Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Infidelidad

La infidelidad de Andrea

Fueron pasando los días y fui olvidando que Andrea me encontró en su casa, después de utilizarla Marina y yo, como si fuese un hotel y al descubrirme logré ver su cuerpo serrano, apenas tapado con sus manos.



Mi vida sexual era muy satisfactoria, Marina estaba muy cariñosa conmigo, y follábamos tanto que casi estaba seguro que ahora yo era el único. Marina a veces me decía que Andrea quería enseñarme unas cuantas cosas, pues estaba segura de que yo era un patán en el arte amatorio.



Los padres de Marina y los míos eran muy devotos,  algunas veces se iban juntos durante varios días a lugares de peregrinación. Ese año iban a Lourdes y estarían 4 días fuera. Yo ya estaba planeando tener el colchón muy mullido por lo que pudiese venir. Lo que no sabía es que tenía una novia muy maquiavélica y estaba tramando alguna cosa.



En esa época, se estaban montando en las calles mesas para captar donativos para las familias que perdieron el hogar en la gran riada del Vallés del año anterior. Para ello hacían falta muchos voluntarios y Andrea y Marina se apuntaron para poner la “banderita” a la gente, con el cuerpo y los ojos que se gastaban las dos hermanas, hasta colaboraría “Don Cicuta”(*)



Llegó el día en que nuestros padres marchaban a Lourdes. A mí me recomendaron de todo, porque era hijo único, seguro que mi madre pensaba me desnutriría. Pidieron a Marina que de vez en cuando vigilase que tuviera comida en la nevera. Nos lo estaban poniendo a huevo.



Era época de verano y yo tenía horario intensivo, trabajaba desde las 6 de la mañana a las 2 de la tarde. Las tardes las tenía libres.



A la hora de comer, Marina vino a casa, preparó la comida, la ayudé en lo que pude. No quería que se cansara y perdiera el tiempo. Comimos, recogimos, nos miramos y fuimos a mi habitación. Nos desnudamos mutuamente, me costó aprender a desabrochar el sujetador, al final lo conseguí. Ya había aprendido que no tenía que correr, la mujer necesitaba un buen pre calentamiento. A mi amiga Elena le tendré que hacer un buen regalo. Sin sus consejos no hubiera aprendido tanto. Eso pensaba yo, que había aprendido.



Acariciaba a Marina con besitos en los pezones y con la mano le acariciaba desde el vientre hasta su rajita. En nada ya estaba muy húmeda, seguí acariciando, ella respiraba fuerte, su diafragma se tensaba, la columna se le arqueaba… Explotó, se orinó encimaQuedé sorprendido, ¿se orinó?, yo cuando estaba excitado no podía orinar. No quise indagar mucho, ya preguntaría a Elena. Reaccioné al momento, la quise seguir acariciando, pero me pidió que esperase. Algo más tarde, Marina empezó a recorrerme el cuerpo con la lengua, ¡se entretenía en mis pezones! Ese día estaba viviendo cosas nuevas, siguió bajando con la lengua y a su paso por mi vientre, me hacía cosquillas. Por fin llegó a mi pene, se entretuvo en la punta dándome rápidos golpecitos con su lengua, la engulló en su totalidad, la sacaba poco a poco, daba chupetones fuertes haciendo ruido al succionar… Yo aguantaba mucho, pero ahora estaba a punto de correrme, se lo dije y siguió, siguió… llegue al punto de no retorno, me corrí escandalosamente, ella la sacó de su boca y apuntó a sus tetas. Ver aquel reguero de semen que se deslizaba por sus tetas es un espectáculo bellísimo.



Quedé que parecía un conejo después de su polvo. Pasado un rato me recuperé, quise hacer el amor con ella, pero me dijo que me reservase para el día siguiente, que ella ya estaba bien. Cambiamos las sábanas y recogimos todo, ella se fue para seguir con la cuestación de su voluntariado.



Al día siguiente en mi trabajo, en la pausa del café, le expliqué a Elena como habíamos pasado la tarde Marina y yo. A mi pregunta del por qué Marina se había orinado, me contestó que algunas mujeres a veces, parece que orinen cuando tienen un orgasmo muy placentero, no tenía nada de extraño. Con Elena hablábamos de todo, tenía con ella más confianza que con cualquiera de los amigos, ella cuando me “adiestró” ponía a su novio como ejemplo de lo que tenía que hacer yo. Era más alta que yo, estaría sobre 1,70 m, y aunque nunca la había mirado de otra forma que como amiga, tenía un buen culo y dos hermosas tetitas. Y a veces hablar con tanta confianza, me hacía tener reacciones visibles que no podía disimular, ella con confianza me decía que no me preocupase, todo era normal.



Llegué a casa esperando la llegada de Marina. Al poco tiempo llamaron a la puerta, abrí y quedé atónito: Era Andrea, su hermana.



― ¿No me vas a dejar entrar, o qué?- dijo con una sonrisa



― Claro, pasa Andrea.



Andrea era una mujer, que ahora en nuestra época nadie se hubiera creído que lo que tenía era natural: 1,63 de altura, pelo negrísimo con rizos, no lo llevaba demasiado largo, ojos negros como el azabache, con una mirada que podía derretir o intimidar. Sus tetas eran por lo menos como las de Marina, con la salvedad de que no se notaba que había amamantado, salvo en los pezones que eran como garbanzos. La cintura breve, sus ampulosas caderas, poderosas. Y el culo, respingón, rotundo, tan bello como el de Marina.



― ¿Qué?, deja de repasarme con la mirada, que la comida no se hace sola-



― Andrea, ¿no va a venir Marina?-



― No, mi rey. Hoy Marina y yo nos hemos turnado. Hemos de aprovechar estos días de cuestaciones para resolver asuntos pendientes-



Al oír eso me eché a temblar. Hacía y decidían como querían ¡a ver si no tenían que contar conmigo! ¡Vaya par de hermanas!



Se puso a preparar la comida, había traído de su casa algo ya cocinado. La verdad es que Andrea estaba muy buena, pero además cocinaba de fábula. Conforme íbamos acabando la comida, yo me empezaba a poner nervioso, intuía lo que vendría, pero estaba como intimidado. Después de recoger todo, nos sentamos en el sofá para tomar un café. Empezó explicando la situación



― Enrique, mira so golfo, el otro día cuando te pillé en mi casa me dejaste con un enorme calentón. Cuándo me dijo Marina que os habíamos pillado acabaditos de follar y que tú te habías escondido en la habitación de la plancha, me entró un sofoco tan grande, que si no hubiese estado el tonto de Raúl durmiendo, te hubiese violado allí mismo.



― O sea, Marina, que entraste desnuda expresamente



― Jajaja, y tú bien que me repasaste. Quería que cuando marchases tuvieses ganas de volver… por mí. Y cuando vi como se te levantaba, ya empecé a pensar en la manera de enseñarte como una mujer quiere ser tratada.



Aún no había acabado de hablar y me empezó a besar, ¡qué labios! Estuvimos un buen rato con besos, abrazos, suspiros… Tenía la verga dando golpes para liberarse, Andrea me acarició con la mano por encima de los pantalones, encontró un torpedo de 18 años que pugnaba para salir. Con una gran paciencia me aflojó la hebilla del cinturón, me desabrochó la bragueta, metió aquella mano que parecía hecha para dar placer, por debajo del calzoncillo. Por primera vez mi polla era tocada por una mano que no fuese la de Marina. Y como un relámpago me vino a la mente Raúl, su marido.



― Andrea, esto no es correcto. Si se entera Raúl…



― ¡Calla niño!, ¡me follo a quien quiero! ¿Qué sabes tú de mí, para decir algo? Ese calzonazos, cabrón, cornudo, mujeriego que es mi marido, tiene una mujer que no se la acaba y sin darme lo que necesito, eso se lo perdonaría, si no fuese porque se va de putas con sus amigotes.



― Uff…



― Así que amorcito, olvida toda preocupación. Él, no cuenta y Marina está de acuerdo con lo que te voy a hacer. Estate tranquilo que hoy Andrea te enseñará a dar placer a una mujer. Me lo agradecerás.



Ante esta nueva situación, me dejé llevar. La verdad es que no me costaba nada. Tenía asumido que hoy sería un alumno e intentaría sacar un Cum Laude en las clases con Andrea.



Nos desnudamos los dos mutuamente. Cuando vi de cerca sus tetas, me lancé a ellas hambriento, como un bebé que necesita ser amamantado.



― ¡Enrique!, no tengas prisa, cógelas con delicadeza… de momento, chupetea el pezón, con mucha suavidad, no las oprimas con mucha fuerza, necesitan de toda tu delicadeza. Cuando se acerque mi orgasmo, entonces es cuando me puedes apretar más fuerte-



Seguí sus consejos y la verdad, es que no sé si eran mis caricias o su calentura, pero esa mujer estaba totalmente encendida. La seguí lamiendo hacia abajo, me entretuve en el obligo, y llegué a la verdadera Selva Negra, con el lago Titi See incluido. Era un mar, un delicioso mar. Bese, acaricié, chupé, y sin poderlo evitar le mordisqueé ligeramente el clítoris, me cogió de la nuca y me apretó contra su vagina. Seguía con mis caricias bucales, le acaricié con la mano a la vez que mi lengua. Paseé los dedos a lo largo de su vagina, era un chapoteo continuo. Empezó a temblar



― ¡Méteme los dedos, ahora!- dijo Andrea



Le metí dos dedos y sin haberlo estudiado le empecé a hacer un mete saca digital, combinado con besitos y mordisquitos en el clítoris. Andrea empezó a tensarse, a arquear su cuerpo



― ¡Me corrooooooooo! Gritaba como una posesa



Tenía dolor en la mandíbula de tanto chupeteo, cuando a ella le llegó el orgasmo, salió un torrente de líquido que parecía orina, era de lo más morboso que había vivido. Se corrió como Marina, hasta en eso se parecían.



No podía más, me puse encima de ella y la penetré.



― ¡Bruto! ¡Espera un poco!, dijo Andrea no muy convencida



Mi calentura me daba efectos secundarios: Sordera. Seguí bombeando con fuerza. No podía ni quería parar. Sus gritos enseguida cambiaron a quejidos y más tarde éstos otra vez en gritos, pero esta vez de placer. Andrea empezó a elevar con tanta fuerza la pelvis que a veces se salía el pene, yo seguía a mi ritmo sin parar, notaba los síntomas de una eyaculación rápida. Los envites que le hacía cada vez eran más profundos. Me corrí. Nos corrimos. Nos abrazamos, nos besamos. Si Marina era genial, Andrea era una diosa. ¡Qué mujer!



Estuvimos descansando un rato abrazados, parecíamos novios de la ternura que se respiraba.



― ¿Sabes, Enrique?, dijo Andrea, no soy tan difícil de contentar, lo único que quiero es amor y fidelidad.  Es la primera vez que le pongo los cuernos a Raúl y sinceramente, no me arrepiento. Cuando me decidí a pagarle con la misma moneda, pensé que tenía que ser contigo, un bomboncito virgen, bueno casi virgen. Las ganas me vinieron un día que os pillé follando en la escalera, aunque no os dije nada.



Sus palabras me dieron algo de tranquilidad. Había hecho cornudo a un hombre, eso no me daba ningún placer, pero al pensar en que él abandonaba a esa diosa del amor para ir a pagar por follar, olvidaba los posibles remordimientos.



La miré, estaba arrebolada con un delicioso rubor en todo el cuerpo. La besé con suavidad y cariño, me correspondió con dulzura, pero con decisión. Se apoderó del control del beso, su lengua dominaba mi boca, no dejó un rincón sin explorar, sentía que frotaba sus pezones con los pelos de mi pecho, parecía una gatita en celo. Adoraba esta mujer, me hacía sentir importante, y todo el mérito era de ella. Con ella aprendí a no ser egoísta en el sexo



Aún quedaban dos días más de cuestaciones. Dos día más para follar ¿con Marina?, ¿con Andrea?...



Estaba en esas cavilaciones cuando llamaron a la puerta. Corriendo me puse el pantalón, cerré la puerta de la habitación y abrí la puerta de casa



― ¡Marina! ¿No estabas en la cuestación de fondos?-



― ¡Si!, pero ya acabé, ¿aún está Andrea?



― Si, está dentro, pasa.



Marina se encerró con Andrea en la habitación, seguro aún estaba desnuda. ¡Qué estarían hablando! Al cabo de un rato salieron las dos.



― Enrique, Andrea y yo hemos pensado una cosa…



― Sí, dijo Andrea, mañana y pasado no haremos cuestaciones, como yo no trabajo, por la mañana prepararé el almuerzo, y podremos pasar la tarde los tres juntos.



― ¿Qué queréis decir?, dije todo cauteloso.



― Que me da mucho morbo ver a mi novio follarse a mi hermana-, dijo Marina.



― Y a mí me pone mucho que tú me veas, hermanita- Dijo Andrea



― ¿Y si empezásemos ya?, dijo Marina.



― Estamos cansados, dijo Andrea. Mejor será que mañana estemos bien descansados, por lo que pueda pasar. Y ahora deberíamos marchar, me gustaría llegar a casa antes que Raúl. Quiero ver si ahora que ya es cornudo tiene la misma cara.



― ¿Se lo vas a explicar a Raúl?, dijo Marina.



― No, ya sabes que realmente le quiero mucho, aunque la experiencia de hoy ha sido bestial y él me ha estado engañando, prefiero no decirle nada. ¿Sabes Marina? Me pone mucho tu bomboncito de novio… Y apartándola un poco de mí le preguntó quedamente, aunque yo lo oí, ¡Oye! ¿Y Andrés? ¿Lo has vuelto a ver?



― Noooo, se fue de viaje y aún no ha regresado.



Y así, sin más, se fueron cada una a su casa. Tuvieron la amabilidad de dejarme la cena preparada, no sé, no sé, esto me daba la impresión de que querían cebarme para después darse ellas el banquete conmigo… en fin, mañana será otro día.



Al día siguiente, Elena mi pepito grillo del trabajo, empezó a preguntarme como llevaba la vida sin mis padres, que si me sabía organizar, que si necesitaba algo ella me ayudaba, si no lo pudiese hacer Marina. Como siempre, quería saber cómo iba mi relación con Marina, si todo estaba olvidado.



― Todo va bien, le contesté. Estamos juntos casi todos los días, y si lo dices por Andrés, ya no lo ha visto más, además está fuera de viaje.



― ¿No regresó hace días? dijo Elena



― No, que yo sepa.



― No tiene importancia, acabó Elena, y oye, te lo dije en serio lo de ayudarte, si quieres voy esta tarde porque seguro lo tienes todo hecho unos zorros.



Le tuve que decir que Marina me ayudaba con la comida y la ropa, que no se preocupase, que yo estaba siendo bien atendido.



― Ayer Marina no comió contigo, afirmó Elena



― No, estaba recaudando fondos para los damnificados del Vallés, le contesté.



― Bueno sí, sería otra persona la que vi salir de un restaurante…dijo Elena



― Seguro que te confundiste, dije yo.



La cosa quedó así. Esta vez Elena no quiso indagar, cosa que me fue muy bien.



Salía de trabajar y me encontré a José, me preguntó por mis padres, si estaban bien en Lourdes, si estaba bien Marina… ¿cómo sabe José que mis padres están de viaje en Lourdes, si yo no lo he dicho nada? ¿Será Elena así de chismosa?



― Todos están bien, le dije, y oye ¿cómo has sabido que mis padres han ido de viaje?



― Fácil. El otro día Andrés se encontró a Marina y le comentó que iba a tu casa, porque los padres de los dos habían ido a Lourdes.



― Ahh, gracias, ya veo. Y ¿cuándo regresó Andrés?



― Ya hace unas dos semanas. Acabó el trabajo donde estaba desplazado y tuvo que volver, contestó José



Así que mi amiga Elena, sabía algo y no me lo quiso decir. Sería verdad que Marina comió con Andrés que ya hacía dos semanas que estaba por aquí. Por eso a ella le iba tan bien que yo me liase con su hermana. Así tenía el camino libre. Y seguro que follaron como locos. Y ayer encima llegó Marina diciendo que empezásemos los tres ayer por la tarde…



Me tuve que plantear seriamente el tipo de relación que tenía con Marina. Porque, si a ella le estaba bien, a mí también. Lo que no tenía muy claro es el tiempo que duraríamos juntos. Por la tarde estaría con las dos hermanas. Eso es lo que me interesaba. Y Andrés, con ese tenía que hablar, me daba igual que fuese mayor y más fuerte que yo, si llegase el caso, se llevaría una patada donde más le doliese.



Fui corriendo para casa, estaría esperando Andrea. Después iría Marina  ¿Qué me habrán preparado?... ¿Lo resistiría…?


Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1411
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 18.217.182.45

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.841
»Autores Activos: 2.203
»Total Comentarios: 11.826
»Total Votos: 511.803
»Total Envios 21.937
»Total Lecturas 93.975.994