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Categoría: Incestos

El Reencuentro con mi Tía

Desde hace varios años, por problemas de enfermedad y otras cuestiones personales mi tía Elisa no viene a visitarnos, tampoco nosotros hemos podido ir donde ella, pues reside en un pueblito bastante alejado de la capital y la transportación se dificulta bastante, recuerdo que cuando era pequeña fuimos es una oportunidad y tuvimos que regresar, porque nuestro coche no pudo subir por aquellos caminos empedrados y empinados.
Tía Elisa, como todos la llamamos es una mujer de unos 45 años, algo jaranera en ocasiones, pero con un carácter bien fuerte, aunque dicen que en los últimos tiempos ha cambiado algo. Producto de su carácter ha contraído matrimonio en dos oportunidades y se ha divorciado, en éstos momentos está sola nuevamente y por eso parece que se viene a la capital para tomar un poco de aire de la civilización.
Yo la recuerdo como una mujer alta, algo regordeta y poco amiga de andarse arreglando y maquillando mucho, siempre decía que en el campo no hacían falta esas cosas. Me imagino también que esto haya influido en sus matrimonios, porque a todos los hombres siempre les agrada ver a su esposa bien arreglada y perfumadita cuando este llega a la casa.
Mis padres fueron a la estación a esperarla y dentro de pocos minutos deberá aparecer por esa puerta.
Sentí sonar las bocinas del coche de papá y salí corriendo a recibirlos, al asomarme a la puerta aún descendían del coche… mi recuerdo era el mismo a la persona que veía bajando del coche ayudada por papá. La única diferencia que observé, era que estaba mucho más delgada, pero seguí siendo la misma mujer desarreglada y descuidada de siempre.
En cuanto hizo su entrada a la casa me dio un fuerte abrazo que casi me deja sin respiración, no precisamente por la fuerza con que lo hizo, sino por el olor que traía, un olor al que realmente no estoy acostumbrada, ligado tal vez con un poco de sudor de las tantas horas de viaje por carretera en un ómnibus.
Comenzó a hacernos cuentos de todo lo que había sucedido en su vida desde la última vez que nos habíamos visto y mis padres otro tanto de nuestra parte. Mi madre tuvo la brillante idea de que fuese a tomar una ducha para refrescar el cansancio del viaje y ella casi se hacía la desentendida y continuaba con su plática.
Subí hasta el cuarto de baño y le preparé la bañera con una buena cantidad de agua tibia con bastante espuma y aromatizantes que utilizamos normalmente en casa y bajé en su busca. Aún con la palabra en la boca la tomé por un brazo y jugando con ella para poder distraerla de aquella conversación interminable, logré mi objetivo. Al ver todo aquello que yo le había preparado se puso renuente a tomar un baño de esa forma, bastante trabajo me costó convencerla y hacerle comprender que eso era lo mejor para relajarse y quedar como nueva.
La ayudé a desvestirse para que no fuese a cambiar de opinión y terminara al fin de introducirse en la bañera, traía puesta una cantidad de ropas que por eso comencé a entender el por que del olor que tenía, pañuelo en la cabeza, una blusa de mangas largas, corpiño, sujetador, saya que le llegaba hasta los tobillos, sayuela, medias largas y unas bragas que mas que bragas parecían un short; tan solo de verla me daba calor a mi en todo el cuerpo. Yo que usualmente ando con una sayita corta, bragas muy finas y una blusita bastante fina.
A medida que iba retirándole cada prenda ante mi se iba descubriendo una mujer con un cuerpo magnífico, el terminar de quitarle el sujetador pude contemplar, a pesar de su edad unas tetas duras y firmes terminadas en unos lindos y puntiagudos pezones, su cintura bien moldeada y unas nalgas que para que contarles, redonditas y muy paradas, hasta jaraneando le di unas nalgaditas y pude comprobar lo dura que las tenía.
Al fin logré introducirla en la bañera y se sumergiera en aquella espuma que desprendía un aroma exquisito, mientras se remojaba le lavé bien aquella cabeza que era un desastre de pelos revueltos y daban la impresión de no haberse lavado en mucho tiempo.
Cuando terminé de lavarle bien la cabeza tomé la esponja de baño y comencé a frotar todo su cuerpo, mis manos pasaban una y otra vez por sus senos comprobando su firmeza, en señal de agradecimiento aquellos pezones comenzaron a endurecerse por el roce de mis manos hasta alcanzar casi un centímetro o más…--¡Tíaaa…que pechos más hermosos tienes!--, --¡Hay sobrina eso es algo de lo que todavía me queda, tu tía ya es una vieja!--, --Tía, no digas eso si todavía tienes un cuerpo magnífico…ojalá yo tuviera esos senos y esas nalgas que tu tienes—, --¿Te gustaron mis nalgas?, esa es la única otra cosa de la cual puedo vivir orgullosa—, --Tía, te prometo que hoy mismo iremos a un lugar que yo conozco y verás como te van a poner—, después de soltar una carcajada, introduciendo sus manos en la bañera me lanzó un poco de agua a la cara y me mojó toda la cabeza y el pecho, yo le empujé la cabeza dentro del agua de la bañera y cuando logró sacarla de un jalón me hizo caer dentro de ella, empapada como estaba comenzamos a reírnos y me vi en la obligación de quitarme aquella ropa empapada en agua y espuma, mientras me quitaba la ropa tía me observaba y lanzaba frases de elogio a mi cuerpecito, se fijo hasta el detalle de la forma que tenía afeitado mi chochito y poniéndose de pie me mostró el de ella, aquello tenía pelos por todas partes y era lo más feo que había visto en mi vida, le subían casi hasta el ombligo y llegaban hasta sus piernas.
--Tía…creo que ahora mismo vamos a comenzar a cambiar un poco las cosas en tu cuerpo--, --¿a que te refieres?--, --despreocúpate y déjame hacer a mi, ya verás—, fui hasta donde papá guarda sus cosas para afeitarse y lo primero que extraje fue un peine y unas tijeras, pedí a mi tía se sentara en el borde de la bañera y después de un poco de trabajo para convencerla comencé mi labor que más que de barbera, era de jardinera, a cortar todos aquellos pelos que sobraban y lucían tan mal. Cuando ya había cortado una buena cantidad de pelos de su chocha y no se veía tan desorganizada, tomé una máquina de afeitar, le eché bastante jabón y comencé a afeitarla. Primero todo lo que a mi entender sobraba hasta llegar al ombligo y después sus piernas. Aquel monte ya iba tomando forma y se podía apreciar una chocha bastante abultada. Ahora venía la parte más difícil y delicada, sus entrepiernas y su vagina, tomé la banqueta para que pudiera subir una de sus piernas y colocó la otra sobre la taza del baño, le pedí se abriese lo más que pudiera para trabajar con más facilidad.
Le estaba haciendo un buen pelado a su chocha, mi intención era dejarla igual que la mía, ya que a ella le había gustado tanto. Cuando terminé sus entrepiernas comencé la faena directamente en su coño y ahí fue donde comenzaron a complicarse las cosas. Delicadamente yo tomaba entre mis dedos sus labios para poder afeitarle bien y esto al parecer le producía cierta excitación a mi tía, en dos oportunidades casi la corto, porque trataba de cerrar sus piernas, yo se las abría de nuevo y continuaba con mi tarea, cuando ya faltaba poco para concluir me costaba cierto trabajo poder sujetar sus labios, porque se habían humedecido con sus líquidos, tomé una toallita y la sequé bien para poder continuar, mi tía tenía clavada su vista en el techo y de su garganta escapaban imperceptibles suspiros que fueron incrementándose, aquella chocha me mojaba una y otra vez y yo también me estaba excitando de verla así. Cuando terminé, como mi tía no prestaba atención a lo que yo hacía, le pase el dedo varias veces por el clítoris y descubrí lo tenía bastante desarrollado y se empinaba ante mis leves caricias, mi dedo índice bajó un poco más y lo fui introduciendo en su vagina sin la mayor dificultad, ya los suspiros de mi tía Elisa se habían convertido en gemidos de placer. Ante la posición tan favorable que tenía acerqué la cara un poco más a su chocha y mi lengua empezó a entrar y salir mientras jugaba con su clítoris. En una reacción inesperada y como volviendo a la realidad, mi tía bajo la cabeza sorprendida --¿Qué me estás haciendo chiquilla?…¿tú estás loca?--… --Tía es que no pude soportar la tentación al ver la chocha tan linda y hermosa que tienes--, nuevamente abrió sus piernas y me permitió continuar mi faena… --Hacía ya muchos años que nadie me hacía esto, esto es mi delirio y me transporta al paraíso--, sus temblores y contracciones me indicaban que había tenido un potente orgasmo, comenzó entonces a acariciarme la cabeza mientras terminaba su orgasmo.
Cuando logró reponerse de su calentura se puso de pie y contemplaba una y otra vez mi obra maestra, no podía creer lo que estaba viendo, en el piso había una enorme cantidad de pelos que entre las dos recogimos y echamos por la taza del baño. Me pasó su mano por mi conchita e hizo comentario de que ahora estábamos iguales, que le gustaba como le había quedado y hasta era mucho más higiénico de esa forma. Volvió a pasar su mano por mi chochita y abrí un poco las piernas para que pudiera abarcarla toda. Sentándose nuevamente en el borde de la bañera me tomó por un brazo y me hizo sentarme encima de ella, sus pezones chocaban con mi espalda y me excité bastante hasta el punto de mojarme, me pidió abriera bien mis piernas, al principio pasaba su mano una y otra vez por mi conchita y poco a poco sus dedos encontraron mi clítoris, me lo masajeó con tal habilidad que me provocó un rápido orgasmo, pasando seguidamente a introducir su dedo del medio en mi vagina.
Ayudada por la lubricación y la humedad que ya tenía, aquel dedo entraba y salía de mi coñito con mucha facilidad, su otra mano acariciaba mis teticas y mis pezones ya estaban que querían explotar, hizo que girara un poco el torso y pasaba su lengua una y otra vez por mis pezones sin dejar de hacerme aquella exquisita paja, pronto mi lechita salió a chorros y virándome le di un gran beso en la boca, sin buscar su lengua porque todavía me quedaban los recuerdos de aquel olor, ya desaparecido por suerte, pero que en mi mente aún persistían.
Terminamos por bañarnos las dos juntas, le acaricié bastante sus nalgas mientras la frotaba y mientras el agua de la ducha nos quitaba todo aquel jabón pude chupar un poco sus ricos pezones con en mis tiempos más infantiles. Nos secamos, le traje una bata de mamá y salimos del baño. Mi madre a modo de jarana nos decía lo mucho que nos habíamos demorado, que parecía que mi tía tenía demasiado sucio su cuerpo.
Buscando entre las ropas que tía había traído no encontré nada verdaderamente apropiado como para andar por la ciudad, ni siquiera sus zapatos. Tomé prestada alguna ropa de mamá, pues son casi de la misma talla y la vestí a mi gusto, ella se dejaba hacer todo lo que yo quería, tomando el secador le arregle a como pude aquellos pelos.
Después de almorzar la llevé hasta el Salón de Belleza donde suelo ir cada semana. Comenzamos, es decir, la maquillista comenzó por una meticulosa limpieza de cutis, depilación, cejas y todas esas cositas que las mujeres conocemos y nos hacemos para lucir bien ante los hombres, su bañito de cera, un poco de masaje corporal y finalmente a la peluquería, la peluquera me miraba y abría los ojos porque no sabía por donde comenzar, le dije que de acuerdo a su edad y biotipo, le hiciese el pelado y el peinado que mejor le acomodara, de verdad que se esmeró bastante, porque ni yo misma la conocía cuando por fin terminó, habían quitado una mujer y puesto otra que era una preciosidad, prueba de ello resultó el trayecto hasta la casa, que casi todos los hombres le lanzaban algún que otro piropo, mi tía se ruborizaba porque no alcanzaba a creer aquello.
Cuando llegamos a la casa mi mamá que nos abrió la puerta quedó con la boca abierta al verla y para dar más énfasis a su asombro me preguntó que quien era aquella señora, que donde había dejado a mi tía, hasta mi papá al verla con mucha discreción le lanzó un piropo por lo linda que se veía, de verdad que estaba encantadora. Sin perder tiempo hablé con mi madre y de los tantos vestidos que ya casi no utiliza comenzamos a hacer una selección y los que más nos gustaron les hicimos algunos arreglos para ponerlos a la moda recogiéndole un poco de largo y de ancho, bien entalladito a su cuerpo. Tía no quería ponerse aquellos vestidos que le habíamos preparado pues decía se le marcaban mucho las nalgas y las tetas. Esa precisamente era la idea, para que esconder todos aquellos encantos que aún mantenía si ya dentro de algunos años más no podría lucirlos.
Después de cenar la animé para ir al teatro y de paso estrenarse alguno de aquellos vestidos, por complacerme aceptó y después fuimos hasta casa de una amiga mía donde se estaba celebrando una fiesta, mi tía fue la atracción de todos, tanto mujeres como hombres celebraban su hermosa figura y lo bien que le sentaba aquella ropa a pesar de su edad. No faltaron las propuestas para bailar y conversar a solas, pero en este sentido si no pude hacer mucho, mi tía de baila no sabe ni un paso y para hablar prácticamente tenemos que sacarle las palabras de la boca. Esa era otra tarea que me había propuesto.
El domingo fuimos todos para la playa, mi tía sacó una trusa de sus paquetes, que no me quedó otra opción que echarme a reír, pues parecía extraída de una película de los años 20. Comencé a burlarme de ella y a decirle el por qué no se ponía también algún gorrito y un par de medias hasta la rodilla. Mi madre también se reía mucho de mis ocurrencias. Salió para su habitación y cuanto regresó traía uno de sus bikinis, mi tía puso el grito en el cielo, repetía una y otra vez que por nada del mundo se pondría aquello tan descarado. A tanta insistencia mía la llevé hasta la habitación para que se lo probase, sabía que de ir conmigo la convencería a toda costa………(continuará)……
Datos del Relato
  • Autor: Plastilina
  • Código: 2692
  • Fecha: 24-05-2003
  • Categoría: Incestos
  • Media: 5.9
  • Votos: 68
  • Envios: 9
  • Lecturas: 5844
  • Valoración:
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