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CITA CON JUAN E ISABEL

"Un encuentro sin limites con otra pareja conocida por internet que va mas allá de una simple velada sexual"

 

Me llamo Fran y tengo 45 años, Esther mi mujer tiene 43. A ambos nos gusta disfrutar del sexo, y al poco de casarnos ya nos planteábamos realizar un intercambio. Compartir nuestro deseo sexual con otra pareja, sin ponernos limite. Esta es la historia de nuestro encuentro con Juan e Isa a los que conocimos por internet. Espero les guste.

 

Esther y yo fuimos los primeros en llegar a la mansión donde habíamos sido citados por Juan e Isa. Estaba situada en pleno campo a una decena de kilómetros del pueblo más próximo. Habíamos buscado un lugar tranquilo donde poder disfrutar haciendo realidad nuestras más deseadas fantasías, practicar sexo sin límites con otra pareja. Para acceder a la mansión había que traspasar una verja la cual se abría por control remoto.

 
Dejamos el coche en la zona de aparcamiento y nos dirigimos a la casa donde esperamos a nuestros anfitriones hasta que llegaron. Isabel tenia melena a los hombros y unos ojos azules que enamoraban su cuerpo esbelto  la hacia deseable. Juan era bastante alto y de complexión fuerte, llevaban quince años casados y tenias dos hijos chico y chica de 12 años. Los cuatro nos habíamos visto por chat, pero en persona  tanto Esther como yo coincidimos en que ambos ganaban físicamente.  Tras saludarnos y tomar una copa en el salón cada pareja pasó a su habitación para prepararse. Tal y como habíamos planeado al confirmar el encuentro, disponíamos de dos horas para relajarnos y prepararnos para lo que nos esperaba. Habíamos decidido no poner ílímite alguno a aquel encuentro, no usaríamos ningún tipo de protección y estábamos comprometidos a realizar cualquier depravación que surgiera.

 

  La bañera jacuzzi climatizada a punto de un relajante baño, y sendos albornoces de seda blancos sobre la cama, junto a dos tangas del mismo color, y un liguero con sus medias, también blanco, estaban a nuestra disposición. Nos desnudamos y nos introducimos en el jacuzzi, mientras nos bañábamos y entre caricias, Esther me confesó su excitación y su nerviosismo ante nuestro encuentro con la otra pareja, le preocupaba no estar a la altura. Le pedí que se calmara, mientras trataba de relajarla acariciando su clítoris. Finalmente inició una serie de jadeos, mezclados con gemidos, que delataban su placer. Dejé que se corriera y la abracé hasta quedar adormilada en mis brazos. Tras el relajante baño, la ayude a ponerse las medias y el liguero. Me coloqué el tanga y cubrí mi cuerpo con el albornoz de seda, luego Esther hizo lo mismo y ambos nos dirigimos al salón donde nos esperaba la otra pareja. Antes de salir de la habitación nos besamos, y reafirmamos nuestro compromiso de que no habría marcha atrás.

 

 Isa y Juan estaban sentados en el sofá tomando una copa. Llevaban puesto un albornoz como el nuestro pero de color azul. Al vernos entrar Juan nos saludó y de inmediato despojó a Isa del albornoz, mostrándonos su cuerpo cubierto tan solo por el tanga azul y el liguero. Las manos de Juan acariciaban la cintura desnuda de su mujer y luego sus senos, mientras ella nos miraba sonriente. Luego Juan acercó la boca a los pezones y jugueteo con ellos mientras su mano derecha fue directa a la vulva, acariciándola primero por encima y luego por debajo del tanga. Isa se estremeció al notar la mano de su marido hurgar en su almeja y apenas se ruborizó cuando Juan nos preguntó:


«¿Que os parece la putita de mi mujer?, apuesto que estáis deseando ver y tocar su ardiente chochito». Yo asentí, mientras besaba a Esther en la boca. Aún tardaría unos minutos en despojarla del tanga, el tiempo que Isa comenzó a jadear. Acercaron su boca y se besaron también mientras los dedos de Juan seguían jugando en la cuevita de su mujer. «Nena, te estás calentando mucho, tantas ganas tienes de que te follen», oí que le susurraba al oido. «Si deseo notar vuestras pollas taladrando mi coño, mientras meto mi lengua en el coñito y ojete de tu nueva amante». No había duda que estaba excitada, Juan escupió en su boca antes de abrirle el coño con sus dedos, bajo el tanga y después  hacérselos chupar. «Quiero que saques todo lo puta que hay en ti», dijo Juan mientras volvía a escupir en la boca de Isabel, preguntándole, «¿Te gusta ser mi puta?». «Si me encanta ser tu puta y de los hombres y mujeres que tu desees», respondió Isa.


A continuación, hizo que se tumbara sobre la mesa y le quitó el tanga. Un pearcing adornaba su clítoris, que destacaba en su depilado coño. Juan siguió susurrándole cosas al oído,  frases con las que trataba de excitarla más de lo que ya estaba, mientras seguía acariciándola cada vez con más intensidad.  «Me encanta verte asi de guarra, que otros vean tu coñito, y tu te mojas complaciente de mostrarlo a desconocidos». «Tócame mi amor, dame más gusto, lo necesito, ardo de deseo», decía Isa sin pudor, mientras el marido la masturbaba. «Te vamos a hacer de todo», le decía, mientras le separaba los labios vaginales con los dedos y nos lo mostraba bien abierto. «Y cuando digo todo es todo». Se notaba que a Juan le gustaba exhibir a su mujer y a esta que la exhibiera. «Si, hacedme todo lo que deseéis», grito una Isa desesperada, mientras su coño comenzaba a expulsar sus primeros jugos. «Ardo de deseo de que me den polla», Termino por decir toda excitada».


«Cariño, estoy impaciente por ver tu follado chichi, y comprobar si es mejor que el de mi putita», dijo Juan dirigiéndose a Esther, mientras ceremonioso seguía acariciando los labios vaginales de su cada vez más caliente mujercita, a la que terminó por meterle los dedos en el coño y extraerle el DIU que llevaba puesto. «Esta noche no lo vas a usar, correrás el riesgo de quedar preñada de nuevo, verdad?, zorrita». «Como tu quieras mi amor», dijo sonriente Isa, cuya excitación crecía por momentos como delataba su enrojecido rostro. Juan me entregó el DIU y siguió acariciando el rosado clítoris de su ardiente mujer. «Mirad lo duro que se le pone, y aún lo estará más cuando le pase mi lengua, ¿o queréis hacerlo vosotros?», dijo Juan, invitándonos  por primera vez a gozar del cuerpo de Isabel.


Le indique a Esther que se acercara y me masturbara, «Amor hazte una paja para mi y tu nuevo amante».  Note su agitada respiración, sin duda las escenas que presenciábamos la habían sobrepasado. Estaba convencido de que hubiera querido estar ella en la situación de Isa. «Quieres ver ya el chochito de mi ramera», le pregunté a Juan,  tratando de descargar su tensión mientras la mano de mi mujer desaparecía bajo mi tanga. Juan vino hacia nosotros y le metió la lengua en la boca a mi mujer manteniéndola dentro un buen rato, mientras Esther me acariciaba, al ritmo que su excitación marcaba. Mi pene no tardó en tornarse tenso. «Te gusta como te lo hago», dijo soltándose de la boca de Juan. Entonces éste le espetó, «Quiero que te hagas una paja como las que te haces cuando estas solita, ¿porque te las haces verdad?», le susurró Juan a mi mujer. «Si me las hago hasta correrme, acaso tu mujer no se las hace», contestó ella. Juan volvió a meterle la lengua en la boca intensificando su profundo beso. Luego se separó y le dijo, «si, ella se masturba, pero estoy convencido que tu la superas, tienes más experiencia y seguro que te mojas más, ¿verdad so guarra?».


«Quítate el tanguita y muéstrame tu tesoro. Siempre me ha gustado contemplar, acariciar y follarme un chochete cuarentón».  Una vez liberada del tanga, Esther se lo abrió con los dedos, y mirándome le espetó a Juan «Mira, así me acaricio, pensando en lo que nos haréis a Isa y a mi esta noche. Es todo tuyo, mi amor, haz lo que desees con él». Juan le escupió en el coño y a continuación le  introdujo los dedos y le extrajo el DIU, con la misma maestría y habilidad con que había quitado el de su mujer. «De aquí sales con barriga y como mi zorra» y se puso a morrearla. Mientras Isa se me acercó y abriéndose de piernas se quitó el pearcing y me lo entregó. Me puse a lamerle su almeja, mientras Juan hacia lo propio con la de Esther. Las lenguas iban del coño al ano sin descanso, mientras los cuerpos de las dos mujeres se estremecían de placer y los primeros gemidos se escapaban de sus bocas.

«Me gusta mucho como me lo haces», decía Isa, mientras notaba su primera corrida. Poco después Esther soltaba un gemido que delataba también la suya. «Oh fóllame ya que no aguanto. Fóllame y hazme tuya delante de mi esposo y de tu mujer», repetía Esther al oído de Juan. Este le hizo tragar una pastilla estimulante, entregándome otra a mi para que se la diera a Isa. «Con esto se van a poner a tope», dijo Juan, mientras acariciaba el coño de mi mujer haciéndola retorcerse se gusto.  «oh si tócame, mójalo  más», decía Esther cuyo rostro  estaba desencajado. Como antes había hecho con su mujer, Juan manejó a su antojo el sexo de la mía.  «¿Quien te pajea mejor, Fran o yo?», le preguntó por dos veces, hasta que Esther respondió entre jadeos, «Tu, tú, sigue, sigue, haz que me corra como haces que lo haga tu mujer» y al momento le vino una intensa corrida.


«Ahora os toca a vosotras comernos la polla», les dije mientras me colocaba en uno de los sillones. Juan hacia lo propio en el otro y Esther no tardó en llevar su pene a la boca, mientras se masturbaba y le susurraba, «te gusta así,  como deseo explotes en mi boca». Isa ensalivó mi verga antes de acogerla en su boca y hacerme una excelente mamada sin dejar de mirar lo que Esther hacia a su marido. «Amor, ¿te gusta como te chupa tu nueva puta?», le preguntó Isabel a Juan. Este la miró y la invitó a que compartiera verga con Esther. Las dos se turnaban o la lamian a la vez, una por el prepucio y otra por los testículos. Y finalmente una a otra se metieron un par de dedos en sus coños.


Juan entonces pidió a Esther que le comiera el chocho a Isa, comenzando con ello un número lésbico que fue subiendo en intensidad, bajo la dirección de Juan que mientras dirigia a las dos mujeres se bebía un botellín de cerveza. «¿Sabe bien el coño de mi mujer?, seguro que el tuyo esta delicioso y súper follado». Esther respondió «Delicioso, no para de soltar jugos y se nota que también esta muy follado».  Tras varios minutos en los que mi mujer lamió sin descanso toda la raja de Isa, a la vez que ésta engullía hasta la raíz mi erecta polla, Juan entregó a Esther el botellín. «Méteselo en el coño a esa puta», y Esther obedeció. Poco a poco el botellín, de un quinto, fue penetrando en la vagina de Isa cuya boca había soltado mi verga y jadeaba su excitación. «Haz que se lo trague como si fuera la polla que está deseando recibir tras la paja que le has hecho con tu lengua». Luego le entregó otro botellín, este de un tercio, «este es para que se lo metas por el culo».

 

«Ven y hazme una mamada, antes de ponerte a cuatro patas para que te folle». le dijo Juan a Esther. Para entonces mi polla ya estaba dentro del chocho de Isa, todo mojado.
«Mira como se la chupa, ¿quieres que te lo haga yo a ti?», decía Isa, mientras mi polla se clavaba por entero en su vagina y la hacía jadear de nuevo. «Ya se la va a meter en el coño, seguro que está muy húmedo», repetía Isa.


«Fóllame ya, no aguanto, soy toda tuya, échame toda tu leche dentro aunque me preñes», gritaba Esther también entre jadeos. «Oh que gusto me da tu coño, muévete como una puta, como cuando estás con tu marido o el amante de turno», le decía Juan. Mi mujer se movía y gemía cada vez con más intensidad,  mientras Juan apretaba sus pechos, los estrangulaba.


Una sinfonia de jadeos, gemidos y respiraciones, no tardó de llenar la habitación.
«Dame, dame más», reclamaba Isa. «Mi amor, no pares métela toda, así, así, me corro», jadeaba Esther, ya fuera de sí. «Tu mujer se acaba de correr como una perra», le dije a Juan
«Pues la tuya, es un torrente, la muy guarra se está corriendo a gusto», respondió Juan que había llenado la vagina de Esther de su leche.


«¿Quieres que te de por culo?», pregunté a Isa. «Sí, cariño, por favor rómpemelo,  a tu mujer ya le están dando». Efectivamente, busque con la mirada a Esther que a cuatro patas recibía en su ano la verga chorreante de Juan. «Menuda mujer tienes, está toda salida».

Los efectos estimulantes se dejaban notar en ambas mujeres. Deje a Isa preparándose el culo y me puse a follar a Esther. «Así, mi amor, dame gusto, mientras me enculan», repetía mi mujer «¿Que deseas que te hagamos?», le susurré al oído «Lo que queráis, podéis hacerme de todo, quiero que sea un encuentro inolvidable, deseo que me preñéis». Aquello me excitó mucho más «lo haremos, os preñaremos a las dos». Juan asentía mirando a Isabel quien se acercó buscando mi polla, y diciendo «Fran, fóllame el coño».

 

Terninamos exhausto tras corrernos en sus vaginas, yo en la de Isa y Juan en la de Esther. Tras darnos un baño volvimos al salón y allí decidimos intercambiar la pareja el resto de la noche, cada uno de una habitación. Cada uno podia hacer a la mujer del otro lo que deseara, pero las corridas debían ser vaginales.  Isa y yo follamos a discreción, en todas las posturas imaginables, y sospecho que Juan y Esther también. Durante uno de los descansos y tras oir los gemidos que Esther daba en la habitación contigua, Isa me dijo. «Seguro que Juan tiene a tu mujer atada a la cama y le come el coño como un poseso. Es una de las cosas que mas le gustan, sentir como se le ponen a una hembra los pezones y el cítoris duros y notar como se corre, mientras ella chilla. En un maestro y más si da con una mujer como la tuya que por lo que he notado está salidísima». La verdad es que había observado a mi mujer disfrutar con el sexo como rara vez la había visto. Extremadamente sonrojada por la excitación. Quiza en nuestro primer encuentro con otra pareja, donde le hicimos el primer sandwich.   


  «Me has inundado toda, mi amor, cuanto gusto me has dado, creo que me has preñado», dijo Isa a la que había alternado su coño con su culo, trasladándola al clímax. Caímos rendidos y cuando desperté al día siguiente Isa seguía dormida, me levanté y miré por el espejo, Juan y Esther también dormían. Me di una ducha y cuando salí del baño los tres se habían levantado, mientras ellos se duchaban preparé la bolsa de viaje y espere a que Esther volviera a la habitación. Cuando llegó lo primero que hizo fue besarme.
«Mi amor he disfrutado como nunca, y espero que tu también«. Nos despedimos de la otra pareja y volvimos a casa. Durante el regreso, Esther me contó lo que Juan la había hecho, «Se ha corrido dentro de mi coño hasta seis veces». «Yo en el de su mujer otras tantas», respondí. Esther me dijo que le había gustado mucho el haber follado también con Isa y que deseaba repetir.

 


Fiel al compromiso adquirido ni Esther ni Isa tomaron la píldora del dia después. Un mes después al volver del trabajo Esther me confirmó su embarazo. «Mi amor, estoy de cinco semanas, justo desde que tuvimos el último intercambio, a mis cuarenta y tres años estoy preñada otra vez». Confirmada la noticia le pedí que llamara a Juan y se lo comunicara, en parte por conocer si Isa había corrido la misma suerte. Saltó el buzón de voz y Esther le dejo el mensaje. «Conseguiste hacerme la barriga que querías, llámame». A los dos días sonó  el teléfono, lo cogí y era Juan , «al volver he oído el mensaje. Podemos vernos el sábado y ver que hacemos, ah por cierto Isa, también lo está».

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