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¡Hola! Soy Anamaria, del Parque Nacional de Abruzzo, Italia, vivo cerca de Roccavivi y un par de años atrás tuve una maravillosa aventura con un lobo blanco que me hizo su pareja, me sentí como una loba por un par de años copulando con mi macho alfa, desafortunadamente la vida en natura es salvaje y bestial, por razones que desconozco mi adorado Bianco desapareció repentinamente y jamás lo volví a ver, pensé que podía haber sido ultimado por algún nuevo capo de manada, tal vez por un oso o quizás simplemente fue atrapado por los guardabosques del parque y llevado a algún sitio distante del parque, preferí pensar a esta última hipótesis que me causaba menos dolor.
De todas maneras, seguí errando por las colinas y cerros del sector con la esperanza de volver a verlo, jamás pensé que pudiera haber pasado algo terrible, siempre pensé a él como que estaba en otra ubicación lejos de mí.
Esa tarde en especial el día parecía bastante bueno y me alejé un poco de los senderos habituales, no me di ni cuenta cuando llego el crepúsculo y comenzó a llover intensamente, mi gorro y mis cabellos se empaparon, el agua penetraba mis ropajes y me encontré mojada hasta la medula, un fuerte trueno me hizo erizar la piel, no parecía prudente continuar sin rumbo en la noche fría y lluviosa, con la brillantez de la luz del relámpago pude ver un hueco obscuro en el cerro y me dirigí hacía allí, me encontré con una especie de caverna, inmediatamente ingrese a ella y la temperatura era notablemente superior a la temperatura exterior, por suerte en mi mochila tenía una muda térmica y un cobertor térmico, poco a poco me despojé de mis vestidos y encontré unos restos óseos y pieles de animales que me sirvieron de lecho y cobija, esparcí mis empapadas ropas dentro de la cueva para que se secaran y me arrebujé sobre las pieles secas, me recosté en un ángulo de la caverna y me adormecí mientras fuera se desataba una feroz tormenta.
Me desperté después de algunas horas y vislumbre una sombra que se movía al interior de la cueva, en la obscuridad no podía estar segura de que cosa era, pero si hubiese sido peligroso para mí, me hubiese atacado mientras dormía, esperaba solo que no fuera un oso, afuera se sentían algunos truenos y relámpagos, lo vi claramente al resplandor de un fulmíneo relámpago, era una figura canina, me parecía difícil que fuera un perro, por lo que deduje se tratase de un lobo, un gran lobo.
Extrañamente no sentí miedo, es más le hable ⸺ lobito … acércate, mi amor … no temas tal como yo no te temo … acércate ⸺ trataba de tener un tono calmo y sin miedo, de repente sentí su pelaje y lo toqué, lo sentí temblar como en una especie de escalofríos, estaba tenso, comencé a acariciar su pelaje, pude sentir los poderosos músculos de la bestia y luego él se giro y lengüeteó mi mano, después se alejó y se echó a un par de metros de distancia, fuera de la caverna iniciaba a amanecer, estaba calientita y calma sabiéndome protegida por un enorme macho de lobo, así que me volví a adormecer.
A la clara luz de la mañana, pude ver al gran macho que estaba lamiendo su rosado pene, cosa que me turbo trayéndome recuerdos del pasado, hoy estaba en el segundo día de mi ovulación, esto me hacía sentirme receptiva a estas estimulaciones visivas y no pude evitar que mi chochito comenzase a emitir fluidos desbordando mis labios vaginales, el lobo resulto ser un gigantesco ejemplar de lobo gris clarito y olfateando el aire, oteaba de cuando en vez la entrada de la cueva, se alzó y vino con la cabeza gacha hacía mí.
Su intensa mirada de un azul muy pálido se fijó en mis ojos verdes como para transmitirme su cercanía, diciéndome que le inspiraba confianza, como un signo de paz, su observación era de curiosidad, de sondeo, como un macho que se acerca a una hembra para ver si esta está dispuesta a jugar el antiguo juego del cortejo para percibir su disponibilidad a aparearse, su mirada era una invitación a realizar el juego ancestral de la copulación, compartir deseos y sueños, pero no amenazas ni agresiones.
Yo estaba totalmente desnuda debajo de la cubierta que envolvía mi cuerpo, él empujo los bordes que yo sostenía con mis manos y supe de inmediato que él buscaba una hembra, ‒ pues aquí me tienes, yo soy tú hembra tómame si quieres ‒ le susurré y él lengüeteó mi rostro como aceptándome, levanté la cubierta y él se abalanzo a oler mi sexo, luego sin aviso alguno recibí el primer golpe de lengua en pleno contra mi clítoris en llamas, me hizo estremecer ese sentimiento de ser acosada por un macho al que deseas apasionadamente y estas dispuesta a entregarle todo sin condiciones, me despojé de mi manta, abrí mis piernas para él y le ofrecí el tesoro de mi desnudez ‒ me vuelves loca con esa lengua amor mío ‒ le dije y él no reparo en mi comentario, solo empujaba su hocico más y más adentro de mi concha.
Mis líquidos fluían profusamente y el aroma que emanaba mi sexo femenino parecía abarcar toda la caverna, con sollozos y gemidos recibía sus esplendidas atenciones, él era el elegido, él tendría mi chocho después de una paciente espera de dos años y medio sin un pene ‒ debes tratarme con cuidado tesoro … mami se ha cuidado solo para ti ‒ me respondió con una lamida a mi barbilla y labios, para mi fue como si me hubiese respondido con un beso, me sentía ardiente de sus caricias, sin yo siquiera incitarlo me lamió mis pechos, lo quería dentro de mi así que sin más preámbulos me puse en cuatro y él me montó con la fortuna de que después de solo tres embates, centró mi concha y me penetró, grité y gemí solo del placer de sentir su aguzado pene horadando mi cavidad vaginal en forma salvaje y bestial, como solo un macho alfa podría hacerlo, me encabrité arqueando mi espalda para succionarlo más adentro, su bola se estrellaba contra mis gruesos labios haciéndome chillar, me atenazo fuertemente con sus zampas y empujo finalmente toda su bola dentro de mi chocho, provocándome uno de tantos orgasmos que se sucedieron uno tras otro sin cesar.
Estoy una vez más en el paraíso terrenal, él me domina y me tiene a su merced, estoy abotonada a él y su frenesí es follar mi chocho y llenarme de su lechita caliente, soy su hembra, soy su loba, después de tanto tiempo sin experimentar esta sensación incomparable, sentí un poco de dolor, me sentí muy estrecha para sus dimensiones, me colmaba mi chocho con solía hacerlo Bianco, solo una especie canina puede desencadenar un sinfín de efectos que te sobrepasan, esa verga caliente y trepidante en mi interior me hace enloquecer.
El lobo estaba martillando mis carnes deliciosamente, me procuraba mucho goce, un placer único y muy satisfactorio, su pene ensanchaba todo el interior de mi vulva, copaba cada ángulo y recoveco, su bola sellaba mi chuchita preparándome para ser inseminada con su lefa caliente, me tenía totalmente anudada y comenzó a vaciar sus acuosas semillas en lo profundo de mi ser ‒ dame toda tu lechita mi vida … acaba y regálame esos bichitos tuyos … lléname con tus cachorritos mi cielo … dame más mi amor … dame más ‒ lo incitaba a que me llenara el chocho con su esperma caliente, su bulbo no cesaba de palpitar y bombear semen en mi interior, mi rostro tenía una mueca de agonía por la cantidad de orgasmos que este animal y su fantástica polla me procuraban, su bulbo había crecido y se amoldaba a la forma de mi vagina estimulando todo, cada nervio sensible de mi chocho vibraba en consonancia a sus embates que ahora más que nada eran ligeros empujones de bombeo de su semen.
Desde que comenzó a bombear su lefa dentro de mí, ahí comenzaron mis convulsiones orgásmicas y no había forma que se detuvieran, estaba exhausta, sin fuerzas, pero mi cuerpo funcionaba automáticamente en respuesta a los estímulos de la poderosa verga de este lobo, mi capacidad cerebral había sido anulada, todo mi ser reaccionaba a los impulsos que me imprimía este macho, hábilmente el lobo se había girado y estábamos trasero con trasero, su pija todavía emitía chorritos de semen, pero se sentía que su bulbo comenzaba a empequeñecerse, mientras esto sucedía, chorros de esperma que escapaban desde mi chocho, rociaban mis muslos y piernas, luego toda su bola resbaló fuera de mi juntos a un aluvión de semen.
Me derrumbe sin energías, el lobo vino a hozar mí encharcada vagina procurándome temblores y otro maravilloso orgasmo, me quede allí por un largo rato con mis ojos fijos en la enorme polla que se balanceaba bajo el vientre de mí galán, él se acomodo a la entrada de la cueva y procedió a lamer su gigantesco órgano sexual, yo me pase las manos por mi inflamado sexo y los saque empapados de su semen caliente que escurría fuera de mi hinchados labios mayores, luego los introduje en mi boca saboreando y oliendo el fuerte aroma de macho y el aspro sabor de sus semillas, me arrebujé en mi cubierta térmica y como hembra satisfecha me adormecí plácidamente.
Me desperté sin sobresaltos, el lobo ya no estaba, me toque mi entrepierna pegajoso de semen, solo para corroborar de non haber soñado todo lo acaecido, el charco de fluidos que todavía expelía mi chocho me confirmo la veracidad de los hechos, mis labios mayores aún se sentían inflamados y excitados por el roce con el sexo del prodigioso animal, me levanté y extraje de mi mochila una de las dos botellitas de agua que portaba, me las arreglé para lavar mi partes pudendas lo mejor que pude, luego me comí uno de los tres panecillos de queso y jamón serrano, también una bella manzana lustrosa y colorada, me sentía tranquila y feliz de lo ocurrido.
Decidí vestirme, mis vestidos estaban húmedos y fríos, dejé mi cubierta térmica a un lado y justo en ese momento golpeo mi muslo la fría nariz del lobo, me giré y su hocico invadió el amasijo enmarañado y pegajoso de mis vellos púbicos, me hizo emitir un ahogado gemido ‒ ¿me quieres otra vez tesoro mío? … ¿te gusto la almejita mía? ‒ le hablaba suavemente sintiendo el estremecimiento que me causaba su lengua separando mis labios genitales e introduciéndose en mi vagina, miré a mi alrededor y detrás de él había un espacio donde arrodillarme, lo empujé delicadamente con mis muslos, di unos pasitos y me acuclillé para a continuación arrodillarme y ponerme en posición para recibir sus atenciones carnales, porque era obvio lo que él estaba reclamando de mí y yo lo deseaba ardientemente todas las veces que él me lo pidiera.
Una vez en postura su lengua se introdujo en mi sexo desde atrás y quizás cerciorándose de la abundante humedad de mi conchita, saltó sobre mi espalda y atenazándome con sus zampas comenzó a puntear su agudo miembro contra mis nalgas y luego centró mis tiernas carnes rosadas introduciéndose en mi vagina, grite de gusto y felicidad de sentirlo nuevamente en mí, luego mis gemidos acompañaban los frenéticos embates de su sexo contra el mío, sus cojones goleaban rítmicamente la funda de mi clítoris, obligándolo a emerger y enfrentar las lujuriosas sensaciones de placer que le infundían estos continuos golpecitos.
Estaba gozando a mil la penetración enérgica de mi macho que había tomado posesión de mi chocho, me hacía suya, me poseía con autoridad, se adueñaba de mi cuerpo entero y lo gobernaba con la fricción de sus carnes en mis carnes deseosas de su espléndida verga empotrada firmemente en mi conchita, me dominaba totalmente, su pene estaba enterrado profundamente en mi y su bola se había deslizado suavemente oprimiendo y amoldándose a mis paredes vaginales y mientras crecía y crecía, su miembro también aumentaba de volumen, mi chuchita forzada al máximo, sentía la aguzada punta de su pene tocando a las puertas de mi útero, las sensaciones excesivas de ardor y erotismo me hacían estallar en continuas oleadas orgásmicas que mi cuerpo entero se deleitaba y mi mente se perdía en ese mar tempestuoso de lujuria.
Su pija enorme punzaba el diminuto orificio a mi útero, una mezcla de placer y dolor me mantenían meneando mis caderas y mi culo hacía atrás, todo en mi interior se contraía abrazando ese caluroso pene que palpitaba dentro de mis entrañas, el hormigueo de mi vagina era intenso, las cosquillitas exquisitas me tenían locas, casi me estaba orinando del placer que recibía mi conchita ‒ ¡ssiii! mi amor … jódeme con toda tu fuerza … tesoro mío hazlo con más energía y dame esa lechita tuya … llena mi útero con tus cachorros … vamos amor mío hazlo ya ‒ estaba como loca suplicándole que me llenara con su semen y como si hubiese entendido, él exploto en mí con tal fuerza que me arranco un chillido de esos y un orgasmo brutal, creí que moriría ahí empalada en este maravilloso pene que vibraba en armonía con mi clítoris trepidante y esos temblorcillos descendían por mi espina hasta mis muslos y piernas que tiritaban con escalofríos de placer, me plegué apoyando mis tetas sobre la tierra fresca que me regalaba esa frescura y alivio a mis pezones adoloridos por la fuerza del placer, mis botoncitos estaban a punto de estallar.
El lobo estuvo eyaculando por unos cinco minutos, cuando se giro y quedamos culo a culo él continuaba vertiendo semen en mi interior que ya imposibilitado de recibir más de su esperma, dejaba escapar chorritos que bañaban mi muslos y piernas, formando una pequeña laguna a tierra, una vez más nos desabotonamos y yo me desvanecí agotada y tratando de recuperar el ritmo de mi respiración, él tan galán, vino a lamer mis abusadas carnes con su áspera lengua provocándome una serie de mini orgasmos ‒ que lindo que eres … si pudiera te regalaría todos los cachorros que quisieras … me has hecho feliz y seré para ti todas las veces que me vengas a buscar ‒ yo trataba de exponer mis sentimientos a esta bestia que me miraba con unos ojos de amante ardoroso que atravesaban mi alma y se quedaban atrapados en mi corazón, es como enamorarse por la primera vez, todo hermoso y color de rosas, mis sentimientos le pertenecían, a este punto yo entera le pertenecía y en algún modo yo entendía que él comprendía que se estaba creando un sentimiento nuevo entre él y yo.
Él se echó sobre un poco de césped al exterior y con una pose de guardián, protegía a la hembra que cobijaba la cueva, yo soy su hembra y él me protege, me vestí con calma, mi coño derramaba semen sin parar a lo largo de mis piernas, utilicé mis bragas para hacerme una especie de támpax y poder terminar de vestirme, una vez fuera él me miro agudamente y luego se dirigió hacía el bosque, yo lo seguí confiada y él me mostro el sendero para llegar al camino que me llevaría a casa, desapareció de mi vista como un fantasma, yo no le veía, pero sentía que él me vigilaba y protegía a la distancia.
Llegue a casa, me metí bajo la tibia agua de la ducha para relajarme, hubiese querido conservar todo ese aroma de macho que llenaba mis sentidos, pero me dedique a limpiar mi cuerpo, estirando mis labios vaginales para lavarlos, el chorro del agua en mi clítoris me llevo cerca del orgasmo, así que me senté en el fondo de la bañera y refregué mi coño hasta hacerme estremecer en un estupendo orgasmo recordatorio de este reencuentro salvaje, de sentir otra vez el miembro de un macho de lobo en mi sexo, me considero afortunada de haber vivido esta experiencia una vez y estaba segura que lo iría a buscar en mi próximo periodo ovulatorio, algo dentro de mi me decía que él también me buscaría.
Pasaron las semanas esperando mi momento fértil, no había día que no me masturbara pensando a este ejemplar de macho de lobo, hasta que temprano en mi primer día de ovulación, agarre una mochila de quince kilos y me aperé con algunas meriendas, unas latas de alimento para perros, agua mineral, mudas térmicas y algunos accesorios de primeros auxilios, me dirigí hacía los cerros donde había encontrado al lobo, iba preparada para acampar en las inmediaciones de la cueva o directamente en la cueva, a cerca de un kilometro de la caverna me sentí observada, yo no veía nada, pero sabía que él me podía ver, de pronto algo se movió en la falda del cerro nevado, era un inmenso lobo blanco, era Bianco mi lobo, apuré el paso y me dirigí hacía él, pero él desapareció en algún montículo de nieve.
Al llegar a la cima, el espectáculo fue algo aterrador, Blanco y un lobo gris inmenso se olfateaban y se giraban en torno desafiándose, ambos me vieron en la cima del cerro y esa fue como una señal, se trenzaron en rugidos, ladridos y aullidos de lobo, estaban en una lucha salvaje, en un primer instante vi que Blanco estaba dominando al otro macho gris, pero también me fije que Blanco sangraba de sus extremidades, mientras el otro tenía su pelaje manchado de sangre y no se veía que estuviera herido, Blanco lanzó por sorpresa un ataque fulmíneo sobre el lobo gris, pero este más ágil y joven lo esquivo con cierta astucia y facilidad, saltándole encima y agarrando el cuello de Blanco, lo había vencido, Blanco se puso de pie y aceptando su derrota se fue sin mirar hacía atrás, el otro lobo luego de aullar su victoria al viento y silencio de la montaña, se vino hacía mí y pasando cerca de mis piernas, me rozó y siguió su camino, yo le seguí mansueta, entendí que ahora él era mi dueño, se batieron por mí y él fue el vencedor.
Llegamos a la cueva y me adentré en ella, el lobo entró detrás de mí y enseguida me mordisqueo mis pantalones, así que me desnudé para él, yo soy su premio y su hembra, la naturaleza tiene su lado salvaje y el ganador se lleva todo, su lengua caliente se deslizo en medio a mis muslos hasta alcanzar el vértice de estos con mi ingle, mis labios estrechos recibieron su primer lengüetazo avasallador, me senté en una roca cercana y el se agachó para quedar a la altura de mi concha y hábilmente procedió a lamer todo mi sexo, su lengua atacaba perentoriamente mi coño asumiendo la posesión de mi empapada vagina, le pertenecía era su hembra y trofeo.
No me daba tiempo para pensar en nada, tan pronto como me corría, él cambiaba su lengüeteo a mis muslos, luego a mi ano, después me lengüeteaba el rostro, mis tetas y me tenía a su entera disposición, totalmente entregada al placer que él me hacía sentir, su juventud se notaba en su energía y vitalidad, me había hecho alcanzar dos maravillosos orgasmo con su lengua entrometida y flexible, cuando sentí su nariz empujando mis muslos, comprendí que quería completar su victoria poseyendo la hembra de su contrincante, me puse en cuatro sin más ni más, debía responder a mi nuevo amo y señor, mi lobo joven, vigoroso y valiente, justo por eso comencé a llamarle Valiente, ese sería su nombre de ahora en adelante.
Valiente vino y me metió su lengua entre las nalgas, y me lubricó mi ano, yo no lo quería por ahí porque sabía que me iba a doler mucho, pues era tiempo que nada había entrado por ahí, no sé si él sintió mi aprehensión, pero bajó a mi coño y sus lamidos terminaron de lubricar mi sexo, luego el salto a mis nalgas y se desplazó hacía adelante, sus zampas me aferraron por la cintura y me tironeo hacía él un par de veces insertando su pija caliente y abrasadora en mi chocho anhelante de verga canina.
Valiente empujo y me tironeo unas cinco/seis veces con fuerza haciendo entrar su bola dentro de mi canal vaginal, sentí un poco de dolor, pero la lubricación continua que Valiente exhalaba de su pija, muy pronto trasmuto ese malestar en deleite bestial y comencé a gemir y chillar como una perra en celo, él aumento sus embates procurando el inicio de mis orgasmos, quede aprisionada en mi mundo cósmico donde todo era de una realidad de otra dimensión paralela a la nuestra, mi cuerpo se encogía y se ensanchaba a voluntad de la tranca que vibraba en mi interior rociando estrellas de semen que subían por mi canal vaginal hasta mis cabellos y se devolvían nadando sinuosamente hacía mi útero, donde se depositaban dispuestas a fertilizar a la hembra, me mordía los labios, me halaba los pezones, arqueaba mi espalda, empujaba mi chocho, mi ano se contraía, todo mezclado y todo junto a la vez, enloqueciéndome.
Una vez más él se giro después de la eyaculación quedando nuestras cabezas en direcciones opuestas, yo le acariciaba su pata y sentía el continuo bombeo de semen en mi vagina, estuvimos acoplados por unas decenas de minutos hasta que su pene resbaló libre del apriete de mi chocho, esta vez mientras él me limpiaba, yo me incliné a lamer su verga enorme y acariciar sus huevos fecundos, al acariciar su pelaje hermoso, pude notar manchas de sangre y me preocupé, lo mire por todos lados y no estaba herido, eran solo marcas de su lucha fratricida con Bianco, sentí una cierta penita por el perdedor, pero la naturaleza enseña que la foresta es de los fuertes.
Valiente era un amante premuroso, compartí con él dos días en esa caverna, nos apareamos a un ritmo de copular cada dos o tres horas, el no se cansaba de mí y yo hostigaba su esplendorosa pija hasta tenerlo duro y erecto para mí, pensaba de regalarle mi culito, pero la calentura de él por mi concha y mía por su verga, nos entretuvo lo suficiente como para soslayar la tarea, pero para mí es un deseo incumplido, quiero sentir ese falo inmenso en mi trasero y que me enjuague mis vísceras con su baño de esperma, sé que en un próximo encuentro este sueño mío se hará realidad.
Después que pasaron mis días fértiles, Valiente perdió su interés por mí, así que vistiéndome y recogiendo todas mis cosas, él me abrió camino hacía mi casa, que es donde yo lo quiero y pretendo traerlo una próxima vez, ya lo imagino en mi cama conmigo haciéndome todas esas cosas ricas que hacemos nos dos, será un encuentro futuro.
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