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Categoría: Maduras

Cristina y yo (2)

Luego de ese maravilloso momento de felación profunda Cris tomó cierto respiro relajando su cuerpo desplomado sobre el sofá humedecido de sudores y sustancias lacteas. Me miró con cierta complaciencia. Su torso desnudo, sus senos erguidos y las piernas abiertas mostraban tras la tela blancuzca y delgada del calzón el oscuro triangulo pletórico de pelos. Luego se lavanto y me regaló un espectáculo que nunca olvidaría.



Yo me senté en la cama desnudo y contento con mi espalda relcinada sobre dos almuadones apoyados en la cabecera de la cama. Mis ojos atentos estaban en proyección al cristal bicelado con figuras vegetales que separaba virtualmente la alcoba de la ducha. Tenía completa visibilidad. Una vez en la cabina del baño, Cristina se desnudo completamente con parsimonia mientras yo me permitía unas ciaricias leves en mi verga un tanto exhausta. Abrió la llave y el agua empezó a correr. Ella permaneció de espaldas hacia a mi todo el tiempo, enseñándome la blacura espesa de su espalda y de sus nalgas.



Su trasero era mucho mas estético de como me lo había figurado en las tantas fantasías en las que ella era la protagonista. Eran paradas, redondas y un tanto rojizas en el centro. La izquierda tenía un lunar oscuro en la parte superior donde se une con la cadera. Se veia preciso. La piel tersa ma hacia olvidar que esa mujer estaba en sus cuarentas.

 



Cris se enjanobó el rostro y el cuerpo. No me dejaba ver su delantera. Dejó caer el jabón en los enchapes del piso y se agachó con actitud eróticamente teatral semiabriendo sus piernas. Le pude contemplar, para fortuna de mi morbo, la porción trasera de su chucha peluda y ese par de nalgas explayadas. Estaba anonadado y embelesado con los alcances de esa señora, que jamás me imaginé pudiera provocarme esas sensaciones. Se enjuagó cuidando de no mojar su pelo negro y se envolvió la toalla cubriendo sus pechos hasta parte de sus muslos. Salío del baño y me dijo que era mi turno.



No hice mucho teatro. Ella se reclinó justo donde yo estaba. Yo me bañé en tres minutos ansioso por poseerla rápido. Me enjugué el cuerpo en especial mi verga caliente y aún parada para limpiarla bien de sus salivas y de restos de semen de la previa eyaculación. Realemente estaba recuperado para reiniciar otra faena.



Salí sin tanta parsimonia después de secarme, completamente desnudo y erecto. Me metí en la cama y posé un beso en su rodilla izquierda que tenía levantada al flexionar su pierna. No le pude robar aún una visión de su concha pues la toalla aún la cubría.



Le dí otro beso y mi boca luego la arrastre en descenso sobre su muslo acercándome peligrosamente a la encrucijada. Ella emitió un gemido profundo como aprovando mis intensiones. Fui apartando la toalla con mi manos a medida que mi boca pedía via. Le besé la ingle y pude palpar el olor de vagina revuelto con perfumes frescos  del jabón del baño reciente. Rica fragancia. Continué mi asenso por el ombligo que le generó una leve consquilla.



Risueña, con esa sonrisa tan preciosa en sus labios carnosos, se despojó de la toalla. Continué por su panza hasta que mi lengua se posó en medio de las dos lomitas suaves de sus senos. Por fin los iba a chupar. Me fui hacia el derecho. Mi verga erecta con su punta ya acariciaba ese espacio sensible entre la vagina y el ano. Ese calor me elctrizó y mis succiones sobre sus pezones hermosos se hicieron intensas y juguetonas. Cristina me abrazaba entocnes con pasión de entrega total a la vez que emitía gemidos cortos recreando su vista mirando en el espejo del techo mi espalda y mis gluteos desnudos encima de ella. Sus pechos se tornaron rosados a medida que los devoraba. Sus pezones se endurecieron como piedra cada vez que los mordisqueaba y luego tentaba repetitivamente con mi lengua en movimientos serpentinos.



Exhausto de sus senos me arrastré un poco mas hacia arriba y le regalé un profundo beso que ella aprovechó para meter su lengua deseosa y cálida en mi boca explorando mi aliento. Fue precioso. Mi verga juegueteaba por afuerita de su concha, frotándose entre sus labios y su pelaje abundante.



Empecé entonces el desenso. Pase por su cuello dando besitos cortos y me fui de largo escurriéndome por su entreseno y llegar nuevamente al ombligo. Mi barba ya palpaba su pelaje. Entonces dí el paso siguiente. Por fin inunde mi boca de pelos púbicos y mi lengua sintió un calor blando distinto al de su boca. Su clítoris crecidito fue la fruta preferida de mis juegos orales desde ese entonces. Lo lamí con mucha ternura y entrega sin insistir demasiado para no irritarla. Le daba descanso besando sus labios y los alrededores para luego zambullirme en ese placer tan maravilloso. Los aromas de mujer verdadera llenaron mis fosas nasales y yo no podia aspirarlos. Me tenian borracho de amor y deseo.



Cristina se contorneaba, se contraía y luego se relajaba. Tomaba un respiro y convulsionaba su cuerpo desesperadamente sin dejar de gemir y balbucear algunas cosas incompresibles: “hmmmm..asi…..uaa….mm….si…..d..ajjj---“. Luego estalló con frenesí desvocado. Sus manos empujaron mi cabeza contra su vientre como deseando que mi rostro entero se aplastara contra su sexo en ebullición. Fue su primer orgasmo delcarado con migo.



Yo ya no aguantaba mas; mejor dicho, mi verga ya no me daba espera. Deseaba ahondarse en esa grieta hirviente. No la toturé mas. Esperé unos segundos a que Cristina disfrutara su orgasmo y se relajara un poco. Una vez percibí su aparente recuperación le puse mi palo en la boquita de su raja. No se lo entré de inmediato, lo froté varias veces por su raja como culeando en seco para que se fuera acostumbrando a mi pedazo de carne.



Contajo sus piernas y las abrió como dándome todo el acceso del mundo a su reino. Mi glande se embocó en su rajita y en la tradicional posición del misionero hundí mi verga hasta donde mi biología me lo permitió. Con mis manos dispuestas a lado y lado de su cuerpo tumbado boca arriba sobre el blando colchón y mirándonos fijamente a nuestros ojos la embestí insistentetemente en un loco mete y saca que cambiaba de ritmo de acuerdo a las emociones transmitidas por nuestras almas. Su vagina estaba sorprendentemente deliciosa  muy caliente y extremadamente húmeda y suave. Eso aumentó mi excitación y yo mismo me sorpredía de resistir tanto. Sus gemidos ya no eran gruturales sino expresivos y sin cerrar su boca. “ahh.ay…ayl..ahh..mm..aa…aaa.hh…”. Me exitaba mucho oirlos. De vez encunado me recreaba mirando como mi verga salía y luego se perdía totalmente en esa selva oscura de pelos abundantes. Mis vellos púbcios se enredaban con los de ella a tal punto que cuando la sacaba sentía el jaleo como si nos estuvieramos arrancando pelitos. Mis testiculos arremetían violentamente contra la zona que rodea su preciso ano. Sentí algo de cansancio en esa pose y le pedí que cambiaramos. De paso lo hice como pausa para evitar eyacular tan pronto, puesto que era consciente de que ese era mi final. Ella complaciente me obedeció.



De espaldas hacia a mi  apoyó sus brazos en la cabecera de la cama y sus rodillas en el colchón. Se puso en “cuatro”, una de mis poses favoritas. Aproveché y  al mirar el reloj éste marcaba las tres y un minuto. Restaba media ahora todavía pensé. Sus nalgas eran todas mias. Me elevaron mi excitación y el morbo se apoderó de mi mente. Simulé que accidentalmente mi cabecita rojiza tropezara su culito. “ayyy….pero por ahí…despacito amorcito…”. Guaoo…dio resultado. Cristina mi estaba dando permiso para encularla. Pero no lo hice de inmediato. Deseaba primero estimularla y hacer que ese anillo se le relajara. La sorprendí entonces con unos lengüetazos por el rededor y tambíen justo en su culo que los recibió con evidente complaciencia: “ssi….me gusta..asiiiii….commmemelo…….aaaaahhhhh…adivinaste….lo que mas…mmm..me gusta ahaha”.

La complací unos minutos succionando en su ano hasta que lo dejé todo humedecido y relajado. Ahora estaba listo para mi palo.



Con cuidado hice presión con mi verga colocandola en la entrada de su culo. Ella poco a poco lo fue abriendo hasta que pude entrar la cabecita. El resto sería cosa de añdidura. Se la hundí toda. El culo estaba tan apretado y caliente. En un principio lo sentí algo aspero, pero a medida que fui entrando hasta lo mas hondo las lubricaciones se hicieron sentir. No podía creerlo. Ni en las tantas fantasías que habia imaginado con esta mujer amada me habia imaginado una penetración anal tan contundente.



Dejé que se acostumbrara al calibre de la verga y pronto emepecé a meterla y a sacarla gustosamente de ese cálido hueco. Miraba hacia el espejo del techo y miraba como su espalda desnuda se contorneaba cada vez que entre sus nalgas entraba y salía mi pedazo de carne. Nos tomamos confianza y aumentamos la velocidad del culeo. Mi cuerpo se calentó a tal punto que sentí enloquecer de lujuria contemplando la escena tan excitante al golpear sus nalgas rojizas con mi pelvis cada vez que mi verga hurgaba toda en sus entrañas. Cristina con sus ojos cerrados y su cabello sacudiendose con locura disfrutaba al máximo el goce del sexo negado desde hacia año y medio que se separó como me lo confesaría después.



Deje mi verga medio metida y con mis manos le dí unas palmadas algo fuertes en sus nalgas hasta colocarlas un poco coloradas, pero sin lastimarlas. Ninguno de los dos es masoquista ni mucho menos. Pero Cristina me manifestaría mas tarde cierto regocijo de ella hacía la dominación. Luego continué mi faena en un mete y saca hasta que un pude resistirlo mas. Con mis vellos púbicos pegados alrededor de su culo y mi verga entrada hasta donde era posible dejé que ésta estallara hasta el último espasmo.



Exhustos, aun nos quedó fuerza para lavarnos brevemente, vestirnos y llamar un taxi. Ambos deseabamos dormir, pero Su hija la esperaba en casa. Habría mas oportunidades para darle rienda suelta a nuestro amor secrteo.


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