Desayunando con mi compañera de trabajo Lidia, me contó que había pasado el fin de semana en el Nacimiento del Rio Cuervo, en la provincia de Cuenca, y habían dormido en tienda de campaña. Allí solo hay campo sin nada donde hospedarse o comer, aunque merecían la pena las incomodidades con tal de observar el entorno.
Tan bonito me lo puso que le dije que se lo iba a comentara a Carlos, mi novio, a ver si conseguía convencerle para ir pasar un fin de semana allí. Me dijo que a ella y a su novio no les importaría repetir la experiencia y si nos animábamos podíamos ir los cuatro en un solo coche y nos ahorrábamos la mitad de la gasolina.
Esa misma tarde lo hablé con Carlos y me puso reparos porque no les conocía y yo tampoco sabía cómo era el novio de Lidia. A mi me apetecía mucho ir y hacerlo con ellos que ya conocían el sitio, me daba cierta seguridad y garantía porque en estos casos la experiencia cuenta y la verdad es que yo nunca había hecho acampada.
Al final como siempre logré convencerle después de chupársela en el coche y dejarle que se corriera en mi boca cuando me llevó a casa, nunca falla. Siempre que se lo hago al acabar me recuesta en el asiento, me abre las piernas y me hace el cunnilingus hasta que me corro dos veces, me encanta.
Al día siguiente le dije a Lidia que de acuerdo y ella me dijo que Aníbal, su novio estaba de acuerdo. Decidimos nosotras que el siguiente fin de semana era una fecha idónea. Empezamos a hacer planes de lo que había que llevar y nos repartimos las tareas. Nunca me imaginé que hubiera que llevar tanta comida y bebida para un fin de semana, además del resto de cosas necesarias. El sábado a las diez de la mañana les recogimos en casa de Lidia y cargamos todo lo que ellos llevaban.
Aníbal resultó ser muy simpático y enseguida nos soltamos como si nos conociéramos desde hacia tiempo. Paramos a desayunar a medio camino y llegamos al destino sobre la una de la tarde.
El lugar era una maravilla y nos entusiasmó desde el primer momento. Empezamos a montar las tiendas de campaña cuando Aníbal se dio cuenta de no había cogido los palos. Fue Carlos el que dio la solución, nuestra tienda era de seis plazas y podíamos dormir los cuatro juntos. Enseguida surgieron comentarios al respecto y nos pasamos un rato riéndonos.
Montamos la tienda y comprobamos que cabían los dos colchones dobles que habíamos llevado y metimos los sacos de dormir antes de irnos a dar una vuelta por el entorno. Casi todo lo guardamos en el coche para tener más sitio en la tienda.
Estábamos a finales del verano y aún anochecía bastante tarde, así que decidimos cenar con luz natural antes de que anocheciera. Cuando acabamos hicimos una hoguera y nos sentamos alrededor a tomar cervezas y contar anécdotas de situaciones divertidas vividas.
La conversación había subido de tono y Lidia se animó a contarnos cuando entró su abuela en su habitación sin llamar y les pillo chupándosela a Aníbal. Se retiró bruscamente justo en el en el momento que se corría y se derramó en su cara. La abuela salió de la habitación dando gritos y llamándoles guarros. Nos partimos de risa y decidimos dar por concluida la noche.
Lidia y yo nos metimos las primeras en la tienda para cambiarnos de ropa y ponernos más cómodas para dormir. Yo me puse unas mallas y una camiseta. Lidia se cambió la camiseta por otra, tipo baloncesto sin mangas y se quedó en bragas, aduciendo que era incapaz de dormir con tanta ropa como yo.
Cada pareja se acostó en su colchoneta y cerramos la cremallera de entrada a la tienda. Hacia calor y ninguno optamos por meternos en el saco y nos tumbamos encima. Al poco empezamos a escuchar ruidos del colchón hinchable y algún gemido de Lidia. Los muy guarros estaban liados a nuestro lado.
Enseguida noté los besos de Carlos en los labios al tiempo que me acariciaba un pecho. Le retiré la mano porque no me parecía apropiado acabar echando un polvo con testigos a medio metro. Insistió poniéndome de nuevo la mano el pecho, esta vez lo apretó y empezó a pasarme la lengua por el cuello. Mi debilidad.
Miré hacia la pareja con la que compartíamos la tienda y no se veía absolutamente nada, no había un ápice de luz. Animada por lo que me hacía Carlos, la oscuridad y los sonidos que emitía la otra pareja, le dejé hacer.
Sus manos ya estaban en mis pechos por dentro de la camiseta y yo tumbada boca arriba para facilitarle el acceso a mi cuello con la lengua, cuando noté que una mano que me acariciaba suavemente el coño. Era imposible que fuera mi novió, tenía una mano en cada teta, me quedé a paralizada sin saber que hacer.
Por el tacto de uñas sobre las mallas supe que tenía que ser la mano de Lidia. Carlos descendió a chuparme los pechos con la camiseta ya en el cuello y me fue bajando una mano por el estómago con un solo destino, mi pubis. La metió directamente por la cinturilla de las mallas y ya estaba acariciándome el vello púbico cuando notó otra mano por encima de la tela.
La sacó inmediatamente y atrapó la mano ajena. No sé que pasó porque no se veía nada, de pronto las dos manos empezaron a acariciarme el coño al unísono por encima de las mallas y como si estuvieran de acuerdo empezaron a bajármelas tirando una mano de cada lado. Me las dejaron en las rodillas y ambas subieron de nuevo al pubis. La que tenía las uñas largas me acariciaba el clítoris y la otra, más grande, metía dos dedos dentro de mí. Una nueva mano apareció sobre el pecho que no me chupaba Carlos, era una mano lo suficientemente grande para no ser de Lidia, tenía que ser de Aníbal.
La mano de Lidia empezó a moverse a impulsos mientras gemía e imaginé que su novio la estaba follando. Por un momento la situación me superó y les dije que pararan. Todas las manos se quedaron momentáneamente paradas hasta que Carlos empezó a follarme de nuevo con los dedos y los otros dos empezaron a tocarme de nuevo llevándome al borde del orgasmo con tanta estimulación. Era una nueva experiencia muy agradable.
De pronto se encendió una linterna que nos deslumbró a todos. Enseguida Aníbal la desvió detrás de nuestras cabezas. Ahora la luz era más bien ambiental y no molestaba. Miré hacia abajo y fui realmente consciente de la situación.
Lidia y Aníbal cambiaron las manos por las lenguas y cuando empecé a levantar las caderas para conseguir mayor contacto, Carlos empezó a meterme los dedos enérgicamente. Me corrí con un intenso orgasmo y los tres empezaron a reírse sin que yo fuera muy consciente, aún me estaba recuperando.
Cuando conseguí sentarme me percaté de que Lidia estaba penetrada desde atrás por su novio mientras me los dos me chupaban. Aníbal se tumbo boca arriba y Lidia se sentó encima de él dándole la espalda y volviendo a meterse su polla, entonces me di cuenta de que la tenía metida en el culo.
Se recostó sobre el pecho de su novio dejando el pubis en un primer plano y me hizo señas para que la masturbara. Aníbal animó a Carlos a metérsela por delante, este me miró pidiéndome permiso y me encogí de hombros, invitándole a hacerlo.
Estaba embutida entre los dos hombres mientras ambos la penetraban y era mi novio quien llevaba la iniciativa. Aníbal tenía pocas posibilidades de moverse con Lidia encima. Fue ella quien me dijo que le pusiera a su novio el culo en la cara. Nada más sentarme, unas manos me acomodaron hasta conseguir meterme la lengua en el culo y ella se ocupó de chuparme entre las piernas como pudo, mientras mi novio me besaba en la boca.
Lidia animó a los chicos a correrse porque ella estaba a punto. El primero fue Carlos que lo hizo en el culo de Lidia y en ese momento me corrí yo de nuevo y Lidia empezó a gemir alcanzando su orgasmo.
Carlos y yo nos retiramos y Aníbal empezó a subirla y bajarla sobre su polla con brutalidad mientras Lidia le pedía entre gritos que se corriera de una vez porque la iba a destrozar el culo. Cuando se corrió ella empezó a moverse despacito en círculos sobre la polla que seguía teniendo dentro. Cerró los ojos y se llevó la mano al coño para acariciarse. Tuvo otro orgasmo, esta vez lento y largo mientras la observábamos los tres.
Se incorporó y nos miró a todos, de uno a uno, y dijo que era hora de dormir. Apagó la linterna y volvimos a quedarnos a oscuras. No tardé en escuchar los ronquidos de Carlos cuando cerré los ojos y me quedé dormida.