la fachada trasera de la casa. Daba al campo con lo que no había posibles quejas de ningún tipo. El patio trasero era una sucesión de varias huertas cuya propiedad eran de los vecinos.

Un día estando en las huertas y estando en una zona que nadie podía verla, no espiaba su situación allí era casualidad, observó como el joven vecino se fijaba en unas braguitas que había colgado esa mañana. Unas rojas producto de la nochevieja donde quiso cumplir con cierto convencionalismo y otras negras de las que usaba casi a diario.

Las miraba claramente, no había lugar a dudas. En lugar de enfadarse se sintió excitada, muy excitada. Además, él no optaba por tocarse sino solo miraba, pero ella quería jugar e ir más allá. Tenía que pensar hasta dónde. Tenía una amiga que le había dejado las llaves de su casa mientras estaba fuera. Iba a estar un par de años por trabajo en otro país.

Tenía libertad para ir cuando quisiera. Su amiga era muy bromista y un tanto pícara y cuando marchó para despedirse hizo una reunión de tuppersex. Ana compró un juguete que le pareció divertido, aunque no lo fuera a usar nunca. Como ligarse al vecino. Por una parte, tenía que pensar como seducirlo y por otra que hacer con él, aunque varias cosas le apetecían.

Lo primero que hizo fue dejarle una nota. Sabía donde dejarse para que solo la leyera él. Efectivamente, pasaron un par de horas y le vio leerla en la huerta escondido entre las plantas.

Hola Aitor, no me conoces ó no me conoces como me gustaría que me conocieras. Si quieres seguir recibiendo notas y al final jugar al juego más placentero que hay pasa todos los días por el camino del río. En el margen derecho en el segundo árbol junto a sus raíces hay una piedra. Bajo esa piedra dejaré una nota el martes a las 16 h diciéndote lo que debes hacer si quieres jugar de verdad. Si acudes antes ó intentas descubrir quien soy no habrá juego.

Aitor miró para todos lados y no vio a nadie. Ana ya se había escondido entre detrás de la persiana baja y era imposible verla.

El lunes ella escribió la nota y la dejó bajo la piedra. El martes unos minutos antes de la hora Aitor estaba en el árbol. Levantó la piedra y cogió la nota.

Veo que has cumplido lo que se te ha ordenado y entonces te propondré el juego. En este hay una parte en que debes confiar en mí porque sólo bajo esa premisa el juego se producirá. Lo que estás pensando es cierto. Es SEXO. Dirígete este viernes a ésta dirección: xxxxxxxxxxxxxxx xx x x. Allí abrirás el portal con una de estas dos llaves que te dejo y subirás al xxxxx piso. Allí abrirás con la otra llave. En el suelo tras pasar la puerta habrá un antifaz que te pondrás. Luego caminarás hasta la cocina donde te desnudarás. Allí te inclinarás sobre la mesa de la cocina y esperarás sin moverte. Si cuando yo llegue no estás en esa posición me iré, no sabrás quien soy y no volverás a verme.

Aitor leyó y tuvo una gran erección. Le excitaba lo que esa mujer misteriosa había escrito. Miró a ver si todavía estaba cerca pero no vió a nadie.

Y el viernes llegó. Se vistió adecuadamente, aunque la ropa le iba a durar pocas horas puesta. Se perfumó y acudió a la cita. Caminó hasta la dirección indicada y cuando estuvo allí entró en la vivienda y se puso el antifaz. Luego caminó hasta la cocina y allí se fue quitando la ropa hasta quedar completamente desnudo. A ciegas y excitado se inclinó sobre la mesa y colocó sus brazos estirados hacia atrás.

Sintió unos pasos dentro de la casa. Alguien vino y sujetó sus brazos a los lados de su cabeza, pero con los brazos por encima de la cabeza. Luego los tobillos separados por una barra de madera. Él escuchó como ella colocaba varios objetos en la mesa.

Cogió una regla de madera. Azotó la primera vez como tanteando el terreno y luego veinte azotes por nalga con saña creciente. Se separó y fue a la nevera. Extrajo varios hielos. Pasó uno por todas las marcas. Cogió otro y lo intentó introducir en el ano, pero se resbalaba fuera hasta que empujó más fuerte y entró. Seguido otro.

El calor interior los derritió rápido y fue saliendo el agua de su interior.

Tras el refresco empuñó un flogger y volvió a dar 20 azotes por nalga. Después con la fusta. El culo tenía tonos rosas y rojos brillantes.

Ella cogió una gran jeringa. Se la había conseguido una amiga que no sabía para que la usaría. Introdujo la punta en un bote de lubricante y extrajo el émbolo cargando la jeringa de lubricante. Luego metió la punta en el ano del hombre y empujó el embolo llenando los intestinos de lubricante. Fue sacando la punta para lubricar no solo el interior sino también la entrada y las zonas de las nalgas que rodeaban la puerta trasera. Luego cogió unas bolas de tamaños sucesivos.

Intentó penetrarle con la bola más pequeña y no tuvo ningún problema, entró fácil, muy fácil. Luego siguió con la siguiente y la dificultad se venció rápido. El lubricante hacía su trabajo. Fue metiendo las bolas hasta que la última la dejo bien apretada con los músculos de la entrada del ano. Oía los quejidos del hombre. Se acercó a una pequeña bandeja de acero donde reposaba una jeringa hipodérmica con su aguja la cual había rellenado de una solución salina.

Se acercó a la bolsa escrotal de Aitor, aplicó un poco de alcohol. Antes que el cerebro de Aitor pudiera procesar nada de lo que estaba pasando ella le pinchó y empezó a introducir la solución salina en la bolsa escrotal. Cuando terminó Aitor retiró un poco el culo hacia tras para hacer hueco a sus huevos. Ahora ella se puso un strapon, era más delgado en la punta y luego se ensanchaba en la parte de atrás.

Sacó las bolas y lo penetró de un solo golpe. El lubricante hizo su trabajo y la verga de caucho entró de una sola vez. Luego lo fue follando rítmicamente. Untó las manos en lubricante y comenzó a pajearlo muy lentamente. El lubricante tenía efecto calor y el notaba la paja como si hubiera entrado en un agujero caliente y húmedo. Le arruinó el orgasmo un par de veces y entonces paró.

Le soltó de la mesa y lo condujo a la cama. Lo ayudó a tumbarse boca arriba y lo esposó las muñecas al cabecero y los pies a la parte de debajo de la cama. Ahora se acercó a él. Con la mano acarició la bolsa escrotal llena de la solución salina. Entonces de improviso le quitó el antifaz y Aitor pudo ver que era su vecina de arriba. Su polla que se había encogido después de la paja mientras lo enculaba se puso dura al instante.

Eeeeeres, eeressss…….

Sí, soy tu vecina…. Todo esto que te he hecho no lo había hecho con nadie y cuando me fije que mirabas mis bragas pensé que te tenía que dar una lección, pero me di cuenta que también quería disfrutar con ello.

Entonces ella se montó encima metiéndose la polla. Ahora él podía ver sus pechos botando delante de su cara. Eran preciosos, dos pezones de tamaño reducido, ella se agachaba y se los ofrecía y cuando él quería morderlos o besarlos ella se alejaba. Lo cabalgaba, a veces muy lento para que él notase como su polla dentro de ese alojamiento caliente y húmedo se movía lento y rápido alternativamente hasta que ella tuvo uno de sus mejores orgasmos.

Lo soltó de la cama y él entonces saltó sobre ella y la tumbó boca abajo en la cama, ella instintivamente se quiso levantar y para ello levantó el culo en pompa en el momento que él la sodomizaba. La daba por culo sujetándola de los pechos. Lo hacía con fuerza y abruptamente y de esa forma y a la follada anterior y la paja de la mesa no aguantó y eyaculó llenándola de semen.

A partir de ese día repitieron ese polvo varias veces siempre a iniciativa y mandando ella.

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