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ALAS ROTAS.

"Mi vida como la conozco, está a punto de caer en picada por una chica y una persona que consideraba mi hermano, pero que demostró ser otro."

M

i maldición empezó en una fiesta la cual me pude colar por la parte trasera de la casa con ayuda de mi mejor amigo, Fermín. Un hombre de raíces poéticas y una elegancia al realizar demostraciones matemáticas dignas del eminentísimo Euler, ambos estudiábamos en la carrera de matemáticas. Pero como ya se podrán imaginar mi amigo y yo (junto a todos los estudiantes de la carrera) eramos nerds, ñoños, empollones o como nos quieran llamar, eramos todo un cliché de película estadounidense: Gafas cuadradas y reparadas con cinta adhesiva, "brackest", yo era el delgado y Fermín era el gordo con la maldición de Tyrion, de baja estatura. Fermín y yo decidimos entrar con ropa que consideramos "cool" a la fiesta: Camiseta de baloncesto, pantalones grandes que le robé a mi padre y zapatos de marca deportiva. Estábamos totalmente convencidos de poder camuflarnos entre la multitud de descerebrados para conseguir un poco de ese elixir tan añorado llamado alcohol, o al menos ligar con una chica.

Cuando nos conseguimos colar vimos que era todo paradisíaco; piscinas con mujeres desnudas, muchachos fortachones jugando al fútbol mientras chicas en bikini les hacían barra, marihuana, alcohol, sexo y mucha diversión. Fermín estaba hipnotizado por las mujeres desnudas, era su primera vez en ver tetas fuera de una pantalla. Yo estaba despavorido como emocionado, era un sentimiento extraño. Pero el sentimiento que más recuerdo de esa noche fue el de mi corazón detenerse al ver a una chica, a través de una puerta de cristal que inducía al salón de la casa, sentada y aburrida, en medio de una vorágine de personas "perreando"; fingiendo felicidad y negando a cada hombre que se le acercase. Pelo rubio, facciones delicadas y simétricas,ojos color cielo con una mirada de inocencia y tranquilidad que solo se pueden reconocer en las personas más sagaces. No exagero si digo que de no ser por su desinterés por el baile, dejaría a todas las mujeres de la fiesta con la mano apoyando sus respectivos rostros.

-¡Fermín!- grité a mi amigo que, a pesar de estar al lado mío, estaba perdido.- Mira ese pimpollo.

-¡¿Que?!- dijo Fermín al salir del trance y fijar su vista a la chica sentada.-¿Que hace una mujer de tales atributos sentada de brazos cruzados en medio de una fiesta tan revolucionaria?- de repente se le iluminó la bombilla, me agarró de la camisa y se acercó a mi rostro- ¡¿No ves?!¡¿El alcohol que aún no has tomado te dejó ciego?!- gritó mientras yo, con mirada de tonto, intentaba descifrar a qué se refería - ¡Esa mujer está esperando a alguien diferente! ¡No quiere a un primate que solo piensa en follar!¡Es tu oportunidad! ¡Por el amor de Gabe Newell!- quien no conoce a Gabe Newell, es una clase de "dios" para los frikis.

-¿De que hablas?- pregunté ruborizado- a ti sí que te ha afectado el alcohol que aún no has tomado. Yo creo que me voy a ir...

Acabada esa frase sentí un bofetón que por poco me envía a la dimensión de Cthulhu. Sosteniéndome como pude, puse mis puños en una posición de pelea que había aprendido con tutoriales en internet e intenté visualizar a mi atacante, pero no era más que Fermín, que se enojó tanto con lo que dije que se desahogó con mi hermosa cara.

-Y no te pego otro tortazo porque te necesito vivo para salir de aquí...

-No te creas, te aprovechaste que estaba fijado en el pimpollo. Puede que sea un alfeñique, pero puedo repartir plomo a lo Rambo. Así que no te pases de listo.- dije mientras ponía mi mandíbula donde debía estar.

-¿Vas a ir? ¿O te pego más fuerte?

-Venga vale... Solo porque me lo pediste.- dije fingiendo orgullo, pero lo más sabio era no provocar a Fermín, que él sí había tomado clases de artes marciales de verdad.

-Si te llegas a devolver o arrepentir... Puedes llorar.

Me encaminé con los puños apretados y con los nervios a flor de piel, mirándola fijamente. Cuando estaba apunto de llegar a la puerta de cristal ella volteó a mirarme fijamente y me analizó de pies a cabeza para luego darme la sonrisa más dulce que alguien me ha dado jamás, ni siquiera mi madre cuando nací me miró con tanta dulzura. Puedo recordar ese sentimiento como si estuviera ahora mismo en esa fiesta, rodeado de toda esa gente que empezaban a ralentizarse hasta quedarse totalmente quietas. Como si el tiempo se hubiera detenido. Sentí que, efectivamente, me estaba esperando exclusivamente a mí. Sentí que conocerme con Fermín y todo lo que nos hizo llegar a colarnos a esa fiesta ya estaba escrito y planeado con el único propósito de encontrarme con esa diosa de vasta belleza; de conocerla y entablar una agradable conversación. Pero obviamente no iba a ser capaz, ya que había tomado por hecho que ella fue invitada a la fiesta (diferente a mí) y era parte de las chicas populares que solo les gustaba hablar de sus alocadas aventuras en Ibiza o en algún otro lado.

Me dio un bajón repentino y estaba a punto de devolverme cuando recordé las palabras de Fermín: "Si te devuelves te mato". Bueno... No fueron exactamente esas palabras, pero se entendía el mensaje. Volví a caminar hacía mi objetivo, que seguía mirándome como si esperase algo de mí.

Cuando estaba pronto a llegar al frente del asiento donde se sentaba, apareció Gadriel, el capitán del equipo de fútbol de la universidad, un Adonis completo; extremadamente apuesto; con ojos celestes que hipnotizaban a cualquiera, pelo un poco largo y corto a los lados, lacio y pelirrojo; con una barba de tres días bien arreglada pero natural; una altura que pasaba el metro noventa y un cuerpo de atleta envidiable. Estaba sin camisa y se podían ver sus increíbles abdominales y voluptuosos pectorales con unos brazos fuertes y llenos de venas. Pese a la descripción dada, no se engañen, el no era el típico matón que se robaba a las chicas y degradaba a los empollones, era amado por todos los de su facultad, incluyéndome. Siempre que alguien nos molestaba a Fermín y a mí, nos defendía y nos ayudaba a mejorar en nuestras relaciones con el resto de personas. Pero al igual que todo el mundo, tenía fijaciones por el sexo opuesto y cuando quería a una chica, siempre la conseguía. Siempre.

Cuando lo vi acercarse a la muchacha volteé mi mirada hacía Fermín, y pude verlo decepcionado haciéndome una seña de "abortar la misión" mientras tomaba de una botella de Whisky con si fuera agua. Él y yo sabíamos que, contra Gadriel, no había caso siquiera intentar. Pero de repente, cuando estaba cabizbajo de camino a donde estaba Fermín, pude atisbar a Fermín haciendo señas en dirección a la muchacha con tal ímpetu que me sorprendió. Volteé y se me detuvo el corazón por segunda vez cuando la vi haciéndole a Gadriel una seña que significaba:"aparta bicho" sin siquiera mirarlo a los ojos. Mientras alejaba a Gadriel de su vista me estaba mirando fijamente, sonriente. La respiración se me cortó y no pude evitar sonreír de vuelta. Me llené de valor y volví a encaminarme hacia ella, mientras me acercaba pude ver como Gadriel se daba cuenta de lo que estaba sucediendo y me sonrió orgulloso de que por fin iba a tener una oportunidad con una mujer. Caminó en mi dirección y cuando nos cruzamos Gadriel y yo, me puso la mano en el hombro.

-Toda tuya, campeón. Fóllatela en mi honor, ya que que no fui capaz.- esas palabras casi me hicieron llorar, pero me contuve como pude y miré a Gadriel como un niño que iba a ir al baño solo por primera vez.

-Gracias por no insistir en ella, que seguro que la conquistarías con un poco de tu poesía.

-No hay de qué, ya es hora de que te conviertas en un hombre.- dijo con una sonrisa dirigida a la posición de Fermín.-Tú enfócate en conquistarla mientras yo evito que los del equipo de basketball maten a Fermín, que a este paso se va a terminar en coma etílico.

Caminé como todo un macho mientras en mi cabeza sonaba "Almoraima" de Paco de Lucía, una canción que sonaba a gloria y hombría en su esplendor. Por fin llegué a donde estaba la chica y, de pie frente a ella y sudando sodio, puse mi cara de seductor y le mostré la mano.

-Hola nena ¿Quieres bailar?- dije casi temblando. Ella se me quedó mirándome frunciendo el ceño y luego soltó una carcajada. Me sentí humillado y estaba apunto de salir corriendo a mi casa maldiciendo el momento en el que creí buena idea sacar a bailar a una mujer.

-Claro, guapo.

Aún no he encontrado los versos necesarios para describir ese cúmulo de sentimientos inefables; una preciosa princesa me había dado su beneplácito por primera vez en mi vida ¡Y además me había llamado "guapo"! Pero ahí iba el problema, hice todo sin pensar y no me acordaba que no tenía ni la más remota idea de como bailar, y menos reguetón, que hasta ese momento lo maldecíamos Fermín y yo por ser música prosaica. Tuve que tirar mis principios por la ventana e intentar bailar el susodicho género infernal.

Ella empezó a mover sus caderas al frente mío mientras reposaba sus manos sobre mis hombros y me miraba directamente al alma. Yo intentaba analizar como un robot imitador a las parejas que estaban al lado nuestro para guiarme en los movimientos que debía hacer, pero los hombres movían las caderas de una manera atrevida intentando pegar (si más se podía) su pelvis a la entrepierna de las mujeres, o en otros casos, a sus nalgas. Yo obviamente no tenía el privilegio de moverme de una manera tan erótica y tampoco me sentía en el derecho de hacerlo. Ella seguía con sus movimientos cada vez más eróticos hasta llamar la atención de todos los hombres presentes, que al ver su increíble figura, quedaron perplejos al ver la razón por la cual se movían sus caderas, el Nerd de 2 semestre de Matemáticas.

-Déjame adivinar...-dijo poniéndose el dedo indice en la barbilla y haciendo una mueca de pensativa- ¿Primera vez que bailas con una mujer tan fea como yo?

-¡NO!- vociferé nervioso al enterarme que ella se consideraba fea.- Tú eres muy... he-hermosa.

-¿En serio crees eso?- dijo con una sonrisa en los labios.

-Sí, es... Es en serio.- dije mientras intentaba con torpeza moverme igual que los otros hombres, que estaban impactados por verme "bailar" con semejante hembra.

-Si me consideras hermosa... Entonces ¿Por qué bailas como si fuera una chica fea?

Sentí como el mundo se me caía encima. Si antes estaba nervioso, en ese momento estaba punto a un soponcio. Ella solo sonreía divertida mientras se acercaba más a mí y pegaba su glorioso cuerpo al mío. Era obvio que estaba jugando conmigo, pero estaba tan impactado por la situación que no me di cuenta de que estaba en su juego.

-Sí me consideras hermosa. Quiero que me lo demuestres.- me susurró al oído sin poder pegarse más a mí.- Quiero que me demuestres que me deseas tanto como yo a ti.

-¿Por qué me haces esto?- pude articular mientras mis temblorosas manos apretaban su cadera para aguantar semejante carga de voltaje que me lanzó a bocajarro con esa frase.

-Eres todo un amor...- dijo, no sin antes soltar una carcajada.- Ya me aburrí de bailar. Ven, sígueme.

Cogiéndome la mano me llevó a la cocina de la casa que estaba vacía, ya que a esa hora las personas estaban con todas las cervezas en la piscina. Me dejó en la entrada, sacó dos botellas con líquidos de dudosa procedencia y los puso sobre un mesón isla. Con los codos en el mesón y la cabeza apoyada sobre sus manos, arqueando la espalda, dejando a la vista su increíble trasero tapado por unos leggins me dijo:

-Sabía que no me ibas a reconocer...- dijo haciendo un puchero.- Pero para eso estás aquí. Para que me recuerdes.

Estaba seguro que mentía. Jamás olvidaría un rostro tan angelical como el de ella. Me limité a acercarme al mesón e intentar identificar el líquido de las botellas, que por su apariencia, debían ser alguna sustancia alcohólica.

-¿Esto es alcohol?- pregunté ingenuo.

-Bueno, alcohol no es, si no sería incoloro... Pero tiene.

-¿Que es?

-Ron...- dijo con una sonrisa maliciosa en el rostro.

-¿Que me vas a hacer?- Apenas pregunté se rió.

-De verdad que eres un amor. Yo no te voy a hacer nada malo, tranquilo. Estoy aburrida y quiero divertirme un poco, a la vez que te haré recordar quien soy.

Durante una hora aproximadamente ella y yo hablamos de temas que nunca creí poder hablar con una mujer. Resultó que se llamaba Margarita, estudiaba medicina y tocaba el piano. Durante la conversación la vi muy interesada por los temas que yo tocaba, que no eran nada más y nada menos que matemáticos. La puse a prueba para saber si de verdad tenía interés en lo que le decía o no: Empecé hablándole del porqué se llamaban numero irracionales a los que no eran decimales sin fin. Ella me dijo un par de curiosidades que había oído de aquella historia. Luego fui subiendo la dificultad hasta hablar de la hipótesis de Riemann, como se demostró la conjetura de Fermat, algunos problemas de la lista de Hilbert, etc. De algunos le demostraba su importancia en la vida. La tecnología en los hospitales depende mucho de bases y fundamentos de la matemática más pura y dura que se puede imaginar, eso la impresionó de verdad. Mientras compartíamos aficiones ella tomaba de la botella mientras yo fingía hacerlo para luego botarla a una basura cerca mío cuando ella se despistaba.

Yo estaba alucinando de que eso pudiera ser real. Jamás en mi vida había estado tan feliz. Ella no paraba de sonreír y de interesarse por mis pasiones. Me sentí en el Nirvana, ella era perfecta.

-Bueno, basta de charlas. A lo que vinimos.- dijo un poco pasada de tragos.

-¿Y a que quieres jugar?

-Es demasiado sencillo. Te diré dos anécdotas mías, pero una va a ser falsa; si no aciertas cual es la falsa, debes tomar un "shot" de Ron; Si la adivinas, yo tomaré dos. Después deberás decirme dos anécdotas tuyas, con la misma mecánica que antes.- Debía poner mi cerebro a maquinar a su máxima potencia, porque no tenía ninguna anécdota de fiestas, ni de cosas muy alocadas como estaba convencido que ella iba a utilizar.

-Está bien, juguemos.

Pasaron las rondas y ella falló muchas, yo no tanto, pero si tuve que tomarme algunos vasos de ron añejo. Todo iba normal, nos reímos un montón y fuimos descubriendo muchas cosas el uno del otro. Me di cuenta que las anécdotas que resultaban ser falsas tenían algo en común: Tenían que ver con una conferencia.

"Hace dos años estuve en una conferencia de matemáticas y un chico me intentó ligar al frente de su madre..."

"En una conferencia a la que llegué ebria, me vomité al final de la presentación"

"Cuando estaba en una conferencia tuve que recoger mi celular y una ráfaga de viento levantó mi falda"

"Mi compañero de piso, después de asistir a una conferencia de microbiología, me obligó a limpiar con él el piso entero"

Esos son unos ejemplos de las anécdotas que decía como falsas, al principio pensé que eran por falta de creatividad, pero me equivocaba.

Después de que ella ya estaba un poco tomada la dije que se fuera a una pieza de la habitación para que durmiera. Pero ella tenía miedo ya que podría ir un jugador de fútbol a intentar violarla o algo así. Eso me pareció muy exagerado ya que no creía capaz a nadie de violar a una mujer, era muy inocente. Me dijo que no podía ir a su apartamento ya que su compañero tenía montada otra fiesta con sus familiares; ya que su primo se había graduado.

Después de insistirle que fuera a descansar a una pieza de la segunda planta de la casa, ella aceptó con la condición de que me quedara con ella. Esa petición la vi como una oportunidad de tener un momento más íntimo con ella, pero mis nervios me echaban para atrás. No me sentía con la valentía de hacer algo más atrevido con ella. Al final acepté, no sé si la peor decisión que he tomado.

Cuando estábamos en el pasillo que conducía a las escaleras escuché que me llamaron a mis espaldas, me volteé y vi a Gadriel sonriendo. Le dije a Margarita que subiera, que luego la alcanzaba.

-¿Que necesitas Gadriel? ¿No ves que estoy en algo muy importante?- dije emocionado y apurando la conversación

-Lo sé, campeón... Pero de eso es de lo que te quiero hablar.- dijo adoptando un ademán serio y rígido.

-Dime

-Verás... Te dejé charlar con la chica porque no creí que te invitara a una pieza privada. Nunca creí que un fracasado como tú pudiera llegar tan lejos...- esas palabras me dejaron pálido. No podía creer que Gadriel pudiera dedicarme semejantes palabras tan soeces. Él era amado por todos por su amabilidad; su bondad; su altruismo.

-No te escuché bien, Gadriel...

-Si quieres, ve a acompañarla, pero nada de toqueteo hasta que yo me la folle primero. No quiero comerme las sobras de un empollón marica.

-Gadriel por favor, no me digas eso. Debes estar ebrio, debes irte a casa antes de que hagas algo malo.- dije intentando convencerme de que no sabía lo que decía.

El impacto fue tan brutal, que estuve a punto de llorar. Gadriel, aparte de Fermín, era uno de mis amigos más cercanos por todo lo que había hecho por mí. Lo consideraba un hermano. Estaba ahí para ayudarme a recoger los libros que unos matones me habían tirado al suelo; cuando mi padre falleció me acompañó a su funeral y luego se quedó conmigo jugando videojuegos para ayudarme a olvidar el mal trago; Me daba lecciones de como hablar con una chica.

-No he tomado ni una gota de alcohol, pero veo que tú sí...- dijo levantándome la barbilla con el dedo y sonriendo de una forma que jamás había sonreído. Daba auténtico miedo.

-Gadriel por favor. No me hagas esto. Tú eres un amigo muy cercano. Me estás hiriendo.

-Y tú también eres un amigo muy cercano... Pero si te la follas, te consideraré mi enemigo...- dijo retirándose hacia el jardín donde estaba toda la fiesta montada.

Estuve más de cinco minutos de pie frente a la escalera, llegué a considerar irme a casa sin avisar a nadie, más que todo porque no quería que Gadriel dejara de ser mi amigo. Me sentía mareado por lo que me había dicho, no podía creer que Gadriel guardara un lado oscuro en su corazón. Pudo decírmelo amablemente y yo me iba para mi casa sin malos rollos. Empecé a dudar de todo lo que él representaba mientras recuerdos de él estando a mi lado, apoyándome, se acumulaban en un remolino de pensamientos que no me dejaban moverme.

Cuando pude reaccionar recordé que Margarita estaba esperándome en el segundo piso, así que decidí ir a buscarla y decirle que me tenía que ir a mi casa. Estando en el segundo piso, el cual tenía todas las luces apagadas, vi una habitación entreabierta que me invitaba a entrar. Entre más me acercaba escuchaba a Margarita pronunciar mi nombre seguido de una frase ininteligible. Abrí la puerta lentamente y vi a dos figuras en la cama acariciándose.

-Daniel, no te vayas a aprovechar, que estoy ebria ¿Eh?- dijo Margarita a la figura de un hombre parecido a mí, que no decía nada.

Pude ver con la poca luz que se colaba por la ventana, originada por las luces del jardín, a Margarita acariciando a ese misterioso hombre que cada vez se parecía más a mí, solo que este no temblaba cuando estaba cerca de una mujer. La figura la acariciaba y lentamente acercaba sus labios a su cuello, para luego besarlo con ternura y hacerla liberar un pequeño gemido. Ella reposaba sus manos en su pecho con intención de detenerlo, pero se notaba que no quería que parase, quería más.

-Daniel... Espera...- yo tenía ganas de detener esa escena, decirle que ese no era yo, pero los nervios y el impacto de verla sucumbirse a las caricias de ese ser me prohibían moverme.

Lentamente el ser misterioso la fue desnudando, mientras la besaba con delicadeza. Margarita le ayudaba a desnudarla mientras respondía a sus caricias con besos y toqueteos. Estando ella en ropa interior, la recostó sobre la cama y se quitó el pantalón, lanzándolo frente a la puerta, quedando frente mío. Eran pantalones marrones para adulto mayor. Eran de la misma marca que los míos. Mismo color. Misma talla.

-Ahora sí, demuéstrame que soy hermosa...- dijo con una voz erótica soltando pequeños gemidos.

El hombre misterioso agarró sus senos con una mano y con la otra bajó su tanga, todo esto sin dejar de besarse. Bajó hasta estar frente a su vagina y por la oscuridad no pude ver bien lo que hizo, pero seguramente era un experto en ese tipo de trabajos, ya que Margarita tuvo que agarrarse de la almohada con fuerza mientras intentaba ahogar los gemidos que podrían despertar la curiosidad de más de uno. Estuvo varios minutos lamiéndole la vagina, haciendo que muriera y volviera a renacer.

-Penétrame, por favor...- dijo casi susurrando.- Daniel, métemela...

Ni corto ni perezoso, el hombre se puso de rodilla entre las piernas de Margarita e introdujo lentamente su cipote. A cada centímetro dentro, Margarita gemía más fuerte. Cuando la tuvo adentro completamente se agachó para lamerle los pezones, y empezar un mete-saca despacio, que fue acelerando cada vez más. Yo lloré, lo admito. Me encantaba Margarita, pese al poco tiempo que llevábamos conociéndonos, la consideraba una chica especial.

Me temblaba todo el cuerpo mientras intentaba mirar hacia arriba para dejar de llorar tanto. Involuntariamente aspiré un moco que resbalaba por mis fosas e hice un poco de ruido, suficiente para captar la atención del hombre misterioso, que se volteó a mirarme fijamente a los ojos. Tenía unas facciones delicadas de adolescente, sin llegar a ser femeninas; una frente medianamente grande, pero que no le quedaba mal; consistencia de alfeñique; unas gafas cuadradas reparadas con cinta adhesiva; ojos color verdes salvia y una sonrisa de oreja a oreja. Ese hombre, era yo.

No pude evitar salir corriendo despavorido de la fiesta, por la entrada principal de la casa. Corrí y corrí hasta mi casa. Donde mi madre dormía. Corrí y me encerré en mi habitación, me escondí debajo de las sábanas y no pude evitar llorar de la desesperación. La única chica que me hizo sentir atendido y apreciado se la estaba follando otro hombre igual a mí y yo no pude hacer nada para evitarlo. Pero después del sueño de esa noche comenzaba la verdadera pesadilla.

-Eres un hijo de puta...- me dijo Gadriel por el telefono.- Todos en la fiesta se dieron cuenta que te follaste a Margarita. Ella quedó tan contenta que le dijo casi a todos que eras un caballo para follar. Daniel, de verdad creí que eras mi amigo.

-Gadriel, l-lo s-siento, pero te juro que ese n-no era yo...-dijo con la voz quebrada

-¿Me crees imbécil, Daniel?- preguntó con una furia que se notaba inclusive a través del teléfono.- Te lo advertí ayer. Te vas a enterar lo que es tener a Gadriel de enemigo ¿Escuchaste?

-Gadriel, d-déjame explicarte, por favor- dije llorando de la desesperación.

-Deja de llorar, maricón. Y prepárate para lo peor.

-Gad...- Colgó antes de que pudiera terminar la frase.

Me acurruqué en forma vegetal encima de la cama y sentí que todo se derrumbaba dentro de mí. Estaba confundido y muerto del miedo.

***

Sonó la puerta y se abrió.

-Hijo ¿que tal la fiesta?

-...

-Mira que Gadriel me llamó hace un momento y me dijo que quería que le ayudara con un proyecto de la universidad. Dice que necesita una economista y que no hay nadie mejor que yo.- dijo la madre con una risa pícara.- Así que el martes iré a su casa a ayudarlo, y agradecerle por estar a tu lado todo este tiempo.

-...

 

-Por cierto, Fermín te llamó. Dijo que te convertiste en una leyenda anoche...-dijo la madre acariciandose el seno.- y tiene razón...

Datos del Relato
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