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CAPÍTULO 10
MI PRIMERA VEZ, NUESTRA PRIMERA VEZ
Al verla llegar, corrí a la cocina para poner a calentar la comida, puse el tiempo necesario, y ya que se trataba de un horno eléctrico no tendría que preocuparme en apagarlo.
Escuché abrirse la puerta de la casa, yo la esperaba escondido y veía desde la cocina el momento oportuno para salir a su encuentro.
Sofía entró en la casa, e instintivamente, colgó las llaves en su lugar, depositó sus pertenencias en el sillón mas cercano, y se disponía a buscar el otro sillón mas grande para sentarse, cuando se paró en seco al ver en la mesa central de la sala el jarrón con las rosas.
Se acercó lentamente a verlas, las acariciaba e incluso se apegó para sentir su aroma, buscó si entre ellas había alguna tarjeta, pero no encontró nada. Levantó su mirada para buscarme por ahí, o tal vez para ver que mas de novedades podía encontrar, cuando miró a la mesa de la sala.
Puso cara de sorpresa al ver que la mesa estaba muy bien arreglada, repasó los detalles, la posición de los cubiertos, las velas, las copas y hasta el vino en su jarra con hielo, mientras con su mano acomodaba un poco el mantel que yo había escogido para la ocasión, nuevamente giró en mi búsqueda, me encontró de pie en la puerta de la cocina, mirándola.
Hubiese dado lo que fuera por saber que pensaba en ese momento, solo pude ver sonrojarse su rostro mientras no podía ocultar un especial brillo en sus ojos. Yo me acerque a ella despacio, muy despacio, como para que pudiera apreciar como estaba vestido para ella.
—Hola, le dije, ¿qué tal te fue?
—Hola cariño, me respondió, todo salió muy bien, quedó todo listo para la negociación que te había comentado.
—¿Te gusta lo que he preparado para ti?, le pregunté
—y, ¿a qué se debe todo esto?, me preguntó
—Pues, hice una pausa, sabes que te quiero tanto y solo quería tener un detalle contigo, me imaginaba que estarías exhausta luego de trabajar en fin de semana y sobre todo luego de la fiesta de anoche, así que se me ocurrió prepararte una sorpresa.
Sofía solo me miraba y no decía nada.
—Pero dime ¿te gustó?, le pregunté.
—Por supuesto, contestó.
—¿Te gustaron las rosas?
—Sabes, las rosas son mi flor favorita.
—Dime si también acerté en esto, le dije, mientras encendía el equipo de música con el control remoto, y empezaba un set de música romántica.
—Wow, me dijo, mientras le veía estremecerse al escuchar la música que empezaba a sonar.
—Tengo preparada una cena especial para ti, ven siéntate, le dije, mientras le ofrecía la silla en la mesa para que tomara asiento.
Ella se acercó a la silla y la acomodé, como quedé a sus espaldas al sentarse ella, le puse mis manos sobre sus hombros, y mientras le hacia una especie de masaje, le decía:
—Mmm, parece estás muy estresada, si tú quieres luego te doy un masaje, mientras ella parecía desleírse por lo que estaba haciendo.
Luego me fui a la cocina para servir la comida, lo hice y acomodé lo mejor que pude, quería todo perfecto, en un momento salía de la cocina con los dos platos de comida, y pude ver a Sofía que me miraba desde su puesto, y tenía sus codos apoyados en la mesa, y su quijada sobre sus manos entrelazadas, a modo de pedestal, tenía las piernas cruzadas y se encontraba ligeramente inclinada hacia delante, como disfrutando que la atendiera.
Serví los platos y la invité a comer, mientras le servía una copa de vino.
—Celebremos, le dije.
—Y ¿cuál es el motivo?, preguntó.
—Nosotros, contesté.
—Perfecto, me dijo, mientras hacía una seña de aprobación y levantaba su copa.
Chocaron nuestras copas y nos dispusimos a cenar, le encantó la comida, y mientras nos servíamos el alimento conversábamos de las novedades que le habían pasado hoy en la reunión de trabajo, yo le contaba lo que hice durante su ausencia.
Brindamos unas veces más y nos reíamos como si fuéramos dos adolescentes enamorados. En ningún momento le mencioné nada de lo ocurrido la noche anterior.
Terminamos de cenar y Sofía se estiró desde su silla como desperezándose, y pude ver como su pecho se extendía como si de una invitación a acercarme se tratara.
—Veo que estás cansada ¿te doy el masaje prometido?, le dije
—Creo que si lo necesito, me dijo, pero vamos para arriba para cambiarme de ropa de una vez. Todo estuvo delicioso, y es muy lindo los detalles que has tenido conmigo, sabes, jamás nadie se había portado así conmigo.
Nos dirigimos al piso de arriba, llevaba conmigo la música que había preparado ya que Sofía me lo sugirió.
Entramos en su habitación y coloque la música en un pequeño equipo que Sofía tenía en su cuarto, empezó a sonar una canción un tanto movida, no se que hacia allí esa canción, pero ella empezó como a moverse en un sensual baile, al ritmo de la canción. Me invitó que la acompañara.
Bailábamos juntos al ritmo de la música, Sofía se me apegó mas y puso mis manos sobre sus hombros, mientas ella me tomaba de la cintura. Todo era un sueño para mí.
Luego subió sus brazos por entre los míos y puso los suyos alrededor de mi cuello, obligándome a soltar mis brazos de su cuello y que se deslizaran por su espalda hasta su cintura, mientras seguíamos bailando lentamente.
Al verla dispuesta a todo, me enamoraba más. Sofía no necesitaba fingir ser sensual, era algo que se le daba naturalmente en ella.
Apegamos nuestras frentes, y mantuvimos la postura tomada por un momento. Mientras Sofía me decía:
—Sabes cariño, anoche no estaba totalmente ebria, ni tampoco dormida. Pude darme cuenta de uno de tus movimientos, sentí como me abrazabas de la cintura para que no me cayera y percibí tus dudas mientras me cargabas en brazos y subías por las gradas, te lo agradecí sinceramente y por eso te di un beso.
Yo la escuchaba en silencio, mientras manteníamos el ritmo del baile.
—Sentí como me depositabas en la cama, y te quedabas mirándome, quería ver si intentabas aprovecharte de la situación, pero me sorprendiste al respetarme en cada momento. Me dejaste como una loca cuando cubriste mi cuerpo con una cobija y te fuiste a tu habitación, no intentaste siquiera pasar tu mano por alguna parte de mi cuerpo, me encantó la forma como acariciaste mis pies cuando me sacaste los zapatos.
Me estaba poniendo a prueba, pensé, y por lo visto la había aprobado.
—Así que creo que te has ganado esto, me dijo, mientras pasó sus manos por mi pecho, acariciándolos de una manera evidentemente sensual.
Yo intenté hacer lo mismo, y solté su cuello para bajar mis manos a sus pechos, pero ella sutilmente retiró mis manos, y se separó un poco de mí, bailando sensualmente y mordiéndose los labios.
Caminó por un costado mío, moviendo sensualmente sus caderas, mientras empezaba a abrirse cada uno de los botones de la blusa que llevaba puesta. De vez en cuando me regalaba una sonrisa pícara.
Me quedé de pie, mientras la veía atónito seducirme de esa manera.
Se puso junto al pie de su cama, y continuaba abriéndose la blusa.
Yo solo atinaba mirarla con una cara de deseo única y crucé mis brazos a modo de darme un abrazo yo mismo.
Sofía terminó de abrirse la blusa y pude ver a flote esos firmes y hermosos senos que tenía, llevaba puesto un sujetador negro muy sexy, sin quitarse completamente la blusa, intentó desabrocharse la falda desde la parte de atrás pero no pudo hacerlo, sería tal vez por el nerviosismo, intentó entonces bajarse la falda, pero no bajaría si no se la desabrochaba primero.
Entonces como que se dio por vencida, bajó su mirada mientras cruzaba los costados de su blusa y se tapaba, a la vez que se sentaba en el filo de la cama y me decía:
—Lo siento, no soy muy buena para esto, con voz desdichada.
Yo me acerqué a ella y me puse de rodillas a sus pies, mientras la cogía por los brazos y mirándola a la cara, le decía:
—Pero, si lo que más me encanta es mirarte, eso es lo único que importa. Mientras mantenía mi posición y ella colocaba sus manos sobre mi pecho. Bajé mis brazos a su cintura.
Sofía puso su mano en mi rostro con una dulzura única, mientras yo le decía:
—No te preocupes, es mi primera vez y todo lo que tu hagas será perfecto.
—También es mi primera vez… contigo, me contestó.
—Yo quiero que sea inolvidable, le dije.
—Será inolvidable, afirmó, mientras empezaba a desabrochar mi camisa.
—Te amo, le dije, mientras me acercaba a ella y la besaba
Sin dejar de besarnos, nos pusimos de pie, y Sofía terminaba de zafarme los botones de la camisa, y me la iba sacando de a poco, yo hacía lo mismo con su blusa ya abierta, mientras dejaba de besar su boca, para pasar a su cuello.
Pronto estábamos sin camisa y blusa respectivamente, mientras seguíamos besándonos ella acariciaba mi pecho, y mis manos recorrían su espalda en busca del broche de su sujetador. A la vez podía sentir el roce de sus pechos cubiertos por el sujetar en mi pecho, era excitante. Me costó encontrar el broche del sujetador, pero se soltó al fin. Se lo saqué de un tirón y nos quedamos de pechos completamente desnudos muy pegados, mientras seguíamos besándonos apasionadamente, y acariciándonos por todos lados de una forma muy delicada y sensual.
Sentía que su lengua con furia intentaba penetrar mi boca y jugar con mi lengua, a la cual intentaba como levantar, enredar y hacer a un lado. Ese momento habíamos dejado de ser madre e hijo para siempre, y empezábamos a ser un hombre y una mujer que se amaban, empezábamos a dar rienda suelta a nuestra pasión y deseo.
La sentía gemir de placer, y su cuerpo estremecerse entre mis manos, continuábamos besándonos y acariciándonos, mientras yo bajé mis manos hacia la parte posterior de su falda, la zafé y abrí para que Sofía pudiera bajársela de una manera muy sexy, mientras yo continuaba besándola por todas partes de su cuello y senos, que volvían a ser míos desde aquella última vez que me dio de lactar cuando niño. Metía cada uno de sus senos en mi boca, y por más que la abría no podía abarcar tan deliciosa parte, besaba y acariciaba con mis labios sus pezones, los cuales empezaban a crecer.
Sofía se soltó la falda, la cual cayó por su propio peso al suelo, bajé mis manos y sentí sus caderas casi desnudas, cubiertas por las medias de nylon negro que llevaba, y entre caricias, metí mis manos entre las medias y su cuerpo, y empecé a bajarlas, pude notar que llevaba puesta unas tangas negras, que hacían juego con el sujetador que hace rato había zafado.
Le ayudé a sacarse sus zapatos y quitarse las medias, mientras acariciaba sus piernas y muslos, a la vez que daba besos por su ombligo y desde la posición en la que estaba subí mis manos a sus tangas, para bajarlas de una vez.
Pude ver su vagina, aquella vagina por la que había salido años atrás, ahora estaba a mi disposición para hacerla mi mujer. La llevaba con sus vellos púbicos cortados, no depilados, pero sí muy cortos y cuidados. Podía ver como se empezaba a mojarse de placer.
Ella me separó solo con la intención de ponerme de pie y desabrochar mi pantalón, hizo lo mismo con mis calzones, finalmente estábamos los dos como Dios nos trajo al mundo de pie, uno frente al otro, la levanté de la cintura mientras la besaba y ella subía sus piernas a mi cintura y me abrazaba con ellas, la tomé de sus caderas y espalda, y la dejé reposar en la cama, mientras yo encima suyo empezaba a acariciar todo su cuerpo, sin dejar de besarla. No había cruce de palabras, no hacían falta.
Ahora podía apreciar de mejor forma su cuerpo, disfrutaba de sus senos, tan redondos, tan perfectos, podía ver que eran del tamaño exacto para llenar toda mi mano, besaba su aureola y su pezón empezaba a crecer cada vez más cuando los besaba y acariciaba, mi miembro estaba a punto de explotar de lo grande que estaba, no dejaba de besarla y acariciar su cabello, mirar su cara toda sonrojada, sus ojos tenían un brillo muy especial, mientras que sus labios se habían tornado de un color rosado totalmente excitantes.
Continué besando un poco más abajo, llegué a su ombligo y mientras lo besaba y metía mi lengua en él, bajaba mis manos por su cuerpo hasta llegar a su vagina, seguí besando un poco más abajo. Pude notar unas estrías alrededor de su cintura, producto de haber estado embarazada alguna vez.
Estaba llegando con mis besos al lugar que alguna vez me vio nacer, a pesar de que no estaba depilado, y sus vellos cubrían la entrada a ese mundo prohibido, podía apreciar como de ella empezaban a salir flujos de excitación. Sofía gemía de placer cada vez más, mientras sus manos jugaban con mi pelo.
Sofía tenía su cara colorada de excitación, y como que se preparaba a lo que venía a continuación, le abrí las piernas y comencé a besar el contorno de su vagina, a lamer sus vellos púbicos, y buscar tocar con mi nariz la entrada a su vagina, ella se estremecía ante cada movimiento que yo realizaba, me agarraba del cabello y como que quería arrancármelo, en un momento pude ver su rostro y me di cuenta que tenía los ojos cerrados, se mordía los labios y soltando mi cabello de vez en cuando con sus propias manos se acariciaba a la vez el cabello y con la otra tocaba sus senos de forma excitante. Mis manos la agarraban de sus amplias caderas mientras continuaba con mi juego, como si estuviese devorando una sandía muy jugosa.
Esto me excitó mucho más y empecé a subir por su cuerpo en busca de sus labios, Sofía abrió sus ojos y con un brillo que jamás había visto en ellos, me transmitía su vida en cada mirada. Parecía que quería decirme algo, pero no le salían las palabras. Sofía me acercaba hacia ella con sus brazos en mi cuello y me atrapaba con sus piernas por la cintura.
Me coloqué sobre ella, pude sentir como mi miembro se ponía sobre su vagina, no en posición de entrar sino de recostarse sobre ella, mientras seguíamos con nuestros besos que poco a poco se volvían más apasionados, mis manos recorrían sus senos, su cintura y se quedaban en sus caderas.
Sus manos poco a poco iban apretando mi espalda y en momentos me clavaba sus uñas y sentía que era una forma de desahogar lo que estaba sintiendo. Eso me excitaba tanto que yo solo la apretaba más hacia mí.
Abrí sus piernas nuevamente, e intenté dirigir mi miembro a su vagina, ya se encontraba mojado de líquido pre seminal, y estaba a punto de estallar, quería hacerlo dentro suyo, no aguantaba más, topé la entrada de su vagina con mi glande, cuando Sofía me dijo que quería estar arriba mío.
Me recosté a su lado y ella rápidamente se subió sobre mí, parecía una gata excitada, su respiración estaba muy acelerada, la mía igual, continuaba abrazándola y besándola, acariciaba su figura la recorría desde su espalda, bajaba por su cintura, pasaba por sus caderas y acariciaba sus muslos hasta donde el largo de mis brazos me lo permitía, ahora mis manos podían sentir sus anchas caderas en toda sus plenitud, rozaba mi miembro con su vagina y ese roce era delicioso, ella acariciaba mi rostro, bajaba sus manos por mi pecho hasta llegar a mi miembro, cuando lo encontraba, lo agarraba a mano llena y empezaba a masturbarme. Repetía esto uno y otra vez.
Que sabroso lo que ella me hacía, jamás hubiera imaginado estar en una situación así, mucho menos con Sofía, no se parecía en nada el placer que sentía en la más loca de mis fantasías... las incontables sesiones de masturbación en su nombre, parecían niñerías y una verdadera pérdida de tiempo frente a esto.
Intenté hacer lo mismo y busqué con mi mano derecha la entrada de su vagina, quería darle el mismo placer que ella me daba a mí, su entrada estaba mojada y pude sentir su clítoris, logré introducir mi dedo medio, el cual intentaba excitarla a la vez que trataba de ser lo más dulce y delicado posible, Sofía había empezado a gemir de placer con más fuerza, hasta podía sentir que de vez en cuando lanzaba un grito ahogado y veía como su mirada se perdía a la vez sentía que ya no podía más.
De pronto, se detuvo, se incorporó sobre mí, primero acomodó y luego se sentó sobre mi miembro, arrodillada como estaba sobre mí, se levantó un poco para dirigirlo a su vagina, yo quería introducírselo de una sola vez, pero pronto comprendí que era ella quien quería llevar el ritmo de las cosas, se lo fue introduciendo de a poco, se lo sacaba nuevamente y empezaba a introducirlo un poco más, parecía que al inicio le dolía, pero continuaba, seguramente su vagina estaba estrecha por la cantidad de años que no había tenido sexo, pero para mí era como si ella fuera virgen y entraba en ella por primera vez, en cierto modo lo era. Yo sentía cada una de sus rugosidades internas a la vez que me parecía que su vagina me apretaba e intentaba succionármelo, era delicioso. A mí también me dolía mi miembro, pensaba que ya no podía crecer más, y lograba verlo lleno de venas muy gruesas y brillantes del líquido que su vagina emanaba. Sofía e mordía los labios mientras hacía todo esto.
Ya cuando logró sentir que todo mi miembro estaba dentro de ella, por una última vez se lo sacó entero y se lo introdujo completo en un solo movimiento, empezó una serie de movimientos de entrada y salida hasta la mitad de mi miembro, sus gemido aumentaban en fuerza y cantidad, sus manos sobre mi pecho y ella sentada sobre mí, botaba su cabeza hacia atrás y hacia delante, cuando estaba hacia delante sus cabellos cubrían todo su rostro, los combinaba de vez en cuando con movimientos laterales a manera de dibujar una circunferencia con su pelvis mientras mi miembro estaba completamente dentro suyo, en ocasiones subía su mano a su boca, se lamía sus dedos y uno de ellos quedaba colgando de ella, en otras se cogía del cabello como que quería arrancárselo ella misma, no sabía cómo desahogar lo que sentía, ya sé que he usado esta frase muchas veces, pero era lo más delicioso que he sentido en mi vida. Colocaba mis manos en sus senos y sentada cono estaba era una hermosa visión la que tenía frente a mí, yo bajaba mis manos a sus caderas para sentir el ritmo que le ponía en cada movimiento.
Me encantaba sentirla toda, acariciar su piel que ahora me parecía aterciopelada, en un momento de esos se recostó sobre mí, sin sacar mi miembro de ella, estiró sus piernas por mis costados, me abrazó por detrás del cuello y me dijo que la abrazara también, mientras buscaba mi boca y me besaba desaforadamente, para luego colocar su cara junto a la mía y me abrazaba lo más fuerte que podía, sus movimientos pélvicos habían tomado una rapidez y fuerza únicas.
Sentía que estábamos a punto de explotar, sentí que los dos nos veníamos a la vez. Dicen que los orgasmos prohibidos son los más inolvidables, estoy seguro que a esto se referían, o que lo dijo alguien en nuestra misma situación actual.
Los dos explotamos como un volcán en erupción, mientras decíamos cuánto nos amábamos. Sentía como de mi miembro salía un chorro de líquido seminal y la llenaba toda.
La sujetaba de sus caderas para que no se desprendiera de mí, mientras que ella se retorcía y mordía con desesperación mi pecho y mi cuello. Empecé a sentir los espasmos de mi orgasmo y sentía que su vagina quería absorberme hasta la última gota. Finalmente sentí que me mojaba completamente con sus líquidos que de ella emanaban mezclados con mi propio semen. Habíamos llegado al clímax juntos.
Ya una vez que mi miembro fue perdiendo su rigidez, todavía seguía dentro de ella, hasta que ella exhausta, se resbaló y se recostó junto a mí. Nuestros miembros se les veía completamente mojados y de su vagina veía chorrear hilos de mi semen, me había descargado como nunca dentro de ella.
Fue maravilloso, sentía mi cuerpo sudado y exhausto, igual que el de ella.
Nuestra respiración era agitada, pero a la vez acompasada, pude observar en su rostro una sonrisa de satisfacción indescriptible, yo estaba igual. Me llamaba la atención unas lágrimas que le caían por los costados, pero eran lágrimas de felicidad.
—Eres fantástica, le dije, mejor que cualquier fantasía.
—Tú eres delicioso, me sentía morir cariño, me contestó entrecortadamente.
—Me has hecho el hombre más feliz de este mundo, le dije.
—Y tú has despertado en mis sensaciones que creía muertas. Mientras se giraba un poco y me daba un beso sutil pero muy delicioso en la boca. Abrázame, finalmente dijo, mientras se ponía de lado y me daba la espalda.
Yo me acerqué a ella, y la abracé colocando un brazo por debajo de su cuello y el otro a la altura de su vientre, apegué mi cuerpo al suyo, mi miembro aunque flácido se acomodaba entre sus piernas y su cadera. Besé su cuello y le dije:
—Te amo
—Yo a ti, de millones de maneras que no te podría explicar, me respondió
Nos quedamos así por mucho tiempo, yo no podía acomodar mi brazo sobre ella, acariciaba su cuerpo y quería dejar mi mano sobre uno de sus senos o bajarla y tocar la entrada de su vagina, hasta que finalmente logré acomodarla por su cintura.
Era una posición que me permitía brindarle seguridad y cariño, nos daba tanto placer estar así, de hecho nos quedamos dormidos en esa posición hasta el otro día.
Desde ese momento, y de forma definitiva, enterramos en el pasado la relación madre – hijo, y empezábamos, no sé por cuanto tiempo, una relación de amantes, en la cual yo pondría todo lo que estuviera a mi alcance para que fuéramos felices.
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