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Categoría: Maduras

Marcado para siempre

SINOPSIS: La forma de hacer sexo oral de una mujer madura, deja a un joven con un estigma que jamás podrá olvidar… Por ello siempre la recuerda pese a la parsimoniosa actitud de ella para desnudarse… Un relato de hondo erotismo…



 



ECSagardez



 



Era una tarde lluviosa de julio en la ciudad de México… Y disfrutaba de mis dos días de descanso en mi trabajo… Por lo que no tenía ninguna intención de salir a la calle, así que me preparé una humeante taza de café y me dispuse a ver una película en la televisión, cuando de pronto se escucharon unos toquidos en la puerta…



Al abrir me llevé la sorpresa de mi vida, apareció frente a ella la señora Soledad, quien atendía un local de artículos fotográficos en la estación "Moctezuma" del Metro… Pero ese día debido a las inclemencias del tiempo, prefirió cerrar temprano… Para estar algunas horas a mi lado…



Se introdujo al departamento, sin esperar invitación alguna y al ver mi taza de café, le dio un sorbo…



Como se encontraba mojada de la ropa, le extendí una toalla y le dije que se pusiera cómoda… Ella sólo sonrió y accedió… Por lo que nos dirigimos a la recámara…



 



II



Al estar en el interior del dormitorio, inició el ritual que le caracterizaba cuando se trataba de fornicar y hacer sexo… La señora Soledad, quien en ese entonces contaba con 48 años de edad, era muy parsimoniosa para desvestirse y quitarse todos los implementos que portaba… Incluso no le gustaba que la desnudara…



Siempre comenzaba con sus aretes, pero hacía unos movimientos que se veían sensuales y me invitaba a sentarme en la cama para observarla… Su sensualidad era tal que la verga se me paraba enseguida y al estar con la ropa puesta, era lógico que me bajara el zipper para sacarla y estarla jugando…



Luego de los aretes, la señora Soledad se quitaba los anillos y la esclava que traía su nombre… Pero lo hacía con tal lentitud y con movimientos que denotaban el erotismo que le causaba seguir el ritual acostumbrado…



 



III



Mi verga se encontraba a punto de explotar… Por lo que tenía que dejar de bajarme el prepucio y mantener la ecuanimidad, sopena de derramar esperma en mi mano…



Luego de quitarse la bisutería… La señora Soledad se despojó del vestido, que por estar mojado, se le pegaba al cuerpo y dejaba entrever el calzón que portaba y que tenía estampado tejido al frente, mientras el trasero era de tela nylon…



Con grandes trabajos se quitó lentamente el vestido y mostró un brassier blanco de grandes copas, porque la señora Soledad, pese a su edad, aún tenía firmeza en sus senos y eran de gran tamaño…



Posteriormente sus manos se fueron hacia atrás para desabrochar su brassier y arrojarlo a mis pies… Sus senos sintieron en ese momento la libertad de la tela que los oprimía y sus aureolas mostraron el color negruzco que les acompañaba…



Poco a poco fue bajando el medio fondo, hasta que llegó a sus talones… Por cierto, la señora Soledad se había quitado las zapatillas y mostraba sus pies desnudos que no eran una maravilla, pero al ser pequeños se veían atractivos para besarlos y lamerlos… Sin duda, serían una delicia…



 



IV



Sólo con el calzón puesto y que era de color beige, se fue acercando lentamente hacia donde yo estaba para subir la pierna en la cama y hacer que me metiera en su entrepierna para lamerle por arriba de la tela…



Así pude percibir el aroma a orines que despedía su calzón, conjugado con el agridulce olor de su vagina… Era todo un deleite disfrutar la parte más íntima de la señora Soledad…



No puedo negarlo, su parsimonia y lentitud para desnudarse, sólo insinuaba que ella también lo disfrutaba, ya que la parte delantera de su calzón se encontraba húmedo y mi verga ya no podía esperar más…



Ella comprendió mi estado de ánimo y empezó por quitarme la playera, igual de lento que como ella se despojaba de su ropa… Minutos después me quitaba el pantalón, la truza y como si fuera un caramelo se aprestaba a meterse toda mi verga en su boca, lo cual le producía lanzar ligeros quejidos y gemidos de intenso placer…



 



V



La señora Soledad era adicta a mamar… Se podía pasar varios minutos, lamiendo y chupando, además de meterse los testículos en la boca para degustarlos con hondo placer… Sin duda, era una experta mamadora…



Así siguió, chupando a más no poder… Por momentos se la sacaba y la exploraba… En otras se la introducía y la dejaba en su boca por algunos segundos, sólo mirándome a los ojos… Disfrutaba ver mis gestos y era algo que la enardecía por completo… Así seguía chupe y chupe, hasta que ella misma buscaba que mi esperma se le derramara en su boca… Y no hubo más que sentir como mi descarga de sémen inundaba su garganta y sin ningún recato se los tragaba todos y me limpiaba con su lengua la punta del glande… Era una sensación embriagadora…



 



VI



En su lenta forma de hacer el amor, la señora Soledad se despojó de su calzón y me incitaba a besarle todo el cuerpo, era común que le gustaba que le lamiera como si fuera gato, quería estar húmeda de mi saliva en todo el cuerpo. Así que me dispuse a darle el gusto, aunque eso representara varios minutos en que disfrutaba del sudor salado que emanaba de su cuerpo… No había duda, ella disfrutaba plenamente la caricia…



Posteriormente la besaba en la boca y con hondo frenesí y arrebatadoramente abría su boca para que tomara su lengua y como resorte comenzara a engarzarse con la mía… Sus besos sabían a miel…



Al colocarse boca arriba en la cama, era una invitación a recorrer su cuello, sus senos, su ombligo y llegar hasta su vagina, donde imperceptiblemente abría las piernas e introducía mi lengua para recorrer la húmeda oquedad, cuyo sabor no tenía parangón, porque lo disfrutaba en toda su intensidad… Sólo bastaban unos segundos para tocar con mis labios su clítoris, cuando ella arqueaba su cuerpo y lanzaba fuertes gemidos que anunciaban su primer orgasmo de la tarde…



Su venida era sensacional, porque derramaba grandes cantidades de líquido blanquecino y viscoso… Jamás se quejaba y decía que le gustaba mi forma de mamar…



 



VII



Para ese entonces mi verga se encontraba erguida en toda su extensión y sólo bastaba un pequeño movimiento para introducírsela en la húmeda vagina, donde ella la recibía sin ningún reclamo…



Cuando sentía los 18 centímetros muy adentro de sus entrañas, la señora Soledad empezaba a acompasar los movimientos que se volvían rítmicos por el deseo de satisfacernos ambos…



Mi verga entraba y salía en toda su plenitud, para que ella se sintiera desesperada y con un movimiento alcanzara a ser penetrada nuevamente… Era como jugar con ella, sin que se dejara…



Poco a poco los movimientos de ambos se hacían más intensos, yo saliendo y ella entrando, pero bien acompasados para que el disfrute fuera pleno…



De pronto, ambos imprimíamos velocidad al movimiento de entrar y salir, lo cual nos señalaba que tanto mi venida como su orgasmo estaban por llegar…



Era ella, quien pegaba su pelvis hasta apretarse con mis huevos y esa presión era señal de que estaba teniendo su segundo orgasmo de la tarde…



Mientras yo, seguía penetrándola a pesar de que el movimiento era con mucha presión debido a que ella acercaba su pelvis contra mi cuerpo… Pero era el momento más importante de ese coito… Mis seis o siete descargas, la verdad no se, llegaban en el momento más adecuado y el esperma se estrellaba en las paredes vaginales de la señora Soledad, quien sentía el caliente líquido como llenaba sus entrañas…



Sólo alcanzaba a musitar:



— Así mi chaparrito, dame toda tu leche caliente… Parece como si lava ardiente se metiera en mi cuerpo



 



VIII



Los dos terminamos sudorosos, fatigados, pero alegres de haber disfrutado este polvazo… Mientras las gotas de lluvia golpeaban los cristales de la ventana…



La señora Soledad era toda una diva en el arte de coger, porque pese a su parsimonia, lo cual consideraba yo un ritual para exacerbar mis sentidos, cuando estaba en pleno acto era una fiera, enseguida sus movimientos se volvían frenéticos y se adaptaban al mete y saca de mi verga…



Su forma de mamar, la verdad no tenía parangón en la historia del sexo y sus venidas en mi boca, jamás le importaron derramar líquido viscoso y llenarme de ellos…



Por un tiempo la señora Soledad fue una gran amante y una buena amiga… Pero todo culminó, cuando me pidió que me fuera a vivir con ella como su pareja, lo cual no podía ser porque yo era casado y no pensaba dejar a mi esposa…



No dijo nada… La última vez que hicimos el acto sexual nos entregamos por completo y al terminar se vistió con la misma lentitud como se desnudaba… Me dio un beso y jamás volví a saber de ella…



Sin embargo, su forma de meterse mi verga en la boca para chuparla, lamerla, relamerla y por un momento guardarse uno de mis testículos era, sin duda, exacerbante y de gran erotismo, porque levantaba la vista y le gustaba ver mis gestos, lo que la hacía calentarse a más no poder…



Así era la señora Soledad, quien esa tarde lluviosa de julio en la ciudad de México, me dejó marcado para siempre…


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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